Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Los estadounidenses tienden a gastar más, ahorrar menos y tener algunos kilos demás en comparación con el resto del mundo. No están solos; los griegos, por ejemplo, tienen características similares. Mientras tanto, los alemanes suelen estar más en forma, gastar menos y ahorrar más para el retiro. Los chinos nos sorprenden cuando se trata de ahorrar dinero, y su tasa de ahorro sigue en aumento. ¿A qué se debe todo esto? Desde hace bastante tiempo se sabe que algunos grupos poblacionales son mejores para pensar en el futuro que otros, y las explicaciones de ello generalmente se basan en una mezcla de historia, cultura y psicología. ¿Pero podría ser culpa del idioma?
Ese es el argumento planteado por este maravilloso documento que abre una interesante conversación (PDF) y que fue escrito por el economista de Yale M. Keith Chen. En él postula que las diferencias entre los enfoques de las distintas culturas ante el ahorro, la salud y otros antiguos problemas se originan en la gramática y la sintaxis. En esencia, dice que a algunos grupos poblacionales no les importa tener una cuenta de ahorro para el retiro vacía y fumar un paquete de cigarrillos al día porque la manera en que hablan hace que el futuro parezca lo suficientemente lejano como para ignorarlo.
David Berreby en Big Think lo explica bien:
La claridad en el tiempo resulta ser una de las áreas donde las distintas gramáticas difieren. Algunas lenguas, incluido el inglés, son fuertemente referenciales al futuro (FTR, por sus sigla en inglés): si Chen, profesor de la Escuela de Administración de Yale, quiere decir que no puede reunirse contigo mañana porque tiene un seminario, tiene que decir "Asistiré a un seminario". Por otro lado, hay otros idiomas cuya referencia al futuro es débil. En mandarín, Chen diría wo qu ting ji angzuo ("Voy a un seminario", donde "voy" solo significa que se dirige a tal evento, sin realmente aclarar el cuándo).
El problema no es que los angloparlantes no se den cuenta de que el futuro existe; sino que debido a que los idiomas FTR como el inglés o el español hacen una mayor distinción entre el presente y el futuro, es más probable que ignoremos las consecuencias y tendencias a largo plazo. En cambio, un lenguaje cuya referencia al futuro es débil, como el alemán o el finlandés, puede hacer que sus hablantes sientan que el futuro es más inmediato.
Los datos de Chen son impresionantes. Basado en los datos de varios informes mundiales, descubrió que los hablantes de lenguajes cuya referencia al futuro es débil ahorraron en promedio 185.200 dólares más que los hablantes de lenguajes FTR. Esas mismas personas también tenían 13 por ciento menos probabilidades de ser obesas, 24 por ciento menos probabilidades de fumar y 29 por ciento más probabilidades de ejercitarse con regularidad. Tales tendencias también resultaron notables a nivel nacional: Chen descubrió que los países con idiomas que hacen referencias débiles al futuro ahorraron en promedio un seis por ciento más de su PIB que los países con idiomas FTR.
Por supuesto, espero que al menos algunos de ustedes en este momento piensen que "una correlación no es igual a una causalidad", y estarían en lo cierto. Es difícil saber si la manera en que la sintaxis de un idioma hace referencia al futuro realmente afecta la forma en que las personas responden a ese futuro.
La premisa de que la forma en que hablamos determina cómo pensamos no es nueva: hay estudios anteriores que han examinado cómo el lenguaje se correlaciona con la percepción espacial y de color. Pero, como señala Chen, en general, la idea ha sido descartada por lingüistas como Noam Chomsky y Steven Pinker, quienes sostienen que los humanos tenemos un conjunto innato de mecanismos para aprender idiomas, lo que obliga a todos los idiomas humanos a ajustarse a una "gramática universal", que hace que sea difícil que las diferencias en la estructura de los lenguajes afecten la cognición. "No hay evidencia científica de que los idiomas moldeen dramáticamente la manera de pensar de sus hablantes", concluyó Pinker.
Las diferencias en los idiomas ciertamente podrían ser el resultado de tendencias históricas o culturales más grandes. Demonios, podría ser que las personas cultural o históricamente predispuestas a tener terribles hábitos alimenticios, gastar dinero y no ahorrar como si el futuro no les importara, hubieran desarrollado su lenguaje en torno a tratar de posponer la realidad del futuro de la mejor manera posible.
Sin embrago, el estudio ofrece una perspectiva diferente de cómo los humanos continuamente somos formados y afectados por el idioma y la cultura en general, y nos proporciona argumentos interesantes a considerar. Cuando digo que una hamburguesa con queso y una cerveza suenan realmente bien, tal vez estoy siendo más literal de lo que creo.
Derek Mead https://ift.tt/eA8V8J
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