Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
El 7 de septiembre de 2011, Aaron Causey, experto en eliminación de artefactos explosivos del Ejército de Estados Unidos, respondió a un llamado sobre un elemento sospechoso mientras estaba desplegado en Afganistán. Al acercarse al objeto, se dio cuenta de que no era una bomba, sino un señuelo, configurado para que cualquiera que respondiera detonara un artefacto explosivo improvisado (IED, por sus siglas en inglés) cercano. Cuando estalló, el IED destruyó sus piernas y parte de sus manos, y salpicó sus hombros con metralla. También desgarró su escroto, dejándolo con solo dos tercios de un testículo y sin capacidad de producir testosterona. Mientras se recuperaba, él y Kat Causey —con quien se casó un año antes de sus heridas— se dieron cuenta de que las limitaciones que presentaba su lesión y la pérdida de deseo sexual por su falta de testosterona cambiarían sus vidas sexuales para siempre.
En el pasado, las heridas de guerra como las de Aaron eran poco comunes, ya que era más probable que la trayectoria de las balas y la metralla golpeara los torsos o las cabezas de los soldados que sus ingles. A medida que grupos como los talibanes expandieron su uso de IED para infligir el máximo daño contra sus oponentes, y a medida que la medicina de campo avanzó para ayudar al personal militar a sobrevivir lesiones graves como la de Aaron, la cantidad de soldados que regresaron a casa con heridas genitales se disparó. Según un estudio, al menos 1.500 soldados estadounidenses involucrados en conflictos armados en Medio Oriente sufrieron heridas genitales entre 2005 y 2017. Muchas de estas lesiones ocurrieron entre 2009 y 2011, cuando Estados Unidos aumentó el número de soldados desplegados y en patrullaje activo en Afganistán. En 2010, casi el 13 por ciento de las heridas de guerra sufridas por el ejército estadounidense involucró sus genitales, en comparación con el dos al cinco por ciento en guerras anteriores. Al menos un tercio de estas lesiones fuero clasificadas como graves. Algunos las consideran las heridas características de esta guerra.
Las lesiones genitales han disminuido entre los militares estadounidenses en los últimos años gracias al desarrollo de nuevas formas de blindaje en la ingle y una reducción en la cantidad de tropas en Afganistán. Pero siguen siendo increíblemente comunes —aunque no se registren, se discutan ni se estudien a fondo— entre soldados y civiles en otras zonas de conflicto donde los IED y armas similares son ampliamente utilizados.
El alcance y la naturaleza de estas lesiones varían: a veces destrozan un testículo; a veces destruyen el pene y los dos testículos por completo; y en ocasiones provocan un daño invisible, causando trauma interno y atrofia en el tejido genital. (Los problemas testiculares son los más comunes; la mayoría de las heridas genitales en la guerra parecen afectar a los hombres cis, dada la demografía de los militares). Pero la mayoría de las heridas genitales relacionadas con IED provocan una mayor afectación que las lesiones genitales sufridas por civiles en accidentes, peleas, y otras tragedias cotidianas, por lo tanto, es más difícil que los expertos médicos puedan tratarlas o repararlas.
Cada lesión genital tiene el potencial de alterar de forma permanente la manera en que una persona tiene relaciones sexuales. El miedo a no poder tener sexo después de una lesión genital, combinado con el miedo a perder una parte o la totalidad de aquello que para muchas personas define la identidad y el género de los hombres, ha llevado a algunos soldados a decir que prefieren morir antes que vivir sin su pene o testículos.
