Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
No gano mucho. Es un problema, porque a medida que he ido creciendo, mis gustos se han vuelto más caros pero mi sueldo sigue siendo el mismo. Cuando tenía 15 años, me la pasaba de lujo con diez cigarros y una botella de sidra: me salía muy barato. Cuando iba a la universidad, me bastaba con una pastilla de éxtasis y el cover de una discoteca. Hoy en día, me gustan los restaurantes en los que te sirven poca comida, la ropa de trabajo escandinava, vivir en el este de Londres y otras sustancias: eso sí que sale caro.
Si tenemos en cuenta que apenas puedo pagar ninguna de estas cosas, podría tener sentido buscar a un tipo rico que me pague todo, ¿no? Pues no. Cuando estás en la ruina, es fácil dejarse llevar por la fantasía de abrirte camino hacia la cima a base de cogidas, absorbiendo el dinero de los demás por ósmosis. Sin embargo, yo he salido con varios hombres ricos y me he dado cuenta de que ese plan casi nunca funciona. Por lo menos, no fuera de las novelas victorianas o de las canciones de Lana del Rey.
He aquí las razones.
Los ricos no quieren salir contigo (y, además, ¿a quién le importa?)
Los ricos pueden hacer lo que quieran, hasta ir a un restaurante de lujo y no mirar el precio de la carta, así que, ¿por qué iban a elegir pasar la tarde cenando en un antro escuchando lo mucho que te emociona que el curry sea auténtico?
La gente que gana mucho dinero —todos con la palabra “ambicioso” en su perfil de Tinder”— suelen ver a sus potenciales relaciones de pareja como una inversión financiera. En diez años, quieren tener una casa en Ibiza. Lo mejor que tú puedes ofrecerles en ese lapso de tiempo es no haber tenido que mudarte aún más a las afueras. En lo que a inversiones seguras se refiere, tú estás entre las Dogecoins y una startup de tecnología musical dirigida por unos estudiantes de Bellas Artes.
Pero, de todas formas, ¿de verdad quieres salir con un rico? Para Lily, una joven de 25 años de Londres, la respuesta es un rotundo no: “Esto es generalizar mucho, como pasa con las mejores afirmaciones, pero todos los ricos a los que he conocido o bien eran de lo más aburrido o tenían unos ideales políticos tan diferentes a los míos que estaban más cerca del extremismo que del ‘debate amistoso’. O las dos cosas”.
Y añade: “Aún no he conocido a un rico que me haga reír. O que sea bueno en la cama y que no vea a una mujer como algo a lo que tirarse un par de minutos sin inspiración alguna antes de desplomarse sobre ella con un movimiento propio de una comedia de los 90. Sí, Daniel de Tinder, estoy hablando de ti”.
¡Que se jodan!
Los ricos pueden ser muy tacaños
Cualquier relación requiere un cierto nivel de reciprocidad económica y hay que saber llegar a eso sin tener que contratar a un contador. Resulta curioso que los que tienen más dinero son lo que menos preparados están para gestionar esta situación. Puede ser un amigo que te paga una cerveza y al día siguiente te pide que se la pagues. Puede ser una pareja que lleva un registro de lo que gastan juntos y luego te tira los recibos a la cara si no le salen las cuentas. Puede ser un casero que te cobra la mitad de tu sueldo cada mes a pesar de tener más de quince propiedades en renta.
Pero, ¿por qué son tan horribles y tacaños los ricos? ¿Es porque les da miedo, y sería comprensible, que los que les rodean se aprovechen de ellos? ¿Es esa austeridad la razón por la que tienen tanto dinero (ellos, o sus padres)? Algunas de las personas con las que hablé apuntaban a estas razones, pero esta explicación supondría darle a la riqueza un valor moral: la gente no es rica por ahorrar, al igual que los pobres no lo son por ser unos inútiles. ¿Y si la razón fuera sencillamente, como me dijo una amiga, que los ricos “son unos avariciosos acaparadores de riqueza que creen que merecen tener lo que tienen y los demás les importamos una mierda?".
Aunque no sean tacaños, a veces conseguir las cosas gratis no es tan divertido
Salir con alguien que te paga todo puede crear una dinámica siniestra. El año pasado, un hombre con el que solo llevaba viéndome un par de semanas me preguntó si quería irme con él a un viaje de trabajo en Los Ángeles. Aunque me di cuenta de que era una idea ridícula, sabía que jamás lo podría pagar yo solo, así que le dije que sí. En una época algo vulnerable de mi vida, la atención de alguien de tanto éxito que me bombardeaba con piropos me halagaba. Cuando decía cosas como “eres totalmente único”, me convencía a mí mismo de que me gustaba. Poco después de aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles, me di cuenta de que no era así.
