¿Qué hace a un artista ser un artista? ¿Su capacidad para crear? ¿Su instinto para sumarse a tendencias? ¿Su eficacia para convertir productos en capital? ¿Su cualidad para comunicarse a través de la estética? Vivimos un momento de la historia latinoamericana donde nuestros contextos, personales y políticos, han cobrado una nueva dimensión dentro de la labor artística. Y saber reaccionar ante ello, por encima de otro tipo de intereses y deseos, es, quizás, lo que hoy en día hace a un artista ser un artista.
El 14 de noviembre pasado, Mon Laferte se detuvo a la mitad de la alfombra roja de los premios más importantes para la música en español, los Latin Grammy, y ahí, bajo los focos y frente a los flashes, se destapó para mostrar en su pecho un mensaje escrito: “En Chile torturan, violan y matan”. Y con ello, todo lo que pasó después dentro de ese recinto de Las Vegas, pasó a un segundo plano. Sí, el momento actual de la música en español merece un reconocimiento. Pero aún por encima de ello, aparece nuestro contexto. El contexto de una región en llamas, sublevada contra el dominio mayoritario de las ultraderechas, las violaciones a los derechos humanos y la clausura arbitraria de procesos migratorios. Y que dentro de esa coyuntura, la artista de música pop más importante de América Latina se haya mostrado desnuda para darle contundencia a un mensaje desesperado, da muestra de que nadie puede ser indiferente.
La tradición de música de protesta en Latinoamérica tiene una historia que se cuenta a través de momentos y nombres. De Víctor Jara a Aterciopelados, de Ana Tijoux a Molotov, de Residente a Mercedes Sosa. Protestar está en el torrente sanguíneo de nuestras venas abiertas. Dentro de ese marco, apareció Mon y “Plata Ta Tá”, el track lanzado junto a Guaynaa que complementa el mensaje dejado en los Latin Grammy. Un reggaetón en clave antisistema para perrear hasta en medio de la basura. Cacerolas y pañuelos verdes montados sobre el que, discutiblemente, es el género musical más político de la actualidad. Una muestra más de la versatilidad de la chilena y un trabuco para levantar el dedo con el culo en centrifugado convertido en himno reivindicativo de la rebelión popular en Chile.
Días después del estreno del video que ilustra “Plata Ta Tá”, platicamos con Mon de la definición de un artista, el levantamiento popular latinoamericano, y la música en nuestro idioma como respuesta a ello.
VICE: En febrero nos sentamos a hablar, y una de las cosas que te pregunté al final fue cómo te gustaría terminar este año. Me dijiste que querías descansar, dejar por un rato los viajes, los premios, los videos, y querías quedarte en casa con tus amigos, con unos mezcales y tocando por el puro gusto. Y bueno, acá estamos, justo donde parecía que no querías jajaja. Me habla mucho de lo que puede ser un verdadero artista, que se involucra más con su contexto que con sus propios deseos.
Mon Laferte: Sí, quizás. Una de las cosas que más me perturba de mi vida ahora es que tengo que planear todo, con muchos meses, tener que anticiparme, no sé, me pone mal. Porque a ver, yo toda la vida me dediqué a la música y siempre fui casi que una hippie viviendo en casa okupa ¿sabes? Jajaja. Porque cuando uno se dedica a la música vas a tocar a algún bar por ahí y te quedas en casa de Juanito a dormir en un colchón, entonces agarras tu guitarra tocas y listo, no necesitas ningún plan. Pero ahora ya no puede ser así, tengo que tener todo muy planeado. Y sí, yo tenía este plan de acabar descansando, de no estar trabajando, quería de hecho parar de dejar de hacer música un rato y dedicarme a pintar que es algo que también me gusta mucho, pero resulta que ahora después de lo que está pasando en Chile tengo más ganas que nunca de hacer música, de hecho ayer estuve en el estudio maqueteando. Y pues eso, me gusta, me encanta que la vida me sorprenda.
