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viernes, 6 de diciembre de 2019

Esta mujer recupera los recuerdos de iPhones de personas que han muerto violentamente

Artículo publicado originalmente por Motherboard Estados Unidos.

Eran las 2 am y Jessa Jones empezaba a plantearse que quizás el teléfono ensangrentado con el que había estado trabajando era una causa perdida. La microsoldadora había pasado horas atrincherada en su taller, limpiando y reemplazando con esmero chips del tamaño de un grano de arroz en la placa base del teléfono y arreglando un pequeño fallo eléctrico en el botón de encendido. Pero cuando lo presionó, el teléfono no se encendió.

“Estaba muy cansada y me pareció inútil intentar arreglar el teléfono”, dijo Jones. “Estuve a punto de decir que no había nada que yo pudiera hacer”.

Aunque Jones es una reparadora de teléfonos reconocida mundialmente, aquel no era un encargo común y corriente. El teléfono con el que estaba trabajando esa noche de mayo de 2017 pertenecía a Srinivas Kuchibhotla, un indio de 32 años al que dispararon a principios de año en un bar en Olathe, Kansas. Este horrible crimen de odio, que acabó con la vida de Kuchibhotla, hizo eco en todos los medios estadounidenses.

Kuchibhotla probablemente tenía el teléfono en el bolsillo cuando Adam Purinton, un hombre blanco, comenzó a insultarlo a él y a otro chico indio llamado Alok Madasani. “¡Fuera de mi país!”, les gritó, y luego les disparó. Madasani cayó herido pero sobrevivió. Cuando la policía recuperó el teléfono del cuerpo de Kuchibhotla, ya estaba empapado en sangre.

Unos meses más tarde, la esposa de Kuchibhotla, Sunayana Dumala, llevó el teléfono a una tienda de reparación de la zona, desesperada porque no encendía y esperaba poder acceder a las últimas fotografías de su marido. Un técnico, cuenta Dumala, echó un vistazo al teléfono y le dijo que no podía hacer nada. Pero le dijo que Jones, que tiene una tienda de reparación de electrónica en un pequeño pueblo al norte de Nueva York, Honeoye Falls, quizás podría repararlo.

Dumala envió el teléfono a Nueva York de inmediato.

Actualmente, nuestros teléfonos son prácticamente extensiones de nuestros cuerpos, pero los tratamos como si no valieran nada. Los cambiamos cuando se rompen las pantallas, los reemplazamos por otro modelo mejor o los olvidamos cuando ya no nos sirven. Hacemos esto porque, en gran parte, las compañías que fabrican nuestros teléfonos a menudo nos dicen que no tienen arreglo: el costo es demasiado alto y el interior de nuestro celular es demasiado complejo. En vez de animarnos a intentarlo, nos dicen que lo reemplacemos.

Jones te diría que eso es mentira.

Madre de cuatro, con un doctorado en Genética Molecular, Jones se ha convertido en la líder de una comunidad de microsoldadores que crece a diario. Son reparadores que no solo cambian pantallas de teléfono rotas o baterías que no funcionan, sino que son como médicos que diagnostican y reparan problemas eléctricos diminutos en la placa base (o placa lógica, como la llama Apple). Esta placa es el corazón diminuto de tu dispositivo que contiene chips y circuitos responsables de muchas funciones básicas. En cuestión de minutos, un microsoldador experimentado puede arreglar un cortocircuito de un iPhone que se cayó al agua y resucitarlo. A menudo, Apple le dice a sus clientes que tal cosa es imposible.



Pero Jones no se limita a simples cortocircuitos. Ella se encarga de resucitar teléfonos que han pasado un verdadero infierno: atropellados por coches, recuperados de un avión estrellado o bañados en la sangre de su dueño. Ya no se trata de arreglar teléfonos para que puedan ser usados otra vez; se trata de recuperar los recuerdos más preciados de personas que ya no están o que se perdieron. En el caso de los iPhones, que tienen los datos encriptados desde la actualización de iOS 8, la única manera de recuperar esos recuerdos es encendiendo el teléfono e introduciendo la contraseña.

