Cada que salimos a carretera los vemos manejando camiones que pesan decenas de toneladas. Admirados por unos, odiados por otros, hay muchos mitos que rodean las vidas de los traileros. Para saber de primera mano cómo es la vida detrás del volante me propuse entrevistar a uno de ellos. Esta es la historia de Alejandro Nava, El pilón, quien lleva ya 30 años dedicándose a este oficio.
VICE: ¿Qué lo motivó a involucrarse en ese trabajo?
Alejandro, El pilón: Mi inquietud siempre fue ser operador de tráiler. Yo no empecé trabajando como operador de tráiler, sino una camioneta de tres y media toneladas. Posteriormente aprendí a manejar un camión de siete toneladas y luego un camión “rabón” de 10 toneladas. Luego una torton, luego un tráiler sencillo y finalmente un tráiler full. Fue así como llegué al puesto que tengo en la empresa en la que hoy presto mis servicios.
¿Se gana bien en su oficio?
En mi oficio sí se gana muy bien. Y más si es el ramo en el que yo trabajo, que es el transporte de material peligroso. Yo en ese ramo llevo unos 28 o 30 años y sí es muy bien remunerado porque todo ese tipo de trabajo es doblemente riesgoso que llevar una carga regular. No es lo mismo llevar una carga comercial, como frutas o verduras, que llevar químicos, solventes, hidrocarburos, refinado o gas LP (esta última es mi especialidad). Yo llevo gas LP a diferentes partes de la república.
¿Cuánto duran sus jornadas de trabajo? ¿Son pesadas?
Nuestras jornadas son de 8 horas de jornada por 4 de descanso, por el peligro que representa el producto que transportamos. Manejamos una bitácora de horas de servicio con revisión ocular en las unidades. Siempre debemos llevar nuestros documentos muy en orden, porque si un Federal de Caminos nos detiene, es lo primero que nos pide. En esas bitácoras deben venir muy bien detallada nuestra jornada de trabajo, nuestras horas de descanso, nuestras horas de carga, nuestras horas de alimentación y también el tiempo que invertimos en nuestra persona.
¿Las carreteras en México son peligrosas?
Sí. Las carreteras en general en nuestro país no son de buena calidad. Hay carreteras buenas, hay carreteras malas y hay carreteras en pésimas condiciones. En el momento en el que se suscita un percance en carretera, por lo general el oficial de la Policía Federal siempre nos hace un hincapié: nosotros somos unos profesionales de la carretera, por lo que nuestro manejo debe ser a la defensiva y no a la ofensiva.
¿En qué consiste este manejo defensivo?
Debemos proteger los cuatro lados de la unidad que estamos conduciendo. Sobre todo la parte trasera, porque si estamos en una bajada y tenemos que frenar, no vaya a llegar un carro y se vaya a impactar con nuestra unidad o provocar un accidente. Esto es el manejo defensivo: debemos de estar siempre atentos a los “caracolitos”. Para nosotros, los “caracolitos” son los carritos pequeños, que por lo general se conducen sin ninguna precaución y que casi siempre son los que se involucran en los accidentes por esta manera poco precavida de conducir.
Desafortunadamente, en un percance el que lleva las de perder es el equipo pesado por el difícil momento en que debe uno de controlar la unidad pesada. Y esto ya no es por las dimensiones de la unidad, sino por el tremendo peso de nuestros camiones. Ahora súmale la carga que llevamos, es un peso brutal.
¿Es cierto que hay un “código secreto”, las famosas claves de la banda civil, que utilizan los camioneros por el radio?
Es cierto. Pero ahí te va, también tenemos otra clave secreta que casi nadie conoce. Cuando vamos conduciendo en la carretera, nos conducimos y nos comunicamos con señales por medio de las luces. Los que vivimos en la carretera los utilizamos como un segundo lenguaje: las luces de galibo, las luces alta y baja, las luces “reverseras”, las luces de stops. Con ellas nos avisamos entre nosotros que hay un percance, que hay un carro descompuesto o que hay un Federal al acecho buscando a quién detener.
La banda civil también la utilizamos, pero para distancias largas. Por ejemplo, así nos decimos que en un cierto tramo de una carretera hay un “10-42”, es decir, un accidente de carretera. También por medio de esas claves informamos su hay gente que quedó “10-7”, es decir, gente que quedó muerta en la carretera. También hay otras claves, como el “10-28”, que es el nombre o el apodo con el que conocemos al conductor de la unidad. En mi caso, mi “10-28” es “El Pilón”, que es así como me conocen en mi trabajo (risas).
Otra de las claves que tenemos es el “7-3-5-1”, que es el saludo cordial para la persona con la que vamos a entablar una comunicación, o a quien vamos a notificarle de un percance en la carretera. Y así muchas claves más.
Veo que ustedes tienen sobrenombres, ¿le ponen sobrenombres también a sus camiones?
Eso depende mucho de los operadores. Yo en mi caso nunca le he puesto pero hay quienes sí les ponen.
¿A qué se debe que nunca haya nombrado a su camión?
Sobre todo por el asunto de la seguridad. Actualmente, el ponerle algún nombre o distintivo, nos vuelve más notorios y blancos fáciles para la delincuencia. Por ejemplo, en las carreteras saliendo hacia Puebla y en dirección a Veracruz, en es muy peligroso llevar algún distintivo en tu vehículo (o “portable”, como nosotros les llamamos). En mi caso únicamente le llamo “el tractor” y nada más.