Golpe de estado, paro nacional, alertas de género, crisis económicas, rebeliones y levantamientos populares. ¿Qué pulso tomas del momento sociopolítico actual de Latinoamérica?
¿Sabes qué? Yo me quedo con lo positivo, que es con el despertar que esto representa. Hay días que me levanto y pienso en lo terrible que está todo, en lo que que está pasando, sobre todo porque ahora con las redes puedes irte informando a la distancia de todo lo que está ocurriendo.. Y sí, me levanto triste, de verdad, y por toda Latinoamérica, porque me escribe gente de todos lados como pidiéndome ayuda, diciéndome “oye, está pasando esto” pero yo no puedo hacer nada, yo solo soy una cantante. Pero también hay otros días donde me levanto feliz porque pienso que hay un despertar. Siento que esta generación, la que ahora ha generado todo esto, es una generación que nació sin miedo, y con información a la mano, con Internet, celular en la mano. Yo tuve celular hasta los 15 años, y era de esos gigantes jajaja, y ahora la gente más joven que creció con eso ya súper cercano está logrando esto que es como un despertar. Hablando particularmente del caso de Chile, el país nunca va a volver a ser el mismo de antes. Se siente más unido, más en comunidad, hay más conciencia, la gente tiene ganas de mejorar la educación, menos militar estricta y más social humanista, no sé, todo se siente como un cambio pero como un cambio interesante.
Aunado a ello, otra cosa que podría definir lo que 2019 significó para Latinoamérica es el momento tan importante que vive la música en español. ¿Crees que esta cima es una respuesta a nuestra coyuntura social? ¿Qué conexiones trazas?
Yo pienso, y quizás soy muy positiva, que el mundo, a pesar de todos los conflictos, está avanzando hacia algo positivo. Yo viajo por ejemplo mucho hacia los Estados Unidos, y a pesar de todo lo que están pasando allá en temas de migración la gente es muy linda, muy libre, muchísima libertad de expresión y demás. Yo me acuerdo que hace un par de años en la calle todavía me miraban feo por llevar tatuajes, o había gente que no la contrataban en un café por tener los brazos tatuados, y eso hoy ya ha cambiado. Creo que también el hecho de que la música latina esté tomando protagonismo tiene que ver con la apertura de mente del mundo en un sentido general. Ahora, hay una cosa real, la música latina es una música que viene de acá, de adentro, ¿sabes? Hereda de lo africano, del tambor, de la tierra, de la vibración, y es una cosa casi como del origen del hombre, que mueve, y que creo por eso ahora está en ese lugar.
Leí en una entrevista, me parece que a Gary Clark Jr –un artista de soul afroamericano–, en que decía que para él, toda la música negra, por sí misma, era música de protesta. Quizás hacer música en español, dentro de muchos de los contextos que vivimos, también es naturalmente hacer música de protesta.
Creo que los inicios del reggaetón en el Caribe eran de protesta, después se fue volviendo más popular y tal.
Vienes de hacer salsa, cumbia, merengue, incluso rap, y ahora reggaetón. ¿Consideras que el reggaetón es el género más político de la actualidad?
Elegí hacer un reggaetón porque me parece revolucionario en todos los sentidos. Hacer una canción con una guitarra o dentro de lo aceptado no sé, si voy a hacer una canción de revolución y de protesta tiene que ser realmente revolucionaria, como de una mujer haciendo reggaetón, una mujer que además nunca había hecho reggaetón. Y sí creo que el reggaetón tiene un mensaje político, ver y viajar por el mundo y darse cuenta de la realidad del reggaetón, que suena en todos lados. Es un mensaje potente.
Al final también creo tiene mucho que ver con que es un género que lidia con la liberación corporal, sexual, de tabúes, prejuicios y demás.
