Artículo publicado originalmente por VICE Australia.
Este es un pequeño extracto de uno de los episodio de Extremes: un podcast de VICE exclusivo de Spotify. Puedes escuchar la historia completa aquí.
En 1980, yo era una modelo de 20 años trabajando en París. Nunca fui una supermodelo, pero pasé un año allí, subiendo lentamente la escalera de la fama parisina. Fue un trabajo duro, pero finalmente comencé a aparecer en las portadas de las revistas, lo cual fue una especie de recompensa, supongo, aunque no me sentía diferente de como me sentía antes. No me sentía realizada o satisfecha. Pensé que lo que necesitaba era una relación.
Un día, al final del verano, mi agente me pidió que la acompañara a Montecarlo un fin de semana. Como sabía que siempre hay algún factor condicionante cuando se trata del negocio del modelaje, le pregunté el costo de los boletos y el hotel. "No, no", me dijo. "¡Es gratis!". Eso me pareció sospechoso, pero decidí ir de cualquier forma porque necesitaba unas vacaciones. Entonces fuimos.
Después de llegar al hotel, pasamos el día junto a la piscina tomando bebidas elegantes, hablando con nuevos amigos y disfrutando de la hermosa vista. Esa noche, mi agente me llevó en limusina a una fiesta con temática de piratas junto al mar Mediterráneo. Fue un gran evento al aire libre con una fogata y música gitana en vivo.
No pasó mucho tiempo antes de que notara que un hombre mayor me estaba observando. Esto puede parecer pervertido pero, por alguna razón, el hombre me parecía inofensivo. Luego se acercó a mí y comenzamos a bailar en la arena. La hoguera ardía y arrojamos nuestras copas de champán a las llamas, junto con algunas sillas de madera. Luego, cuando nos sentamos juntos a la gran mesa de la fiesta, me miró a los ojos, subió la manga de mi blusa, dejando al descubierto mi antebrazo, y escribió "Te amo" con su propia sangre. Aparentemente, se había cortado con algún cristal roto. No tenía idea de quién era pero me gustaba mucho
Más tarde, supe que el hombre se llamaba Adnan Khashoggi, era un traficante de armas saudí y uno de los hombres más ricos del mundo. Poseía negocios, propiedades y mansiones en todo el mundo y era conocido por sus lujosos juguetes: el avión privado más grande del mundo y un yate llamado The Nabila.
Ahora bien, hay que recordar que esto fue en 1980 e Internet todavía no existía. No podía simplemente buscarlo en Google, así que yo estaba a ciegas y fui uniendo las piezas a medida que lo iba conociendo. Y en el proceso descubrí que salir con un multimillonario no era algo tan genial como parecía. Pero, para darme cuenta de eso, tuve que aprender las siguientes lecciones:
El dinero te vuelve una persona extraña
Vi a Adnan al día siguiente, y unas semanas después me llevó a España, donde me pidió que me convirtiera una de sus esposas. Le di un sí muy tentativo, y así fue como me convertí en una pieza del ajedrez de su mundo interior.
Al principio, la riqueza y los excesos eran algo nuevo, extraño e intrigante para mí. Pero con el tiempo, comencé a acostumbrarme. Una vez en Kenia, Adnan intentó darme un enorme anillo con un diamante de 20 quilates. Rechacé su regalo porque era demasiado impactante y abrumador. Pero con el tiempo, vi a otras mujeres usar ese tipo de joyas excesivas y comencé a desear tener también algunas. Los vestidos de alta costura se convirtieron en mi atuendo de uso común para la cena. Comía alimentos deliciosos y saludables, preparados por un chef. Viajaba siempre escoltada en limusinas y aviones privados.
Lentamente, comencé a anhelar este estilo de vida incluso cuando estaba lejos de Adnan. Cuando estaba en casa, en Los Ángeles, trabajando como modelo, buscaba excusas para asistir a lugares de alta gastronomía. Ninguna de mis amigas podía pagarlo, así que iba con un médico amigo mío. Necesitaba vestir alta costura, ser elegante, comer a la luz de las velas con manteles de lino blanco y que me sirvieran camareros con uniformes blancos. Estaba tan absorta en ese mundo que no me daba cuenta de lo que me había pasado. A veces, cuando pasaba tiempo con mis amigas más cercanas, anhelaba volver a ser la chica rodeada de lujos.
La riqueza extrema te lleva a la insatisfacción
Cuando llevábamos aproximadamente un año de relación, comencé a tener ansiedad severa. No importaba lo que hiciera, no podía hacer que mi cabeza se detuviera. Me estaba volviendo cada vez más como Adnan, que siempre estaba en busca del próximo estimulo: el siguiente gran juguete, la siguiente mujer hermosa, el siguiente negocio inconcebiblemente lucrativo o la siguiente línea de cocaína.
Como él, me obsesioné con tratar de llenar el vacío dentro de mi alma. El problema es que cuando tienes opciones infinitas, es como si no tuvieras opciones y eso te enloquece. ¿De qué servía todo lo que hacía si podía tener cualquier cosa que deseara? Todos mis viejos objetivos de trabajar duro para obtener el éxito financiero de repente no significaron nada.
Los más ricos siempre están rodeados de personas que quieren algo
Nunca me sentí celosa al inicio de nuestra relación. Sabía que era la favorita de sus mujeres porque pasaba todo su tiempo libre conmigo. Pero luego comencé a asistir al prestigioso Colegio de Diseño de Moda en Los Ángeles, y mi carga de trabajo nos mantuvo separados por períodos de tiempo más largos. En mi ausencia, Adnan comenzó a pasar tiempo con otras mujeres menos ocupadas. Algunas de ellas parecían estar desesperadas, algunas eran adictas a la cocaína y todas querían su dinero. Yo no era como ellas, me dije.
Pero luego, una noche, un grupo de nosotras asistimos a un concierto en Las Vegas, y una de ellas me mostró un anillo que Adnan le acababa de regalar. ¡Era exactamente el mismo tipo de anillo que me había dado a mí! Sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago y comencé a ver las cosas como realmente eran. Fue el principio del fin para nosotros.
El dinero no puede comprar la felicidad
Terminamos nuestra relación poco después de esa noche en Las Vegas y, en su mayoría, fue un alivio. Descubrí que perseguir la felicidad a través de la riqueza es como correr tras tu propia sombra. Me di cuenta de que no había ningún objeto mágico o una cantidad de dinero que hiciera que una persona se sintiera completa y en paz. La paz no se encuentra en los objetos, el poder, el estatus o la riqueza. La paz duradera solo se puede encontrar dentro de nosotros mismos y alcanzarla es un viaje muy personal. He aprendido a aceptar mis propios defectos y errores, casi no critico y soy mucho más agradecida y compasiva en estos días. Encuentro plenitud a través del amor de mis amigos y familiares y al crear arte usando mis talentos y dones únicos. Sobre todo, he sanado muchísimo y finalmente puedo decir que realmente sé escuchar y respetar mi voz interior.
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