YHLQMDLG. Yo hago lo que me da la gana. Es el título del reciente álbum de Bad Bunny, menos conocido como Benito Martínez. “Yo perrea sola”, su último single, ha sido presentado por la prensa como “una oda al empoderamiento femenino” al mostrarnos al trapstar dragueado, un gesto con lo que —supuestamente— rompería estereotipos de género. El colorido videoclip dirigido entre Benito y el fotógrafo estadounidense colombiano Stillz invita al debate sobre el vínculo entre feminismos, música urbana, capitalismo, corporalidades y sexualidades disidentes. Esto, en plena cuarentena mundial, en tiempos en los que estamos arriesgando nuestra vida y/o en total confinamiento / aislamiento del otro.
Aclaremos una cosa: no existe el “vestirse de mujer”. La ropa no tiene género. No hay ropa que te haga hombre o mujer. No hay colores de hombres o de mujeres. Tampoco hay “mujer”. Existen mujeres, muchas. ¿Cómo es vestirse de “mujer”? ¿Todas las mujeres nos vestimos iguales? ¿Todas las mujeres nos ponemos falda? ¿La falda hace a una mujer? ¿Una mujer de Ghana se viste similar a una mujer colombiana? ¿Las mujeres puertorriqueñas se visten iguales entre sí? Sabemos que no. Lo que opera en el videoclip de Bad Bunny son estereotipos patriarcales de la mujer y sus preconceptos de lo femenino. El conejo se ha vestido de prototipos de mujeres, por tanto: ¿cómo va a romper o correr un cerco que él mismo está reforzando? Vamos paso a paso.
Antes de seguir con la crítica, revisemos cada una de las escenas del video. Vamos paso a paso.
La travesti de rojo: Benito enfundando en un traje de vinyl rojo corto que recuerda a Britney Spears en “Ops I did it again”, botas hasta el muslo, guantes largos, pelo negro corto, pulseras, aros largos y collares, sobre una escenografía de fantasía, de la que jamás se bajará. Hace una seguidilla de poses y de pasos de baile sin separar los pies del suelo, probablemente porque se le dificulta mantenerse sobre los tacos. Vemos su boca abierta, los labios brillantes y húmedos, el septum de su nariz (¡Sí, ahora sabemos que es Bad Bunny!), sus dientes, su rostro rasurado. Mientras Benito travestido baila, se acercan seis hombres queriendo tocarle hasta que les suelta el “yo perreo sola” y salen volando. Es el primer shock con el que nos encontramos: la gata fiera de la discoteca. Esa drag que está más allá del bien y del mal, mientras hace playback sobre la voz de una mujer a la que desconoce y se contornea delante de dos equis iluminadas.
La Rosalía de amarillo: Un Benito caracterizado de mujer con pelo largo crespo, muy peinado, en un conjunto naranja, lleva tetas enormes y duras que no deja de tocarse mientras expone unas uñas rosadas y largas como las de Rosalía. Diríamos que es ella excepto por las axilas peludas y ¿bototos? para el perreo.
Las flores bailan: El conejo malo arriba de un Roll Royce tapizado de rosado, igual que su atuendo. “Los nenes y las nenas quieren con ella”, canta mientras se abre el plano y las flores del set comienzan a moverse. Seis bailarinas tapizadas en flores rosadas y fucsias cabalgan sobre sus pompas y mueven los brazos. Mientras Benito muestra la última tendencia en streetwear para chicos del trap, mujeres enflorecidas y en cuclillas se trepan al auto queriendo tocarlo. Él sigue sentado sobre el descapotable sujetándose la cabeza mientras se pregunta ¿qué hago aquí? Ellas twerkean el infatigable coro.
La platinada: Letreros de neón verde oscuro —que hacen alusión a los pañuelos del aborto libre— vibran sobre la figura de una femme fatal con boina brillante y lentes. Entero ajustado de negro y cinturón grueso modelan la curva de una coneja que entrega sus nalgas a un Benito urbano, con corte de pelo habitual, que nos saca la lengua mientras la perrea. En esta suerte de autoperreo, le da la cara a un “Las mujeres mandan” y la espalda al “Ni una menos”; así nos entrega una clave de lectura sobre el uso del feminismo en su video.