Los tabúes sociales en torno a las discusiones sobre sexo después de sufrir una herida genital, así como la cantidad limitada de conocimiento médico sobre este tema, pueden representar serias barreras para los esfuerzos de las personas que desean explorar la intimidad física a raíz de una lesión genital grave. Sin embargo, perder parte o la totalidad de los genitales por una explosión de IED no es necesariamente una sentencia de muerte para la vida sexual. Los tratamientos y la terapia con hormonas pueden ayudar a restablecer el deseo sexual después de la pérdida testicular, mientras que la cirugía reconstructiva, los strap-ons y, más recientemente, la promesa de trasplantes de pene pueden restaurar la capacidad de tener sexo penetrativo de manera vaginal o anal. Las personas que han sufrido lesiones genitales también pueden explorar con sus parejas el sexo sin penetración, la estimulación a través de zonas erógenas no fálicas que sigan intactas (como la próstata, siempre que un individuo tenga una y no esté dañada), y formas no sexuales de intimidad física.
Los veteranos con heridas genitales han comenzado a hablar abiertamente sobre su vida sexual, tratando de eliminar los tabúes y ayudando a los expertos a expandir sus conocimientos y materiales de apoyo. En los últimos cinco años han surgido nuevas herramientas para individuos o parejas que viven con estas lesiones. Sin embargo, las herramientas a menudo se centran en la fertilidad y rara vez contienen detalles sobre la experiencia de explorar el sexo después de sufrir una herida de guerra genital.
VICE habló recientemente con Aaron y Kat Causey, quienes abogan por la apertura del reconocimiento y la discusión de todos los aspectos de la vida tras una lesión genital —incluyendo el sexo y la intimidad— al compartir sus propias experiencias.
Kat Causey: No había nada notable [en nuestra relación inicial]. Teníamos sexo. Era bastante normal, sexo convencional. No teníamos razón para no tener sexo todos los días. Sin embargo, en varias ocasiones llegamos a estar separados por la distancia, así que apreciaba la calidad sobre la cantidad después de los primeros dos días de vernos. Practicábamos todo tipo de sexo a larga distancia. Nos mandábamos mensajes sexuales, hacíamos videos, nos enviábamos correos electrónicos sucios.
Aaron Causey: La pasamos bien.
Kat: Las cosas cambiaron antes de su despliegue. Quería tener más sexo antes de eso. Pero él entrenaba durante 12 o 14 horas al día. Entonces, fue doloroso. Pensé: esta es la última vez que podríamos hacer esto o aquello. Directamente antes de que se marchara, no era como cuando nos veíamos por primera vez.
Aaron: Mi trabajo consistía en desarmar explosivos, con la probabilidad de estallar en mil pedazos eventualmente. Fue una realidad desde el primer día, cuando recibí mi informe inicial, que una lesión era posible. Pero parte del trabajo es que no pensar en ese tipo de cosas. Cuando comienzas a pensar en ello es cuando te lastimas o mueres. Sin embargo, ahora hacemos bromas sobre el asunto.
Kat: Antes de su despliegue, nuestra conversación se centró más en la muerte. Nunca hablamos de las lesiones.
Aaron: Tuve varios amigos que murieron o resultaron heridos. Pero uno espera morirse antes que quedar lesionado. No conocía a nadie [que hubiera sufrido una lesión en la ingle].
Hasta antes de mi último despliegue, había acordado con cada uno de mis médicos que si perdía una extremidad, no había problema. Si perdía dos extremidades, o mi pene, no debían salvarme. No había tenido esa conversación con mi último médico, y había quedado inconsciente justo después de la lesión. Sin embargo, habrían ignorado todo el asunto y me habrían salvado la vida de todos modos.
Una vez que desperté en el hospital, no tenía idea del tiempo. No estoy seguro de cuántas veces me explicaron lo que había sucedido. Sé que en algún momento retiraron la sábana para dejarme ver lo que había sucedido. Recuerdo que un urólogo me habló sobre la lesión.
Kat: Mientras lo llevaban al quirófano después de que lo evacuaran de la zona de conflicto, alguien golpeó su camilla en el marco de una puerta. Lo primero que salió de su boca fue: "Oye, ten cuidado, quiero tener hijos algún día". Sangrando de sus heridas abiertas por todas partes, con daño severo en sus pies y espinillas por la explosión; no puedes quedar en peor estado y aún así estar consciente. Eso fue lo que nos contaron que dijo.
