Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Este artículo pertenece al número Medios de producción de la revista VICE. Concebido antes del COVID-19 y desarrollado durante la pandemia, el número explora la organización y el concepto de propiedad de nuestro mundo.
En 1955, un ejecutivo de un banco y un fotógrafo social de Nueva York se encontraban en una casa de adobe con techo de paja en un poblado remoto en las montañas de la Sierra Mazateca. Gordon Wasson, entonces vicepresidente de JP Morgan, se había estado informando sobre el uso de hongos en diferentes culturas y rastreó a una curandera mazateca llamada María Sabina. La curandera, de unos 60 años en aquel entonces, había tomado hongos alucinógenos desde que era una niña pequeña. Ella sirvió de guía para Wasson y el fotógrafo, Allan Richardson, en una ceremonia o "velada" de hongos.
"Masticamos y tragamos estos hongos de sabor cáustico, tuvimos visiones y emergimos de la experiencia fascinados", escribió Wasson en su artículo de la revista Life, "Buscando el hongo mágico". "Habíamos venido de lejos para asistir a un ritual de hongos, pero no esperábamos nada tan abrumador como el virtuosismo de las curanderas y los efectos sorprendentes de los hongos".
Tras designarse a sí mismo como uno de los "primeros hombres blancos en la historia registrada en consumir los hongos divinos", Wasson expuso inadvertidamente a una buena parte del mundo occidental y al creciente movimiento contracultural a los hongos psicodélicos. Al otro lado del mundo, un botánico que había visitado a Sabina en uno de los viajes subsecuentes de Wasson entregó 100 gramos de los hongos a la compañía farmacéutica suiza Sandoz, quienes los llevaron al laboratorio de Albert Hofmann, el químico suizo que sintetizó el LSD por primera vez. En 1963, Hofmann viajó a México con pastillas que contenían psilocibina sintética, el compuesto activo de los hongos mágicos.
"Le explicamos a María Sabina que habíamos aislado el espíritu de los hongos y que ahora se hallaba en las pequeñas pastillas", dijo Hofmann durante una entrevista en 1984. "Cuando nos fuimos, María Sabina nos comentó que estas tabletas realmente contenían el espíritu de los hongos".
Las pastillas de Hofmann fueron el primer indicio de que si bien las personas pueden tener experiencias espirituales y trascendentales al comer los hongos, también pueden tener esas experiencias con una versión artificial del principal compuesto del hongo: la psilocibina.
Este desarrollo es particularmente relevante hoy en día, ya que los científicos estudian los hongos psicodélicos como posibles opciones de tratamiento para aquellos que sufren de depresión severa, adicciones y otros padecimientos. En pruebas clínicas, como las que se llevan a cabo en la Universidad Johns Hopkins y el Imperial College de Londres, los participantes no comen los hongos, sino que consumen psilocibina sintética, fabricada en un laboratorio de manera similar a como Hofmann sintetizó la psilocibina por primera vez.
Es un obstáculo necesario: los hongos de psilocibina pueden cultivarse con relativa facilidad y no son caros de producir. Pero los investigadores tienen que obtener la psilocibina de laboratorios altamente regulados porque los productos naturales varían, y los investigadores necesitan consistencia en la composición química y la dosis para realizar estudios controlados. Los médicos necesitan saber la cantidad que están administrando, cuánto tiempo demora en hacer efecto y cuánto dura; también deben garantizar que su medicamento no esté contaminado con otros productos químicos. Otro punto a favor sería la capacidad de producir en masa grandes cantidades de la sustancia y no verse amenazado por variables como el clima, que afectan a los productos agrícolas.
A medida que la psilocibina se convierta poco a poco en un medicamento legal que cumpla con todos los requisitos reglamentarios, los médicos no van a prescribir los sombreros o tallos del hongo, lo cual implica que habrá un costo determinado. Los investigadores de Johns Hopkins afirman haber pagado a los laboratorios entre 7.000 y 10.000 dólares por gramo de psilocibina, mientras que el precio de venta de los hongos mágicos es de alrededor de 10 dólares por gramo. Además del costo de los materiales químicos, el precio exorbitante proviene de la mano de obra requerida para cumplir con los estrictos estándares de fabricación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), conocidos como Current Good Manufacturing Practice (Buenas Prácticas de Fabricación Actuales).
