Artículo publicado por VICE Colombia.
Yo nunca me aburro en mi trabajo. Todos los días me preguntan si estoy dispuesta a hacer cosas raras, como orinarme o vomitarme durante una sesión. Lo más extraño que me pidieron una vez en una sesión privada fue que no me desvistiera, sino que me peinara. “Solo péinate”, me dijo el cliente. Pero casi siempre lo único que hago son cosas muy eróticas y cochinas frente a la cámara.
Soy modelo webcam desde hace casi cinco años y también estudio comunicación social. Llegué al ciber mundo cuando todavía era pequeña y tenía como 17 años, una amiga me contó cómo funcionaba y me pareció muy interesante porque no es lo típico de ir a acostarse con alguien o pararse en algún lado a esperar clientes, no tenía que tomar muchos riesgos.
Como era menor de edad, cuando empecé a trabajar ingresé a las plataformas con una cédula falsa. En ese momento no había mucha competencia, pero era muy joven y nunca fui tan juiciosa. Solo duré trabajando como dos días y después no volví. A los 20 años quise volver al mercado porque sabía que podía ser un éxito, sabía que me iba muy bien y también necesitaba el dinero. Desde entonces sigo haciéndolo.
Soy una chica webcam transexual, y pertenecer a la comunidad LGBTIQ me ha servido para aprender unas cuantas cosas del mundo y de mi trabajo. He aprendido que definitivamente ser mujer es muy difícil. Es muy difícil empezar siendo hombre y expresarse como uno quiere, vestirse como quiere, y luego ser mujer y que todas las personas empiecen a controlar lo que una hace y cómo una se viste.
Ahora escucho cosas como “si quieres ser mujer tienes que expresarte así”, escucho que una mujer no pelea. Las personas siempre intentan limitar el género cuando no existe un género del todo binario. No existe una mujer que sea completamente femenina, ni un hombre que sea completamente masculino. Eso ha sido lo más difícil de mi transición, pero tengo mi trabajo. Y en mi trabajo he aprendido sobre el sexo y el placer.
Empecé a ver esas cuestiones tan humanas de otras maneras. No se trata de la simple penetración. Una en este trabajo se da cuenta de que lo placentero es muy subjetivo, que es un espacio para todo tipo de gustos, fantasías y fetiches, y que sí llama mucho la atención que yo sea trans. La gente no llega buscando lo común y mi condición nunca ha sido sorpresa para un cliente, yo sé que cada quien busca lo que quiere. Si quieren chicas trans, latinas, o embarazadas, las buscan y ya. Tienen muchas categorías de donde escoger.
Es quizás el hecho de que sea un espacio tan abierto lo que en ocasiones lo hace difícil. Ingresar al ciber mundo es muy complicado porque se necesita de mucha actitud. La verdad no es un trabajo que dependa mucho de la apariencia física, de si una es linda o es fea, y al comienzo es muy complicado porque lo tratan a uno como si fuera un objeto. La clave es aprender a manejar esas cosas y responder con carisma.
Pero el comienzo es difícil, se requiere de mente muy abierta y de estar dispuesta a que te pidan de todo, ya una verá si lo hace o no. Si yo ve que alguien entra a la página, lo ideal es sonreír, hablarles y preguntarles cosas. A veces las páginas están solas, pero yo ya he aprendido a no dejarme apagar o desanimar por eso, entonces hablo y me río sola. Por lo menos toca simular que hay actitud.
Una comienza en un chat gratis donde no se desviste. Ahí todavía estoy en ropa interior y me preguntan qué estoy dispuesta a hacer y qué no hago, qué es lo que me gusta. Si el cliente ve que hago lo que le gusta, nos vamos a un chat privado. Obviamente todos quieren que me desnude, que me venga. Yo juego con eso porque obviamente no me puedo venir cada vez que me lo pidan, en vez de eso hago cualquier otra cosa.
