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viernes, 7 de agosto de 2020

La red de abortos clandestinos de Argentina no permitirá que una pandemia se interponga en su camino

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

BUENOS AIRES, ARGENTINA - Al menos dos veces por semana, a Julia Burton le llega un correo electrónico con información sobre mujeres que no conoce.

Incluye sus nombres, sus edades, donde viven y algunos detalles que dieron lugar a su llamado de ayuda. Es decir, que están embarazadas y quieren abortar.

"Hola, soy Julia de Socorristas", Burton responde vía WhatsApp al número que vino con el correo electrónico. "¿Cuándo podemos hablar?".

Este es el comienzo de una relación importante tanto para Burton como para la persona al otro lado del teléfono. En circunstancias normales, se habrían conocido en persona. Pero la pandemia que ha provocado caos a nivel mundial también ha trastocado el trabajo íntimo de Socorristas en Red, una red de voluntarias que brindan orientación y apoyo mientras las mujeres se someten a abortos en Argentina.

Y aunque no están trabajando en persona, Burton y sus compañeras Socorristas en Red siguen brindando un servicio invaluable a las mujeres en el país. Son una voz a distancia, que le asegura a la persona que llama que no está sola.

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Julia Burton, miembro de Socorristas en Red. (Foto: Camila Ostrower)

En Argentina, el aborto es tanto legal como ilegal. Para algunas personas es gratuito y accesible, y para otras es un laberinto lleno de obstáculos. En las peores circunstancias, puedes morir.

El código penal argentino considera que el aborto es un delito que amerita pasar un tiempo en la cárcel tanto para la mujer como para el médico, a menos que la embarazada haya sido violada o el embarazo ponga en riesgo su salud o su vida. El Ministerio Nacional de Salud contempla que un riesgo para la salud de la persona embarazada puede ser de tipo físico, mental o social, lo que permite que un amplio rango de escenarios caigan en la categoría de lo que se considera oficialmente como una interrupción legal del embarazo.

Pero esa definición no aplica para todo el mundo. No todas las provincias han adoptado el protocolo nacional, y los médicos que invocan la objeción de conciencia, o que solo reconocen los riesgos para la salud física, dificultan el acceso a un servicio legal en algunas partes del país. A las mujeres se les dice que lo piensen bien, se les impide o se les niega rotundamente.

Así fue uno de los casos en manos de La Revuelta, un colectivo feminista en la provincia de Neuquén, en la región de la Patagonia austral argentina, en 2008. Acompañaron a una joven pareja en el proceso de abortar, y fueron testigos de las faltas graves en el sistema que pone a las personas en riesgo. Eso fue lo que impulsó a crear el primer Socorro Rosa en Argentina en 2010, una forma de acompañamiento inspirada en el trabajo de las feministas en Italia, Francia y Estados Unidos en la década de 1970.

Diez años después, Socorristas en Red se ha convertido en una red de 54 colectivos que se extienden por todo el país. Incluye a 503 activistas, tres cuartas partes de las cuales tienen entre 20 y 35 años.

Proporcionan información diseñada por la Organización Mundial de la Salud sobre cómo realizar un aborto farmacéutico con el medicamento misoprostol. Intentan eliminar los obstáculos que se interpondrían en el camino de que una mujer ejerza su derecho conectándola con médicos "amigables" que la ayudarán. También realizan encuestas detalladas de las mujeres que han abortado y a lo que se han enfrentado.

Pero su trabajo quizás se defina más por el acto de estar presente y disponible a todas horas para la mujer mientras se somete al procedimiento. El objetivo es transformar el aborto en una experiencia que se defina por el afecto y el cuidado.

En los seis años que la red ha recopilado datos, Socorristas en Red ha apoyado a más de 32.000 mujeres argentinas. Tan solo en 2019, acompañaron a 12.575 mujeres en la interrupción de sus embarazos.

La pandemia no ha silenciado las llamadas; han sido más este año que el pasado. Las órdenes de quedarse en casa que se han extendido durante meses han agregado otra capa de dificultad para las mujeres que se encuentran con embarazos no deseados. Las socorristas tuvieron que reagruparse y adaptarse. Han pasado de realizar reuniones grupales en persona a hacerlas por videollamada; han resuelto los problemas según sea necesario, apelando, por ejemplo, a las autoridades sanitarias locales para garantizar que las recetas se llenen correctamente. El acto de escuchar se ha vuelto aún más crucial.

"Hacemos esto porque queremos que el aborto salga del lugar de la criminalización, de la penalización, del silencio. Que salga del lugar de la muerte, que ha sido amarrado por las practicas de aborto clandestinas inseguras", dijo Ruth Zurbriggen, de 54 años, activista e investigadora de La Revuelta, y una de las miembros fundadoras de Socorristas en Red.