Para aquellos que han perdido sus valiosos videos, fotos o mensajes, recuperarlos puede suponer una gran diferencia.

“La gente llora por esto, todo el tiempo”, dijo Joe Ham, un microsoldador cuya tienda, Gadget Genie en el estado de Washington, es una de las pocas tiendas capaces de hacer una recuperación de datos de los aparatos de Apple. “Me dicen: ‘Lo necesito de verdad, ya lo llevé a otras tres tiendas, eres mi única esperanza’”. Ham, que lleva toda la vida reparando aparatos electrónicos, nos cuenta que gracias a Jones, con la que había estado aprendiendo al otro lado de Estados Unidos, tuvo el valor de abrir su propio negocio.

Jones no planeaba ganarse la vida arreglando microchips y cortocircuitos. Sin embargo, tras dejar su trabajo como profesora de biología para poder quedarse en casa cuidando de sus hijos, decidió hacer algo con su tiempo libre. Tan pronto como sus hijos comenzaron a romper pantallas de iPads, Jones aprendió a cambiarlas viendo videos de YouTube. Una vez, a una de sus hijas gemelas se le cayó el iPhone 4S en el retrete. Jones rompió el inodoro con un martillo, sacó el teléfono y lo arregló.

Desde entonces, su vida no ha vuelto a ser la misma.

Tras cambiar la batería del teléfono y el puerto de carga, el teléfono aún no cargaba. Al final, “me di cuenta de que era un problema de la placa base”, dijo Jones. “Y me parecía que iba a ser un problema con solución”.

Se compró un equipo de soldadura y un microscopio y comenzó a hacer pequeños ajustes con otros dispositivos que ya no funcionaban. Tardó dos años e incontables horas en foros de reparación, pero, finalmente, logró reparar el teléfono que se había caído al baño. En aquel entonces, Jones había mejorado bastante reparando teléfonos y había comenzado MommyFixit, un servicio de reparación por correo que operaba desde su living. Pronto, Jones reclutó a otras madres para que la ayudaran en el negocio.

“Las mamás somos extremadamente hábiles”, dijo Jones. “Y se nos da muy bien arreglar teléfonos”.

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En 2015, Jones, junto con sus compañeras de negocio Sunday Thomson y Christy Dryden y otro microsoldador llamado Mark Shaffer, abrieron un local, que estaba abandonado, en una esquina del centro de Honeoye Falls y llamaron a la tienda iPad Rehab. Llevan ahí desde entonces, haciendo uso de su experiencia para reparar teléfonos y tabletas de todo el mundo. Una vez al mes, Jones da una clase práctica de reparación de placas bases, expandiendo su conocimiento para que cientos de personas puedan hacer lo mismo. Sin embargo, en su canal de YouTube enseña muchísimas cosas más y tiene más de 130.000 seguidores desde que comenzó, a principios de 2015.

“No solo repara cosas, sino que además les enseña a otros cómo hacerlo”, dijo Gay Gordon-Burne, director ejecutivo de The Repair Shop, una asociación de reparadores y técnicos. “Eso quiere decir que cada vez hay gente más competente”.

Jones no solo es profesora, sino la portavoz de una comunidad que ella misma ha ayudado a crear. Respalda abiertamente la idea del derecho a reparar, la filosofía de que si tienes un dispositivo electrónico, deberías tener derecho a repararlo. Esto le ha traído problemas con Apple, una compañía famosa por su recelo a la hora de vender componentes sueltos de sus dispositivos o a compartir información con tiendas que no están autorizadas por ellos. Sin embargo, las tiendas autorizadas tienen prohibido llevar a cabo la mayoría de las reparaciones de placa base que hace Jones. Para los reparadores independientes o caseros esto supone tener que buscar piezas de recambio por su cuenta, a veces de dudosa calidad, y, en el caso de los microsoldadores, tener que depender de los manuales de placas base que se filtran en Internet. Las presiones de Apple contra las leyes del derecho a reparar son persistentes e introduce cambios constantemente en sus productos y políticas para prevenir que sus clientes traten de reparar sus dispositivos en casa. Sin embargo, Jones siempre contraataca, de parlamento en parlamento, declarando como una testigo experta en casos de reparación de iPhone y desafiando a la compañía en su canal de YouTube cuando cree que está dando informaciones falsas sobre lo que se puede o no reparar.