Nunca me desnudo de una, sino que les bailo, muestro un poquito y vuelvo y me tapo. Yo juego. Y ya sé jugar y usar lo que tengo. No puedo llegar con la ropa interior blanca que me pongo todos los días y que es común y aburrida. Debo prepararme para llegar a un espacio donde caben todo tipo de cuerpos, todo tipo de mentalidades. Pero en realidad la mayoría de sesiones privadas son iguales.
Lo que casi siempre hago es bailar, quitarme la ropa, tocarme un poco. Si es un buen privado o un buen cliente, decido si me quiero venir o no porque sé que me lo voy a ganar así. Por mi estética me piden mucha dominación, pero casi todas las páginas en las que trabajo son extranjeras y mi inglés no es el mejor, entonces hay muchas cosas que quisiera decir, pero que no puedo. Me piden mucho que los domine, que les hable sucio.
Hay hombres que les gusta que los humille porque tienen el pene pequeño o que les gusta que les saque plata, que dicen que quieren ser mi sugar daddy. Me dicen “pídeme dinero”, y a veces me lo envían o a veces se van. Realmente todo lo que pasa en mi trabajo es muy loco y muy raro. Y aún así, llevo cinco años y nunca me ha pasado nada muy desagradable. Me ha dado la oportunidad de crecer económicamente y de proyectarme físicamente como la persona que quiero ser.
Me gusta la cantidad de plata que gano, que manejo mi horario, mi tiempo, y la cantidad de dinero que necesito. Yo no tengo otro ingreso económico secundario porque ya sé que si necesito una cantidad específica de plata, tengo que trabajar una cantidad específica de tiempo. Me pongo la meta yo misma, pero cada vez que me conecto me propongo hacer mínimo 100 dólares, ya después de esos 100 dólares puedo desconectarme o dedicarme a hacer otras cosas. Eso es lo mínimo.
Y la plata me ha permitido muchas cosas. Yo siempre quise tener muchos tatuajes y antes no tenía los fondos económicos. A medida que empecé a ganar más, me empecé a tatuar, me dividí la lengua y eso me ha ayudado, llama mucho la atención de los clientes. Y obviamente, también me gusta a mí. Yo creo cada vez que trabajo me enamoro como tres veces. Muchas veces me vengo porque hay hombres muy churros que ponen su cámara.
Es muy chévere ser la fantasía de alguien, y más si es alguien físicamente lindo y que es capaz de pagar cierta cantidad de dinero por verme. Hay gente muy interesante ahí, por la que me siento atraída y con quienes me he hablado en otros medios, pero nunca he llegado a involucrarme en una relación amorosa. Cuando me toca con hombres que no son atractivos y veo algo que no me gusta, pues me imagino a alguien más lindo.
Yo creo que la mayoría de mis clientes son heterosexuales o bisexuales, y lo bueno de mi trabajo es que no recibo la discriminación que sí recibo en mi vida cotidiana. Yo no sé cómo son mis clientes fuera de la pantalla, no sé si en la vida real son homofóbicos, pero imagino que hay muchos que sí lo son, es gente con mucha plata. Seguramente existen los que fingen o los que ven en el ciber mundo una oportunidad de encontrar lo que realmente les gusta.
A pesar de que la mayoría de personas que trabajan como modelos webcam son mujeres, y casi no hay trans, nosotras también somos objeto de deseo de muchos. Nos buscan. Nos dicen que tienen una fantasía y que les encantan las chicas trans. Y aunque es un mundo en el que todo cuesta caro, y en el que presto un servicio, nunca me arrepiento de hacer nada. Me gusta mucho mi trabajo.
A cualquiera que se quiera dedicar a ser modelo webcam le diría que se deshaga de cualquier prejuicio que tenga. Que se abra a los gustos diferentes y que no tiene que ser la persona más atractiva para que le vaya bien. Yo por mi parte, no pienso dejarlo, estoy muy acostumbrada a la cantidad de dinero que gano.
Sigue a Alejandra en Instagram.
*Este texto es resultado de una entrevista realizada por la periodista Paola Llinás.
Alejandra Adarme http://bit.ly/2GJmm5L
No hay comentarios:
Publicar un comentario