Ya hablamos de las jornadas de trabajo pero, ¿cómo son los momentos de descanso?
Yo trabajo desde el día que salgo de mi casa hasta el día que regreso, de 30 a 45 días y esos días yo duermo en el camarote que tiene acondicionado mi tráiler. En ese lugar yo como, yo duermo y ahí paso prácticamente los mejores y los peores momentos de mi vida.
¿Es difícil pasar tanto tiempo lejos de la familia?
Muy difícil. Yo no conozco cumpleaños, yo no conozco aniversarios de bodas, yo no conozco la Navidad, no conozco cuándo nacieron mis hijos; no sé cómo vivan ellos o cómo se les festeje. Cada que salimos de viaje, nunca sabemos si vamos a volver a verlos, porque no sabemos si vamos a regresar. Lo único que sí sabemos es que al regresar, encontramos a nuestros hijos y a nuestras esposas con los brazos abiertos para recibirnos, después de una larga jornada de trabajo y de una larga ausencia.
¿Cómo lo toman ellos?
Es complicado. A veces sentimos que los hijos viven en su mundo, que nuestras esposas viven en su mundo, que nosotros vivimos en el nuestro. No estamos tanto como quisiéramos, muchas veces no formamos parte de sus planes. El ser la figura paterna ausente es algo que sí nos pega mucho. Es difícil la soledad en la que se vive. A veces es muy feo que solo cuando les hace falta dinero o algo material, es cuando se acuerdan de que tienen un padre.
¿Tiene alguna anécdota de cosas paranormales o sustos que le hayan pasado en carretera?
Muchas. He vivo muchas cosas incluso irreales. A veces puede ser que el mismo cansancio por el que estamos pasando el que nos hace ver algo anormal. Por ejemplo, a veces he tenido la sensación de que alguien viaja conmigo como copiloto en mi “portable”. En esos casos, he volteado de inmediato y he visto alguna sombra o algo así como un bulto que viniese acompañándome. Y además de esas cosas extrañas he visto muchos, muchos accidentes.
Sobre los accidentes, me comenta que ha visto muchos. ¿Quiénes son las víctimas más recurrentes en estos eventos desafortunados?
Sobre todo jóvenes que, aún teniendo toda una vida por delante, conducen en estado de ebriedad y conducen a exceso de velocidad. Yo siempre se lo he dicho a la gente y a mi familia: el conducir un vehículo es como traer una pistola en la mano. En cualquier momento con él matas o te matan, porque alguien perdió el control y se atravesó en tu camino. A mí me ha tocado y ver cómo se muere la gente en mis brazos. En ocasiones también me ha tocado ayudar a gente a librarse de la muerte por mis acciones. Podrán decir mucho sobre nosotros, pero nunca negamos una ayuda.
Cuando me menciona esas largas rutas me es inevitable pensar en el cansancio. ¿Usan alguna droga para poder aguantar esas jornadas?
Sí, es muy cierto eso que se dice de que llegamos a usar drogas o algunas pastillas que nos hacen evitar el cansancio y mantenernos despiertos. Pero no somos personas drogadictas ni mucho menos. Si hacemos uso de este tipo de pastillas porque es porque en realidad nuestras carreteras están muy accidentadas y tenemos que estar siempre alertas para no ocasionar o para que nos ocasionen algún accidente. Pero recurrir a eso es muy ocasional. Yo en lo personal consumo café, coca y ocasionalmente consumo pastillas.
¿Qué es lo más raro que le ha tocado transportar?
En una ocasión me tocó hacer una carga para Nestlé. Cuando llegué y en presencia del equipo cortamos los sellos vi que la caja estaba compleamente vacía. Se me hizo muy raro, ¿por qué me mandarían con la caja vacía? Pero no lo estaba. Luego me dijeron que al fondo de la caja me iba a encontrar con un sobre y así fue. Con una estricta vigilancia con cámaras de circuito cerrado me hicieron entregar ese sobre. Entonces supe lo que contenía: era un microchip electrónico que estaba valuado en millones de pesos, que le pertenecía a la compañía Nestlé.
¿Qué es lo más satisfactorio y lo más difícil de su labor?
Lo más satisfactorio es saber que nosotros, aunque sea de manera invisible, movemos a México. La gente no se imagina que eso que usan en su casa, ya sea un foco, una pluma o un ladrillo, todo, ha sido tocado y transportado por un trailero. Sabemos que nuestro trabajo es útil. Y lo más difícil, como ya te comenté, es la ausencia. No estar cuando nuestros hijos dieron sus primeros pasos, cuando dijeron sus primeras palabras, cuando se les cayó el primer diente.
¿Qué les gustaría que la gente supiera de su trabajo?
Que detrás un “monstruote” tan grande existe gente igual a todos los demás: con defectos, virtudes y sentimientos; porque nosotros no somos unas máquinas robotizadas para conducir 1.000, 2.000, 3.000 kilómetros. Que dejen de estigmatizarnos, no somos malos con la gente, no somos gente sin educación: tanto la que nos inculcaron nuestros padres, como las que hemos aprendido en las carreteras. Porque cuando una persona civil desafortunadamente sufre un percance, somos los primeros que corremos para tratar de socorrerlos mientras llegan los servicios médicos.
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