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jueves, 14 de mayo de 2020

“Aprendí a tatuar en cuarentena y decidí experimentar con mi propio cuerpo”

¿Cuánta gente se relevó ante la demanda de productividad obsesiva durante el periodo de pandemia? Y por el contrario, ¿cuántas personas buscaron en el encierro actividades pendientes a resolver hasta el punto de pretender ser expertas en la materia? Cualquiera de las dos que se haya elegido está bien y no estamos acá para criticarlas. Lidiar con el presente también requiere el uso de nuestra imaginación y creación.

Por lo pronto, decidimos hablar con personas que exploraron nuevos oficios, hobbies que tenían en sus cabezas y no llegaban a concretarse hasta que la cuarentena tocó la puerta de nuestros hogares. Más específicamente con aquellas que decidieron indagar hasta dejar una marca permanente en sus cuerpos. Buscaron sus agujas olvidadas en un cajón y dijeron: ¿por qué no ahora? Nos sobra tiempo y lugar en el cuerpo, siempre habrá algún recoveco dónde poner el trazo. Pero ojo, no vaya a ser cosa de que nos arrepintamos luego —del tatuaje no hay vuelta atrás—, y eso sí, mucha higiene en épocas de contagio, que nadie quiere terminar en un hospital de emergencias. Y fue así como pasaron de las naranjas, piel sintética y de chancho, a probar tatuarse su propia piel.

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Polilla es de Chile y da cursos online de iniciación al tatuaje en Doméstika. Comenzó a dictarlos en agosto del año pasado y cuenta que en el mes de mayo las inscripciones aumentaron enormemente. Según ella, en marzo tenía 2000 alumnos y en mayo ya se ven casi 14.000 suscriptores en el curso.

“Es verdad que con la pandemia nos estamos reinventando. Es un momento lindo para tratar de volver a sacarnos un rollo a nosotros mismos, para practicar cosas nuevas. Creo que está bueno que algunas personas se sumerjan en este mundo y me pregunten cosas”, dice. “Siempre me ha parecido que el tatuaje es una manera de apropiarse de nuestro propio cuerpo, de nuestra propia piel, contar relatos a través de ella. Ver a la gente que practica esta actividad acompañada de una cuarentena que conlleva mucha introspección me parece genial. Se trata de personalizar tu propio cuerpo”.

¿Qué cuentan quienes comenzaron a experimentar con el tatuaje por estos días y no les quedó otra alternativa que autopincharse para practicar?

Francisco, 28 años, creativo publicitario

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¿Dónde aprendiste a tatuar?

Hace dos años tomamos con una amiga un curso presencial en Patio del Liceo, Buenos Aires, dictado por bananaranjas. Fueron algunos encuentros donde me explicaron cómo tatuar de forma casera. Hasta ese momento mi práctica había sido con naranjas, y literalmente se quedó ahí. Con mi amiga compramos todos los insumos: agujas esterilizadas, tintas especiales, guantes de látex, alcohol en gel, vaselina y materiales para preparar los stencils. Ella tatuó a algunas personas mientras que yo, tras un fallido, abandoné la práctica sin haberla comenzado. Guardé todo en un cajón mientras que mi lista de “tatuajes que quiero hacerme” siguió creciendo.

¿Cuándo fue que volvieron las ganas?

Apenas llegó la pandemia y la cuarentena dije: “ya está, es ahora”, pero como me sucede más veces de las que me gustaría admitir, pensarlo tanto me congeló. Por eso decidí tomar un curso para refrescar los conocimientos adquiridos y en especial los detalles a la hora de preparar el tatuaje, el espacio, la limpieza y los cuidados pertinentes, que son muchos más de los que parecen. Finalmente me decidí por uno en Domestika. Era para tatuar con máquina, pero entendía que todo lo que tuviera que ver con tatuar salvo por la máquina sería similar o idéntico al handpoke: ¿por qué no habría de serlo? Lo bueno del curso online es que podés tomarlo a tu ritmo, lo malo es que puede resultar un poco tedioso. Me senté varias horas durante una semana, tomé notas, investigué referencias, hasta que lo terminé.

¿Cómo fue la experiencia de autotatuarte por primera vez? ¿Tenías idea de qué te ibas a hacer?

