Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Si eres zurdo y alguna vez has intentado participar en un estudio neurocientífico, es probable que te hayan dado con la puerta en la cara. Esto es tan común, que muchos se sorprenden cuando se enteran de que Lyam Bailey, un estudiante de doctorado de psicología y neurociencia, acepta a personas zurdas para sus investigaciones. Muchos neurocientíficos solo aceptan participantes diestros, lo cual puede ser frustrante.
Un 10 por ciento de la población prefiere usar su mano izquierda para llevar a cabo actividades diarias, como escribir. Sorprendentemente, este porcentaje se ha mantenido por lo menos durante cientos de miles de años (lo sabemos gracias a los análisis que se han hecho de las pinturas rupestres y grabados de la Edad de Hielo). Los zurdos tienen incluso su propio día: el 13 de agosto es el Día Internacional de los Zurdos. Pero, a pesar de que son más comunes de lo que creemos, suelen ser rechazados para las investigaciones neurocientíficas.
“Es una de esas reglas que tienes que aprender cuando empiezas en el mundo de la neurociencia, que incluir a zurdos es malo”, nos dice Emma Karlsson, una investigadora de posgrado en psicología y neurociencia cognitiva en la Universidad de Bangor, en Gales.
El motivo es reducir las variaciones en los datos. En los estudios en los que se recogen imágenes cerebrales, a menudo buscan individuos que sean comparables. De esa forma, pueden realizar estadísticas de grupo y llegar a conclusiones generales sobre las funciones cerebrales.
El cerebro de los zurdos puede funcionar de forma diferente en ciertas ocasiones, por ejemplo, a la hora de procesar el lenguaje y las habilidades motoras. A esto se le conoce como lateralidad.
El cerebro tiene dos hemisferios, el izquierdo y el derecho, que no son del todo iguales en cuanto a anatomía y función. Para ciertas cosas, como puede ser el lenguaje, uno de los dos hemisferios se encarga de gran parte del proceso. En la mayoría de los diestros, el lenguaje se procesa principalmente en el hemisferio izquierdo. En los zurdos, puede dividirse entre ambos o en el derecho.
Los zurdos no solo se excluyen de estudios sobre lenguaje y movimiento; también se les deniega la participación en investigaciones con imágenes cerebrales. Un estudio en el que Bailey trabajó el año pasado halló que, en más de 1.000 investigaciones publicadas en 2017, solo un 3,2 por ciento de más de 30.000 sujetos eran zurdos.
Algunos investigadores dedicados al estudio de la lateralidad han comenzado a cuestionar por qué y en qué casos se sigue dejando de lado a los zurdos. “Siempre se ha creído que era mejor ir a lo seguro, tener cuidado y excluir a los zurdos”, dice Bailey. “Ese tipo de pensamiento está profundamente arraigado en la neurociencia cognitiva”.
Si queremos estudiar el cerebro a fondo y trazar conceptos generales, debemos de tener en cuenta todas las variables. La inclusión de los zurdos en estos estudios podría suponer un mayor y mejor aprendizaje de cómo funciona este órgano: por ejemplo, las formas en las que el cerebro divide el trabajo entre el hemisferio izquierdo y el derecho o el papel de la genética a la hora de determinar la asimetría cerebral.
De hecho, es posible que, para ciertas tareas, su cerebro funcione exactamente igual. Puede que haya más variaciones entre los zurdos y los diestros de las que somos conscientes. Nunca sabremos cuál es el espectro de variación lateral real hasta que incluyamos a los zurdos en las investigaciones cerebrales.
Los mitos y la mala fama han perseguido a los zurdos durante siglos. En 1903, el criminólogo y doctor italiano Cesare Lombroso escribió que hay más criminales zurdos que honestos y que los zocos además suelen ser lunáticos.
Un estudio de los 90, que ahora se desacredita, describía que los zurdos no vivían tanto como los diestros. Un psiquiatra japonés, en su libro The World of Left-Handers (El mundo de los zurdos), hablaba de unas mujeres que tenían miedo de que sus maridos las abandonaran por ser zurdas. También, se ha dicho que los zurdos son más creativos e inteligentes o, por el contrario, más propensos a sufrir depresión o enfermedades mentales como la esquizofrenia.
Sin embargo, la mayor diferencia entre unos y otros no es la personalidad, sino la lateralidad del cerebro, que puede ser mucho menos importante de lo que hasta ahora se creía. “Los zurdos suelen tener una lateralidad diferente a la de los diestros, pero no es tan extrema como se pensaba”, dice Roel Willems, investigador del Instituto Donders en los Países Bajos.
Los investigadores excluyen a los zurdos porque no quieren individuos que procesen el lenguaje en partes diferentes del cerebro. Pero, en realidad, la mayoría de los zurdos y diestros utilizan el hemisferio izquierdo para producir y procesar el lenguaje.
Lo que sí es diferente, es el porcentaje de zurdos y diestros que procesan el lenguaje en el hemisferio izquierdo. En los diestros, un 95 por ciento utiliza el hemisferio izquierdo; mientras que en los zurdos, un 70 por ciento. Un 15 por ciento de los zurdos utilizan ambos hemisferios, frente a un 15 por ciento que solo usa el derecho.
