Artículo publicado originalmente en el número Poder y Privilegio de la Revista VICE México.
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Si te hubieras asomado al piso de negociación de acciones en la sede de Goldman Sachs en Nueva York en el año 2000, habrías entrado a una masacre de los sentidos: 500 hombres y mujeres maldiciendo, los teléfonos sonando a todo volumen, el vertiginoso aroma de la adrenalina saliendo de cada orificio humano.
Actualmente es posible que te topes con el zumbido sin vida de 200 servidores de alta velocidad. Porque esas 500 personas han sido reducidas a tres. Las otras 497 han sido usurpadas por algoritmos complejos.
No eran sujetos con empleos comunes: limpiadores, recepcionistas u otros empleados de la industria de servicios que ya habían sido humillados por las computadoras. Eran graduados universitarios con títulos conseguidos con gran esfuerzo en temas como negocios, finanzas o economía. El problema fue que, a pesar de su capacidad intelectual, su pasión y su pedigrí, los algoritmos simplemente hacían el trabajo mejor. No son las únicas víctimas. Hoy en día, las computadoras han captado el olor de la sangre.
“Mucha gente asume que la automatización solo afectará a los obreros, y que mientras vayas a la universidad serás inmune a eso”, dice Martin Ford, el autor de Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future. “Pero es mentira, habrá un impacto mucho más amplio”.
Esto plantea la pregunta: A medida que avanzamos hacia un nuevo mundo automatizado, ¿tiene valor el PDF en el que exportaron tu título universitario en economía, filosofía, inglés o cualquier otra cosa que no tenga que ver con arreglar cobots (robots colaborativos) o escribir algoritmos? ¿O, prácticamente hablando, es tan inútil como un título en sueños de unicornio y flatulencias de hadas? Si es así, ¿qué están haciendo las universidades al respecto?
“La mayoría de las universidades no están haciendo lo suficiente para preparar a los estudiantes para la fuerza laboral automatizada”, dice la doctora Nancy W. Gleason, directora del Centro para la Enseñanza y el Aprendizaje de la Universidad Yale-NUS de Singapur y autora de Higher Education in the Era of the Fourth Industrial Revolution. “Necesitamos enseñar a los estudiantes a ser cognitivamente flexibles, a tener las habilidades y la confianza para probar diferentes trabajos a lo largo de sus vidas. En la economía gig, también llamada colaborativa, no vas a tener siete patrones, vas a tener siete carreras. La gente podría decir: ‘Oh, mi título en historia no me ayudó en nada’. Bueno, adivinen qué, tampoco lo hará un título en radiología, odontología o derecho”.
Esto no es broma. El año pasado, un informe del Instituto Global McKinsey sugirió que hasta 800 mil carreras (o el 30 por ciento de la fuerza laboral mundial) —desde médicos hasta contadores, abogados y periodistas— serán reemplazadas para el 2030, mientras que cada trabajador del planeta deberá adaptarse “a medida que sus ocupaciones evolucionen junto con las máquinas cada vez más capaces”. Otros sugieren que este número podría llegar al 50 por ciento. “Las máquinas están adquiriendo capacidad cognitiva y comenzando a competir con nuestra capacidad de razonar, tomar decisiones y, lo más importante, aprender”, agrega Ford. “Al menos en las próximas décadas, la inteligencia artificial y la robótica eliminarán muchos empleos. Más allá de eso, se vuelve más impredecible; realmente no sabemos qué va a pasar “.
Para obtener más información, me puse en contacto con 25 de las principales universidades del mundo para preguntar qué están haciendo para preparar a los estudiantes para las agitadas aguas del trabajo fluido. De las ocho escuelas Ivy League de Estados Unidos, solo Dartmouth College comentó al respecto, el resto no respondió, estaban demasiado ocupados o no pudieron encontrar a la persona adecuada para hablar conmigo. De las ocho universidades del Reino Unido a las que contacté, la London School of Economics y la University of Sheffield no respondieron, mientras que en Leeds y Birmingham no pudieron encontrar a nadie adecuado para comentar. Un funcionario de prensa de la Universidad de Cambridge dijo que no estaba “al tanto de nada específico de Cambridge”.