Estuvimos una semana comiendo platillos aburridos en el restaurante del hotel, fuimos a los mismos clubes privados a los que pertenecía en Londres, inhalamos demasiada coca y nos la pasamos tirados en la cama. A menudo pensaba que debería estar divirtiéndome y culpándome por no hacerlo. Me sentía como el personaje de una novela de Bret Easton Ellis, desapegado del lujo de una forma aburrida y típica, como, de nuevo, una novela de Bret Easton Ellis. Me di cuenta de que me la habría pasado mucho mejor en un hostal de una ciudad cercana a la mía si hubiera estado con alguien que me gustara.
El sexo también era agotador. Ya no me resultaba atractivo, pero me sentía obligado a acostarme con él porque me había llevado hasta allí sin que yo tuviera que pagar nada. No es una sensación agradable aceptar hacer algo que no quieres hacer. Voy a dejar una cosa clara: acostarse con alguien por dinero no tiene nada de humillante. Pero el trabajo sexual es trabajo: salir con alguien porque te gusta su estilo de vida que conlleva no lo es y eso hace que sea más difícil poner límites y tenerlo todo bajo control.
La última noche estábamos en una fiesta y me arrinconó en el baño para intentar convencerme de hacer un trío con un hombre al que acabábamos de conocer. Le dije que no quería, pero siguió insistiendo, acusándome de “arruinar las vacaciones”. Consiguió hacerme sentir como un aguafiestas desagradecido, pero al final le dije que le dieran con la suficiente contundencia como para que dejara de presionar. Al final me dio un ataque de pánico en el taxi de vuelta al hotel y me quedé despierto hasta que llegó la hora de ir al aeropuerto. No nos dirigimos la palabra hasta que llegamos a Londres. Ahí nos despedimos fríamente y nunca más volvimos a vernos. Fue sin duda una de las peores experiencias de mi vida.
Pero bueno… ¡Los Ángeles!
Su estilo de vida superior te dará envidia
Uno de los hombres ricos con los que he salido tenía un estilo de vida con tanto glamur que me empezó a corroer la envidia. Básicamente, siempre estaba de vacaciones. Yo trabajaba en un bar y me escapaba cuando había mucha gente para mandarle nudes desde la bodega, rodeado de telarañas y cables a la vista. Él me mandaba fotos suyas tirado en una hamaca bebiendo cócteles caros; videos de cinco segundos en los que salía gritando: “¡Qué buena canción!” en una terraza al lado del mar. Empecé a sentirme mal por lo aburrida que era mi vida en comparación con la suya.
Era un tipo que podía estar con el celular en un bar navegando por un sitio web de moda de hombres, ver una chamarra costosa que le gustara y comprarla. Como hombre con mucho estilo, pero sin dinero me parece una tremenda injusticia. No te imaginas lo bien que vestiría si tuviera dinero. Mi delicado y monocromático buen gusto va más allá de tu imaginación.
Aunque no soy un amargado, es verdad que a menudo deseo que cada prenda de marca que tiene este hombre le sea expropiada con violencia y me la entreguen a mí personalmente. De eso va el comunismo.
Salir con alguien por dinero no está cool
Estas últimas semanas, se ha generado un debate en Twitter sobre si salir con hombres ricos es una buena práctica feminista. Como hombre, entiendo que no me corresponde pronunciarme sobre estos temas, así que le pedí a Lily, una mujer, nada menos que su opinión.
Me dijo que “esta moda de creer que, de alguna manera, es admirable y empoderador despreciar a un hombre por lo que tiene es agotadora, especialmente cuando te la intentan explicar desde una perspectiva feminista. No te estás empoderando por salir con hombres que no tienen nada. Sigue siendo una forma de dependencia. El capital sigue en manos de otra persona”.
Lily también cree que es importante distingue entre este tipo de relaciones y el trabajo sexual: “A diferencia del trabajo sexual, en el que ya hay unos límites establecidos en la transacción económica, cada vez que me topo con alguien que intenta ‘engañar’ a un hombre, suele acabar aceptando cualquier cosa por la promesa de un dinero que puede que no vea nunca. No hay condiciones. Tu dignidad es el precio”. Y añade: “Cardi B es la reina de la brigada ‘hazte de un futuro’, ¿pero sabes qué? Lo hizo ella solita, su marido es más un obstáculo que una ayuda”.
Si estás en la ruina, es fácil pensar que tirarse a alguien adinerado es un tipo de justicia redistributiva y puede que en algunos casos sí lo sea (no juzgo a nadie por querer intentarlo), pero tienes que saber aceptar quién tiene el poder. Aunque las políticas de género son diferentes, el incidente de Los Ángeles que mencioné es un ejemplo de cómo está dinámica puede volverse en tu contra. Puede que yo creyera que me estaba “haciendo de un futuro”, pero en realidad lo único que estaba haciendo era preparar el terreno para que me acosaran sexualmente en unos baños.
Alex Moore https://ift.tt/eA8V8J
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