Esa es otra cosa, hay un sector de gente que critica el reggaetón porque tiene que ver mucho con la sexualidad. Pero es una cosa que ha pasado con muchos géneros, si nos vamos atrás y vemos el rock & roll también fue súper satanizado por cómo sonaba y cómo se bailaba y que era súper sexual y demás. Después fue evolucionando y siendo cada vez más aceptado. Y creo que eso pasa hoy con el reggaetón, por una cosa quizás de moral, de no querer hablar de sexo, no querer saber nada de sexo, no querer escuchar nada de sexo, y al final todos tenemos sexo. Siempre me pasa que cuando lanzó algo nuevo me preguntan “¿Por qué algo distinto? ¿Por qué una salsa? ¿O una cumbia? ¿Un reggaetón?”, y yo lo veo como un pensamiento súper nazi, racista, separar la música, ponerle etiquetas, que solo le corresponda a unos u a otros. Yo lo que he querido siempre con mi música es unir a la gente, y en cierta medida creo que lo he logrado, porque puedes ir a un concierto mío y ves todo tipo de gente, me encanta.
¿Crees que haya una contradicción entre lo que representa el género urbano, casi como una nueva forma de contracultura, con lo determinante que es en términos económicos y comerciales?
Hay una contradicción que no termino de entender, y no quiero juzgar a nadie, porque sí, empezó como una especie de contracultura y protesta, y hoy ves a los grandes nombres del género con grandes marcas, con las letras grandes en la ropa, con el oro, como una cosa súper capitalista, no sé. Ahí veo una clase de contradicción, pero igual no creo que tenga que ver necesariamente con el género. Dentro de una corriente se van abriendo distintos caminos que pueden resultar de maneras diferentes, uno más contracultural que otro, otro más capitalista, etc.
Sobre tu acto de protesta en los Latin Grammy, queda claro que tuvo una reacción mediática y en la conversación pública que fue más allá del hecho de denunciar lo que sucede en Chile. Viéndolo en retrospectiva, ¿qué sensación te dejó la respuesta generalizada sobre la protesta?
Creo que abrió muchos debates. Primero, a mí me daba mucha rabia ver la prensa internacional y leer que había, no sé, “saqueos en supermercados por alza en el Metro”, y esa era la noticia. Estaba yo en Chile, viendo todo con mis propios ojos, viendo a gente exigiendo cosas tan universales como el respeto a los derechos humanos, y nada de eso estaba siendo cubierto. Está el caso de Fabiola, una chica que iba caminando a su trabajo, y le llegó una lacrimógena a la cara y perdió la vista, de hecho recién despertó después de estar inconsciente. Llegué a Las Vegas, a los Latin Grammy y demás, y todo era muy contrastante, dije “tengo que hacer algo que llame la atención y que no se centre en mí, en mi valentía”, lo importante era el mensaje, pero a la vez sabía que si iba con un cartelito nadie iba a hacer caso al mensaje. Entonces pasó eso, y se abrieron muchos debates, sobre lo que pasa en Chile, sobre las violaciones a derechos humanos, que fue una cosa que medios, sobre todo europeos, comenzaron a tener más interes en cubrir. Se abrió también el debate de la mujer y su cuerpo, de cómo la gente reacciona al ver tetas, porque al final el pecho en estado natural te choca, por encima de lo que me había escrito yo en el cuerpo. Abrió un montón de debates, y eso es lo más importante, siempre te deja algo, quizás no ahora, pero definitivamente después.
He visto fotos y videos de tu imagen y letras siendo usadas casi como un estandarte reivindicativo de las protestas en Chile. ¿Cómo te hace sentir? ¿Es válido que un artista ocupe esa posición?
Yo no quiero ser un estandarte, he compartido imágenes de ese tipo, pero solo porque creo que son motivadoras para el movimiento. No quiero serlo, porque no se trata de mí, justo es un estallido que tiene que ver con dejar el individualismo y actuar desde el colectivo. Súper chido poder inspirar, pero no se trata de mí, o del artista, se trata de la revolución, que es colectiva.
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