Sin embargo, obtuve respuesta de Oxford, Bristol, Manchester, City y la Universidad de Londres. “El próximo año, presentaremos una unidad de cursos interdisciplinarios que todos nuestros estudiantes universitarios pueden tomar, y que aborda exactamente este problema”, dice la doctora Caroline Jay, profesora senior de ciencias de la computación en la Universidad de Manchester.
“El objetivo de las universidades es dotar a las personas con habilidades para aprender”, agrega Jay. “Los estudiantes no solo están aquí para aprender una serie de hechos, sino para aprender cómo las cosas cambian y evolucionan, y cómo pueden ser parte de ese futuro”.
De acuerdo con su descripción general, el curso, llamado AI: Robot Overlord. Replacement or Colleague?, tiene como objetivo “equipar a los graduados de Manchester de todas las disciplinas con una comprensión del impacto que esta tecnología tiene actualmente, la forma en que esto puede cambiar en el futuro y, lo que es crucial, la capacidad de aprovechar las oportunidades que brinda, sin importar la carrera que elijas”.
“El objetivo de las universidades es dotar a las personas con habilidades para aprender”, agrega Jay. “Los estudiantes no solo están aquí para aprender una serie de hechos, sino para aprender cómo las cosas cambian y evolucionan, y cómo pueden ser parte de ese futuro”.
La Universidad de Bristol tiene una visión más amplia. “Si la economía se está volviendo más una economía gig, preparar a los estudiantes para que se conviertan en empresarios es algo que nos tomamos muy en serio”, dice Dave Jarman, del Centro de Innovación y Emprendimiento de la universidad.
En este sentido, la universidad ha creado Bristol Futures, una nueva iniciativa que ofrece una gama de cursos abiertos en internet diseñados para brindar “la oportunidad para el desarrollo de habilidades académicas básicas y atributos personales clave para ayudar a los estudiantes a convertirse en graduados adaptables y exitosos”. Los cursos que se ofrecen actualmente —Innovación y empresa, Ciudadanía global y Futuros sostenibles— no son de grado, sino que van de la mano de la materia elegida por un estudiante.
“Este es nuestro plan”, dice Jarman. “Estamos viendo cómo incluir esas ideas en todo, desde los clásicos hasta en química. Por supuesto, cambiar de práctica en una universidad es como intentar girar un tanque en una cabina telefónica, pero estamos en ese proceso”.
Dirk Erfurth, director del servicio de cursos de grado de la Universidad de Munich (LMU), en Alemania, concuerda. “No podemos esperar que cada profesor en cada facultad tome estos temas como su preocupación más seria. Esa no es su tarea. Es nuestra tarea en el servicio de cursos de grado, como el puente entre el mercado laboral y el mundo académico”.
Erfurth dice que la LMU ofrece pasantías financiadas en el extranjero, programas de mentores y minicursos para la temporada de vacaciones (110 dólares por 40 horas de clase) en temas como presentación y retórica, liderazgo, gestión del tiempo y comunicación, y gestión de conflictos, así como una “Unidad de Educación Profesional” para exalumnos que buscan ampliar sus habilidades. Erfurth dice que la LMU toma muy en serio la futura empleabilidad de los estudiantes, siempre y cuando los estudiantes estén preparados para jugar el juego.
“No se trata de calificaciones o certificados”, añade. “Queremos mostrar a los estudiantes que, si invierten un poco de tiempo y dinero en sus habilidades, pueden sucederles cosas maravillosas. Tienes que dejar tu zona de confort y salir al mundo para distinguirte de los demás, hacer prácticas profesionales, desarrollar una mentalidad abierta, pensamiento creativo, curiosidad, redes de contactos y espíritu empresarial. Son las habilidades que te permitirán trabajar en el futuro”.
Es lo que la Universidad de Copenhague llama un “perfil de habilidades interdisciplinarias”. “Nuestro objetivo es mejorar las oportunidades de los estudiantes para explotar el potencial de la digitalización y el big data tanto en la universidad como con nuestros socios”, dice la vicepresidenta de la universidad, Anni Søborg, repitiendo mucho de lo que ya he escuchado. “Y explicamos cómo pueden aplicarse los programas en el mercado laboral, incluyendo un enfoque en iniciativas que aseguren que los estudiantes tengan las habilidades necesarias para la innovación y el espíritu empresarial”.
