Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos.
Se veía como un buen tipo. Las pocas veces que nos vimos en persona, por viajes de trabajo, él usaba camisas o camisetas de cuello y pantalones formales. Sus habilidades sociales no eran las mejores, pero hablaba suave y profesionalmente. Parecía ser alguien que seguía las reglas; un puritano. Su persona de internet daba la misma impresión. En la mayoría de fotos salía con la misma ropa entre formal y casual, basándome en nuestras interacciones, llevaba una vida tranquila, libre de drama. A pesar de estas primeras impresiones, mi excolega de trabajo terminó siendo una pesadilla: un stalker que me acosó por casi una década.
En muchas maneras, el comportamiento de mi colega era parecido al de Joe Goldberg, el librero con habilidades tecnológicas convertido en stalker y asesino de las serie You, de Netflix. Él era amigable, reservado y colaborador. Aparte de una relación amable de trabajo, no había nada más entre nosotros.
No estaba interesada. Le dejé esto claro después de que atravesó todo el país para terminar en mi puerta, sin invitación, con la intención de pasar el rato juntos. Pero en vez de escuchar, en vez de seguir adelante y buscar a alguien que estuviera interesada, él se obsesionó con la idea de que nosotros nos convirtiéramos en otro "nosotros".
Le informé a nuestro empleador sobre su extraña visita, pero como las cosas no habían ocurrido en horas de trabajo y no me había lastimado de ninguna manera, no había nada que el pudiese hacer legalmente. Me sentí aliviada cuando él por fin abandonó la compañía. Pero la pesadilla apenas comenzaba. A pocos días de su partida, me mandó un email con fotos de mi pecho, que él había cortado de una imagen más grande, y escribió que usaba eso para masturbarse. Desde ahí, ha sido tormento constante.
En una época él tuvo el hábito de mandarme varios emails al día. Algunos eran explícitos. En otros me rogaba que le diera la oportunidad de ser mi pareja romántica. Cuando bloqueaba una de sus cuentas de email, él creaba otra. Dejaba comentarios en mis entradas de blog y en mis videos de YouTube. Publicaba "fantasías" desagradables en Facebook describiendo las cosas que me quería hacer. Incluso les escribió a mis hijos y a sus novias, pidiéndoles convencerme de que él era el indicado. Cuando estas tácticas fallaron, él intentó volverse el hombre que él pensaba que yo necesitaba; tanto física como psicológicamente.
En You, Joe primero vigila a su objeto de deseo, la escritora emergente Guinevere Beck, por internet. Estudia sus publicaciones e imágenes de redes sociales, y las junta para tener una idea de su vida; con todo y vulnerabilidades que él cree que puede capitalizar. Mi colega, según su roommate, quien luego me contó esto, hizo exactamente lo mismo. Supo de mi matrimonio en problemas y el posterior divorcio del que hablé en redes sociales, que tenía hijos, y que quería tener éxito como emprendedora. Y él se aprovechó de estos aspectos de mi vida.
"[Los stalkers] buscan tener la ventaja, ya sea presionándote o simplemente intimidándote para que cumplas con sus objetivos", dice Brian Spitzberg, autor de The Dark Side of Relationship Pursuit: From Attraction to Obsession and Stalking y profesor de comunicación en San Diego State University, cuyas áreas de investigación incluyen la violencia íntima y el stalking.
Los stalkers suelen intentar mostrarse como protectores, ofreciendo su ayuda de varias maneras, desde su disposición para hacerse cargo de las tareas del hogar, como cocinar y limpiar, hasta dando apoyo financiero. Mi stalker hizo estas proposiciones, pero yo nunca las acepté. Todo es una ilusión. "Su comportamiento es casi siempre patológicamente narcisista, debido a la indiferencia frente al miedo o la ansiedad que puedan inducir en su objetivo", explica Reid Meloy, un psicólogo forense y profesor clínico de psiquiatría el University of California, San Diego School of Medicine.
Acechar las vulnerabilidades del objetivo es un modus operandi común entre los stalkers, dice Laurence Miller, un psicólogo clínico y forense y profesor de psicología en Florida Atlantic University, y eso puede dar un giro oscuro. "Algunos [stalkers] llegan al punto de intentar sabotear todo en la vida de su objetivo, incluyendo su trabajo, sus finanzas, y sus relaciones personales, para volver a sus objetivos lo más indefensos y aislados posibles. Con frecuencia, esto suele escalar con el tiempo", advierte Miller.