La recuperación de datos es un claro ejemplo. Jones cuenta que con frecuencia habla con clientes que le dicen que un empleado de Apple les ha informado de que los datos de su teléfono o tableta, que se ha estropeado al mojarse, son irrecuperables. O quizás los redirigen a DriverSavers, una compañía que originalmente estaba especializada en recuperación de datos de disco duro, y que llega a cobrar más de 1100 dólares a sus clientes por recuperar sus fotos de iPhone. Me puse en contacto con el servicio de atención al cliente de DriveSavers y les pregunté cuánto costaría recuperar las fotos. Me dijeron que el precio rondaba entre los 700 y 2000 dólares, frente a los 300 dólares que cobra Jones por una recuperación de datos básica.

“¿Cuánta gente habrá oído: ‘Dile adiós a tus fotos porque no se puede hacer nada para recuperarlas’?” dice Jones. “No sé, pero seguro que muchísima gente y me da mucha pena”.

“Esa es exactamente la razón por la que el derecho a reparar existe”, dijo Nathan Proctor, quien encabeza una campaña a favor del derecho a reparar. “Para que pueda existir un mercado de reparación fuera de lo que los fabricantes quieran ofrecer a la gente”.

Hablé con Apple para preguntarles qué tipo de ayuda ofrecen a un cliente que quiere recuperar sus datos de un dispositivo muerto y un representante me envió una lista de enlaces a las páginas de ayuda de la web de Apple en las que se detalla cómo crear una copia de seguridad en tu teléfono. No me dijeron nada sobre cómo recuperar mis datos y se negaron a comentar sobre las tiendas de reparación no autorizadas que ofrecen servicios de recuperación de datos.

Jones sonríe constantemente y tiene una actitud práctica que te deja tranquilo en seguida. Su tienda es igual de acogedora: la entrada está decorada como un salón de una casa con una gran mesa, un sofá de segunda mano y bebidas gratis para los clientes que esperan a ser atendidos. En una de las paredes se ve un cuadro de la Mona Lisa sujetando un iPad, hecho por el marido de Jones, que recibe a los visitantes cerca de la entrada. El día que yo fui a verles, una mañana de octubre que no paraba de llover, me ofrecieron un té caliente y me llevaron a la parte de atrás. La hospitalaria entrada daba paso a un laboratorio clandestino con microscopios, herramientas y máquinas para soldar, un polímetro y varias fuentes de alimentación de corriente continua. En cada una de las mesas de trabajo había teléfonos y tabletas diseccionados.

Jones sacó varios informes de casos en los que había trabajado: teléfonos que habían enviado a la tienda con la esperanza de revivirlos o recuperar los datos. Uno era un iPhone de una mujer de California que lo había metido en la lavadora durante cinco minutos sin darse cuenta . El teléfono estaba roto y había perdido todas las fotos de cuando su hijo era pequeño. Un iPhone de Nebraska también acabó en la bañera, llevándose consigo un año entero de fotografías familiares.

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Abrió varios teléfonos para enseñarme las placas base, mientras me explicaba todo el proceso de diagnóstico y reparación. Lo hizo con la misma claridad con la que un médico le explica a su paciente los resultados de un análisis y con el mismo entusiasmo con el que enseña una profesora de ciencias de un instituto. “Esto se parece mucho a la ciencia”, dijo Jones. “Hay que resolver problemas, reconocer patrones y experimentar. Además, es rápido y no lleva meses. Por eso me encanta”.

