Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Es viernes por la noche en el Trails Gentlemen's Club en Salt Lake City. Por lo general, este sería uno de los fines de semana más ajetreados para los residentes de la ciudad más grande de Utah, con numerosas opciones de lugares y establecimientos locales de entretenimiento. Históricamente hablando, el 1 de mayo marca el final no oficial del invierno, mientras las noches de verano del desierto abrasador permanecen al menos a un mes de distancia.
Sin embargo, este viernes por la noche también marca otro hito importante. El 1 de mayo, el estado de Utah, el condado de Salt Lake y la ciudad homónima levantaron varias de sus restricciones pandémicas de la misma manera arbitraria y casual en que las implementaron. Dado que muchos de los establecimientos de entretenimiento para adultos de la zona están clasificados como bares según la ley estatal, el condado de Salt Lake se convirtió en una de las primeras regiones del país en permitir explícitamente la apertura de su media decena de strip clubs.
VICE visitó tres strip clubs de Utah en su primera semana de reapertura para tener una idea de cómo funciona la nueva normalidad.
Son las 9:20 PM y el sol ha descendido bajo el horizonte en la ladera occidental de la Sierra Nevada. El estacionamiento de Trails está lleno y una fila comienza a formarse afuera. Desde el exterior, el lugar se parece a cualquier otro club popular de hip-hop, con un DJ tocando Drake, Future, Tyga, Post Malone, Blueface y Rihanna.
Los grupos de clientes étnicamente diversos no forman una fila recta, sino que se aglomeran en grupos estratégicamente ubicados a dos metros de distancia unos de otros. Mientras que lugares como Trails solían tener estrictos códigos de vestimenta con respecto a gorros y coberturas faciales, todos en la fila tienen el rostro cubierto. Algunos usan mascarillas de grado médico N95. Otros usan pañoletas improvisadas estilo western. La gran mayoría usa pasamontañas para esquiar, un sutil guiño a una temporada de esquí interrumpida abruptamente por la pandemia.
Un portero con una mascara N95 realiza una tarea doble: revisa las identificaciones antes de tomar la temperatura a los clientes. (A aquellos con una temperatura superior a 37 grados centígrados se les niega la entrada). Una vez que todos los miembros de un grupo pasan la prueba de temperatura, el grupo es acompañado a una mesa mientras el portero recita las reglas del nuevo mundo:
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Guarde una distancia de dos metros de las bailarinas, los empleados y otros clientes
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Debe usar su mascarilla en todo momento, excepto cuando esté bebiendo
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No se acerque a más de dos metros del escenario si no es para colocar su dinero en el borde
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Una vez que haya colocado su dinero en el borde del escenario, debe regresar inmediatamente a su asiento
La crisis golpeó con fuerza y rapidez a los strip clubs del condado de Salt Lake, al igual que a muchos otros negocios, pero con una desventaja importante: los strip clubs (así como los casinos) no son elegibles para los préstamos a pequeñas empresas, una práctica que muchos en la industria han denunciado como injusta.
Una empleada de Southern X-posure, otro strip club de Salt Lake City, señala que el club, al igual que otros en el área, no es elegible para recibir asistencia a pesar de pagar impuestos federales, estatales y locales, así como otras tarifas como la licencia para vender licor, y a pesar del hecho de que las operaciones se habían detenido por completo antes de ser oficialmente obligados a cerrar sus puertas.
"No tuvimos muchos clientes durante las últimas dos semanas antes del cierre porque el gobierno les estaba diciendo a todos que se quedaran en casa", aclara.
Dentro de Trails, las luces LED que rodean el escenario brillan más debido a la ausencia de clientes sentados alrededor de la "barra de propinas" (la barra situada junto al escenario). Al final de cada presentación, un empleado con mascarilla usa obedientemente una escoba para retirar los billetes de dólar del escenario (donde luego serán contados y administrados por un empleado distinto) mientras otro esteriliza el área de presentaciones como preparativo para la próxima bailarina.
Todos las bailarinas, a pesar de estar al menos a dos metros de los clientes, deben usar mascarillas.
Hay una ironía poética cuando las mujeres de grandes traseros, quirúrgicamente perfeccionadas, bailan la exitosa canción "Mask Off" de Future mientras el DJ les recuerda periódicamente a los clientes que se mantengan separados y se laven las manos.
La adaptación a estas nuevas medidas fue la única oportunidad que muchas mujeres tuvieron para conservar un empleo remunerado, mientras las cifras de desempleo de Utah continúan disparándose y se termina de construir un programa federal de asistencia a contratistas independientes.
A pesar de estar desempleadas durante casi dos meses, las bailarinas no fueron elegibles para recibir beneficios de desempleo debido a su condición de contratistas independientes. "La pandemia golpeó a todos de manera abrupta", dice Steph Mercedes, gerente de bailarinas de Trails. "Sin embargo, la mayoría de las personas que perdieron sus empleos pudieron solicitar beneficios, que es algo que no pudimos hacer como contratistas independientes, así que el estrés financiero fue extremo".
A 16 kilómetros de las brillantes luces del centro de Salt Lake City, The Bears Den en Magna también abrió sus puertas. En un edificio bajo y modesto en medio del paisaje desolado de Utah, el lugar atiende en su mayoría a los obreros de la cercana mina Rio Tinto Kennecott.
"The Den", como lo llaman afectuosamente los residentes locales, es el único bar abierto en la ciudad de Magna, ya que los demás fueron calificados como estructuralmente endebles después de una serie de terremotos que asolaron la región en marzo y abril.
No hay DJ estilo las Vegas o luces llamativas en The Den, sino paredes de madera con paneles y cadenas de luces navideñas. Debido a que The Den no está ubicado en Salt Lake City, las reglas son diferentes. Las bailarinas deben usar mascarilla y no pueden tocar el efectivo, pero los clientes no tienen que usar protección facial.