Mi colega estaba convencido de que arrendaríamos juntos una casa, porque asumía que necesitaba la ayuda financiera después del divorcio, y que manejaría negocios míos que ni siquiera existían; los que él creía que eran mejores para mí. Dijo varias veces que él quería ser el padrastro de mi padre y que juntos los criaríamos para "dominar el mundo". Parece que quería encasillarme en esta fantasía en la que yo dependía de él.
Por pura indignación, al comienzo yo respondía a los emails, mensajes de texto y llamadas de mi stalker. Luego aprendí que cualquier tipo de interacción, sin importar qué tan negativa o despectiva fuera, lo envalentonaba. Él sigue refiriéndose a mí en sus redes sociales como su "futura esposa", una táctica que ha venido usando desde hace varios años, pero a la cual ya no respondo.
Esta persona también hizo intentos no tan sutiles de cambiar para ajustarse en el molde de hombres que él creía que eran mi tipo. Por medio de mis redes sociales, él asumió que me atraían los hombres que fueran un poco rudos. Así que empezó a hacerse tatuajes y cambió sus prendas elegantes por camisetas, jeans rotos y lentes de sol. Incluso cambió su forma de hablar. Había más "tipos" y "oiga" y menos formalidades. Me mandaba fotos y videos no solicitados de cada vez que se hacía un nuevo tatuaje o cualquier otro cambio físico, como si estuviera mostrándole queso a un ratón.
Este comportamiento camaleónico, según sé, es menos común entre stalkers, aunque Meloy señala que eso refleja las características de personalidad limítrofe que algunos tienen. Según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM, por sus siglas en inglés), publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el trastorno límite de la personalidad (BPD, por sus siglas en inglés), es definido como "un patrón dominante de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen, y las emociones, así como una impulsividad marcada que empieza en la adultez temprana y se presenta en una variedad de contextos".
Adicionalmente, tanto Meloy como Miller mencionan la identificación, el comportamiento en el que se adoptan ciertos aspectos de otros en la vida de uno; es uno de ocho comportamientos de alerta identificados en el manejo de amenazas para violencia dirigida o intencionada.
"El patrón de tu colega suena como lo que a veces es llamado un stalker de identificación", dice Miller. "Estos son usualmente personajes que eligen a celebridades y se visten como ellos, actúan como ellos, bajo la creencia casi delirante de que ellos son una mejor representación de la personas, que la persona misma". En mi caso, mi "Joe" pareciera que quisiera mostrarme que él podía ser exactamente lo que yo más deseaba.
Cuando hice esto público al escribir para Harpers Bazaar el mes pasado, esperaba escuchar historias similares de otras víctimas de stalkers. Lo que no esperaba era que la gente me contactara para decirme que realmente no había nada que la ley pudiese hacer para ayudarme. Aunque hay leyes criminales para el stalking, su definición legal varía dependiendo del estado. Esto hace que sea increíblemente difícil de denunciar como un crimen, así como de fiscalizar a los responsables, especialmente su, como en mi caso, casi todo el acoso se ha hecho en línea. He recurrido a innumerables opciones —desde una carta de cese y desista hasta denunciar al FBI— sin ningún resultado.
Para protegerme y limitar su acceso a mí, he cambiado mi número de teléfono y mi correo electrónico, y lo he bloqueado en todas las redes sociales. Como vive en otra parte del país, creo que no tengo que preocuparme por que aparezca de la nada en persona o que esté escondido en algún rincón. Pero igual permanezco vigilante.
Él publica cosas sobre mí en Facebook, que es su plataforma de preferencia. Hacer referencias a mí lo hace sentirse en control, y de eso se trata todo, me dice Miller.
A pesar de la distancia entre nosotros, constantemente vigilo su actividad en Facebook desde una cuenta falsa, para saber si va a viajar o si ha publicado alguna amenaza directa. Es casi imposible saber qué va a pasar después. Como él lo ha probado, y como lo muestra You, no hay tal cosa como el típico stalker. Al menos con Joe, podemos escuchar sus pensamientos y anticipar su próxima jugada. Para las víctimas de la vida real, el stalking no viene con un guion preparado. Para mí, solo está marcado por mi miedo constante y por la incertidumbre.
Crystal Ponti https://ift.tt/eA8V8J
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