Artículo publicado originalmente por VICE Francia.
En verano de 2015, un satélite sobrevoló la ciudad siria de Palmira, donde el Estado Islámico estaba sembrando el terror. Varias horas después, en sus oficinas de Ginebra, un grupo de expertos del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación y la Investigación (UNITAR) examinó las fotografías hechas por el satélite. Ampliaron la imagen de la zona del sur de la ciudad, una antigua encrucijada comercial entre Oriente y Occidente en la que se encontraba el templo de Bel ¾también patrimonio de la humanidad¾. Ahora, sin embargo, los expertos solo vieron escombros y la entrada al edificio, que de algún modo seguía en pie.
Dos años después, en julio de 2017, Aurélien Peyroux ↓ingeniero geométrico que trabaja para la pequeña firma de arquitectos Art Graphique & Patrimoine (AGP)↓ se encontraba frente a la puerta del templo, el más importante de Palmira, después de que la zona fuera liberada del control del Estado Islámico. Su marco de piedra caliza dorada se mantenía en precario equilibrio, amenazando con derrumbarse y unirse al resto de ruinas. Flanqueado por un grupo de soldados sirios que velaban por su seguridad y escáner láser en mano, Peyroux avanzó con extrema cautela; es frecuente que el Estado Islámico siembre de minas el terreno de sus antiguos bastiones.
Con el sonido de explosiones y disparos de fondo, Peyroux inspeccionó la puerta desde todos los ángulos para intentar dar con una forma de evitar su inminente derrumbamiento.
El templo de Bel es uno más de una larga lista de monumentos sirios ↓como el zoco de Alepo o el Crac de los Caballeros↓ gravemente dañados por la guerra civil. Desde que el Estado Islámico perdió el control de gran parte de su territorio, un equipo de franceses ↓canteros, ingenieros y arquitectos especializados↓ han estado viajando por el país y trabajando codo con codo con expertos sirios para restaurar estos lugares históricos.
“Nuestro trabajo consiste en hacer como una resonancia magnética pero a un edificio”, dice el jefe de AGP, Gaël Hamon, que empezó su carrera profesional como cantero. “Gracias a los datos que tenemos, podemos ver que la puerta del templo de Bel está inclinada y ha perdido estabilidad por diversas razones”, me cuenta Peyroux, quien añade que los datos recabados ¾sin los cuales habría sido imposible determinar cómo estabilizar y reforzar el monumento¾ se entregan a los arquitectos sirios.
Aunque en AGP están acostumbrados a trabajar en entornos duros –Afganistán, Somalia, Madagascar–, trabajar en una zona de guerra todavía activa supone un reto lleno de sorpresas incluso para ellos.
“Mientras estudiábamos la mezquita de los Omeyas en Alepo, mi compañero descubrió un explosivo todavía sin detonar encastrado en un muro”, recuerda Peyroux. “No tiene nada que ver con los lugares en los que trabajamos en Francia: en una zona de guerra tienes que ir con cuidado a la hora de hacer un escaneo superpreciso. Por ejemplo, capturar por accidente la imagen de un tanque ruso que pasa por ahí puede ser causa de problemas”.
François Braud está formando a sirios en la profesión de canteros. Desde que llegó al país, hace dos años, se ha tenido que ir adaptando a las peculiares condiciones de trabajo. “En mi primer viaje a Alepo, en 2017, había bombardeos de forma regular”, explica. “Las cosas explotaban a unos pocos cientos de metros de donde me encontraba y tipos armados se perseguían unos a otros en la ciudad antigua. Pero los sirios lo han pasado aún peor. Resulta inspirador ver cómo intentan seguir adelante con sus vidas”.
El zoco de Alepo, una maraña de mercados cubiertos en la ciudad antigua, ha acogido a mercaderes y comerciantes desde el siglo XIV hasta que muchos de sus puestos fueron destruidos. En 2017 se solicitó la ayuda de AGP para escanear parte del lugar. Posteriormente, Braud empezó sus sesiones formativas para dotar a tantos ciudadanos como fuera posible de las herramientas necesarias para restaurar los zocos respetando su arquitectura original.
“La ciudad antigua no es un yacimiento histórico vacío”, señala Ali Esmaiel, representante sirio del Fondo del Aga Khan para la Cultura, desde el que se ha enviado a Braud y el equipo de AGP a varias misiones de restauración. “El zoco desempeña un papel clave en la actividad económica de Alepo. Devolverle la vida forma parte de un plan mayor de restauración de la ciudad antigua, diseñado teniendo en cuenta a la población de Alepo”.
La rehabilitación de monumentos históricos como el zoco no significa únicamente reconstruir el pasado; consiste también en prepararse para el futuro, siempre respetando las tradiciones de la región.
“La situación actual en Alepo podría compararse con la de Beirut después de la guerra”, añade Braud. “En Beirut, la restauración hizo más daño que el propio conflicto, incluso a los edificios históricos. Ahora está pasando lo mismo en Alepo”.
De hecho, el Gobierno de Siria ha amenazado con confiscar las mercancías de los propietarios de establecimientos que no regresen a la ciudad. Las autoridades también han dado ayudas a los propietarios para que pinten los muros, pero en esos casos la calidad del trabajo no suele ser muy buena. Braud señala que AGP nunca interviene para frenar los trabajos que se estén llevando a cabo, pese al daño que causen, sino que se limitan a tomar fotos para que quede registro y se ofrecen a volver más tarde para dar consejos.
El objetivo, dicen, no es evitar que los sirios estén al mando de la restauración de sus monumentos, sino darles las mejores herramientas para que puedan decidir por ellos mismos cómo abordar la rehabilitación. “Este país se reconstruirá para los que viven en él”, dice un arquitecto francés que pidió que se guardara su anonimato pero que ha vivido en Siria desde la década de 1980 y trabaja como asesor del Fondo del Aga Khan. Él y Braud lideran la iniciativa de formar a la población local en la profesión de cantero, un proyecto de especial importancia en Alepo, una ciudad construida con piedra casi al 80 por ciento y situada directamente sobre una base de suelo calcáreo.
Además de los zocos, Braud y el arquitecto también están implementando medidas para restaurar la ciudadela de Alepo, donde ya se han iniciado los trabajos bajo la supervisión de los arquitectos sirios que trabajan con Braud.
Sin embargo, todavía hay problemas de coordinación entre las partes involucradas. Como era previsible, la restauración del patrimonio cultural de Siria se ha acabado convirtiendo en un asunto político. “Sigue siendo una zona de guerra en la que intervienen muchos actores, y cada uno de ellos quiere sacar partido de la situación”, afirma Braud. “Políticamente es complicado, y dado que aún no se ha encontrado una solución para el conflicto de Siria, seguirá siendo complicado”.
El Fondo del Aga Khan coincide en este punto y considera que la restauración no es solo un reto individual o nacional, sino una necesidad internacional, dada la cantidad de monumentos afectados que han sido declarados patrimonio de la humanidad.
“Estos monumentos han visto pasar muchos regímenes políticos”, me explica Gaël Hamon. “Para nosotros, lo importante son los monumentos y la cultura que tienen asociada. Estos monumentos nos necesitan y seguiremos trabajando para ellos pase lo que pase”.
Pierre Longeray https://ift.tt/2CoR9BZ
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