“Atravesar esa situación de manera acompañada yo creo que es mucho más reparadora que si estás sola, si no sabes lo que va pasar, si no tienes nadie del otro lado a quien puedas comentarle”.

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Ruth Zurbriggen, miembro del colectivo feminista La Revuela y Socorristas en Red, un grupo que ayuda a mujeres en Argentina a abortar. Foto cortesía del Archivo SenRed.

Cuando Catalina Silvero descubrió a mediados de 2019 que estaba embarazada, supo de inmediato que quería abortar. A diferencia de su primer embarazo, la mujer de 35 años nunca sintió una conexión con el proceso que se desarrollaba en su cuerpo. Viviendo en San Nicolás de los Arroyos, a orillas del río Paraná en la provincia de Buenos Aires, recurrió al internet para averiguar sus opciones. Era una lluvia de información, y se cuestionaba sobre la credibilidad. Si compraba los medicamentos en línea, ¿funcionarían? Y si no, ¿qué podría pasar? Los días pasaron y la situación de Silvero se volvió más urgente.

"Yo necesitaba verle la cara a una persona, a alguien que me dijera, sí, es esto, es por acá", dijo. Fue entonces cuando se puso en contacto con Chanas San Nicolás, un colectivo feminista que forma parte de Socorristas en Red. Le respondieron en 24 horas.

"Yo me acuerdo que me largue a llorar”, dijo. “Nunca en mi vida me puse a llorar en el teléfono, sin saber con quién estoy hablando, sin embargo, esa persona te brinda tanta contención, que es como que te desplomas en el teléfono".

Las socorristas hablan de una serie de "momentos" que definen el acompañamiento que hacen. La primera es aquí, cuando hacen ese contacto inicial con la persona que pregunta sobre un aborto a través de una de sus líneas directas.

Antes de la pandemia, hacíamos talleres en persona con otras mujeres. Puede ser pequeños grupos de mujeres junto con las socorristas que las acompañan, o grupos más grandes. Los talleres se realizan en parques, bares, centros comunitarios o espacios de teatro. Se hacen deliberadamente en lugares al aire libre, en lugar de en sitios oscuros. Esta es una oportunidad tanto para que las mujeres compartan sus historias personales como para proporcionar información sobre el proceso que se avecina.

"Algo pasa en esos talleres que es difícil describir en palabras", dijo Burton, de Socorristas en Red en la ciudad capital de Buenos Aires. "De repente se dan cuenta que no son las única a que les pasa, no son las únicas que tienen miedo. Cada historia es individual, pero también ahí brota algo de lo colectivo”.

Estas sesiones pueden durar horas.

“Las cosas que hemos escuchado en los talleres”, dijo Zurbriggen. Mujeres que vienen a acompañar a sus hijas, 16 o 17, y por primer vez cuentan de su aborto, delante de su hija, que tiene que abortar”. O mujeres, de entre 30 y 40 años, que están allí por sus hijas –hijas que forman parte de un movimiento feminista resurgente en Argentina y que le han pasado el teléfono de las socorristas a sus madres que quieren abortar.

Estos son los momentos de los que se han perdido las socorristas durante la pandemia, y desde que el gobierno impuso el aislamiento social. El abrazo colectivo ha sido reemplazado por llamadas telefónicas más largas. Puede ser a mitad de la noche si nadie más en la casa lo sabe, o a otras horas cuando la mujer encuentra privacidad. El acompañamiento ha continuado porque las socorristas ya tenían redes y formas de comunicación bien establecidas que les permitían estar presentes incluso desde la distancia. Aún así, ha habido momentos de ansiedad en torno a garantizar que se resuelvan los problemas.

“Ayer una chica que me tocó acompañar me decía, ‘yo no me puedo sacar el miedo’. Entonces yo le contestaba, le mandaba mensajes, y le contaba de todas la mujeres que han hecho esto y han salido bien, y que la medicación es segura”, dijo Zurbriggen. “Y ella termina diciéndome: ‘lo único que quiero hacer es salir de esta casa para ir a abrazarte. Es esa sensación, que sienten que, de alguna manera, estamos cerca”.

En el caso de Silvero, las socorristas se dieron cuenta de que estaba pasando por el aborto sola, por lo que fueron a su casa y estuvieron ahí mientras se tomaba el misoprostol.

“Trajeron bebidas frías porque era un día caluroso. Se sentía como algo normal y cotidiano. Sin drama, sin suspenso, nada de películas de terror. Estábamos en mi casa, platicando, como si fuéramos amigas”, dijo.

