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martes, 25 de agosto de 2020

La extraña dicha de la era del mashup

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Este artículo pertenece al número Algorithms de la revista VICE, que investiga las reglas que gobiernan nuestra sociedad y qué sucede cuando se rompen.

Hay muchas cosas de mi experiencia universitaria de las que me avergüenzo, pero si hay un género de música que defenderé a capa y espada, es el mashup. Alcancé la madurez —es decir, comencé a salir de fiesta— durante el apogeo de la fiebre por los mashups de finales de la década de los años 2000 y principios de la década de 2010, una época en la que nos atrevimos a preguntar: “¿Qué pasaría si una canción pop pudiera ser en realidad... varias otras canciones?”. Cuando me gradué de la preparatoria en el verano de 2009, solía conducir por los suburbios en un sedán con aire acondicionado, bebiendo Jamba Juice mientras escuchaba “United States of Pop 2009 (Blame It On The Pop)”, de DJ Earworm. No digo que fuera un mundo mejor, solo digo que era un mundo diferente.

El uso de samples no fue algo nuevo para mi generación. De hecho, ni siquiera pertenece a mi generación. El sampling como lo conocemos (tomar parte de una pieza musical existente y colocarla en una pieza musical diferente) se originó en la década de 1940. A medida que los gramófonos y las radios consolidaron su lugar como elementos básicos del hogar, los compositores comenzaron a preguntarse si podrían comenzar a crear obras utilizando música grabada previamente. El movimiento, dirigido por Pierre Schaeffer, se conoció inicialmente como musique concrète y fue desarrollado por otros compositores de mediados del siglo XX como Pierre Henry, John Cage y Daphne Oram. La musique concrète sirvió como la base de la música electrónica, que eventualmente se abrió camino por varios ámbitos, desde bandas sonoras de películas (como Forbidden Planet de 1956) hasta la música popular. A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, el sampling era algo común en el funk y el hip hop; por ejemplo, “Rapper's Delight” de Sugarhill Gang tomó un sample de “Good Times” de la banda Chic.

No fue hasta principios y mediados de la década de 1990 que comenzaron a aparecer los mashups —música dedicada exclusivamente al arte del sampling— los cuales alcanzaron la cúspide de su popularidad a mediados de la década de los años 2000. Night Ripper de Girl Talk fue el álbum que lo colocó en el mapa —una obra esencial para cualquier universitario, para tomar prestada una frase—, pero el disco de 2006 fue apenas el tercero del artista. (Su primer álbum, Secret Diary, comienza con una versión glitch de “Get Ready For This” mezclada con una serie de fragmentos breves, incluyendo “Who Let The Dogs Out?”. Casi 20 años después, la música glitch sin duda está teniendo un auge, con una popularidad cada vez mayor gracias a artistas como 100 gecs). A finales de la década de los años 2000, la música electrónica aún no se había extendido del todo en el sonido dominante de la música pop, pero abundaban los mashups. A principios de la década de 2010, hace tanto tiempo que podría parecer un siglo, los litigios relacionados con las licencias y el auge de la música electrónica de baile en el pop aceleraron el final de los mashups. No olvidemos que Nile Rodgers y Bernard Edwards, de Chic, terminaron demandando a Sugar Hill Records.

Entren a cualquier página de YouTube de un mashup e inevitablemente encontrarán una serie de comentarios con elogios como “es genial” o “esto sigue sonando potente”, algunos de los cuales tienen más de dos años de antigüedad. La nostalgia por la era del mashup sigue siendo rampante, especialmente en mi propia casa. Además de Girl Talk (cuyo último álbum All Day salió en 2010), estaba el irónico Super Mash Bros., las mezclas de una hora de The White Panda y un álbum al que recientemente he hecho referencia con manía, desesperación, alegría y sentimentalismo: Algorithms, el álbum mashup de Milkman de 2011.

Algorithms fue el tercer álbum de Milkman; posterior a Lactose & THC de 2008 y Circle Of Fifths de 2009. Sin duda, estos dos primeros discos son mezclas sólidas para fiestas, cada uno con sus propias particularidades sobresalientes, los cuales lograron fusionar los tipos de canciones que obtendrían una gran ovación si se tocaran en una fiesta casera. Pero Algorithms, su último álbum mashup, produce un efecto distinto.

Para los fans de los álbumes de mashups, la anticipación nunca fue tanto una cuestión de “¿qué canciones pondrán sobre otras canciones?”, sino la reacción emocional provocada por una combinación, por una transición. Los álbumes de mashups son producto de la prueba y el error, ya sea que suceda en una sesión de grabación o en vivo durante un concierto. Es cualquier cosa menos un asunto algorítmico, a pesar de que el oficio requiere una fusión de tendencias algorítmicas similares entre canciones. Pero no está desprovisto de personalidad o sensibilidad ante la reacción de la audiencia. Cuando escucho Algorithms ahora, sigo sintiéndome en vivo de alguna manera inexplicable. En el primer track del álbum, “Sky High”, la combinación de “Fuck You” de Ceelo Green y “Overnight Celebrity” de Twista es un balde de agua fría en la cara, una manifestación del tiempo y la música, mientras se va transformando en “Ice Ice Baby” y “Under Pressure”. Como cualquier álbum de pop, comienza desmesurado y estridente. Hay muchos elementos que fueron característicos de la época universitaria, como “My Dick” de Mickey Avalon, “I'd Rather” de Three 6 Mafia, pero la balanza se inclina a favor de los clásicos de finales de la década de los años 2000, cuando cerrábamos los ojos y poníamos las manos en alto con clásicos como “Starlight” de Muse y “Wake Up” de Arcade Fire.

