Un Chile donde caben los abrazos grupales, donde nos damos besos con lengua entre nosotras si queremos, amamos a las desconocidas y podemos estar sin ropa pero con zapatillas.
Donde podemos ser cíclicas. Sangramos, ovulamos, lloramos a la vez de pena y de alegría. Quemamos pétalos de rosas y prendemos antorchas. Gritamos y nadie nos dice que estamos locas.
Donde las viejas y las niñas luchan y se encapuchan. Entre todas empujamos las sillas de ruedas. Nos advertimos de los hoyos y los vidrios en el piso. Se pierde una niña y nos tiramos al suelo para que solo ella se vea.
El agua y la comida se comparten, el mate y el lápiz labial pasan de boca en boca. La calle es nuestra y hacemos de ella un arte. Nos echamos glitter en las tetas y aprendemos autodefensa. Nos trenzamos, nos rapamos. Cantamos folclor y perreamos reguetón.
Un Chile sin acoso, sin femicidio, sin codicia ni opresión. Un Chile que llora a sus muertas y a sus presas, pero que en honor a ellas se construye justo y alegre. Donde estamos las putas, las indígenas, las futbolistas. Las trans, las migrantes, las embarazadas y las lesbianas. Las trabajadoras remuneradas, las precarizadas, las domésticas y las de crianza.
Un Chile que inventamos este 8M y no nos suelta más el corazón.
La policía dice que en Santiago marcharon ciento cicuenta mil mujeres y despierta la ira de las manifestantes. Expertas se organizan y hacen estudios paralelos que arrojan más de dos millones de personas. Sería la marcha más grande de toda la historia de Chile: más grande que la del plebiscito por el No que derrocó a la dictadura y más grande que la del 25 de octubre en pleno estallido social.
Este 8 de marzo se presentía diferente.
Chile se ha transformado en uno de los focos mundiales del auge del movimiento feminista. En 2017 estudiantes universitarias se tomaron los campus exigiendo protocolos contra el acoso y abuso sexual y educación no sexista, entre otras demandas. El año pasado el colectivo de arte Las Tesis masificó la canción y coreografía de baile Un violador en tu camino, que se ha replicado en distintas partes del mundo para denunciar la violencia patriarcal estructural. Unas semanas después de eso, en enero, se realizó el segundo encuentro plurinacional de mujeres que luchan, que congregó a mujeres de todo el país para definir las demandas y la estrategia de acción de la marcha del domingo 8 de marzo y la huelga del lunes 9.
Por primera vez en Chile el llamado general fue a que participen solo mujeres de la marcha y de la huelga; los hombres no están invitados. En ocasiones anteriores se conformaron bloques separatistas dentro de la marcha, que iban a la cabeza, mientras atrás se podían plegar los hombres que simpatizaran con el movimiento. ¿Qué cambió? Feministas de distintos sectores coinciden en que se tomó conciencia de la importancia de contar con un espacio seguro, donde disminuyan las probabilidades de que las mujeres se encuentren con hombres que las han agredido, donde se sientan libres de vestir como quieran sin ser juzgadas y donde puedan dar su opinión sin inseguridades.
El planteamiento coincide con un auge en la formación feminista a lo largo del país. En estos últimos tres años han proliferado organizaciones de mujeres que se agrupan por su oficio, profesión y territorio y se han generado redes entre organizaciones en distintos lugares del país. Se convocan a talleres gratuitos de formación feminista y en redes abundan libros liberados para que todas tengan acceso al material.
A todo eso se suma la revuelta social, luego de que el 18 de octubre de 2019, tras una evasión masiva de transporte público, se levantara un fuerte movimiento social que exige un cambio radical en el sistema económico y social de Chile. Se exige un nuevo sistema de pensiones, salud y educación gratuita y de calidad, más protección a la naturaleza, dignidad a los pueblos indígenas, derecho al agua, fin a la precarización laboral.
La fuerza de las movilizaciones ha sido tal, que el Congreso acogió una de las demandas más repetidas: crear una nueva Constitución para sustituir la que rige al país desde la dictadura de Augusto Pinochet. Para esto se realizará un plebiscito el próximo 26 de abril, en el cual los y las ciudadanas tendrán la opción de votar “apruebo” o “rechazo” que se genere una nueva constitución. Y, en el caso de que se apruebe, de qué forma estará compuesta la comitiva que redactará el documento: Convención Constitucional (100% personas electas especialmente para eso) o Convención Mixta (50% personas electas y 50% congresistas).
Luego de una fuerte presión del movimiento feminista, el 4 de marzo el Congreso aprobó un proyecto de ley que establece paridad para que la convención que escribirá la nueva constitución de Chile esté compuesta en un 50% de mujeres. Un día antes, la diputada feminista Camila Rojas lideró la interpelación a la ministra de la Mujer y Equidad de género, Isabel Plá, entre otras cosas por la violencia sexual policial que han sufrido mujeres en el contexto de la revuelta social.
