Iniciemos remontándonos al 6 de marzo de 2019. Una marea de paliacates verdes pinta el Congreso de Nuevo León. Las activistas son mujeres: en su mayoría jóvenes en edad reproductiva que pertenecen a la generación Z y Millennial, unas más son generación X e incluso hay algunas Baby Boomers. Ya hablaron los legisladores. Hubo argumentos basados en datos sobre el aborto, cifras que hablan de un problema de salud pública a nivel estatal, aunque éstos estuvieron en voz de una minoría. Aún así hay euforia, esperanza: la posibilidad de que ganen los argumentos con mayor evidencia. Son las 15:40 horas. Silencio. El grupo de mujeres se divide en dos: unas afuera del Congreso y otras adentro. Las que están al interior son testigos de un pleno en el que se pretende legislar una ley anti-aborto, se propone reformar el Artículo 1 de la Constitución estatal; solo quieren añadir una frase, explican, pero es una línea tajante: “proteger la vida desde la fecundación”. Estas seis palabras más, en la práctica, se convertirían en un candado doble; es decir, si en el futuro se quisiera despenalizar el aborto, no solo tendría que modificarse el Código Penal, también la Constitución. Las activistas que están adentro escriben por WhatsApp para comunicarse con las que esperan afuera y, también, con las que no han podido ir a manifestarse: “Ya van a votar”. Silencio, esta vez más tenso. Comienzan a iluminarse los resultados a la pregunta ¿está a favor o en contra de reformar el Artículo 1? El verde significa a favor, rojo en contra, gris abstención. El tablero se pinta, irónicamente, de verde. Pero este verde no representa lo mismo que sus paliacates. Resultado final: 30 votos a favor, 8 en contra, 2 abstenciones. El verde, por ese instante, sabe a derrota.
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Los grupos de WhatsApp pro-decisión, o pro-aborto, se llenan de notificaciones. Las redes sociales explotan. “No, no, no. Nos llevó la fregada”, “no se acaba aquí, ahora con más fuerza”, “¿qué podemos hacer?”, “¿por dónde empezamos…?” El mensaje es claro: indigna la derrota, pero no paraliza. Se deben buscar rutas nuevas y, si no las hay, comenzar a abrirlas.
Minutos y horas después comienzan a salir propuestas para actuar. Las ONG y colectivas llaman a la organización y la resistencia: no es un triunfo absoluto, explican, hay lagunas legales, se puede apelar a acciones de inconstitucionalidad o amparos. No será fácil, pero sí hay cosas que pueden hacerse. Las redes sociales son la principal forma de comunicación de estos grupos y sus integrantes. Sus avisos se replican en publicaciones personales y grupos de chat. Una de estas resistencias invita a las mujeres a empoderarse con información, a ser algo así como las especialistas y voceras del aborto. Su propuesta es la Escuela Comunitaria Hablemos de Aborto. Las fundadoras son tres activistas feministas: Mayra Rodríguez, psicóloga y sexóloga; Stefanía Bárcenas, arquitecta y promotora cultural; y Ana González, psicóloga.
Una escuela para enfrentar la moral religiosa y los valores conservadores con información…
“La escuela está bien chida”, nos cuenta Ana con entusiasmo. Se asume activista, feminista, morena y de talla grande; todo con orgullo. Llega con un paliacate verde entre las manos, corriendo. Es 7 de marzo. Ha pasado un día desde la aprobación en el Congreso y si algo le sobra es trabajo. Aún así, accede a la entrevista. Le parece importante que se hable responsablemente del aborto, y eso incluye a los medios. Nos encontramos al poniente de Monterrey, pero explica que las clases serán en el centro; buscaron un lugar al que se pudiera llegar fácilmente.* “Todo surgió a mediados de 2018. Nos inspiró mucho el punto álgido del tema del aborto en Argentina: las calles inundadas de pañuelos, la decisión de no aprobar la ley. Nos hizo mucho ruido y dijimos, ¿qué hace la diferencia histórica aquí, más allá de la ley? Que el tema toma las calles. Entonces pensamos, ¿por qué no le apostamos a eso? Comenzamos con un taller que se convirtió en nueve talleres, la presentación de un libro y de manuales. Quizá hasta viste una foto de nuestra posada, se hizo viral porque llevamos una piñata del feto ingeniero”, dice entre risas.
¿Cómo definir la Escuela? Es un espacio feminista que quiere sacar el aborto ‘del clóset’ a las calles, dicen sus fundadoras. Pero también es una comunidad que cuida mujeres, ya que el Estado se niega a cuidarlas. Es una especie de clandestinidad que no significa muerte, sino empoderamiento a través de información. Sobre todo, quieren que sea una red de conocimiento que no se pueda parar. La idea es empoderar a una con argumentos y esa otra a una más y así, hasta que frenarlo sea imposible.
No se enseñará como tal a abortar, especifica Ana. Eso sí, habrá una clase destinada para hablar del aborto en casa con pastillas, así como otros métodos médicos de interrupción del embarazo. La idea es ir más allá: será una escuela real, clases de ocho horas, una vez al mes, durante un año. En 2020, planean egresar más de 30 alumnas. ¿Las profesoras y profesores? Expertos en los temas: vendrán ponentes de la Ciudad de México de organizaciones como Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), Litigio Estratégico en Derechos Sexuales y Reproductivos (LEDESER), Católicas por el Derecho a Decidir, entre otras. Por ahora el proceso de inscripción ha cerrado, nos cuenta, quisieran aceptar más alumnas, pero sus capacidades quedaron rebasadas.
