Con la pandemia, gran parte de nuestras actividades presenciales mutó a la virtualidad inesperadamente. Encuentros familiares, fiestas de cumpleaños, clases de inglés, misas, sesiones de terapia y por supuesto las reuniones de trabajo nos encuentran ahora en pijama y despeinados. Las videollamadas son protagonistas de la escena actual.
Antes de que el coronavirus aterrizara en Latinoamérica pasábamos en promedio ocho horas diarias dentro de una oficina o un entorno laboral. Andábamos muy bien vestidos, peinados, concentrados y —claro— atentos a los comentarios que circulaban en los pasillos. La pandemia revolucionó nuestras relaciones laborales.
Muchos de los que están leyendo esta nota dedican horas enteras a hablar con sus jefes y colegas acompañados de un ambiente hogareño que poco tiene que ver con el de trabajo. Niños y niñas jugando, ruidos de electrodomésticos y mascotas cruzando el teclado de nuestras computadoras pueden ser imágenes y sonidos frecuentes que no estábamos acostumbrados a presenciar a la hora de encontrarnos con gente con la que tenemos muy poca confianza.
Mientras nos acostumbramos a este nuevo orden seguiremos haciendo todo tipo de papelones en cámara. Aquí una muestra de anécdotas en las que los protagonistas quedaron expuestos de la forma más ridícula frente a sus compañeros y jefes.
LUCAS, 27 AÑOS
Analista contable
Tengo reuniones con dos equipos: uno es de Budapest y el otro de Canadá, en total somos quince personas conectadas. Una mañana mi jefa llamó desde Canadá; me conecté al Zoom recién levantado, sin bañarme, con el pelo evidentemente sucio y el pijama puesto. Ella se conectó con la cámara abierta obligando a todos a hacer lo mismo para mostrar sus estados. La prendí medio molesto. Los de Budapest estaban bastante presentables porque allá era de noche y ya había transcurrido gran parte del día, pero los de Argentina éramos un desastre. Un compañero parecía recién salido de la guerra, no se había afeitado desde el inicio de la cuarentena, y yo estaba totalmente impresentable. Espero que después de esto no me molesten con el tema de la camisa y los zapatos, ya me vieron con mi pijama de dibujos animados.
MARCOS, 28 AÑOS
Administrador
Fue una de las primeras reuniones por Zoom. Éramos cinco personas, mi jefa estaba hablando tranquilamente hasta que en un momento paró la conversación y escuchamos: "¡Podés dejar de tocar el piano la puta madre!" Era su hija de fondo que estaba practicando su lección. Todos estallamos de risa: se ve que le salió de adentro. Desde que empezó la cuarentena en todas sus llamadas se escuchan niños gritando, otras conversaciones, hasta llegamos a escuchar la televisión prendida, es bastante incómodo.
FERNANDO, 29 AÑOS
Creador de contenidos digitales
Era la hora del almuerzo y me conecté mientras tenía la comida en el fuego. No lo apagué antes porque supuse que la reunión duraría cinco minutos, pero no fue así. Era una videollamada en la que me estaban hablando a mí puntualmente así que no podía apagar la cámara. En un momento el departamento empezó a llenarse de humo y era demasiado evidente. Éramos cinco personas en total y hablábamos con un cliente importante así que no podíamos cortar la conversación; pasaban los minutos y la imagen empezó a ponerse “sucia”. Desde ese momento hasta que terminó la reunión se me notó completamente nervioso. Apenas corté me fui corriendo a la cocina y la carne ya estaba quemada, me había quedado nivel suela. Minutos después algunas de mis compañeras me dijeron por Whatsapp que se notaba que algo pasaba pero no entendían qué. Por suerte todo siguió en pie con el cliente.
LEILA, 27 AÑOS
Consultora creativa
Aunque no me acostumbre del todo a usar las videollamadas es algo que me gusta porque extraño a mis compañeros de trabajo. Pero un día me pasó lo peor. Habíamos terminado una reunión importante entre un grupo de siete personas en la que hablamos mucho sobre cómo estaba funcionando el equipo y coordinamos nuevas formas de comunicación. La llamada duró dos horas. Cuando algunos se desconectaron, por alguna razón apagué la cámara pero el audio se quedó prendido. Minutos después me llegó un Whatsapp de un compañero diciéndome que escucharon cómo yo estaba puteando a media empresa y hablando mal de algunas personas de mi sector. Todavía mis jefes no me dijeron nada, pero hasta el día de hoy tiemblo cuando me conecto porque nunca supe si ellos escucharon o no.
LUIS, 30 AÑOS
Biólogo
Antes de empezar la reunión me enviaron el link por Whatsapp. En un momento me tocó exponer: empecé a hablar y compartí pantalla sin darme cuenta de que tenía el Whatsapp web abierto. Toda la reunión llegó a ver una conversación de un grupo con algunas personas de mi trabajo. En ese grupo no estamos todos, sino solo algunos, y había comentarios burlándose de la actitud de mis jefes. Eso lo vio todo el mundo. Básicamente no me hundí solo, sino que hundí a varios, esos varios se quisieron matar. Cuando todo terminó minimicé el incidente, pero después llegaron algunos mails y comentarios personales que derivaron en una crisis total dentro del grupo de trabajo.
MARISOL, 32 AÑOS
Productora de cine
Ese día me conecté como siempre a la reunión que tenemos todos los jueves con mi equipo de comunicación. Somos seis personas, y al ser pocos generamos mucha más confianza en el medio de una cuarentena que nos afecta a todos. Un día uno de mis compañeros se conectó con la cámara prendida y estaba casi llorando; le preguntamos qué le pasaba y empezó a contar su drama antes de comenzar la reunión, al parecer se estaba divorciando. Mientras contaba su duelo amoroso se conectó uno de los jefes de la productora con el que casi nunca hablamos; mi compañero no se dio cuenta y siguió contando su vida mientras lloraba. Siento que la gente se volvió medio fanática y busca contención en las videollamadas laborales, así que a partir de ese día decidí mentir y trato de irme rápido, empiezo a decir que me tengo que ir a otro Zoom importante.
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