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viernes, 13 de marzo de 2020

Ver 'Outbreak' me hizo sentir mejor sobre el coronavirus

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Actualmente estamos en medio de un pánico global. El COVID-19, o coronavirus, se está extendiendo. Millones de personas en todo el mundo están en cuarentena; todo el mundo está comprando papel de baño en cantidades exhorbitantes; la escasez de desinfectante para manos está causando un aumento descontrolado de los precios, la paranoia está causando la difusión de ideas racistas sobre los asiáticoamericanos; y los estantes de las tiendas de comestibles se están quedando sin atún y otras cosas que duren lo suficientemente como para pasar por períodos de autoaislamiento.

Es difícil no asustarse, y ver una película sobre una horrible epidemia que se apodera de un pueblito y amenaza con hacer metástasis en Estados Unidos puede parecer mala idea para calmar los nervios. Sin embargo, esta película ayuda a aliviar el terror provocado por el coronavirus.

El 10 de marzo de 1995 —hace 25 años— Outbreak llegó a los cines, ganando 189 millones de dólares durante su estreno. Dirigido por Wolfgang Petersen, el thriller se centra en Sam Daniels (Dustin Hoffman), un médico militar que trabaja para el Instituto de Investigación Médica del Ejército de los Estados Unidos de Enfermedades Infecciosas (USAMRIID, por sus siglas en inglés), mientras trata de detener la propagación de un mortal virus africano que está acabando rápidamente con un pueblo de California. Él y su equipo, que incluyen a su ex esposa (Rene Russo), que es médica del Centro para el Control de Enfermedades y dos investigadores (Cuba Gooding Jr. y Kevin Spacey), se apresuran a identificar qué causó el brote mientras los órganos de miles de personas son consumidos por el bicho.



En una escena particularmente perturbadora, vemos a un hombre infectado por el virus tosiendo en una sala de cine abarrotada. Manchas desagradables de gotas de tos vuelan por el aire, aterrizando en la boca de las personas mientras se ríen por la película. El hombre infectado sale corriendo de la sala, rociando jugo de virus de su boca a los que están en el puesto de comida. En cuestión de horas, todos en ese cine están cubiertos de pústulas palpitantes, con los pulmones hinchados y sangrando por los ojos. The Hollywood Reporter calificó la película como un "escenario plausible y aterrador" en su crítica original, y considerando los devastadores brotes de ébola que ocurrieron en los años 90, no es difícil ver cómo la película se sentía creíble en ese momento.

Ahora, puede sonar como una verdadera pesadilla ver esta película mientras enfrentamos el infierno actual del coronavirus. Pero a medida que avanzaba Outbreak, mi ansiedad se fundió en la calma. El coronavirus es ciertamente una amenaza real, y miles ya han perdido trágicamente sus vidas debido a la enfermedad. Es difícil no imaginarnos un monstruo gigante justo afuera de nuestras puertas, tratando de entrar, y las repercusiones también han sido sociales, ya que el virus ha incitado a acciones racistas contra los asiáticos y ha dejado a muchos en cuarentena o atascados trabajando desde casa (incluyéndome) ya que las compañías limitan cautelosamente el número de personas que se congregan en un espacio. Pero Outbreak de alguna manera sirvió como una forma de terapia, donde ver personajes de ficción cubiertos de pústulas y muriendo horriblemente me hizo sentir menos pánico.

En el drama familiar de NBC This Is Us, los personajes Beth y Randall hacen un ejercicio cuando se sienten asustados y ansiosos por algo: dicen en voz alta su miedo más grande. Eso les ayuda a calmar sus nervios, porque decirlo en voz alta les permite dejar de internalizarlo. Yo he hecho este ejercicio cuando algo comienza a desencadenar mi ansiedad, y me ha ayudado.

Al ver Outbreak, ciertamente comencé a sentir náuseas. Pero luego recordar que es una película que toma el peor de los casos y juega con un valor de entretenimiento de alguna manera me permitió respirar. Definitivamente todos deberíamos tomar en serio los informes y las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud, pero permitir que el pánico se apodere de mí solo daña mi salud mental, que de por sí ya está luchando por tener que estar encerrada en mi departamento en pijama la mayor parte del día.

En cambio, ahora estoy agradecida de que todavía no estoy sangrando por los ojos, y el gobierno no está ordenando la destrucción de mi vecindario para evitar la propagación de la enfermedad (como se ve en la película)... hasta donde sé.

Lo que sí sé es que debería lavarme las manos regularmente, evitar tocarme la cara, consultar a un médico de inmediato si me siento enferma y, por el amor de Dios, no ser racista. Esos son pasos que puedo manejar y que me ayudan a mantener la calma durante estos momentos de incertidumbre.

Outbreak está disponible en Netflix.

Alex Zaragoza es escritor senior en VICE. Síguela en Twitter.

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