Las domadoras: A los dos minutos y al centro de una pileta, de gafas, con falda larga escocesa, encadenado por las piernas, brazos y cuello, está parado Benito: es el centro de algo que nunca pasa. A su alrededor, entronadas, hay cinco mujeres; son reinas y carneras, animalescas y diabólicas, que carecen de acción y poder. Por su parte, Bad Bunny suda bien sexy, pero muestra cero resistencia al sometimiento, no sabe nada sobre sado.
Las diferentes: La bailarina de cabaret, una anciana, una negra gorda tapada hasta el tobillo, la instagrammer que comenzó con su challenge de #YoPerreoSola en la calle, su coreógrafe y al menos seis jóvenes que podrías encontrar en la calle de Miami bailan como quieren con el mismo fondo que la falsa Rosalía. En la escena se intercalan las tetas falsas sin pezón de Bad Bunny con hiper zoom.
SACAR LA LENGUA
Este video tiene antecedentes. Hagamos sólo un poco de memoria. Hace exactamente un mes, en el Show de Jimmy Fallon, Benito presentó la carátula del disco y apareció con una camisa que llevaba la consigna “Mataron a Alexa, no a un hombre vestido de mujer”. Alexa, mujer afrodescendiente y transgénero, fue brutalmente asesinada el 24 de febrero en la ciudad de Toa Baja, en Puerto Rico. Las noticias locales publicaron su foto con el rostro pixelado en un restaurante de comida rápida; le desaparecieron la cara. Y Bad Bunny aprovechó su visibilidad para respaldar la denuncia y abogar por los derechos LGTBIQ+. Luego de eso, Benito se reconoció como heterosexual, pero planteó dudas sobre si en el futuro seguiría siéndolo.
El género urbano, en específico, el reggaetón y el trap, conforman una lucrativa industria musical. También es una factoría de producciones masivas cada vez más cercanas al pop, con líricas que históricamente han arrastrado la grosería y el machismo, no solamente en sus voces, sino también en sus prácticas. Hoy estas son tan importantes, que los Grammy Latinos escucharon la polémica protesta del 2019 y las integraron con una categoría propia, con lo cual consiguieron el mayor espacio de institucionalidad al que podría llegar el underground callejero boricua.
Ahora, el género se encuentra en el epicentro del mainstream siendo un espacio público de convergencia musical y divergencia teórica. En este espacio público hoy se encuentra Bad Bunny travestido de chama cantando un “yo perreo sola” a la par de “si tu novio no te mama el culo entonces que no mame” y un par de videos de Tik Tok de una mamá de cabeza gigante y unas abuelas que no pueden más con la declaratoria.
El cosmos weirdo que abre Bad Bunny al público millennial ya lo antecedió J Balvin y también la actual escena under española y latinoamericana: Pablo Vittar, Kevin Fret (RIP), King Jedet, Ms Nina, Bad Gyal, Tomasa del Real, etc. Sin tener un decidido discurso político representan valores feministas a través del mismo perreo; lo han subvertido al proponer una fantasía más que un manifiesto de sí mismos. Por eso, cuando la coneja mala dice que perrea sola en el género urbano de la rareza, hagamos un alto; desde el “Yo quiero bailar, tu quieres sudar (...) eso no quiere decir que pa’ la cama voy”, de Ivy Queen, sabemos que no necesitamos de un otro que venga a quitarnos de encima a los hombres de la discoteca. Principalmente porque somos nosotres quienes ponemos el cuerpo, las nalgas y el goce al twerkear. No ellos.
¿A quién le habla Bad Bunny en la leyenda final, que dice “Si no quiere perrear contigo, respeta, ella perrea sola”? Las uñas pintadas y las faldas de las presentaciones en TV son poca cosa cuando nos preguntamos esto. Porque evidentemente les habla al corillo, al combo de sus amigos, a los machotes que le cantan al bichote. Este es un videoclip de hombres para hombres. Pregunto: ¿por qué sólo ella perrea sola? ¿Acaso ellos y/o elles no perrean soles? Elles también son objeto de acoso en la discoteca. Esa interpelación intrusea y eclipsa un movimiento, un discurso, al volverlo una estética. Al convertirlo en un producto, en moneda de cambio, casi una seña; ya no son los dos meñiques bajo los ojos de X100pre, sino que la lengua afuera de YHLQMLG.
LAS TETAS PLÁSTICAS
El conejo no deja de tocarse las tetas plásticas. Pero ¿qué hay más allá? La gramática de la mujer de Bad Bunny es la mujer del exceso falso, la mujer de las tetas sin pezones: la Barbie, la muñeca inflable, la de la industria pornográfica que oscila entre la muñeca para niñas y los juguetes para adultos. Martínez, a diferencia de Freddie Mercury o David Bowie, estrellas musicales antes travestidos, es ajeno a su contexto político cultural, pues inscribe una cosificación. Nos promete perreo de mujeres libres pero nos devuelve juguetes vibradores.