Fue un gran domingo de cuarentena. Me cayó de cielo en un segundo. Es más, no consulté mi lista de pendientes, pero claro que ahí estaba. Sabía que quería tatuarme los pies, quizás porque leí que los tatuadores al practicar empiezan por las piernas, claramente por practicidad, comodidad y seguramente para que no sean tan visibles aquellos primeros mamarrachos. Me tatué una frase, dos palabras, cuya cita saqué de uno de mis libros favoritos: Born to Run, de Chris McDougall. La frase: “Run free”. Sí, suena a típica caption de Instagram acompañada de una foto de influencer de turno, pero para mí significa mucho más. No puedo evitar reflexionar sobre su significado en esta época de aislamiento y cuarentena, siendo que la mayoría anhelamos correr libres, salir de nuestros hogares y reencontrarnos con todes aquellos que extrañamos.

Ya tenía la frase, ahora faltaba el cómo, o más precisamente, la tipografía. ¿Letra de máquina de escribir? Cliché. ¿Comic Sans de forma irónica? Todavía no estoy del todo sumergido en la cultura del tatoo “ignorant style” como para tatuarme algo así, o memes, aunque sé que eventualmente lo haga. Mirando alrededor de mi cuarto encontré la respuesta: mi reloj Casio viejo. Preparé un rincón de mi habitación especialmente para ese momento, acomodé una lámpara, me serví agua y le di play a mi playlist personal de música lo-fi para estar tanto relajado como enfocado en el momento.

Fue así como también, y creo que por primera vez en toda la cuarentena, apagué mi celular. Quería estar totalmente conmigo mismo, cliente y tatuador, aguja y cuerpo, fluyendo con la música. Armé el espacio esterilizando y limpiando, como me enseñaron ambos cursos. Tuve que hacer el stencil como cinco veces y me decidí a pincharme. Perforaba mi piel con pequeños pinchazos, tapando el dolor con nuevas inserciones de la aguja, que no era mucho como para tener que detenerme pero sí para molestarme. Eso creo que fue la clave: cuando dolía, seguía. Pero de nuevo, creo que otros tatuajes dolieron más, quizás porque fueron las primeras veces, o quizás porque me los hacía otra persona. Logré por fin una palabra sobre cada pie, tardé aproximadamente una hora y media entre los dos. Seguramente podría haber sido más rápido, pero debo ese tiempo a mi meticulosidad, o mejor dicho, autoexigencia. No quería terminar y tener que volver a empezar.

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A medida que lo fui compartiendo y recibiendo feedback positivo de amigues, la sensación mejoró. Ya es parte de mí. Y lo hice yo mismo, para siempre, con mis propias manos.

Ann, 26 años, trabaja en marketing digital

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¿Cuántos tatuajes tenés en total?

Tengo trece tatuajes, el primero me lo hicieron a mis diecisiete años y fue el único planeado, con un diseño pensado y con cita programada.

¿Te acordás del momento en que quisiste aprender a tatuar?

Pues en realidad empezó porque me gusta dibujar. Un día subí un story a Instagram con una ilustración que hice, y una amiga (que tatúa) me dijo que si no me gustaría tatuar mis ilustraciones. No solo me hizo ese comentario sino que dijo que podría enseñarme lo que sabía. Literalmente solo fui a una clase y me encantó. Tres días después me compré todo lo que necesitaba: máquina, fuente de poder, agujas, cables, tintas, etc. Gasté como 5.000 varos (casi 200 dólares) pero me urgía tener mis herramientas y ponerme a practicar. Empecé a pinchar naranjas, y después de una semana hice el primer tatuaje en la piel de la amiga que me enseñó a tatuar. Quedó horrible, es muy diferente tatuar una naranja a tatuar en piel verdadera, neta no tiene nada que ver.

La realidad no es algo que haga constantemente, tatuar lo siento un hobbie, solo a veces armaba reuniones en mi casa y ya que estábamos, tatuaba a algún amigo, pero con la chamba no me daba tiempo a dedicarle y practicar lo suficiente.

¿Y ahora qué pasó?

Pasó que estamos encerrados con mi novio y digamos que volví a hacerlo para no estar aburrida.