Algunos de los iPhones que abrimos tenían problemas muy fáciles de solucionar, como un iPhone 6S que tenía un cortocircuito aislado que lo impedía encenderse. Jones, que había visto este problema muchas veces antes, se centró inmediatamente en el diminuto condensador eléctrico que estaba causando el problema, lo sacó con unas pinzas y encendió el dispositivo. Otros casos no fueron tan sencillos. Había un iPhone que se había mojado y le faltaban chips importantes que habían sido arrancados de la placa base, lo cual significaba que alguien había intentado repararlo antes de enviárselo a Jones. Jones estuvo una hora tratando de salvarlo pero, finalmente, dijo que probablemente no tenía arreglo.

Hay tantas historias similares —teléfonos que se mojan o se caen y se pierden las fotos de la abuela con el niño recién nacido o el cumpleaños del gato— que Jones no puede siquiera recordarlas todas con detalle. Pero iPad Rehab también recibe teléfonos de padres con niños que se han suicidado o familiares que han perdido a algún ser querido en un accidente. Arreglar estos teléfonos puede ser duro, pero para Jones también es uno de los trabajos más gratificantes.

Hace unos años, un hombre llamado Peter Lovenheim le trajo un teléfono que había pertenecido a su hermana, Jane Glazer. El celular había sido recuperado por buzos del fondo del mar Caribe, donde se había estrellado el avión privado de Glazer y su marido en septiembre del 2014, acabando con la vida de ambos. Lovenheim había enviado el teléfono a otra tienda primero, pero le habían dicho que era imposible recuperar los datos. Otra compañía con la que habló le dijo que ni se molestara en enviarlo. Cuando oyó hablar de la tienda de Jones, que además estaba muy cerca de su ciudad natal, Rochester, se acercó a dejarles el teléfono.

Transcurridos un par de días, dijo, el equipo de Jones había recuperados todos los datos.

“Fue impresionante”, dijo Lovenheim. “Pudo recuperar muchísimas fotos”. Gracias a ello, una de las últimas fotos de su hermana ahora cuelga en casa de Lovenheim.

El año pasado, enviaron otro teléfono de un accidente de avión. A finales de febrero de 2018, Bill Kaupp, piloto privado de Alberta de 64 años, se llevó a su mejor amigo, a su hijo de 28 años y al mejor amigo de este a dar una vuelta en una pequeña avioneta. Iba a ser un paseo corto de prueba, pero algo salió terriblemente mal y el avión se estrelló al oeste de la frontera entre Utah y Colorado. Ninguno sobrevivió.

Días más tarde, se encontraron dos iPads que Kaupp usaba para pilotar rotos, llenos de polvo y enterrados en la nieve en medio de los escombros. “No tenía sentido” tratar de arreglarlos, dijo Lindsay Magill, la hija de Kaupp de 38 años. Pero lo hizo igualmente. Una de las tabletas era irrecuperable porque la memoria estaba dañada. Pero el equipo de Jones consiguió recuperar la otra, que tenía fotos y videos de Kaupp con sus nietos en Montana, días antes del accidente.

“No hay manera de expresar mi gratitud a Jessa”, dijo Magill. “Los videos y fotos que ha recuperado son irremplazables. Son recuerdos que sus nietos van a tener de por vida”.

Cada celular que Jones resucita es un rayo de esperanza para alguien que acaba de perder a un ser querido. Para Jones, la historia de Kuchibhotla siempre le quedará en el recuerdo.

Originario de Hyderabad, India, Srinivas Kuchibhotla llegó a Estados Unidos para hacer un máster en Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Texas, en El Paso. Entonces, tenía una relación a distancia con Sunaya Dumala, que era de su misma ciudad.

“En mi opinión, era el chico perfecto”, dijo Dumala. “Sabía cuándo hacerte reír. Era el chico más maduro del grupo, era cariñoso, humilde y siempre respetuoso”.