Es un momento sin precedentes y la cultura psicodélica debe tener en cuenta lo que implica que un hongo mágico se convierta en una pastilla sintética, que pueda recogerse en la farmacia local o en una consulta con el médico. Hay cierta cautela en la comunidad psicodélica sobre lo que representa la psilocibina sintética: grandes empresas, inversionistas sospechosos y patentes relacionadas con experiencias que según ellos no deberían tener un precio o un margen de ganancia. Dado que es un compuesto natural conocido, la psilocibina en sí no puede patentarse, pero sí la forma en que se fabrica y utiliza. Ya hay organizaciones solicitando patentes para su proceso de síntesis y pioneros de la innovación hallando nuevas formas de producir grandes cantidades de psilocibina sintética, que buscan proteger su propiedad intelectual.
Desde el punto de vista químico, las moléculas de psilocibina son las mismas sin importar si provienen del hongo o del tubo de ensayo de un laboratorio. Entonces, el rechazo a los psicodélicos de las grandes corporaciones farmacéuticas no tiene que ver con si son "mejores" o "peores", sino con la comercialización de sustancias que las personas consideran espirituales, pero que también podrían convertirse en medicamentos increíblemente útiles.
"Esto está deviniendo en preguntas que no están relacionadas con la ciencia", dijo a VICE Matt Johnson, psicólogo y director asociado del Centro de Investigación Psicodélica y de la Conciencia. "Creo que la gente está reaccionando a la idea de querer patentar cualquier aspecto relacionado con esta área, que consideran sagrada".
Hacer psilocibina es como armar un rompecabezas, uno cuyas piezas deben ensamblarse en un orden particular, donde algunas solo encajan si están en presencia de otras. Poner una pieza puede hacer que otra cambie de forma o atraiga una nueva que no estaba allí antes. Al final, si sigues las instrucciones correctamente, obtienes un rompecabezas terminado: una molécula de psilocibina.
"No es una síntesis terriblemente complicada", dijo David Nichols, químico farmacéutico y farmacólogo que ha fabricado varios psicodélicos en el laboratorio para estudios de investigación, "para alguien que estudia una maestría en química orgánica y posee ciertas habilidades en el laboratorio". Lo que Nichols quiere decir es que efectivamente se requiere algo de habilidad y talento. Según el farmacólogo, desde que Albert Hofmann fabricó por primera vez la psilocibina sintética en la década de 1950, el proceso ha mejorado, con diferentes métodos para unir diferentes compuestos químicos y formas de omitir uno o dos pasos.
Hoy en día hay dos jugadores de renombre produciendo psilocibina sintética con el objetivo de tratar a las personas con depresión y otros problemas de salud mental. Uno es una empresa con fines de lucro, Compass Pathways; el otro es una organización sin fines de lucro, Usona Institute.
Compass Pathways es una compañía con sede en Londres que recibió la designación de terapia innovadora de la FDA para su terapia de psilocibina sintética contra la depresión resistente al tratamiento, lo que significa que su evidencia clínica preliminar es tan prometedora que la FDA acelerará su proceso de revisión.
En 2018, Olivia Goldhill escribió un artículo para Quartz sobre cómo Compass llegó a ese punto: Compass Pathways comenzó como una organización benéfica y se convirtió en una compañía farmacéutica con fines de lucro. Goldhill entrevistó a expertos en psicodélicos que creían que Compass se estaba preparando para ser el guardián del compuesto de la psilocibina. También habló con nueve asesores de Compass, quienes argumentaron que "Compass Pathways ha utilizado tácticas convencionales de la industria farmacéutica que podrían ayudarlos a dominar la industria, incluyendo el bloqueo de la capacidad de los rivales potenciales para comprar sustancias, presentar una solicitud de patente de fabricación y la imposición de contratos que otorguen a Compass poder sobre la investigación académica y sean restrictivos incluso para los estándares de la industria farmacéutica", escribió Goldhill.
Compass también recibió críticas sobre sus inversionistas, que incluyen a Peter Thiel, el cofundador de PayPal y un defensor abierto de Donald Trump. Rick Doblin, fundador y director ejecutivo de la Asociación Multidisciplinaria para Estudios Psicodélicos (MAPS, por sus siglas en inglés), dijo que su organización ha sido criticada de manera similar por aceptar un compromiso de donación de un millón de dólares de la Fundación Mercer Family, dirigida por la partidaria de Trump Rebekah Mercer, una de las principales inversionistas de Breitbart News.
"Por supuesto, las empresas que invierten en psicodélicos estarán motivadas por un deseo de mejorar la condición humana, pero también por las ganancias, que invariablemente distorsionarán las cosas", dijo Adam Winstock, médico del University College London, en una entrevista publicada en Elemental en 2019. "Siempre ha sido el caso de la industria farmacéutica: las buenas intenciones se ven empañadas por el impulso para maximizar las ganancias".