Se hablará del aborto de la A a la Z. Se iniciará definiendo el aborto y sus diferenciaciones porque no es lo mismo un aborto biológico que uno por elección; también sobre historicidad y mitos alrededor del tema. A partir ese punto, se hablará de marcos legales, derechos humanos, derechos sexuales y reproductivos, violencia obstétrica, justicia social y reproductiva. Seguirán temas de género, sexualidad, feminismo, embarazos no planeados y no deseados (y la diferencia entre ambos), métodos anticonceptivos, fertilidad y hormonas, desarrollo embrionario, y los métodos seguros de interrupción del embarazo.
No es todo. Además se trabajará la cuestión psicológica y emocional: Ana cuenta que este es un tema sobre el que se ha mentido a través del supuesto síndrome post aborto que no aparece en un ningún manual de psiquiatría, ni psicología. Por último, las alumnas elegirán un proyecto para aplicar todo lo que aprendieron. Al graduarse, la idea es que se conviertan en socializadoras del tema.
El panorama del aborto en Nuevo León
Ahora, para entender por qué es necesaria una escuela comunitaria así, hay que dar un poco de contexto sobre Nuevo León. En este estado al noreste de México, el aborto es un hecho que sucede en la oscuridad: quienes necesitan una interrupción de embarazo y tienen posibilidades económicas y de movilidad, viajan, por ejemplo, a McAllen, Texas, que se encuentra a aproximadamente tres horas de distancia de Monterrey.
El estigma alrededor del tema tiene un motivo claro: la criminalización, tanto legal como social, del aborto. Las leyes sobre el tema son rígidas. El Código Penal neolonés, estipula en su artículo 328 que “se impondrán de seis meses a un año de prisión, a la madre que voluntariamente procure su aborto o consienta que [la hagan] abortar”. Los artículos 329 y 330 condenan, además, a quien ayude a las mujeres con uno a tres años de cárcel. Solo el 331 exime de sanciones en caso de violación, peligro de muerte o daño grave a la salud.
Con la reforma al Artículo 1, además, se protege la vida desde la fecundación. “[Este tipo de] reformas surgieron con la intención de limitar los derechos […] y evitar el acceso al aborto legal y seguro, además de servir como obstáculo para futuros intentos por ampliar causales o despenalizar el aborto”, explica el informe Maternidad o castigo: La criminalización del aborto en México de GIRE.
“Quisiéramos que nuestro trabajo se volviera cada vez menos necesario, pero no es así. Nos ponen cada vez más barreras. Con la reforma, tenemos todavía más esperanza en que este proyecto empiece a romper estigmas en el estado”, dice Ana. “La información urge. Queremos que muchos entiendan que se puede creer que la vida empieza desde la fecundación, pero que a la par sean conscientes de que esa es su idea y la de enfrente no tiene que regirse bajo esa convicción”.
Quitar el tabú social urge, dice, y las cifras de aborto en la entidad lo prueban. En 2017, por ejemplo, de los 24 mil 758 partos que se registraron en Nuevo León, 3 mil 418 fueron abortos, según el informe del IMSSS, Servicios Médicos proporcionados: partos, abortos y nacimientos. En contraste, ese mismo año se abrieron 28 carpetas de investigación por aborto —esto significa que se investigaron denuncias por el delito de aborto—, de acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo Del Sistema Nacional De Seguridad Pública. Las denuncias aumentaron a 42 en 2018.
Si el panorama se compara a nivel nacional, según el informe de GIRE, se puede detectar que Nuevo León está entre las cinco ciudades con más denuncias y averiguaciones previas o investigaciones por aborto.
Las denuncias, sospecha Ana, están basadas en desconocimiento del tema y juicios basados en una doble moral. Por otra parte, tiene la convicción de que eso puede combatirse con información. “Ellos están diciendo que la única opción es: ser madre o te mueres o vas a la cárcel. Solo esa tríada, pero nosotros decimos no: tienes posibilidades, puedes decidir con información. Queremos decisiones sin sesgo, sin mitos, sin terror, sin angustia, sin tortura…”
Y, mientras se forma una segunda generación de Escuela de Aborto, ¿qué hacer?
“Le recomiendo a todas las mujeres que conozcan sus derechos, se informen y hablen de aborto en espacios públicos”, responde. Asegura que la colectiva tendrá otros eventos paralelos y siempre serán facilitadoras de información a través de las redes sociales y su correo. “Esta es la consigna: hablen con sus compañeras, amigas y familiares. En todas las familias hay historias de aborto, saquémoslas del clóset, hablemos de nuestras experiencias. Hablen: en el metro, el camión, la mesa, el café, el antro. Expongan sus dudas, repartan información. Necesitamos una red muy grande que vaya rompiendo el estigma. Necesitamos terminar con la criminalización legal y social. Si las leyes nos están fallando, nos queda transformar el tema en la sociedad. Digamos bien fuerte que el feminismo le cambió la cara al aborto y nos enseñó que no significa muerte, porque si nos acompañamos entre nosotras con información el aborto se vuelve seguro”.
Si requieres información confiable sobre aborto y derechos sexuales y reproductivos, puedes contactar a la Escuela en sus redes, o su correo: hablemosdeabortonl@gmail.com
*Por cuestiones de seguridad de las alumnas y profesores no se publicó la dirección de la Escuela
Mariana Limón https://ift.tt/2CffyKp
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