Una tarde en Ciudad de Guatemala Alberto Soto decidió ir a un restaurante a comer sushi. No le gustó el atún y cuando le preguntó al personal del lugar sobre el pescado, supo que era importado. Después de investigar se dio cuenta de que Guatemala podría producir su propio atún y no tendrían que traerlo de otro lado. “Si nosotros tenemos el recurso natural, ¿por qué no lo estamos aprovechando?”, se preguntó.
Junto a Ennio Alonzo y Chris McVean, dos compañeros universitarios, crearon Tunart, proyecto a través del cual buscan beneficiar a las comunidades pesqueras de Guatemala y el mercado local.
A raíz del boom del sushi, la demanda global del atún aleta amarilla aumentó. Se estima que más del 90 por ciento del suministro congelado del atún aleta amarilla viene del sudeste de Asia y el mercado americano importa 2.000 millones de dólares de este pescado. De acuerdo con información de DIPESCA (Dirección la Normatividad de la Pesca y la Agricultura) y empresas de food services de Guatemala consultadas por Tunart, es probable que el atún del sushi que comió Alberto haya recorrido 17.000 kilómetros y permanecido congelado durante catorce meses antes de llegar a su plato; es decir: el atún fue pescado más de un año antes de que lo comiera. Además de esto, la pesca industrializada que se realiza en el Sudeste Asiático es bastante agresiva y dañina ya que tiene como prioridad mantener los costos bajos. “Es una pesca cerquera; hacen cercos para pescar atunes por cantidad y debido a esto también caen tortugas, delfines, tiburones y ballenas”, cuenta Ennio Alonzo, uno de los fundadores de Tunart.
Los jóvenes investigaron y descubrieron que Centroamérica tiene una de las poblaciones más sanas y más extensas de atún aleta amarilla del mundo. Lamentablemente, sólo es pescado por barcos pesqueros internacionales con el fin de llevarlo a la industria del atún en lata, que saca 147 millones de dólares de atún de estas costas. A pesar de ser un buen negocio, no ha creado ningún empleo local.
“Qué loco suena, ¿no?”, me pregunta Ennio. “Si nosotros [Guatemala] tenemos el atún, ¿por qué nuestra gente no lo está aprovechando y obteniendo un ingreso dealgo que literal está a la vuelta de la esquina?”
Cuando los jóvenes se acercaron a los pescadores locales se dieron cuenta de la situación precaria en la que viven y las necesidades que los alejan cada vez más de la pesca, uno de sus principales ingresos. De acuerdo con Prensa Libre de Guatemala, las costas o zonas pesqueras de es donde mayor desempleo hay, y los que corren con la suerte de tener trabajo, ganan menos de la mitad del salario mínimo. Frustrados por la falta de sustento de la pesca, muchos recurrían al robo y la migración forzada para sobrevivir.
“Conocer su situación nos hizo clic”, cuenta Ennio Alonzo. Los chicos decidieron unir los puntos: “Si los pescadores se están quedando sin su estilo de vida, ¿por qué no pescan atún?”, se preguntaron. En teoría, sonaba a una solución fácil, pero se dieron cuenta de que no era posible porque los pescadores no tenían conocimiento del negocio del atún ni la infraestructura para llevar a cabo esta pesca. Decidieron entonces que a través de Tunart les brindarían las herramientas para poder pescar atún e ingresar a la economía local.
A través de Tunart, Chris, Ennio y Alberto, buscan empoderar a los pescaderos guatemaltecos y promover que se siga usando la técnica de pesca artesanal, ya que de esta manera protegen y cuidan el medio ambiente. El objetivo del proyecto es compartir con los pescadores y generar más empleos en las comunidades locales.“Queremos regresarles la oportunidad de mejorar en su vida, no solo monetariamente, sino dándoles un valor y un nuevo estilo de vida que pueda llevar a la sociedad a salir adelante y con buenos principios”, cuenta Ennio.
Tunart identifica jóvenes desempleados en las comunidades costeras, los contrata, los capacita t para que conservenel arte de la pesca sostenible y puedan entregar un producto de calidad. Después de esto, Tunart les compra todo el producto pescado y se encarga de procesar el atún en la planta local, con estándares de calidad altos y generando empleos locales, para después entregarlo a compañías que lo distribuyen a restaurantes locales. De esta manera, buscan crear las primeras pesquerías artesanales sostenibles de atún aleta amarilla en Latinoamérica para proporcionar pescado competitivo de alta calidad a los mercados regionales.
“Ya tenemos algunos clientes en Guatemala”, cuenta Ennio. “Queremos que esto se replique, pues hemos visto que no es un caso aislado y que la problemática está en varios países. La solución de esta problemática no solo puede llegar como ayuda en Guatemala; si proponemos nuestra solución podemos ayudar a más comunidades alrededor del mundo”.
Con Tunart, Chris, Alberto y Ennio participaron en el reto de 2019 del Hult Prize Foundation: “¿Cómo resolverías el problema de desempleo juvenil en el mundo?”. Su proyecto fue uno de los 50 seleccionados entre más de 250.000 de todo el mundo, . Después de trabajar durante un mes y medio, sólo cinco llegaron a la final, celebrada en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, y Tunart fue uno de ellos. Aunque no ganaron, los chicos seguirán trabajando en el proyecto.
“Tenemos que sentirnos orgullosos del lugar de donde somos y yo me siento así, orgulloso de Guatemala, el país que me ha visto crecer, me ha dado de comer y la oportunidad de prepararme. Esta es nuestra manera de regresar un poco de lo que nos ha dado”, cuenta Ennio, “porque si uno viene al mundo y no hace nada por los demás, ¿entonces a qué viene?”.
Conoce más de Tunart a través de su cuenta de Instagram.
Alejandro Mendoza https://ift.tt/2nzErvC
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