En enero de este año, Compass anunció que el gobierno había admitido su más reciente patente por sus métodos para tratar la depresión resistente a los medicamentos con una fórmula de psilocibina. Lars Wilde, uno de los tres cofundadores de Compass, dijo que el propósito de las patentes es "proteger nuestra innovación", no evitar que nadie más produzca psilocibina. "Nos han preguntado muchas veces si vamos a bloquear el trabajo de los investigadores y la respuesta es que absolutamente no lo haremos", dijo Wilde a VICE.
"Una organización sin fines de lucro o con fines de lucro, no me importa mucho", continuó Wilde. "La idea es que estamos desarrollando un medicamento que es un producto preliminar basado en los datos de eficacia y seguridad. Estamos produciendo este paquete de aprobación reglamentaria en interés de los pacientes. Por eso queremos ser dueños del proceso y garantizar la seguridad del paciente, y que la terapia se administre de manera correcta".
Por otro lado, Usona Institute surgió con una estrategia diferente en mente. Fue fundado después de que Bill Linton, el director ejecutivo de una compañía de ciencias de la vida, aconsejara a un amigo participar en una prueba de psilocibina en la Universidad Johns Hopkins con el objetivo de ayudar a pacientes enfermos de cáncer con la ansiedad provocada por la cercanía a la muerte. Usona es una organización sin fines de lucro financiada por inversionistas y donantes, y ha decidido no solicitar ninguna patente, a pesar de que también lleva a cabo su propio proceso de fabricación de psilocibina.
"Apoyamos la difusión abierta de conocimiento y materiales en el ámbito sintético", dijo Chuck Raison, director de investigación clínica y traslacional de Usona. Alex Sherwood, uno de los químicos medicinales de Usona, explicó a VICE que la organización pone la psilocibina a disposición de cualquier científico calificado para trabajar con ella. Los investigadores pueden solicitar cápsulas de psilocibina de forma gratuita, junto con los placebos correspondientes, para realizar sus propios experimentos controlados.
A medida que crece la competencia dentro de la medicina psicodélica —y las pruebas de Compass y Usona entran en la segunda fase de un total de tres antes de obtener la aprobación de la FDA— se inventarán (y patentarán) aún más formas para producir psilocibina, y habrá más personas que traten de crear estrategias eficiente y rentables.
En 2019, por ejemplo, el ingeniero químico y biológico J. Andrew Jones y sus colegas rediseñaron genéticamente a la bacteria E. coli para producir psilocibina.
Los hongos producen psilocibina al extraer nutrientes del medio ambiente, luego toman esos nutrientes y los transforman en los compuestos precursores de la psilocibina. Los hongos también producen enzimas, codificadas en su ADN, que actúan sobre los precursores para producir psilocibina. Jones insertó el ADN de los hongos en la E. coli para darle la misma capacidad de expresar esas enzimas. Todo lo que la E. coli necesita para producir psilocibina es una dieta regular de glucosa y un ambiente favorable. Jones y sus colegas presentaron una patente provisional sobre su proceso y están trabajando con una empresa para llevarla al mercado.
Dado que el desarrollo de un medicamento cuesta mucho dinero, surge la cuestión de qué deben hacer las organizaciones para crear, probar y comercializar tratamientos de psilocibina sin inversionistas ni ganancias. ¿Debería prescribirse psilocibina a los pacientes solo a través de compañías sin fines de lucro, como lo está haciendo Usona? Vale la pena preguntarse: ¿por qué esperaríamos que lo hagan, cuando muy pocos medicamentos se desarrollan de esa manera?
"Otra de las preocupaciones en torno al desarrollo con fines de lucro es la crítica al capitalismo, que trata de maximizar las ganancias y no tiene en cuenta las necesidades humanas; solo se trata de ganar dinero", dijo Doblin en una entrevista de 2018 con Psychedelic Times. "Creo que no es el caso. Por lo que sé sobre Compass y lo que están tratando de hacer, creo que tienen motivos tanto financieros como humanitarios".
Sin embargo, Nichols no pierde sueño por la noche preocupado por que alguna entidad concentre el monopolio de la psilocibina; es una sustancia que puede producirse de muchas maneras y la patente de Compass no es prohibitiva. El farmacólogo dijo que solo involucra el uso de ciertos solventes y métodos de cristalización. Además mencionó que contar con una poderosa organización sin fines de lucro como Usona probablemente mantenga bajos los costos, siempre y cuando sigan siendo una organización sin fines de lucro. (Usona comentó a VICE que no les gusta especular, pero planean seguir con su modelo).
