Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
El jueves, The New Yorker publicó un ensayo personal de Emilia Clarke, la famosa actriz que interpreta a Daenerys Targaryen en Game of Thrones. Clarke escribe, con detalles convincentes y exhaustivos, sobre su extenuante batalla contra dos aneurismas cerebrales que pusieron en peligro su vida, las cuales se produjeron después de que filmara la primera temporada de la serie.
Los problemas de salud de Clarke surgieron por primera vez cuando tenía 24 años. Clarke recuerda la fecha exacta, el 11 de febrero de 2011, y el dolor de cabeza paralizante que surgió al comienzo de una sesión con un entrenador personal. Ella escribe que, casi de inmediato, se dio cuenta de que había sufrido daño cerebral y fue llevada a la sala de urgencias en Whittington, Inglaterra, con un dolor inmenso. Una resonancia magnética reveló que había sufrido una hemorragia subaracnoidea (un derrame cerebral que amenazaba su vida) y necesitaba cirugía cerebral inmediata para sellar la aneurisma.
"Recuerdo que me dijeron que debía firmar un formulario de autorización para la cirugía", escribe Clarke en The New Yorker. "¿Cirugía cerebral? Estaba en medio de mi vida tan ocupada, no tenía tiempo para una cirugía cerebral".
Dos semanas después de la cirugía, Clarke escribió que no podía recordar su propio nombre y sintió "pánico ciego" al pensar que tal vez no podría recordar sus parlamentos para poder hacer su trabajo. Sufría de una afasia, un tipo de alteración del lenguaje.
"Sabía que tenía problemas", escribe Clarke. "En mis peores momentos, quería desconectarme. Le pedí al personal médico que me dejara morir. Mi trabajo —todo mi sueño de lo que sería mi vida— se centraba en el lenguaje, en la comunicación. Sin eso, estaba perdida".
Después de una semana, la afasia desapareció. Un mes después, ya estaba de vuelta en el set. Pero el hospital le informó que había otra aneurisma más pequeña al otro lado de su cerebro que podría potencialmente "explotar" sin previo aviso. Clarke estuvo en constante dolor y agotamiento durante el rodaje de la segunda temporada, y durante una gira publicitaria en Londres, tuvo que tomar morfina entre las entrevistas.
"En el set trabajé a la perfección, pero me estaba costando mucho trabajo", escribe Clarke. "La segunda temporada fue lo peor. No sabía lo que estaba haciendo Daenerys. Si les soy sincera, cada minuto de cada día pensaba que iba a morir".
En 2013, las exploraciones cerebrales de rutina de Clarke revelaron que la segunda aneurisma se había duplicado en tamaño y era necesario operarla de inmediato. Pero la cirugía no tuvo éxito e inmediatamente requirió una segunda cirugía invasiva de cráneo. Pasó un mes en el hospital para recuperarse y luchó contra una "terrible ansiedad" y ataques de pánico.
Clarke señala que, por fortuna, se ha recuperado por completo.
"Me he curado más allá de mis esperanzas más irracionales", escribe. "Ahora estoy al cien por ciento".
Es asombroso pensar que Clarke logró completar su trabajo en la filmación de una serie tan intensa como Game of Thrones —con estresantes secuencias de batalla, escenas de sexo y sesiones de 55 días—, mientras lidiaba con una condición potencialmente fatal. Sin mencionar la fuerza necesaria para mantener algo así en secreto.
"Pero sobreviví", escribe en The New Yorker. "Hay algo gratificante, que va más allá de la suerte, de llegar al final de Game of Thrones. Estoy muy feliz de estar aquí para ver el final de esta historia y el comienzo de lo que venga después".
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