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jueves, 4 de junio de 2020

La industria musical se aprovecha de las personas negras a diario

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Las personas negras están muriendo y alguien me pidió que escuchara a su más reciente artista. Las personas negras están muriendo y un publicista me preguntó: ¿recibiste mi comunicado de prensa? La gente negra está muriendo y yo soy una persona negra, trabajando en una compañía que se ha beneficiado de su proximidad al hip-hop en una sala de prensa predominantemente blanca. "Ahora más que nunca", es lo que dicen los correos electrónicos, pero las muertes de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, George Floyd y los muchos otros nombres que se han convertido en hashtags —y la incalculable cantidad de nombres que no lo han hecho— no son un fenómeno nuevo y extraño. Hay una recompensa por tomar las vidas de la gente negra y la sociedad paga el precio por valorarnos como entretenimiento en lugar de personas.

La industria de la música y los medios que la rodean se benefician de la compra y venta de arte, ideas y empleados negros, en aras de parecer progresistas o diversos. Es un intercambio de influencia social, con porteros predominantemente blancos entrando y saliendo de la cultura negra como mejor les place. Es un universo en el que los artistas y las personas que toman las decisiones editoriales reciben una curaduría desde una perspectiva blanca. "Ahora más que nunca", la comunidad negra necesita escuchar las voces de las personas que se llenaron los bolsillos aprovechándose de la cultura negra.

El movimiento Black Lives Matter y el impulso detrás de su crecimiento exponen un sistema históricamente injusto, que incluye una industria musical basada en el abuso de los artistas negros a manos de ejecutivos, publicistas y medios de comunicación blancos. La cultura negra no es su gallina de los huevos de oro.

"Tiene sentido que la primera palabra que entendieron aquellos que habían sido capturados fue 'VENDIDOS'", escribe la famosa poeta y activista Nikki Giovanni en Black Ink. Robados de su continente y separados de las familias que hablaban su lengua materna, los africanos esclavizados usaron canciones para comunicarse a través del Pasaje Medio. No es sorprendente, entonces, que géneros como el blues, el jazz, el country, el reggae y el rap sean productos de la Negritud. La música siempre ha sido una respuesta directa a los sistemas corruptos. Las historias acompañadas por sedosos saxofones, tambores metálicos y sintetizadores se volvieron tan atractivas que todos querían participar, incluso si eso significaba borrar el trabajo de los artistas negros o construir una industria que los explotara.

En 2017, el hip-hop se convirtió en el género musical más popular de Estados Unidos, representando casi una cuarta parte de todas las reproducciones digitales de canciones. La presencia del rap como el nuevo mainstream llegó con importantes contratos discográficos para sus mejores vendedores, pero había menos claridad sobre quién se estaba beneficiando realmente del género. El año pasado, Goldman Sachs proyectó que los ingresos de la industria de la música alcanzarían los 131.000 millones de dólares para 2030. "Actualmente, las ventas de las reproducciones digitales de música han sido dominadas por renombrados artistas de R&B y hip-hop como Drake, Kendrick Lamar, The Weeknd, Migos y Cardi B", detalló un artículo de Forbes. "También se espera que las casas y sellos discográficos se beneficien enormemente del aumento de reproducciones digitales, encabezadas por las personas negras, que son el mayor grupo de usuarios". En 2018, Universal Music Group generó más de 3.000 millones de dólares en ganancias, en su mayoría gracias a sellos como Capitol, Def Jam e Interscope.

Esta semana, dichos sellos, junto con otros, participaron en el #BlackoutTuesday, una protesta organizada por Jamila Thomas y Brianna Agyemang, dos mujeres negras de la industria. En un comunicado publicado por Def Jam, el sello prometió "hacer MÁS", pero, ¿qué significa eso? Si no puedes comprometerte a desmantelar los sistemas que defienden la supremacía blanca y sus efectos residuales, como las redacciones de medios predominantemente blancas, no mereces el acceso a esas comunidades.

El fracaso de la industria para proteger la humanidad de los artistas negros a menudo está indisolublemente ligada a la falta de diversidad en el periodismo musical. En abril, los despidos de trabajadores en publicaciones históricamente negras convirtieron a medios como VIBE en un esqueleto del rico legado cultural de su apogeo. Los artistas han sido tan "quemados" por periodistas que se rehúsan a escucharlos que las entrevistas entre amigos se hacen pasar por periodismo. ¿Pueden culparlos?

La cobertura voyeurista de las publicaciones de música sobre la escena del drill y el trap dentro del rap ha tenido serias ramificaciones. En 2013, Chief Keef violó su libertad condicional porque Pitchfork decidió llevarlo a un campo de tiro para una entrevista. En 2015, Noisey hizo que algunos miembros de Migos acabaran en prisión después de que un episodio de Noisey Atlanta mostrara al grupo de rap portando cannabis y armas. El fetiche del morbo por la vida callejera no se detiene en las salas de redacción llenas de hombres blancos. Después de firmar un acuerdo de siete cifras con Epic, la compañía ignoró la petición financiera de Bobby Shmurda para su fianza de 2 millones de dólares. "Cuando me encerraron, pensé que iban a venir por mí", dijo a The New York Times desde prisión en 2015, "pero nunca vinieron". Cuando los porteros también son espectadores, la música rap —y la gente negra— se convierte en mercancía y más tarde en una estética. Pero estos errores tienen consecuencias que perduran más allá de un contrato o fecha límite.

Durante los últimos dos años me propuse llamar la atención sobre las omisiones que se llevan a cabo en la industria a expensas de los artistas negros y, lo que es más importante, de las personas negras. A pesar de que artistas como Kendrick Lamar, Solange y Beyoncé declararon que la música de protesta negra podría ser comercialmente viable sin sacrificar la integridad del arte en sí misma, las instituciones aún tienen que ponerse al día. To Pimp a Butterfly, A Seat at the Table y Lemonade fueron desdeñados hacia otras categorías más grandes en los premios Grammy, relegados a la etiqueta de "música urbana". SZA y Ari Lennox presentaron proyectos estelares de R&B que sirvieron como banda sonora para las mujeres millennials negras y fueron excluidas por completo. Lil Nas X tuvo que poner a Billy Ray Cyrus en "Old Town Road" para ser considerado country. Como institución, la industria les está fallando a quienes la están moldeando.

Para autoras como yo, que somos el único rostro negro en una habitación que abarca música y cultura, la carga se está volviendo más pesada. Cada día en el trabajo es un día en el que intencionalmente me concentro en historias de la cultura negra y los detalles que nos hacen humanos. Significa que he ido a la escuela el doble de tiempo para ser considerada una "candidata calificada", pero probablemente me paguen solo la mitad. A veces me toma días encontrar las palabras porque, como portavoz no oficial de la comunidad negra, me siento inadecuada si no tengo algún soliloquio al estilo James Baldwin ebullendo dentro de mí. Las imágenes de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd son un ciclo interminable de trauma del que no puedo "desconectarme".

Para las personas que no son negras y que insisten en insertarse en la cultura negra, consideren lo siguiente: antes de enviar mensajes de "¿Cómo te sientes?", pregúntese "¿Cómo estoy utilizando mi privilegio para solucionar el problema?".

Kristin Corry es redactora en VICE.

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