La doctora Gleason dice que Estados Unidos “apoya muy poco la educación superior en relación con otros países”. “La verdad es que no conocemos todos los trabajos para los que estamos preparando a los estudiantes”, dice el decano asociado en ciencias de Dartmouth, Dan Rockmore. “Dartmouth es la principal universidad de artes liberales del mundo. El espíritu de las artes liberales es que una educación integral y amplia, una exposición a la naturaleza multidimensional de los grandes desafíos de nuestros días, es lo que prepara una mente para los desafíos impredecibles del mundo después de graduarse. Nuestro objetivo es enseñar pensamientos críticos, hábitos mentales que puedan aplicarse en muchos contextos diferentes”.
Luego habló de la Red Empresarial de Dartmouth, que brinda a los estudiantes “la oportunidad de probar ideas para y en la “nueva economía”, junto con su sistema de “trimestre flexible” que les brinda la “oportunidad de experimentar los lugares de trabajo de la nueva economía” durante todo el año. “En resumen, una educación en Dartmouth preparará a los estudiantes para aprovechar esas transformaciones [tecnológicas]”.
El punto clave aquí es que todos estos cursos son opcionales. Ningún estudiante está obligado a tomarlos y no ofrecen garantías para el futuro. Pero entonces, ¿es realmente responsabilidad de la universidad sostener la mano a los estudiantes a lo largo de sus vidas? ¿O depende de los estudiantes?
“Diría que es como una membresía de un gimnasio, no un mayordomo”, dice Jarman. “No pagas dinero y aparecen los bienes. Pagas por una oportunidad, pero tienes que ir y levantar las pesas y correr la distancia. Si haces esto, las universidades tienen instalaciones y personas increíbles que pueden ayudarte a acelerar ese proceso. Pero no queda en bandeja de plata”.
Los estudiantes universitarios —como señala Jonathan Black, director de servicios de carrera de la Universidad de Oxford— son adultos después de todo (legalmente, al menos).
“Una de las cosas que Oxford y otras universidades intentan hacer es persuadir a las personas que son lo suficientemente inteligentes como para beneficiarse de una educación universitaria de considerar nuestros muchos servicios extracurriculares, como el departamento de cursos de grado, sociedades estudiantiles, voluntariado o experiencia laboral en verano. Ahí es donde van a obtener esa experiencia, pero tienen que darse cuenta de que la están obteniendo”.
Black continuó: “Pero no vamos a decirles a los estudiantes qué hacer. Pienso que estaríamos perjudicando a los estudiantes si sostenemos su mano hasta el final y luego les decimos: ‘Aquí está tu trabajo’. Estamos aquí para poner la mesa, mostrarles a los estudiantes lo que está disponible, pero depende de ellos decidir si quieren comer”.
La verdad es que lo que desvela a la mayoría de los presidentes universitarios no es el robopocalipsis, sino otras amenazas a corto plazo para su supervivencia, como competir por donaciones e inscripciones. Pero hay un presidente universitario cuyos sueños están repletos de robots. Esto, cuenta Joseph E. Aoun, es su ventaja: los robots no pueden soñar. El presidente de la Northeastern University (NU) de Boston ha desarrollado una estrategia para el contraataque: “las ciencias humánicas”.
“Si los robots van a reemplazar a los seres humanos en el lugar de trabajo, entonces tenemos que ser a prueba de robots”, dice. “El surgimiento de una inteligencia artificial extraordinaria nos obliga a cultivar una inteligencia humana extraordinaria. Incluso las máquinas más brillantes de la actualidad todavía tienen limitaciones. Las máquinas aún no tienen capacidad para la creatividad, la innovación o la inspiración”.
Esencialmente, su idea es brindar a los estudiantes la capacidad de resolver los problemas más urgentes del mundo de una manera que los robots no pueden, con empatía. O, como él dice: “Aún no he visto llorar a una computadora”.
En su libro, Robot-Proof: Higher Education in the Age of Artificial Intelligence, las ciencias humánicas se han convertido en un elemento básico del programa de Northeastern que requiere que los estudiantes de ciencias de la computación tomen clases de teatro o improvisación. “¿Por qué? Porque les permite comenzar a interactuar con otros, lo que es un ejemplo simplista pero vital, hacer que las personas vayan más allá de lo que están estudiando”, aclara. “La interacción humana será una habilidad vital en el futuro”.