¿Qué te tatuaste a vos misma?

Un minicorazón en el brazo izquierdo. La verdad no me dolió tanto, de hecho fue divertido ver cómo me tatuaba yo sola. Solo busqué un dibujo que me gustara y listo. Teniendo el material en casa no quería dejar pasar la oportunidad.

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¿Tatuaste a tu novio también?

¡Sí! Él fue la segunda persona que tatué. Ese día estaba practicando con naranjas y él me dijo: “si quieres practica en mí”. Le tatué las siglas de A Tribe Called Quest (ATCQ) en la pierna, arriba de la rodilla, y le hice otra frase en el pie. A esta altura de la cuarentena ya le he hecho como cinco tatuajes, básicamente porque no tenemos nada que hacer y estamos aburridos en casa.

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Francisco Reina, 25 años, estudiante de Comunicación Social

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¿Cuándo decidiste hacerte un tatuaje vos mismo?

La cuarentena afectó mucho a mi estilo de vida porque soy una persona muy activa. Una tarde en casa recordé que tenía agujas, material y tiempo de sobra; aparte tenía diseños en mente que quería en mi cuerpo. A pesar de la calidad que podría tener en comparación de los otros tatuajes que me hicieron a lo largo de mi vida no confío en más nadie que en mí mismo, conozco mis capacidades y mi cuerpo. Entonces decidí rápidamente hacerme un totem, claro que tuve miedo pero lo hice. Luego me hice otro, y mañana quiero hacerme el tercero en la pierna.

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¿Sentís que sacaste provecho de esta experiencia?

¡Claro! En casa puedo vestirme con pantalones deportivos cortos que permiten una mejor curación, puedo tener todas los tatuajes recién hechos sin roces de camisas o pantalones de vestir. Realmente siento que le saqué provecho a la cuarentena y que cuando termine me animaré a decir que soy tatuador; bueno, me falta practicar. Esta cuarentena me ha permitido buscar tutoriales y tener el tiempo suficiente para ver a través de mi pantalla a varias personas haciendo lo mismo.

Jorgelina, 33 años, artista visual

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¿Cómo fue que decidiste empezar a tatuar?

Siempre me gustaron los tatuajes, no estoy toda tatuada pero debo tener unos siete en mi cuerpo. Me acuerdo que un día llegué por Instagram a la cuenta de una tatuadora rusa, y con ella empezó otro tipo de fascinación. Me acuerdo que terminamos conociéndonos en Barcelona, le reservé un turno con seis meses de anticipación; fue medio una locura, el nivel que tiene es impresionante. Ella me tatuó unas flores en el brazo y cuando la vi trabajar sobre mi piel dije: “yo también quiero tatuar, pero así, como ella”.

A principios de 2019 empecé a darme cuenta de cómo esto también repercutía en mi economía. Tatuarse es caro, claro que depende de la persona, pero suele ser una práctica cada vez más lejana a la que accedemos en Argentina; fue ahí cuando empecé a evaluar la posibilidad de aprender. Tengo formación en artes visuales entonces pensé que sería un poco más fácil. Empecé un curso de iniciación que duró un mes, lo mejor que aprendí es el tema de la higiene, los cuidados, cómo funciona la sangre, pinchar, etc. Sé que soy cuidadosa y que me llevo bien con el tema. Lo que más me gustó aprender en ese curso fue el tema de la seguridad de las herramientas, las contaminaciones cruzadas, la forma en la que se trabaja para no infectar a alguien o a uno mismo.

Comencé a practicar en piel sintética, aprendí la técnica, sabía que el dibujo y la línea la tenía incorporada por mi formación, pero claro, cambia mucho cuando uno trabaja en piel. Compré máquinas, todo de buena calidad, invertí en buenas herramientas. Luego de ese curso no me animé a pinchar a personas, así que hice otro de Black and Grey y de color, también practiqué con piel sintética. Después de un tiempo me animé y lo tatué a mi novio, fue toda una experiencia porque le dolió mucho, yo estaba nerviosa, no sabía qué potencia poner.

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¿Cuándo fue que te animaste a tatuarte a vos misma?