El estallido social ha desencadenado reflexión y cuestionamientos al orden social. Cuestionamiento en el cual el feminismo calza y empieza a hacer más sentido como una nueva propuesta de sociedad justa y digna.
Ese Chile que inventamos este 8M se parece al que el pueblo quiere.
“Vine para que la nueva juventud tenga libertad. Que decidan ellas lo que quieren y lo que no quieren. A mí me enseñaron que el matrimonio es para toda la vida sin importar cómo fuera, que había que aguantar. Yo no quiero que las nuevas generaciones aguanten. Tengo una nieta y por ella vengo también”. Ana, 58 años
"Transmitir el sentimiento de que estamos todas unidas y enfrentar los problemas que existen en las sociedades actuales juntas es una maravilla. A mí me emociona mucho ver niñas, jóvenes, mamás y abuelas aquí luchando por la misma causa. Es una de las cosas más lindas que pudo crear esto”. Belén, 18 años.
“Es nuestra manera de resistir, de hacer memoria, de traer al presente a las compañeras que fueron asesinadas. En el bordado todo el tiempo te conectas con esa compañera que fue asesinada, es como traerla al presente y que active también nuestra lucha. Lo más terrible es que vamos a seguir bordando nombres”. Javiera, 34 años.
“Hoy día ando celebrando la paridad de género que se aprobó hace súper poco, por eso me arreglé así. Y porque a mí me emociona venir y ver a todas las mujeres, ver que somos caleta, que no estamos solas y somos todas compañeras”. Camila, 23 años
“La idea es recuperar el poder ancestral, basarnos en la historia del matriarcado de
los selknam y poder fusionarlo con las mujeres de ahora. Por eso el cuerpo usa la estética Selknam (pueblo indígena del sur de Chile) y se fusiona con las capuchas de ahora”. Claudia Macarena, 39 años.
“Nos manifestamos porque es importante conmemorar a todas esas mujeres que lucharon por sus derechos. Nosotras estábamos dormidas y tenemos que despertar como lo hizo todo Chile para cambiar esta sociedad que es tan injusta, sobre todo para las mujeres”. Ana María, 61 años, marcha junto a sus compañeras de la junta de vecinos y vecinas de la Villa La Portada.
“Las dinámicas que han permitido el abuso sobre la mujer son exactamente las mismas que han operado sobre la Tierra. Es la réplica de una conducta social que tiende a cosificar todo lo que no es el patriarcado. Además, sabemos que toda la crisis ambiental y climática afecta mayoritariamente a las mujeres y que han sido principalmente mujeres en resistencia quienes han podido construir modelos de desarrollo que sean alternativos a este tipo de extractivismo. El llamado es a reestablecer un orden valórico nuevo”. Josefina, 36 años.
“Lo que hacemos es pedir amor. Sentimos que en la medida en que nos llenemos de amor, la paz va a aflorar. Bendecimos estos humos que hacen un aseo, endulzan, armonizan y liberan. Usamos puras medicinas amorosas, como la rosa, canela, salvia y jazmín. Como abuelas sentimos que eso es lo que necesitan nuestras niñas. Hemos sahumado esos lugares que han sido alterados y que guardan una cantidad de dolor, miedo, angustia y represión fuerte. Sentimos que al liberarlos se calma y suaviza el entorno y por lo tanto quienes fueron afectadas”. Roxana, 62 años, integrante de Humitos Sagrados.
“Marcho porque soy mujer y estoy cansada de este país totalmente machista en el que siempre las mujeres somos miradas en menos y no somos valorizadas por las cosas que hacemos. Hay cosas que también me dan miedo: salir a la calle con un short, que a mi hija le pase algo. Tengo miedo a que nos violen y nos maten”. Bárbara, 28 años, integrante de Tens en Ayuda, una brigada voluntaria de primeros auxilios que ayuda a gente en las manifestaciones.
“Por primera vez marcho. Vine acompañando a mi nieta. Lo encontré algo muy novedoso y justo. Nunca hubiese imaginado que iba a haber tantas, pero tantas, mujeres en la marcha”. Ana, 95 años.
“Después de muchísimo tiempo las lesbianas hemos logrado organizarnos para manifestarnos de manera mucho más fuerte contra el heteropatriarcado y todas sus formas de opresión. Somos doblemente oprimidas por ser mujeres y rebelarnos contra la heterosexualidad obligatoria. Exigimos el fin a la violencia contra las lesbianas y justicia para todos los crímenes de lesbo odio”. Isabel Álvarez, 35 años, parte de la red.
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