Aoun argumenta que la única forma de crear un plan de estudios para una educación “a prueba de robots” es fomentando la “integración intencional de las habilidades técnicas, como la codificación y el conocimiento de datos, con las habilidades humanas, como la creatividad, la ética, la agilidad cultural y el espíritu empresarial”.
Pero dice que el aprendizaje experiencial también es esencial, y ha desarrollado un aclamado programa de educación y desarrollo profesional cooperativo llamado Co-op en la NU. “Tenemos una red de 3,000 empleadores en 136 países en todos los continentes, incluida la Antártida, donde los estudiantes solicitan trabajos remunerados durante seis meses”, dice. “Allí tienen la oportunidad única de aprender cómo interactúan las personas en el lugar de trabajo, cómo son las oportunidades, cómo es trabajar en un entorno cultural diferente; empiezan a entenderse mejor. Eso es poderoso y transformador”.
Las cifras hablan por sí mismas: la mayoría de los estudiantes hacen dos o tres cursos cooperativos a lo largo de sus años universitarios, y el 92 por ciento de ellos encuentra trabajo de tiempo completo dentro de los nueve meses de haberse graduado.
La inundación de la automatización está llegando. Pero Aoun y Gleason dicen que enseñar a los estudiantes a nadar —como están empezando a hacer las pocas universidades con las que hablé— no los salvará de ahogarse. En su lugar, concuerdan, es necesario construir un arca. “Debemos alejarnos de la idea de estudiar una licenciatura de los 18 a 24 años de tu vida”, dice Gleason. “En lugar de un modelo de tres a cuatro años, los estudiantes deberían ser admitidos durante 20 años con la capacidad de regresar y tomar clases de forma gratuita cuando lo deseen”.
Es exactamente lo que hacen la NU y la NUS, donde trabaja Gleason. La NUS, por ejemplo, ha creado dos “institutos de aprendizaje permanente” apoyados por el gobierno, donde los graduados pueden regresar en cualquier etapa de la vida para “mejorar” sus habilidades a través de cientos de cursos —largos y cortos— que van desde psicología y árabe hasta “agilidad empresarial” y “seguridad cibernética para el internet de las cosas”. “Estamos contemplando agrupar cursos para volver a capacitar a los adultos”, dice Gleason. “Es un largo camino por recorrer, pero el objetivo es un aprendizaje experimental y con menos conferencias”.
En cuanto a la NU, Aoun ha supervisado el establecimiento de una red de campus de aprendizaje permanente en Charlotte, Carolina del Norte, Seattle, Silicon Valley, Toronto y San Francisco, donde los miembros pueden regresar para aprender nuevas habilidades. “El 74 por ciento de la población es lo que llamamos ‘aprendices no profesionales’”, señala. “Si se ignoran, las universidades se volverán irrelevantes. Si no intervenimos e integramos el aprendizaje permanente como parte de nuestra misión principal, nos convertimos en la industria ferroviaria que vio el inicio de la revolución de las aerolíneas y pensó: ‘Esto no tiene nada que ver con nosotros’. No consideraron incursionar en el negocio del transporte y su negocio sufrió las consecuencias”.
Por supuesto, nada de esto es barato. La NUS y la NU son instituciones bien financiadas. Gleason sugiere que un impuesto sobre los robots cubriría estos gastos. De no ser así, la industria necesitaría redoblar sus esfuerzos. “No veo por qué la industria se negaría”, agrega. “No es como que no vayan a beneficiarse de algunos de los trabajos que desaparecerán”.
Así que, mientras tanto, ¿qué pueden hacer los estudiantes que no asisten a la NUS o la NU, o una de las pocas universidades con ideas similares del mundo, para el futuro de sus carreras? La respuesta es volverse tan humano como sea humanamente posible. Necesitamos contraatacar con los sentimientos. “El futuro mercado laboral no necesita expertos en contenido o procesadores de información”, dice Gleason, “sino creadores, analistas, solucionadores de problemas, colaboradores y aprendices de por vida”.
Matt Blake https://ift.tt/2Nn9G6c
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