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En 2012, se casaron en India y se fueron a vivir juntos a Cedar Rapids, en Iowa, donde Kuchibhotla trabajaba como ingeniero para una compañía de aviones. Un año más tarde, a Kuchibhotla le ofrecieron un puesto de trabajo en Garmin, así que se mudaron a Kansas City donde la compañía tiene su sede central. Kuchibhotla se adaptó enseguida, se apuntó a una liga de críquet y jugaba al billar con sus compañeros de trabajo. La pareja adquirió unos terrenos y construyó una casa, donde esperaban poder criar a sus hijos. Pero la noche del 22 de febrero de 2017, Kuchibhotla fue asesinado en un bar.

Cuando Jones recibió el celular que Kuchibhotla llevaba en el bolsillo en sus últimos momentos, un torrente de emociones le recorrió todo el cuerpo. La única razón por la que ese celular había acabado en sus manos, era por un acto brutal de violencia.

“Recuerdo que la historia de ese teléfono dejó un sentimiento pesado que se podía notar por toda la habitación”, dijo Jones. “Estaba lleno de sangre de la noche en que había muerto. Era muy difícil no ponerse a llorar”.

Había tanta sangre que Jones tardó varias horas en limpiar la placa base, antes de poder trabajar con él. Una vez que consiguió dejarlo tan limpio como pudo, se sentó en su mesa de trabajo y comenzó a examinar el teléfono con el microscopio.

Jones quitó todos los microchips de la placa base y descubrió que todavía estaban llenos de sangre por el otro lado. Tras limpiar y reemplazar algunos microchips, estuvo tratando de solucionar un problema de carga que impedía que el teléfono se encendiera. Era cerca de medianoche y a Jones casi se le había agotado la paciencia.

Cada celular que Jones resucita es un rayo de esperanza para alguien que acaba de perder a un ser querido. Para Jones, la historia de Kuchibhotla siempre le quedará en el recuerdo.

A punto de darse por vencida, probó una última cosa. Jones había estado intentando encender el teléfono con el botón físico del aparato, pero un iPhone también se puede encender conectándolo a una memoria USB. Y así lo hizo. Cuando le conectó una pantalla, respondió al tacto, lo cual significaba que podía introducir un código. Podía recuperar todos los datos.

“Fue verdaderamente increíble”, dijo Jones. “Estuve a punto de desistir porque no se encendía y había cambiado la placa entera”.

Al día siguiente, Jones y Thomson llamaron a Dumala para decirle que habían restaurado el teléfono y recuperado las fotografías. “Nosotros estábamos llorando, ella estaba llorando”, dijo Jones. “Era inevitable. Y ella, entonces, estaba superagradecida por ganar al menos esta pequeña contienda en una batalla tan dura”.

“La manera en la que lo solucionaron dice muchísimo de ellos”, dijo Dumala. “Se lo toman de manera personal. No me extraña que iPad Rehab lo lleven mujeres, porque sabemos el valor que tienen las relaciones personales y los recuerdos. No son solo datos. Es el valor humano”.

Dumala aún vive en la casa que se construyeron ella y Kuchibhotla. Puesto que dependía del visado de este para vivir en Estados Unidos, tuvo que solicitar uno nuevo después del asesinato. Sin embargo, perdió todos los años que había esperado para solicitar la ciudadanía estadounidense con su marido y tuvo que empezar el proceso de nuevo, pero podría llevarle años por la cola infinita que hay de inmigrantes que llegan de la India.

Pero Kansas es ahora su hogar y no piensa marcharse. Cuando no trabaja, lucha por la reforma de las leyes de inmigración. Ha creado una página de Facebook, Forever Welcome [Siempre bienvenidos], para honrar la memoria de su marido, en la que la que comparte historias de inmigración y difunde un mensaje de unidad y aceptación. Ahora planea convertirla en una fundación.

El teléfono que Jones reparó descansa ahora en la mesita de noche de Kuchibhotla.

Maddie Stone https://ift.tt/33ZTe2W

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