Artículo publicado por VICE Argentina
Todavía no son ni las 7 am en Londres pero las radios ya anuncian “un nuevo día de alto voltaje político”. Y ese el clima que se siente en las calles, en los bares, en los parques, en cualquiera de las esquina donde sólo existe una pregunta: qué pasará con el Brexit. Faltan tan sólo unas horas para la fecha clave, para ese plazo límite inicial de salida —pateado para adelante con torpeza— que los debates infinitos en el Parlamento han convertido en un campo de incertidumbre total, no sólo para la dirigencia política sino para todos aquellos que por nacimiento o elección están viviendo en el Reino Unido.
A mediados del año pasado, Malú Ansaldo, una argentina llegada a Londres hace casi una década, conversaba en español con su hermana mientras viajaba en tren cuando un hombre inglés le preguntó a dónde iba. Incómoda, le respondió con otra pregunta: por qué. Lo primero que sintió fue una posible amenaza pero finalmente confirmó que el hombre sólo quería ayudarla a llegar a destino.
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Unas semanas antes de esa situación, a comienzos del año pasado, tomó protagonismo el escándalo migratorio de miles de personas nacidas en el Caribe —conocidas como Windrush Generation— quienes después de décadas de vivir en Reino Unido estaban siendo detenidas arbitrariamente y amenazadas con ser deportadas. Luego de un fuerte tironeo diplomático, Theresa May terminó por hacerse cargo de la situación pero como reacción adversa inauguró un debate más amplio sobre la migración en su país en medio de las negociaciones por el Brexit.
Si bien Malú nunca antes había sentido ningún tipo de discriminación racial en Londres por ser latinoamericana, cuenta que en este último tiempo “el clima se puso tenso”.
Pero este no es el único caso de temor ante un posible efecto contagio antiinmigratorio. En uno de los puestos de comida cercanos a la estación de Elephant and Castle, uno de los barrios preferidos por los latinos en Londres, Ricardo Rizo, venezolano de 26 años, asegura que también sintió miedo por ser latino después de que se difundiera la noticia de que un hombre había golpeado a una mujer en el metro por estar hablando en español. “Esa semana sentí miedo de caminar por la calle, de esperar un colectivo, de que me escuchen hablar”, asegura.
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Una investigación Queen Mary University of London, calcula que existen más de 180 mil latinoamericanos viviendo en el Reino Unido. Más de la mitad de ellos vive en Londres, incluyendo 17.000 que son parte de la segunda generación migrantes.
A pesar de ser una minoría importante, durante años se han sentido invisibilizados. En el último censo de 2011, por ejemplo, no figuraban como grupo étnico mientras los africanos, árabes y asiáticos contaban con su propia categoría, quedando en reducidos al recuadro de “blancos de otras nacionalidades”.
Si bien ser latino en Londres no presenta —en los hechos—dificultades particulares, la incomodidad crece a medida que se alejan de la capital. “Cuando sales de Londres, en zonas como en el sur de Gales, sientes que no perteneces. Me pasó de estar en un comercio y sentir la mirada incomoda de la gente del lugar cuando notaron mi acento”, cuenta José Manuel Cubides, productor musical nacido en Colombia, casado con una inglesa y con varios años de vida en Londres.
El resultado del referéndum además de marcar una división generacional, marcó una división social entre las zonas rurales y la capital que cada vez se siente más fuerte, “desde que votaron por el Brexit el país quedó dividido”, cuenta Cubides.
En los últimos años, los latinos pasaron a ser el grupo étnico minoritario de más rápido crecimiento en Londres. Esta población creció casi cuatro veces en menos de una década, cifras que han aumentado desde el inicio de la crisis financiera que provocó un tipo migración secundaria de latinoamericanos que llegaron a Reino Unido después de vivir en distintos países del sur de Europa como España e Italia.
Pero tanto para José Manuel, como para Malú o Ricardo, la principal incertidumbre no es migratoria sino la económica que desata una ola de preguntas que van desde el financiamiento de la cultura y la educación hasta sus efectos más directos en el incremento de impuestos y el encarecimiento del costo de vida. “Lo que me preocupa es la cantidad de empresas que se han ido, que han pasado sus firmas a Francia o a Bélgica, el tema de la regulación de impuestos, el ingreso de productos importados ya que todo eso puede afectar directamente mi trabajo”, plantea Ricardo.
Ningún ámbito está a salvo. Tanto la cultura como la educación están en jaque. “Muchas de las bandas europeas que vienen a tocar a Londres, en el caso de que pongan requisitos, ya no podrán venir porque les resultará demasiado costoso. Lo mismo va a pasar con los británicos que viven en Europa, puede afectar directamente el intercambio cultural”, sostiene Cubides.
Malú es Head of Perfoming Arts en Roundhouse, un antiguo galpón ferroviario convertido desde hace décadas en uno de los espacios culturales más importantes de la ciudad. “Hace años que están habiendo recortes que afectan al mundo del teatro. Me preocupa los efectos que esto pueda traer para los teatros regionales porque si esto aumenta, sobretodo en ciudades pequeñas, puede terminar con el cierre total del espacio”.
Pero, en el ámbito de la cultura, la salida de Europa no sólo puede encontrar sus efectos más dramáticos sino también la reducción de financiamiento. En muchos casos, existen proyectos que dependen en parte del presupuesto europeo, como el programa Creative Europe, mediante el cual la Unión Europea se comprometió a invertir 1.460 millones de euros hasta el 2020, “si dejamos de ser parte de la Unión Europea no vamos a poder acceder más a esos fondos”, explica Malú.
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Pero para los que llegaron hace menos de un año, dependiendo del tipo de visa con la que cuenten, las preguntas que abre el Brexit son mayores. Sebastián Spósito, tiene 32 años y está en Londres desde hace seis meses cursando una maestría. Si bien ingresó con una visa de trabajo y estudio por cinco años —una de las más comunes teniendo en cuenta que la mayoría de las personas que ingresan cuentan con niveles altos de educación y en edad laboral— un mes antes de su ingreso hizo una solicitud de ciudadanía europea por estar casado con una mujer italiana que fue rebotada. “Formalmente no puedo tener ningún problema porque tengo visa pero la cicatriz que dejó no haber podido sacar la ciudadanía sigue estando”.
Aunque muchos ingresaron al Reino Unido con visas temporales, más de la mitad de los latinoamericanos no tardaron mucho en echar raíces. Un cuarto de ellos ya cuentan con la ciudadanía británica, alrededor de un quinto tiene pasaporte europeo y sólo 11 por ciento cuenta con residencia permanente.
Este tipo de migración si bien está motivada por varios factores está dominada por el factor económico. Es una minoría social que transita todos los ámbitos de la vida en Londres, con tasas de empleo cercanas al 85 por ciento, incluso mucho más altas que otros residentes nacidos en el extranjero y de la población de Londres en general.
El proceso de negociación que abrió el Brexit cambió el terreno firme por el desconcierto. Las personas nacidas en América Latina que viven en el Reino Unido también transitan junto a los británicos estas horas decisivas cargados de preguntas a la espera de que, en los próximos días, encuentren un poco calma al trastorno que desataron estos dos años de debate pero sin acuerdo.
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