El portero, como el de Trails, también ha asumido un nuevo rol. Cuidadosamente registra los nombres y números telefónicos de todos los que entran.
"En caso de un brote", explica, su voz amortiguada detrás de su mascarilla de papel, que claramente es demasiado apretada para él.
Como la única bailarina, una mujer delgada y pálida con cabello rubio y raíces visibles se presenta en el pequeño escenario del bar ante una serie de canciones country y rock clásico de los años 80, mientras la bartender prepara bebidas detrás de una pantalla de plexiglás, cambiándose los guantes entre cada ronda de bebidas que prepara.
La multitud, vestida con patrones de camuflaje, botas de vaquero y ropa Harley Davidson, alternan la mirada entre la bailarina y los televisores detrás de la barra, que transmiten una carrera de NASCAR y Fox News. Dos clientes me muestran con orgullo sus mascarillas faciales con el emblema de The Punisher, mientras que otro me presume su N95.
Morgan, la bartender, estima que el club está un 60 por ciento más lleno de lo habitual, una aproximación similar a la proporcionada por el personal de Trails.
"La gente tiene dinero para gastar. Acaban de recibir dinero del gobierno y piensan que se están preparando para volver a trabajar", dice mientras limpia un taco de billar antes de dárselo a un nuevo grupo de jugadores.
Para David, un mecánico automotriz de unos 50 años y cliente habitual de The Den, regresar al bar no solo significa volver a una sensación de normalidad, sino también apoyar a un pequeño negocio local que, según él, es importante para la comunidad.
"No tengo miedo de enfermarme", dice mientras saca un fajo de billetes de dólar para pagarle a la bailarina enmascarada mientras ella rocía desinfectante en el escenario entre canciones de Luke Bryan.
"No soy tan viejo. Bien podría terminar con esto de una vez. Si va a suceder, que suceda. Pero me estoy cuidando. Me lavo las manos. Hago distanciamiento social", dice mientras señala las mesas apropiadamente espaciadas.
"Pero la gente necesita ganar dinero. El gobierno no nos ayudó, así que tenemos que ayudarnos entre nosotros".
Si bien el número de asistentes de los tres clubes aumentó, muchas bailarinas han notado una caída significativa en sus propinas.
"Hablar con los clientes cuando estamos fuera del escenario es realmente una parte vital del trabajo", dice Steph Martines, gerente de bailarinas. "Como no hacemos lap dance, las conversaciones realmente hacen que los clientes se sientan importantes en nuestro club".
Una mujer llamada Sass, que ha sido bailarina en The Den durante más de una década, se alegra de no tener que usar mascarilla cuando habla conmigo. Lleva el cabello castaño a la altura de los hombros y sus uñas cortas están bien cuidadas. A pesar de su apariencia seria, ilumina la habitación mientras habla, deteniéndose periódicamente para saludar a los clientes que no la han visto en más de seis semanas.
Ella afirma que a pesar del aumento en la asistencia y los ingresos generales, solo ha obtenido el 60 por ciento de lo que normalmente gana en un buen día, una disminución que atribuye al requisito de usar mascarilla.
"El dinero es diferente cuando no pueden verte sonriendo", explica mientras cuenta las ganancias del día.
Para los clubes y las bailarines, el futuro sigue siendo tan turbio como lo es para muchos estadounidenses.
Olivia, una bailarina de The Den, dice que disfruta su empleo, pero también está trabajando en un plan de respaldo y planea asistir nuevamente a la escuela para obtener su certificación en flebotomía.
Martines enfatiza la importancia de los negocios, y tener una cuenta de ahorros y nutrirla lo más posible, un sentimiento que también comparte Sass.
"Invierte en ti mismo", me dice con el entusiasmo y la experiencia de una madre que ha pasado años dando pláticas motivacionales a sus hijos.
Sass ya está invirtiendo en sí misma. Actualmente está trabajando para obtener su licencia de contratista B100, una licencia de construcción que le permitirá trabajar en cualquier estructura sobre el suelo.
"La gente sigue construyendo, incluso durante la pandemia, y no hay muchas mujeres contratistas", explica. Sass me cuenta que espera que su género la brinde una mejor oportunidad de obtener una oferta para un proyecto.
Si bien Olivia está de acuerdo con la idea de ahorrar, también insta a otros a apoyar a los pequeños negocios locales en sus comunidades, "entrando, dando propinas y pasándolo bien".
Me pregunta si puedo pedirle al gobierno estatal y federal que no vuelva a clausurar su sustento. Antes de que pueda responderle, me interrumpe con otra idea.
"Pero es importante asegurarse de que las personas tomen las precauciones necesarias para detener la propagación de la enfermedad. Así que espero que las precauciones hayan funcionado y sigan funcionando", agrega.
Por ahora, los propietarios y empleados del club parecen estar navegando por el nuevo orden mundial mientras mantienen un equilibrio precario entre ofrecer entretenimiento y cumplir con el código de salud. Todas las personas con las que hablo destacan la importancia de permanecer vigilantes y hacer nuestra parte para detener la propagación del virus.
En Trails, un portero corpulento se acerca y les pide a dos mujeres no alejarse demasiado de su mesa, mitigando ligeramente la típica convivencia que acompaña al establecimiento en cualquier noche de viernes de mediados de primavera.
Justo cuando un cliente está a punto de mostrarme otra mascarilla inspirada en un héroe de acción, estalla una pelea en el estacionamiento del bar, lo que hace que varias personas renuncien a su distancia social, lo que sugiere que incluso las más estrictas precauciones pueden llegar a fallar.
Zoe Zorka https://ift.tt/2LrM0xl
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