Cuanto más crezco más seguro estoy de que eso que llamamos cuerpo es en realidad un recipiente poderoso, una especie de lámpara mágica que contiene la esencia de todo lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos, así como todas nuestras posibilidades y deseos.
Como toda lámpara mágica cuyo interior tiene un genio, nuestro cuerpo también tiene que ser habitado por cada uno de nosotros, algo que nos puede llevar toda una vida aprender. Puede que varias. Porque lograr habitar nuestro cuerpo va mucho más allá de aceptarlo y vivirlo. Significa hacerlo nuestro y conseguir que esa lámpara mágica nos dé lo que realmente desea el genio que vive adentro, en nuestra esencia.
Tan perfecta es la simbiosis entre nuestro cuerpo y nuestra esencia que nos da siempre lo que le pedimos. El problema suele ser que en general, sobre todo los hombres, no sabemos pedirle a la lámpara, entre otras cosas porque “el saber popular”, o más bien la falta de conciencia colectiva, se encarga de programarnos desde niños con frases como “los hombres no tienen sentimientos” o “los hombres no lloran / no aman / no dudan”. Y así crecemos, metidos en una historia en la que los hombres no pedimos porque “es el hombre el que provee”; es decir, el que paga y el que da; o el que no se cuida y no sabe cuidar; el que domina y el que controla, empezando por sus emociones y sus sentimientos.
Nadie nos enseña lo contrario y por eso es tarea nuestra lograr comprender la alquimia precisa de nuestros pensamientos y de nuestras emociones, la fuerza y el poder que tienen nuestras palabras, y las consecuencias que tienen nuestros hechos y nuestras acciones.
Haciendo un repaso a mi vida, puedo ver perfectamente que todo lo que mi cuerpo me ha dado y me da tiene que ver con lo que le pido y le he pedido. Otra cosa es que lo que yo recibo esté alineado con lo que realmente quisiese, porque si algo he aprendido en estos años de habitarme es que cuando no eres tú el que le pide a tu cuerpo de forma consciente aquello que necesitas o quieres, es tu cuerpo quien te dará lo que según él te mantendrá más estable y seguro.
Recuerdo las ganas que tenía a los dieciséis años de ser visto y escuchado por el mundo. Ya por aquel entonces mi energía creativa y mi curiosidad hacían saltar chispas en mi cabeza. Al mismo tiempo estaba lleno de miedos e inseguridades. La combinación entre el deseo de ser visto y lo poco que me valoraba abrió una etapa de dos años de severo acné en mi rostro, donde fui mucho más visto de lo que me hubiese gustado. Así pues, mi lámpara respondió a mi deseo de ser visto pero no de la forma en que me hubiese gustado.
¿Por qué? Porque nunca se lo dije.
Pedir es recibir
Soy muy crítico de la educación que recibimos desde niños porque aunque se nos enseñan muchas cosas, en mi opinión, la mayoría de ellas no sirve para nada.
Si hay algo que tendrían que enseñarnos o que tendríamos que aprender, es a pedir. Saber pedir demuestra tu grado de conciencia, de inteligencia y de claridad. También tu conexión con lo que sientes. Con lo que piensas. Con lo que quieres. Y con lo que dices. Cuando pides bien, te bendices a ti mismo. Cuando pides mal o no sabes pedir, te maldices y te mandas a la chingada. Porque nos guste o no, todo lo que pedimos por nuestra boquita acciona un sinfín de mecanismos en nosotros y en los demás que acaban trayéndonos eso que consciente o inconscientemente hemos pedido.
Aprender a pedirse a uno mismo es tan básico como respirar. Cuanto más claro, más conciso y más consciente sea lo que nos pedimos, más capacidad le estamos dando a nuestro cuerpo para que se sienta grande, se accione como la máquina perfecta que es y empiece a trabajar para nuestra petición. Por eso hay que saber pedir.
Somos las historias que nos contamos.
Por ejemplo, si eres de los que piden constantemente “buena salud”, tu cuerpo tenderá primero a enfermarse para poder recuperarse y así darte lo que le pediste. Mejor ordénale claramente a tu cuerpo que procure mantenerse vital y agradécele por hacerlo. Si tu petición es “quiero estar guap@“ y te lo pides a modo de mantra una y otra vez, seguramente tu cuerpo pasará primero por todo tipo de transformaciones que probablemente no te gustarán para que por fin, tras mucho tiempo de rechazarte a ti mismo, no te quede otra que resignarte y “aceptar” lo que tu cuerpo te dio. Si eres de los que se pide constantemente una “pareja”, tu cuerpo se aliará con todas tus emociones para hacerte enamorar de personas que ya están comprometidas, pues le estás pidiendo una pareja; es decir, le estás pidiendo claramente que te traiga dos personas a tu vida.
Hubo una época de mi vida en la que deseé tanto estar acompañado que el resultado fue años de sobrentrega y sobreprotección a otras personas, así como de un total abandono del cuidado y la entrega que necesitaba primero hacia mí mismo. Durante ese tiempo tuve a mi lado grandes maestras, mujeres que se querían mucho a sí mismas y que me enseñaron que cuando te entregas de más a alguien y no le pides a la relación aquello que tú necesitas, te acabarán encontrando el abandono y la soledad necesarias para que te reconcilies con tu gran amor, el propio, y tengas el espacio suficiente para llenarte tú solo y no volver a abandonarte.
Dime qué palabras usas y te diré el tipo de vida que tienes: experimentar tanto conmigo mismo y observar a tantas otras personas me ha permitido entender la fuerza que tienen los relatos que nos contamos a nosotros mismos. Somos las historias que nos contamos, al menos para mí, y por eso mido muy bien qué pido y con qué palabras lo hago.