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Activista de Socorristas en Red, un grupo que ayuda a las mujeres a abortar, marcha en La Plata, Argentina, durante el Encuentro Plurinacional anual de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y Personas No Binarias en octubre de 2019. Foto cortesía de Archivo SenRed.  

Las mujeres en Argentina han estado haciendo campañas para legalizar el aborto de manera más amplia durante décadas. En 2015, un movimiento contra las altas tasas de violencia contra las mujeres llamado #NiUnaMenos proporcionó un nuevo impulso para el movimiento feminista, atrajo a cientos de miles de personas a las calles y preparó el escenario para lo que vendría en 2018: un debate en el Congreso sobre un proyecto de ley para legalizar el aborto en las primeras 14 semanas de embarazo.

El proyecto de ley fue aprobado en la Cámara de Diputados, pero fracasó en el Senado. Aún así, las feministas lograron cambiar drásticamente la conversación en Argentina.

Dos años después de ese histórico debate, el presidente Alberto Fernández está listo para patrocinar un proyecto de ley para legalizar el aborto electivo aquí. Es un nivel de apoyo político sin precedentes para la legalización, pero el proyecto de ley aún enfrentará una fuerte oposición de sectores religiosos, en particular la iglesia católica y el Papa Francisco.

"Lo ha expresado el presidente mucho mejor que yo, queremos evitar muertes de mujeres evitables",  dijo Vilma Ibarra, miembro destacado del equipo de Fernández y su asesora legal y técnica, en una reciente entrevista televisada. “Hoy estamos en el peor de los mundos. Los abortos suceden en cientos de miles y además la mujeres mueren en abortos clandestinos, amenazadas de ir a la cárcel”.

Monica Menini, abogada en la provincia de Salta y miembro de la campaña nacional para legalizar el aborto, dijo que si bien hay regiones con amplio acceso al aborto legal, hay otras donde los hospitales los registran como objetores de conciencia.

La legalización del aborto electivo se siente "más cerca que nunca", dijo, y cambiará el panorama dramáticamente en Argentina.

"Para muchas personas gestantes, les cuesta mucho entender qué es la interrupción del embarazo. Nosotros lo hablamos con mucha tranquilidad, pero no es tan fácil. Muchas nos dicen, yo pensé que era ilegal”, dijo. "A nosotras lo que nos falta es poder ir a un hospital, ante el médico que nos atienda y nos pregunta, ‘¿Por qué vas a hacer un aborto?’, y decir, ‘porque es mi voluntad, y nada más’".

Socorristas en Red es parte de este cambio cultural. Cuando empezaron, ese grupo inicial de activistas en Neuquén colaboró ​​en una producción teatral que contó su historia. Se subían a un automóvil algunos fines de semana al mes, y se dirigían a diferentes ciudades a dar el espectáculo y hablar sobre el socorrismo. Fue una forma clave en que creció el colectivo. Ahora, en manifestaciones feministas masivas, son el grupo que lleva pelucas rosas, algo que captura la visibilidad que buscan.

Tras bambalinas, el trabajo es interminable. Las socorristas están constantemente en busca de médicos aliados, acudiendo a las citas con el único propósito de ver a cuántas mujeres pueden mandar con ese médico. Si alguien no puede pagar los medicamentos, la llevan a un hospital público que se los proporcionará.

Los obstáculos persisten. En San Nicolás, solo hay un médico que está dispuesto a realizar abortos legales. Silvero dijo que hay mucha desinformación sobre hasta dónde llega la ley y miedo entre los profesionales de la salud.

Cuando quiso hacerse una ecografía después de su aborto, tuvo que llorar y decir que había sufrido un aborto espontáneo. ""No puedes decir, ‘me hice un aborto con medicamentos en mi casa’”, dijo Silvero, quien ahora es socorrista. Para ella es importante destacar que no solo las jóvenes buscan ayuda de su grupo, sino también mujeres como ella, que ya son madres. Trata de ponerse de nuevo en esos zapatos, proporcionando información que no había podido encontrar hasta que llegaron las socorristas.

Ser socorrista "ensancha mi existencia", dijo Zurbriggen, la segunda de ocho hermanos. A menudo se pregunta, ¿cuántos de esos ocho eligió su madre? También ha reflexionado sobre su propia vida. “Yo no aborté porque no me animé”, dijo, algo de lo que pudo hablar con su hija y que considera un hito en su maternidad.

"Aprendo muchas cosas de las personas que acompaño, de ese pedacito de vida que comparten con nosotras. Y aprendo que el aborto siempre va ser un enigma. Siempre. Porque es una decisión muy poderosa".

Natalie Alcoba https://ift.tt/3gyyjKJ

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