Hace algunos años vi un video llamado “Thor a la mexicana”, en Youtube. Después de investigar, supe que esto sucede en San Juan de la Vega, un pueblo cerca de Celaya, en Guanajuato, durante sus celebraciones anuales de carnaval que se llevan a cabo en febrero. Fue apenas hasta el año pasado, en 2018, que logré encontrar a algunas personas que me llevaran a conocer más sobre esta fiesta, dedicada al santo patrón del pueblo: San Juanito.
En San Juan de la Vega hay otra decena de santos, pero irónicamente San Juan es de los que no son reconocidos por la iglesia católica, por lo que su historia entra en una tangente de sincretismo que mezcla la religión con el folclor local. Juan de la Vega era un personaje del siglo XVII, una especie de Robin Hood de la zona. Le robaba a los mineros locales para repartirlo entre los pobres, por esto fue santificado de manera popular al momento de su muerte y desde entonces se le celebra año con año.
La fiesta oficialmente comienza un día antes del carnaval, y es en el transcurso de la noche que una caravana de habitantes del pueblo van paseando a San Juanito, para que visite todas las capillas del pueblo. Después de horas de recorrer el pueblo en grupo, ya entrado el amanecer, se hacen algunas interpretaciones de la historia de San Juan para terminar así con el carnaval.
La logística de este evento comienza con anticipo desde varias trincheras. En el pueblo existe el concepto de la mayordomía. Cada año, una familia diferente hospicia a uno de los santos, transformándose en los mayordomos o en la mayordomía del personaje en cuestión y esto implica que si te toca, tienes que preparar tu altar y mucha comida para recibir a cientos de peregrinos durante estos días. Ahí están las personas que preparan y participan en las interpretaciones de la historia de San Juan, los que preparan las flotas, los vestuarios y las coreografías del carnaval, encima de eso literalmente toda la gente de pueblo prepara muchísima comida, posiblemente de lo mejor de toda la fiesta.
Para terminar están los que se preparan para el ya internacionalmente reconocido atractivo visual de esta fiesta, que son los martillazos explosivos o “truenos”, como se les dice en el pueblo y que están sucediendo todo el tiempo, desde días antes, día y noche en un ritmo continuo.
Para armar uno de estos truenos sólo necesitas un par de ingredientes sacados de la dispensaria de productos agrícolas más cercana, que son clorato de potasio y azufre, haces un pequeño cañón cilíndrico de papel, lleno de ese polvo para amarrarlo con cinta a tu marro favorito y después reventarlo contra la superficie más dura y liza que tengas a tu disposición, puede ser la calle afuera de tu casa, por ejemplo. No sé exactamente si llamar esto pirotecnia o introducción básica a la elaboración de explosivos, ya que tiene un poco de ambos, pero un cañón ya grandecito sí te levanta el aire y hasta piedras en la cara, sin mencionar la nube de los químicos que puede ser muy densa, con un olor a azufre muy notorio.
El Director de Protección Civil de la zona nos dijo que por el momento se limitan a asistir en caso de que haya heridos, ya que anteriormente, cuando intentaron detener esta parte de la celebración, cientos de personas del pueblo protestaron quemando patrullas, lo que muestra que, sea como sea, los truenos, peligrosos o no, son algo fundamental para la tradiciones y costumbres del pueblo.
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