La santísima trinidad pagana
Nuestro cuerpo o lámpara mágica es también en sí misma una fuente llena de vida que tiene su propia fuerza y sus propias necesidades. Por eso, más allá de pedirle, es necesario escucharla activamente y convertirte en su mejor amigo.
Así, si tengo alguna fiesta y sé que llegaré tarde, pues me dejo bien preparada mi habitación, con mi pijama, una botella de agua para hidratarme en la noche y algunas gotitas homeopáticas para descansar mejor. Si tengo algún evento muy temprano o me toca volar a primera hora de la mañana, dejo todo listo la noche antes para que mi madrugada sea lo más amable posible. Y así con cada cosa cotidiana.
Hace años que entiendo mi relación con mi cuerpo como la de una dupla de juego que cuanto más compenetrada está y más se ayuda, mejores y más divertidas partidas juega. Y aunque esto en sí mismo ya me resulta efectivo, lo que me resultó fascinante fue el momento en que empecé a entender que la relación que existe entre mi esencia y mi cuerpo es la responsable de todo lo que tengo o no tengo, y de todo lo soy o no seré; es decir, que lo que me pasa adentro es lo que veo afuera.
Hoy a mis cuarenta años soy mi cuerpo pasado densificado en esta malla de realidad. El cuerpo que hoy habito es la acumulación tangible de todos esos años de relación con él, y del cuidado o descuido que le he dado. Lo mismo puedo decir de mi esencia: sé que lo que estoy viviendo hoy es el resultado de mis pensamientos, emociones, decisiones, peticiones y acciones pasadas. Por eso todo lo que tengo o no tengo y lo que soy o no soy hoy es el fruto de un trabajo pasado y en equipo, consciente o no, entre mi esencia y mi cuerpo.
Lo que me pasa adentro es lo que veo afuera.
En este viaje interno he descubierto también que todo lo que he creado en estos años de vida tiene tanta energía acumulada, que es también a su vez una especie de entidad o cuerpo energético propio; es decir, un tercer y potente elemento a observar como parte de este equipo que somos mi esencia y mi cuerpo.
Entonces, repasemos: tenemos esencia, cuerpo y todo lo que hemos creado con ellos; es decir, eso que llamamos vida. Tres grandes jugadores, o una especie de santísima trinidad pagana donde cada elemento tiene su propia sabiduría y fuerza suficientes para que conscientemente les pidas que hagan su parte y te ayuden a impulsarte siempre hacia adelante.
Los cuerpos celestes
Tu esencia, tu cuerpo, tu vida. Amarte. Las esencias de otras personas, sus cuerpos, sus vidas. Amarles.
Hoy comparto mi vida con una mujer maravillosa con la que compruebo cada día lo mágico que es encontrar a alguien con quien convivir esencias y permitir que se fundan los cuerpos, formando constelaciones que orbitan elegante y sincrónicamente, movidas por la fuerza de un amor completo desde cada una de las partes y, que al mismo tiempo, crece a través de sus singularidades.
Cuando aprendas a estar solo, vas a querer estar con alguien que se ame y se respete tanto como tú te amas y te respetas.
Por la labor que desempeño en el Instituto #demachosaHOMBRES hablo con muchos varones que honestamente desean amar y sentirse amados. Una conversación atípicamente masculina porque no estamos acostumbrados a tenerla, y por eso mismo tremendamente necesaria para que aprendamos a incorporar el amor y a entenderlo desde perspectivas propias y únicas, que ayuden a transformar y cambiar la narrativa pornorromántica que tenemos sobre cómo se supone que “deben ser” nuestras relaciones. Porque cada relación, igual que los cuerpos y esencias que las componen, es única.
En mi experiencia, si hablamos de amor, cuanto antes dejemos de buscarlo, antes empezamos a darnos cuenta de que eso que llamamos amor está por todas partes, porque el amor es una fuerza infinita y lo que parece limitado es nuestra capacidad para entenderla.
Por eso de nada sirve preguntarse qué es lo que amo o a quién amo, sino más bien entrenar a esa lámpara mágica a la que llamamos cuerpo para que aprenda a amar y a desear cada cosa que hagamos, y a cada persona con la que decidamos compartirnos.
Visto así, es imposible estar solos. Porque aunque nos digan que nacemos solos y morimos solos, siempre formarán parte de nuestra esencia todo el amor y los besos que dimos, más los que nos robamos, menos los que nos negaron, divididos por todos los que no dimos, a nosotros y al resto de cuerpos celestes que orbitan en nuestro particular y único universo.
In-genio. Mal genio. Buen Genio.
Tal vez te lleves de maravilla con tu cuerpo, tal vez no. Sea como sea, te invito a que hagas la prueba. Ve y pídele tres mil millones de deseos al genio que eres. Y si aún no lo encuentras, pregúntale a tu cuerpo. Él sabe perfectamente que tu genio vive en ti, igual que de ti depende cómo quieres que sea ese genio.
Quiero terminar con un deseo de mi genio para el tuyo:
Que todo lo que le pida tu esencia a tu cuerpo te encuentre siempre bendecido.
@nickonogués es activista defensor de los Derechos Humanos y Medioambientales, divulgador creativo, consultor estratégico y fundador del Instituto #demachosaHOMBRES y MIRACLE , consultora experta en activismo empresarial.
Puedes leer más textos de la edición Cuerpo: narrativas personales en este link.
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