En una reciente entrevista Bad Bunny declaró: “ Escribí desde la perspectiva de una mujer (...) yo quería la voz de una mujer para cantar “Yo perreo sola” porque no significa lo mismo cuando un hombre la canta. Pero yo me siento una mujer a veces”. One moment, Bad Bunny ¿Cuál es esa perspectiva de su idea de mujer? ¿De cuál mujer? ¿Cómo siente una mujer? ¿Cómo toma una foto una fotógrafa a diferencia de un fotógrafo? ¿Cómo enseña una maestra a diferencia de un maestro? ¿Cómo escribe un hombre a diferencia de una mujer? Este es un debate abierto de las artes y el género. Al ponernos en el lugar del otro transitamos un lugar que no nos pertenece, volviéndonos el otro dentro de nosotros mismos. Nos sacamos una incesante selfie.
LAS MUJERES MANDAN
¿Sobre qué mandan las mujeres? En la escena sado las reinas / carneras / animales son pasivas, no hay sometimiento ni control, no hay sobre qué mandar. No hay deseo porque nada falta. Bad Bunny-es-todo, todo lo llena. Cuando el conejo malo perrea a su versión femenina es él quien saca la lengua, él es el ganador. Es él quien goza. Las mujeres parodiadas no necesitan a los hombres, porque Benito está allí, en todo, tanto “las mujeres” en primer plano como los hombres del video. Es el ser omnipresente. Emisor y receptor, se interpela a sí mismo como “feministo” y no corre el cerco de sí mismo; se autodestruye, porque ha encontrado el límite de su repertorio y el límite de su autorrepresentación como ícono. Es el goce perverso del capital, diríamos con Jacques Lacan. Esa es la selfie, la de un canalla sin otros evidenciando sus límites, ocupando toda la pantalla.
NOS FALTA UNA
Nesi (Génesis Ríos, Puerto Rico, 22), la voz que canta el pegajoso coro de esta canción, no aparece en los créditos del disco. ¿Con cuál de todos los semblantes nos hacemos los “feministos” y le negamos el nombre propio, el rostro y el cuerpo a la única mujer del álbum? Dicen que fue por una cláusula de exclusividad entre Nesi y Hear This Music, exsello de Bad Bunny de donde salió de malas con Dj Luian y tal... ¿Pero qué nos importa a nosotres? Benito la desaparece, la hace parodia de una Rosalía, hace playback sobre su voz y nos devuelve su boca húmeda. “Lo único que quería era mi voz”, declara Génesis. No es suficiente. Atrás quedaron los tiempos en que las mujeres del reggaetón sólo podían optar a coristas, a volverse meros arreglos musicales o instrumentos para el manejo de machirulos que además se iluminan con led verdes abortistas.
Benito Martínez no rompe estereotipos, sino que los refuerza. Afianza su esteticismo para validarse como interlocutor de lo que se pase por el frente, confundiendo así carnaval con serpentina. Podía haberse comprometido con causas relevantes como la LGBTQ+, como la muerte marginal y sola de Alexa, pero como el rey midas toca y perrea todo lo que se cruce por el frente. No se compromete con la violencia fuera de pantalla de los discriminados, abusados, violados, torturados, asesinados por ser quienes son, aquellos del rostro pixelado que carecen de autorrepresentación, sino que se refriega sobre la caricatura de las mujeres boricuas de tetas duras en HD.
No se puede llegar, tocarlo todo y revolver las carteras así sin más, irse y salir invicto tal y como ocurre en el video de “Solo de mí”, en el que, después de mostrarnos a una mujer golpeada y ensangrentada cantándole sin voz a un maltratador, Bad Bunny la toma y se la lleva de party, así sin más. Ya no todo da igual. “Yo perreo sola” es una canallada. Es la selfie de Bad Bunny travestido, mandándonos corazones y subiéndonos el dedo del medio. Es su más íntimo retrato de amor. Se reafirma en el goce perverso de un Benito confinado a sus límites. Y no le importan en absoluto las consecuencias que eso tiene para los otros. Esos otres, que somos su público.
Andrea Ocampo Cea https://ift.tt/eA8V8J
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