Al entrar a una fiesta o club, esperas que el DJ sepa lo que está haciendo.

Lo sé, ya han escuchado todas estas canciones antes. ¡Demasiadas veces! Y si pudieran elegir, no escogerían estos tracks. Pero gran parte de la vida pública implica vernos obligados a escuchar canciones en distintas situaciones y lugares: los auriculares de alguien que suenan demasiado fuerte en el transporte público, la lista de reproducción de un restaurante que busca acoplarse al tema, la estación de rock ligero de una farmacia. A veces no quiero elegir mis propias canciones porque estoy harta de mis listas de reproducción y de mi gusto limitado. En el álbum mashup, en Algorithms, esa responsabilidad recae en alguien más, así que simplemente puedo disfrutar del viaje.

Le escribí a Milkman —cuyo nombre real es Gregg Luskin— para hablar sobre la construcción y el contexto de Algorithms, un proyecto de casi una década de antigüedad, y cómo concibió el final de su trilogía mashup. “Algorithms fue la culminación de cuatro años, dos álbumes previos e innumerables presentaciones en vivo que modificaron el proceso de creación de los mashups. La razón por la que titulé el álbum Algorithms fue porque para ese punto era solo eso, un algoritmo”, dijo. “Circle of Fifths fue el primer álbum que incorporó algunas influencias más electrónicas y descubrí que al mezclar esas piezas en vivo obtenía la mejor reacción del público. La música electrónica aún no se había abierto camino hacia el mainstream estadounidense. Con Algorithms tuve en cuenta estos hallazgos e incluí algunos tracks más 'bailables' en el álbum”.

“Let Go”, la pieza más destacada del álbum, comienza con los pitidos reveladores de “Fireflies” de Owl City y un verso de “Bump Bump Bump” de B2K con P. Diddy. “Fireflies” ciertamente era cursi y algo perversa desde el principio: su video presenta a su artista principal (recuerden, Owl City es un tipo, no una banda) presionando un botón en un teclado que dice “MAGIA”, y menos de dos años después su lanzamiento ya era un recurso frecuente para los mashups. Aún así, la melodía de apertura invoca una nostalgia parpadeante, como el tono de marcado más romántico de todos los tiempos. “Let Go” se transforma en el coro vivaz de “Like This” de MIMS sobre “I Want You Back” de Discovery (¡un remix en sí mismo!) antes de regresar a “Fireflies”, que ahora ha sido emparejada con “I'm Bossy” de Kelis.

Cuando no son tan creativos, los mashups son la amalgama de copiar y pegar de manera refinada. A menudo es un género de música cínica, que se utiliza para demostrar cuán similares son las canciones populares entre sí; cuanto más fluida sea la transición, menos atrevida será la obra original. Sin embargo, como todas las artes, existe una aparente destreza: esfuerzo, dedicación, pathos. “‘Let's Go’ fue un intento de ‘estructurar’, si lo quieren ver así, la naturaleza clásica de una mezcla mashup/DJ”, me escribió Luskin. “Por lo general, pasas de una canción a la que sigue y luego a la que sigue. No es recomendable volver al mismo track. Tenía sentido experimentar tratando un mashup como una canción verdadera, con una introducción, un coro, un versus, etc. Creo que resultó maravilloso”. De la misma forma en que una canción pop te enseña cómo escucharla, cómo el coro de alguna manera ya está en tu cabeza la segunda vez que suena, “Let’s Go” te prepara para algo nuevo y viejo al mismo tiempo. Para cuando llega al puente —“Gold Digger” de Kanye West— existe un triunfo modesto. En pocas palabras: es genial. A partir de ahí, el álbum realmente pasa de un éxito a otro: “Love Struck”, “Look Around” y así sucesivamente.

La forma en que me he entregado al algoritmo del streaming se da a través de listas de reproducción diseñadas para mí en función de la basura que escucho; el botón de salto siempre cerca de mi alcance. Con Algorithms, y con los álbumes mashup en general, el efecto de la aleatoriedad se vuelve inútil; a menos que el título del mashup te diga lo que contiene (y rara vez lo hacen), es como entregarse a la casualidad: al algoritmo y la lista de reproducción de otra persona. No es solo que Algorithms contiene canciones que son, a su manera, pilares de los últimos 25 años de la música (sí, incluso “Fireflies” o “Hey, Soul Sister”), sino que es el álbum (¡el algoritmo! ) en el que he confiado para brindarme la mayor alegría. Al entrar a una fiesta o club, esperas que el DJ sepa lo que está haciendo. Saben cómo orientar tu experiencia para maximizar el deleite, la nostalgia, la energía. En mi casa todo está bajo mi control: el nivel de polvo, si los platos están lavados o no, si los vegetales se echan a perder. Entonces, entregarme durante menos de una hora a una alegría fabricada para una versión distinta de mí, una época diferente, un lugar diferente, es un recordatorio de lo que se siente bailar.

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