Una de las formas más comunes que los investigadores tienen de excluirlos es a través de un cuestionario que pregunta a los participantes si son zurdos o diestros. No se suele preguntar qué actividades realizan mejor o en cuáles utilizan una mano o la otra (por ejemplo, a la hora de comer, escribir, dibujar, peinarse, etc.).
Asimismo, estos cuestionarios no excluyen a todos aquellos que siendo jóvenes se vieron forzados a utilizar la mano derecha. Hasta hace poco, había padres y profesores que obligaban a los niños que preferían la mano izquierda a utilizar la derecha. En un estudio de 2007 realizado en Taiwán se descubrió que a un 59 por ciento de 200 estudiantes se les había obligado a usar la mano derecha.
En un estudio alemán de 2010, se analizó la actividad cerebral de un grupo de adultos que habían sido forzados a escribir con la mano derecha. Si comparas los resultados con los de los diestros, la actividad cerebral es más similar a la de los zurdos. Pero si los comparas con los de los zurdos, se parece más a la de los diestros.
“Aquí vemos un caso muy interesante: lo que te enseñan no anula completamente la inclinación natural a usar la mano izquierda”, dice Willems. “Hay una mezcla compleja entre naturaleza y educación. Si metes a todos los que escriben con la mano derecha en un mismo grupo, estás mezclándolos”.
Willems cree que hay gente que nace zurda o diestra, pero también hay personas que nacen sin una preferencia y que deciden usar más una mano o la otra. El hecho de que prefieran la derecha puede ser simplemente porque es la opción más común y el mundo está hecho para los diestros.
Todo esto viene a significar que, en un grupo de individuos que se identifica así mismo como diestros, es muy probable que alguno tenga una lateralidad atípica. Además, estamos perdiendo la oportunidad de entender cómo se organiza el cerebro, cuántos tipos diferentes hay y dónde están los límites.
Los zurdos son solo un ejemplo de cómo la diversidad en una muestra científica puede cambiar los resultados de una investigación y propiciar conclusiones completamente diferentes sobre cómo funciona el cuerpo y el cerebro; lo que es “normal” o “atípico”.
Cuando los estudios incluyen a estos individuos, se aprenden cosas sobre el cerebro que no sabíamos. Gracias a ello, Willems y sus colegas descubrieron que los zurdos y los diestros responden a las caras con diferentes regiones del cerebro.
Cuando vemos la cara de otra gente, se activa una parte trasera del cerebro conocida como el área fusiforme de las caras. En los diestros, se activa principalmente en el lado derecho. En los zurdos, se distribuía más o menos igual en ambos lados.
Aunque puede parecer un hallazgo menor, muchos libros de texto consideraban el uso del hemisferio derecho para las caras como algo innato, explica Willems. “Se decía que, con la evolución, habíamos dedicado una parte del cerebro específicamente a las caras, porque eran importantes para sobrevivir. Puede que sea verdad, pero nosotros hemos visto que el cerebro puede hacerlo perfectamente dividiendo el trabajo entre ambos hemisferios. Siguiendo un camino completamente diferente, se pueden llegar a niveles de especialización similares”.
“No sabemos lo que no sabemos”, dice Bailey. “Puede que los zurdos muestren más diferencias en ciertas características, quizás con respecto a la memoria, a la atención o la estructura cerebral. Pero no lo sabemos porque no se les incluye en las investigaciones”.
Bailey también cree que hay otra cuestión ética en juego, puesto que los zurdos no tienen acceso a los beneficios que ofrecen estas investigaciones. A menudo, los sujetos de estos estudios son estudiantes de universidad a los que se les paga su tiempo o se les ofrece créditos universitarios. Además, si pertenecen a carreras científicas, tienen la oportunidad de ver de primera mano cómo se lleva a cabo un estudio.
Los problemas de diversidad en los estudios no se dan solo con los zurdos. Es un tema que cada vez tiene más importancia en la psicología y la neurociencia.
“Los conocimientos que tenemos sobre el funcionamiento del cerebro o los fenómenos psicológicos vienen principalmente de un grupo homogéneo de gente”, dice Willems. “Francamente, los temas como la clase socioeconómica y la etnicidad son probablemente más importantes que la mano dominante”.
Varios estudios sobre cómo afectan los factores socioeconómicos al procesamiento del lenguaje han mostrado que estos pueden influenciar sutilmente la forma en que se percibe. Sin embargo, eso no nos ha llevado a excluir a gente de diferentes clases socioeconómicas. Todo lo contrario; la curiosidad ha propiciado estudios para entender cómo afectan estos factores sociales.
“Yo diría que la lateralidad se debería ver de la misma manera”, dice Baley, señalando que la inclusión de los zurdos es mucho más importante en estudios que quieran representar al total de la población. “Puede tener un impacto en ciertas funciones, o no. Pero eso debería propiciar más investigaciones sobre cómo afecta a otras funciones cognitivas”.
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