Había comprado la luz, la camilla y se vino el encierro, la cuarentena total en Buenos Aires. Mucha gente me empezó a decir que la mejor manera de aprender a tatuar es hacérselo a uno mismo, es fundamental ir aprendiendo mediante la práctica. Por otro lado, en los cursos a veces recomiendan no autotatuarse por los reflejos que generamos en nuestro cuerpo; pero bueno, llegó la cuarentena y decidí hacerme unos detalles en las manos y me quiero hacer algo más en el brazo. Me dolió muchísimo, ¡yo no sé cómo la gente se autotatúa, con lo que duele! No sé si lo recomiendo honestamente.

Belén, 28 años, barwoman

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¿Qué significa el tatuaje en sí en tu vida?

Creo que el tatuaje marca en nuestra piel parte de nuestra identidad. Mi primer tatuaje dice "Old Loves Die Hard". Es mi álbum favorito de Triumvirat, el nombre de una banda; tenía 17 años. Hoy ya debo tener unos treinta tatuajes en todo mi cuerpo. El tatuaje marca un momento particular, aunque algunos pueden tener un significado y otros no, pero es cierto que cuando veo un tatuaje en mi cuerpo siento que me lleva a un recuerdo, a una etapa. De alguna manera es viajar a ese momento, a esa sensación. El tatuaje en sí no es algo que tengamos presente, nos olvidamos que los tenemos, yo no estoy frente al espejo viendo mis propios tatuajes, pero a veces los veo y vuelvo a ese instante, son recuerdos de Belén en otras etapas. Creo que puede ser la línea de tiempo de cada uno.

¿Cuándo decidiste hacerlo vos misma?

Siempre me dio mucha curiosidad. Es una práctica que me encanta, o sea, si me tatúan miro, pregunto, me considero una carnicera en el mundo de los tatuajes. Y apenas arrancó esta cuarentena me pregunté qué podría hacer para aprovechar el tiempo. Estoy muy acostumbrada a moverme, todo lo que hago es en la calle, y pensé en qué actividad comenzar dentro de mi casa que me demande tiempo y me salve de no comerme los pelos. Un día me puse a pensar en cuánto me gusta dibujar, y en cuánto duraría este encierro. Apenas empezó el rumor de la cuarentena le consulté a mi amigo Rafa, tatuador oficial, por algunos insumos y le comenté mi idea de aprender. Él me incentivó a hacerlo con muchísimo entusiasmo; en unos minutos me trajo a casa agujas, tintas y guantes. Fue muy rápido, ese mismo día tuve todo lo que yo necesitaba para empezar a pinchar. Aprendí a tatuar en cuarentena y decidí experimentar conmigo.

Apenas tuve todos los materiales me senté a ver unos tutoriales en casa. Me acuerdo que un día me desperté, me hice unos mates y dije “ok es el día”. Empecé a practicar con naranjas pero realmente es horrible, se borra, la tinta no queda igual, y no me gustó, así que dije, “ya fue, me mandó a la pierna que tengo lugar”. Busqué algo chiquitito para comenzar y me lo hice. Habré tardado una hora realmente, casi no me dolió. Días después me hice una frase, y seguro me hago otro pronto.

¿Dónde aprendiste?

Busqué videos random de handpoke, no me acuerdo los nombres, solo sé que armé un popurrí en mi computadora y listo. Fui incursionando con mi piel, probando agujas, colores, cantidad de tinta. Algunas cuestiones más puntuales se las pregunto a Rafa; por ejemplo cómo hacer con el tema de la desinfección, cómo hacer con el agua y el jabón, las servilletas, esas cosas me las enseñó el por teléfono. Me parece importante el tema de la higiene, no nos olvidemos que estamos en cuarentena y que no se nos puede infectar un tatuaje porque tendríamos que ir al hospital y eso sí que sería caótico, así que decidí tener todos los recaudos necesarios.

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¿Qué te tatuaste vos misma?

Un dinosaurio, ¡me encantan! Con mi tatuador me haría algo más complejo, con sombras, por ejemplo, pero como tenía que experimentar en mi cuerpo me decidí por algo sencillo y que me guste.

¿Te dolió?

Me dolió menos que cuando me lo hacen otras personas, creo que cuando uno tiene el control de su propio cuerpo flashea que duele menos.

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