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viernes, 15 de febrero de 2019

Estudiantes nos cuentan cómo es titularse de una carrera que no quieren

Este es el último semestre del año que vivirán miles de universitarias y universitarios antes de graduarse. Toga, birrete, fotografía de graduación, baile, viajes y el tema de titulación son algunos de los planes que tienen de entrar a la vida laboral.

Alejandro siente gusto por los idiomas. Silvia está convencida de que su verdadera profesión está en los estudios de género. Sonia se visualiza en la gastronomía. Pero ninguno ha estudiado algo relacionado con sus verdaderas pasiones. Todos están arrepentidos de la carrera que eligieron.


Derecho

En la escuela te inflan el ego, en el mundo laboral vas a los madrazos. Mi experiencia en la licenciatura fue amena y tranquila, me decían que estudiar Derecho era lo mío, que por ser de la UNAM y tener buen promedio mi futuro era prometedor. Pero me gradúo en cuatro meses y no le he dicho a nadie que esta carrera no es para mí.

Todo iba bien hasta que empecé a trabajar como pasante y no me gustó. Me di cuenta que dedicarme a litigar era andar todos los días en zapatillas, caminar en el sol y pasar hasta tres horas en el transporte público para llegar al despacho a ver a un funcionario con su mala cara.

El ambiente te hace sentir como estúpido, que no sirves para nada. Trabajar en el sector público es aguantar gente de todos lados, la mayoría con palancas o relaciones que los llevaron allí. La diferencia entre la escuela y el trabajo es abismal.

En la carrera todo es color de rosa. No es honesta. Me acuerdo de mis profesores que nos aprobaban por asistir, ser cumplidos, entregar las tareas y tener iniciativa, algunos otros nos decían que con el derecho íbamos a ganar bastante dinero, estaban llenos de soberbia por dedicarse a esto y la realidad es que no, esta licenciatura es para vivir honradamente como los demás.

En un inicio me entusiasmaba la graduación, después me volví apática porque lo pensé: voy saliendo, no me gusta y estoy por terminar una carrera donde el título es un papel que sirve como requisito. Al final te das cuenta de que no estás feliz.

Ya no hay tiempo para dejarla o estudiar otra porque el apoyo económico de mis papás se termina. Quiero acabar mis materias y más adelante trabajar por mi cuenta. Pero sé que no quiero pasar 30 años en el mismo puesto haciendo lo mismo aunque para todos los lugares donde busco el panorama se ve igual.

—Ana, 23 años.

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Alejandro. Foto por Patricia Ramírez.

Comunicación y periodismo

Esperé dos años antes de entrar a la universidad porque no sabía que estudiar. Traía en mente relaciones internacionales, comunicación, incluso actuación. Cuando empecé a buscar planes de estudio vi “comunicación y periodismo” y decidí inscribirla porque podíamos desarrollar muchas cosas. Todo estuvo bien hasta el cuarto semestre cuando empecé a dudar porque sentí que todo en la carrera era visto de pasada, no había especialización.

En sexto semestre me di cuenta de que no me sentía cómodo y nada me llenaba. Pero no me salí porque ya llevaba varios años y había conseguido un intercambio hacia Líbano que tomé para distraerme y saber si me gustaba el periodismo internacional. Ahora lo pongo en perspectiva y ya veo que no.

Yo creo que el problema está desde la preparatoria. Hay profesores que no saben dar clases y no es que tú seas malo, es que ellos no son buenos. Algunos definitivamente no deberían impartir clases porque sólo van a cobrar su cheque y eso no te motiva. También creo que falta la orientación vocacional, que debe ser constante.

El campo laboral en comunicación es difícil pero cuando realmente lo amas, vas por ello. Yo siento que si me esfuerzo lo puedo hacer bien, pero no me apasiona hacerlo.

Soy bueno en idiomas, la licenciatura en traducción salió hace un par de años y no pude estudiarla de manera simultánea porque estaba cerrada a trámite. Sé que aquí no está todo perdido. Mi plan futuro es titularme, seguir con los idiomas porque actualmente estoy aprendiendo árabe y como última opción entrar al mundo editorial. No lo sé. No quiero desgastarme en algo que no me gusta.

—Alejandro, 23 años.