Estuvo hospitalizado durante dos meses y medio. Al principio me decía: "Todo va a estar bien y podremos tener sexo como queramos y tener hijos". No sé qué pasó, pero luego un día me dijo: "Oye, ahora lo entiendo". Había comprendido que tal vez no se recuperaría por completo, en comparación con su modo de vida cuando era una persona sana.
Aaron: Durante el primer año [después del incidente], llegué a tomar tantos narcóticos, y entraba y salía de cirugía con tanta frecuencia —incluso después de que me dieran de alta como paciente interno entraba a cirugía una vez cada tres meses, cuando menos— que no tengo muchos recuerdos de aquella época. Mi familia ha tenido que transplantarme varios recuerdos. Uno de los mejores recuerdos que tengo es despertarme una mañana y sentir dolor en el pene. Tenía una erección por primera vez, con un catéter dentro. Estaba retrocediendo y se estaba atorando en el catéter. [Kat y yo] celebramos, pensando: "¡Funciona! ¡Funciona!".
Tuve un tiempo a solas cuando estaba en el hospital, así que probé las aguas [masturbándome]. Una eyaculación normal se ve de una manera particular. Pero eyaculé un chorro de sangre y fue aterrador como el infierno. Tuve que sentarme con un urólogo después de eso. Me dijo: "Oh, solo sigue haciéndolo".
Kat: Debes masturbarte y tener relaciones sexuales [después de estas lesiones] para que puedas contarles a los médicos lo que está sucediendo. Tengo un buen deseo sexual, así que estaba dispuesta a intentarlo, incluso si solo podíamos tener sexo durante unos minutos. No se trataba de llegar al orgasmo, o incluso de la intimidad, sino de preguntarnos, ¿cómo va esto?
Descubrimos bastante rápido que aún podíamos tener sexo penetrativo como solíamos hacerlo. Pero a medida que pasó el tiempo, nos dimos cuenta de que él ya no poseía el mismo deseo sexual debido a la pérdida de testosterona.
Aaron: Pronto aprendimos que hay posiciones que no podemos hacer. Soy físicamente incapaz de realizarlas. Tuve que pasar por un período de aprendizaje para aceptar mi cuerpo y el hecho de no poder realizar las mismas cosas que solía hacer, como zarandearla por la habitación.
Kat: Durante años tuvimos que desentrañar lo que significaba esta lesión para nuestra vida sexual. Hubo preguntas que debimos haber estado haciendo pero que no sabíamos cómo formular. Nuestro equipo médico no se preocupó por nosotros porque parecíamos los pacientes perfectos. Creían que estaban obteniendo todo lo que necesitaban. Pero nosotros no éramos conscientes de lo que no sabíamos. En aquel momento, no era como si alguien pudiera decirnos: "Aquí están las estadísticas sobre cómo esta lesión afectará su vida sexual, esto es lo que pueden hacer y aquí hay otras personas como ustedes".
Aaron: Tuvimos una buena relación con nuestro urólogo y nuestro personal de enfermería. Fueron conversaciones directas, pero nosotros fuimos los que iniciaron las conversaciones sobre la cuestión del sexo.
Kat: Mi recomendación al respecto [para los profesionales médicos] es: Asegúrense de que haya literatura en la sala y que mencionen el tema del sexo, incluso si sus pacientes no lo hacen.
Algo que desearía que alguien nos hubiera dicho mucho antes: "No lo compares con tu vida sexual antes de la lesión, porque no va a ser igual". Probablemente nos tomó un año aceptar que el sexo con una discapacidad es diferente. Nos tomó unos cuatro años convertirnos en una buena pareja discapacitada que lidia con el estrés de la vida; mucho más de lo que la gente piensa, porque somos muy comunicativos.