La verdad es que puede ganarse mucho dinero con los psicodélicos y los inversionistas están acudiendo en masa a respaldar nuevas empresas dedicadas a los psicodélicos y la salud mental. El mercado actual de medicamentos antidepresivos fue valorado en 14.000 millones de dólares en 2018 y se estima que llegará a 16.000 millones en los próximos tres a cinco años. Cualquier compañía farmacéutica que pueda competir podría generar amplias riquezas.
Entonces la comunidad psicodélica tendrá que lidiar con la posibilidad de que algunas personas se enriquezcan. "Las personas que formaron parte de la comunidad psicodélica en los primeros días tenían la suposición y la sensación de que la psilocibina era algo que iba a estar disponible como un regalo para el mundo, no como algo que sería controlado por la estructura de las grandes corporaciones", explicó Raison.
Muchas personas tienen opiniones negativas sobre cómo las compañías farmacéuticas desarrollan medicamentos y los altos precios que les ponen. No quieren que eso les suceda a los psicodélicos. "Naturalmente, queremos que existan contenedores e intenciones adecuados para estas poderosas prácticas y sustancias", escribió Wesley Thoricatha en Psychedelic Times. "Como tal, tendemos a desconfiar de los proyectos con fines de lucro, ya que podrían generar problemas éticos para aquellos cuyo objetivo principal es el dinero".
En la entrevista antes mencionada, Doblin dijo que el desarrollo con fines de lucro de la psilocibina es una señal de la efectividad de la investigación académica, el trabajo sin fines de lucro y el activismo. "El hecho de que los inversionistas estén dispuestos a arriesgar su dinero es una señal del éxito del trabajo sin fines de lucro, mediante el cual se han resuelto suficientes problemas sobre política, regulación y opinión pública para poder impulsar la investigación como un campo normal de la ciencia, o al menos en esa dirección".
Según Wilde, desear relegar la psilocibina a su entorno más tradicional y "natural" es una postura privilegiada. En primer lugar, ignora la razón por la cual existe tanto potencial de ganancias: que el medicamento realmente pueda ayudar a las personas. "Cuando pienso en mi situación hace cuatro años, cuando sufría ataques de pánico y depresión severa, no era un psiconauta", dijo Wilde. "Desearía que hubiera existido la posibilidad de ir a un psiquiatra y decirle: 'Mira, he agotado mis opciones de tratamiento. ¿Qué mas tienes?'".
Además del potencial de ganancia y la búsqueda de patentes, sintetizar psilocibina y empaquetar psicodélicos en cápsulas que tu médico puede recetarte desmitifica una experiencia que durante tanto tiempo ha sido difícil de describir. Una patente para la producción de psilocibina la convierte en otro químico más, una colección de átomos que alguien con un posgrado y la habilidad para trabajar con fosfatos puede reproducir. "Los científicos se han insertado una vez más entre el proceso natural y el organismo humano", escribió el sitio web de bienestar Gaia en 2019.
Quizás hay algunas lecciones que aprender de lo que sucedió después de que Gordon Wasson escribiera sobre María Sabina en la revista Life hace más de 60 años. Celebridades y turistas acudieron en masa al poblado de Sabina para participar en las ceremonias de hongos y terminaron por faltarle el respeto a la cultura y las tradiciones locales. Sabina fue culpada por esto y rechazada por su propia gente: en una ocasión incendiaron su casa y el gobierno la investigó como posible narcotraficante. Según su biografía, María Sabina dijo que después de la llegada de los extranjeros, los hongos "habían perdido su fuerza, los habían arruinado. De ahora en adelante ya no funcionarán. No hay remedio".
Wasson mismo expresó su pesar por la forma en que los hongos se habían vuelto parte de la cultura popular. En 1970, escribió en The New York Times:
¿Qué he hecho? Hice un descubrimiento cultural relevante. ¿Debí haberlo reprimido? Ha llevado a nuevos descubrimientos cuyo alcance aún está por verse... Sin embargo, lo que he hecho me produce pesadillas: he desatado en la hermosa Huautla un torrente de explotación comercial del tipo más vil. Ahora los hongos están a la venta en todas partes, en todos los mercados, en todos los portales de los poblados. Todos ofrecen sus servicios como "sacerdotes" del rito... En 1955, María Sabina me pidió con vacilación 13 pesos por sus servicios de una noche de trabajo. Escuché que ahora los forasteros pagan entre 500 y 1.000 pesos por una "función".
Los psicodélicos medicinales están llegando y el futuro tendrá que hacer espacio para sus usos recreativos y farmacéuticos. Con suerte no tendrán que destruirse el uno al otro y las personas que tengan distintas perspectivas de estas sustancias podrán encontrar espacio para sus creencias.
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