Pedagogía

Me di cuenta de que pedagogía no era lo mío a los tres días de haber ingresado a la licenciatura. Toda mi vida dije que quería ser maestra de primaria y en los primeros días supe que carrera no me daría eso. Decirles a mis papás me parecía un fracaso.

Tras mi sueño fallido de ser profesora pensaba encontrar en la licenciatura algo que me motivara. Nunca encontré la razón para decir “nací para ser pedagoga”. Sin embargo, siempre he sido aplicada así que no me pareció difícil y encontré buenos amigos.

Fue hasta los últimos semestres cuando noté que no sabía nada, no me habían enseñado lo suficiente y no estaba preparada para salir. No era mi profesión desde el inicio pero desconocía si había una mejor opción. Estaba por terminar cuando supe que elegir pedagogía había sido un error.

Creo que nunca me convencí porque no hay una identidad para ser pedagoga. Cuando eres niño visualizas al doctor, al policía, al profesor porque son profesiones claras y definidas, pero no visualizas la pedagogía. Dentro de la carrera los maestros no tienen acuerdos sobre qué es. Te hacen sentir perdida. La falta de identidad viene de un plan de estudios que no está bien estructurado que sigue los fines de la universidad: generar profesionistas que introducir a un campo laboral. Nada más. También siento que hace falta orientación vocacional adecuada. En la prepa hice un examen que no sirvió.

No estoy segura si hablé esto con mis papás aunque tengo presente que su respuesta habrá sido “bueno, si no te gusta puedes cambiarlo pero primero terminas ésta”.

Actualmente trabajo con niños que tienes discapacidad. Jamás aprendí sobre educación especial en la escuela. Desde mi trabajo de tesis noté que me interesan los estudios con perspectiva de género. Es lo que me apasiona. Ya lo encontré pero estoy segura que es una parte a la que pude llegar por muchos otros caminos.

—Silvia, 27 años.

Comunicación

“Que bueno que no quedaste en medicina porque te iban a cortar las alas” fue la respuesta que me dio mi psicólogo cuando le conté que no había quedado en la Facultad de Medicina en Querétaro. Entrar era complicado porque es uno de los mejores planteles del país. Entonces le pedí orientación y me propuso varias carreras.

Decidí estudiar comunicación en la UNAM porque de todos los planes de estudio que vi fue el que más me interesó en su campo laboral. Yo sabía algo de fotografía entonces pensé aprovechar esa parte. Así que me mudé a la Ciudad de México.

Me fui decepcionando en el trascurso de la carrera. Me decepcioné de la licenciatura, de los estudios, de los profesores y los alumnos. Noté cómo a la mayoría de mis compañeros no le interesa los problemas que les rodean, viven aislados de su contexto. Nunca encontré gente que estuviera en el mismo canal que yo.

Este problema empieza por un gran nepotismo y las relaciones de poder que están dentro de la educación. También hay una fuerte falta de orientación vocacional adecuada, además de que al entrar a la universidad los planes de estudio son diferentes, no funcionan y nos hacen querer salirnos.

En varias ocasiones estuve a punto de dejar la licenciatura por malas experiencias que viví en la ciudad, entre ellas un robo y el sismo del 19 de septiembre. Mis papás siempre me han apoyado, por su parte no hay presiones, pero pensé que ya tenía dos años viviendo sola, sin familia y que estudiar aquí era igual a pagar una universidad privada en Querétaro. Eso me detuvo.

Sé que esto no termina aquí. Tengo varios planes como hacer una maestría en estudios de género, un área que me interesa debido al entorno social que vivimos; también quiero estudiar fotografía, que me ha gustado desde que tenía 18 años y podía entrar a los conciertos para hacer periodismo musical, y tengo el sueño de dedicarme a la gastronomía porque he sido mesera desde hace cuatro años y soy fan de la mixología.

Tengo la inquietud de que mis estudios no se queden guardados en una libreta. Quiero hacer algo más, creo que por eso todas las áreas que me gustan se relacionan con algo así. Por eso busco ayudar en algo, que sirva para algo y no se quede sólo en mi cabeza.

—Sonia, 23 años.

Patricia Ramírez http://bit.ly/2DHLMh3

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