Aaron: Esos primeros cuatro años estaba tomando muchos analgésicos. Quería tener sexo, pero los medicamentos eran malos para las erecciones. Luego tuve que informarme sobre el uso de testosterona y pasé por tratamientos de fertilidad para que mi esposa pudiera concebir. Estaba tomando medicamentos para la fertilidad y me retiraron la testosterona. Cuando lo haces, eliminas el deseo sexual. Me volví perezoso, letárgico. Subí mucho de peso. Llegamos al punto en que ella me decía: "Hey, vamos", y yo le contestaba: "¿Realmente tengo que hacerlo?". Era molesto, porque tengo una esposa extremadamente sexy. ¿Por qué no me daban ganas de tener sexo con ella todo el tiempo?
Kat: No pudimos alcanzar los niveles adecuados de testosterona hasta que nuestra hija cumplió más de un año.
Aaron: Cuando te inyectas testosterona, inmediatamente es demasiada. El primer día que me inyecto, ella suele decirme: "Déjame en paz, te conviertes en un adolescente de 14 años".
Kat: Ha habido momentos en que me siento asertiva y enérgica, pero su dolor de nervios arruina el momento, o sus amputaciones comienzan a temblar. No hay nada que podamos hacer al respecto.
En septiembre cumpliremos nueve años de estar juntos, y aún tenemos todos los problemas regulares que cualquiera enfrenta en una relación a largo plazo. Para algunas personas, una visita a una sex shop o una buena noche en un club de striptease animarán las cosas. Pero, ¿cómo avivas el fuego cuando estás tan limitado?
Cuando hablo con amigas que también cuidan de sus parejas y que son baby boomers, compartimos algunos de los mismos problemas. Es como si Aaron y yo fuéramos parte de una comunidad de jubilados 20 años antes, lo cual no es divertido. Se siente realmente como una mierda. No es culpa de Aaron ni tampoco mía. Pero llego a enojarme mucho por eso.
Tampoco quería entrar en una relación madre-hijo. He visto que se desarrollan entre cónyuges cuando uno de ellos tiene una discapacidad. Pienso: no importa lo que nos tome, no llegaremos a ese punto.
Aaron: Ella se queda con alguna amiga durante una noche o dos para poder estar separados de vez en cuando.
Kat: Estamos dispuestos a tener conversaciones difíciles. Hay cosas sobre el sexo que disfrutaba y que ya no son posibles para nosotros. Nunca lo habíamos hablado hasta hace poco. Pero acepté que hay cosas que nunca volveré a hacer.
Llegamos a territorios extraños mucho más rápido que la mayoría de las parejas, como considerar la idea de que yo tenga relaciones sexuales con otro hombre frente a Aaron si pierde su deseo sexual o la habilidad de tener sexo de forma permanente en el futuro. No tenemos límites. Por dios, debimos haber marcado la línea en algún lugar, en algún momento. Pero cuando uno de nosotros dice: "Oye, intentemos algo nuevo...", hasta ahora todo bien, supongo.
Aaron: Seguimos descifrando como hacer una nueva posición de vez en cuando. No hay que ser tímidos. Solo tienes que discutir las cosas.
Kat: Somos demasiado tontos para dejar de intentarlo. Oh, debimos haber renunciado unas 100 veces, por muchas razones. Pero somos personas adaptativas. Separarnos nunca ha sido una conversación seria para nosotros.
Las personas deben establecer límites para determinar si un matrimonio debe continuar. No me importa lo egoísta que parezca. Si una mujer quiere sexo penetrativo y ya no puede obtenerlo, puede ser un verdadero problema dentro de una relación.
No somos la pareja perfecta. No siempre somos una pareja feliz. Solo acabamos en esta situación. Siempre he sido alguien que disfruta intentar cosas nuevas... A veces estamos dispuestos a herir los sentimientos del otro, pero también estamos dispuestos a intentarlo al día siguiente.
Aaron: Mientras estés dispuesto a intentarlo. También hemos tenido algunos días difíciles.
Kat: Años. Años difíciles.
Aaron: Nunca nos hemos despertado sin querer intentarlo.
Kat: Al menos no suficientes días consecutivos para realmente considerarlo.
Aaron: Para que conste, Kat es realmente sexy. Entonces eso ayuda. Eres demasiado ardiente. Y maravillosa.
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