Es momento de despertar. Este viernes de la Semana Global de Acción por el Clima, VICE Media Group presentará únicamente historias relacionadas con la actual crisis climática. En este enlace podrás conocer a jóvenes líderes de múltiples lugares del planeta y entender con ellxs cómo tomar acciones.
Desde los primeros casos de COVID-19 en Brasil, la frase “quédate en casa” se convierte en slogan de la seguridad sanitaria. Quedarse en casa es lo que más quisiera Artemisa Barbosa Ribeiro, más conocida como Artemisa Xakriabá. Para esta activista indígena de 20 años eso significa salir de la ciudad de Santa Maria, en el estado de Rio Grande do Sul, y volver al lugar donde nació. Su regreso solo será posible a mediados de septiembre, luego de que termine el primer semestre de universidad. Han pasado ocho meses desde su última visita. Justo el día antes de partir, el último de espera, hablamos por teléfono. Está cumpliendo 14 días de cuarentena en São João das Missões, Minas Gerais, a 32 kilómetros del territorio del pueblo indígena Xakriabá.
“Mi corazón se acelera. Cuando estás fuera de casa es como si una parte de ti también estuviera fuera de tu mente”, explica ansiosa en la llamada la estudiante que se dio a conocer en la Cumbre del Clima de Naciones Unidas 2019, celebrada en Nueva York, por alzar la voz contra la política ambiental del gobierno de Bolsonaro. Poco después de su llegada compartirá en redes sociales el valor que tiene para ella estar en su tierra: “Es donde encuentro mi espacio y me fortalezco. Es donde me recargo y tengo mis grandes momentos. ¡Es donde encuentro mi yo, mi libertad e identidad!”.
Artemisa permanecerá lo que resta del 2020 en el territorio Xabriabá, aprovechando un tiempo que no había podido disfrutar en su comunidad debido a sus estudios y trabajo. A los 12 años se fue a estudiar a São João das Missões. A los 16 se trasladó a Ribeirão Preto, en São Paulo, y comenzó a visitar su tierra solo de vacaciones. A principios de 2020 se fue aún más lejos, a Santa Maria, para estudiar música y psicología. Desde ahí, como parte de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), dedica tiempo a pensar el futuro de la juventud indígena. Volver a su pueblo marcará el reencuentro con los cimientos que sostienen la fuerza que el mundo conoció durante la cumbre de Nueva York. “La gente de Xakriabá es muy guerrera”, me cuenta. “En la década de los ochenta los grilleros mataron a nuestro cacique Rosalino Gomes. Pero él dejó el mensaje de que es importante cuidar la gente y la tierra. Y hasta el día de hoy, luchamos por nuestro derecho a tener y ser”.
—Entonces, ¿tu activismo proviene de su legado? —pregunto.
—Sí. Desde pequeños en la escuela del territorio aprendemos a amar la naturaleza. A los nueve años comencé a reforestar y forestar el pueblo. Incluso cuando me fui seguí con acciones de reforestación en São João das Missões y Ribeirão Preto —dice.
A pesar de esto, Artemisa empezó a reconocerse en las palabras activismo ambiental hace poco tiempo. "Lo hemos estado haciendo desde que éramos pequeños, simplemente no tenía ese nombre", dice. El reconocerse como tal sucedió gracias a la activista Célia Xakriabá, la primera persona de su comunidad en obtener el título de maestra. Célia, que es prima y referente de Artemisa, fue una de las organizadoras de la Primera Marcha de Mujeres Indígenas en Brasil, que en agosto de 2019 llevó a 1.500 representantes de 130 pueblos indígenas a las calles de Brasilia para pedir al gobierno respeto por sus territorios, cuerpos y espíritus. Por invitación de ella, Artemisa escribió el himno de la manifestación: “Mi cuerpo está en el frente en defensa de los derechos, por la lucha, por la tierra, por el espacio y por el respeto”, decía la letra que compuso.
—¿En ese momento viste en la música una herramienta de lucha?
—La música tiene un significado muy profundo en mi vida. Cuando hice la canción para la marcha me di cuenta de que también era una forma de luchar. Como yo no estaba ahí dentro de mi territorio, trabajando y peleando como ellos, era una manera de luchar desde afuera— explica ella, quien aprendió a tocar la guitarra sola y, durante la pandemia, mientras esperaba regresar a su pueblo, escribió dos canciones. “Sīwamharzē”, como tituló a una de ellas, habla de la fuerza de la mujer indígena, una que siempre ha visto en su tierra en las figuras de Célia y la madrina Wanuam, y que percibió nuevamente en la marcha a Brasilia en referentes como la excandidata a vicepresidenta de Brasil Sônia Guajajara.
—¿Qué significa ser mujer indígena para ti?
—Es una pregunta difícil. Como mujeres ya sufrimos prejuicios, como mujeres indígenas es aún peor. Hay mucha gente que piensa que fuimos hechas solo para cuidar la casa y la tierra. Que no tenemos derecho a estudiar, a trabajar.
A pesar de que tarda unos segundos en contestar, como no ha ocurrido antes en la conversación, para Artemisa se ha hecho un poco más fácil responder a esta pregunta desde que se reunió con otras mujeres indígenas en la marcha. Aquel encuentro resultó en un documento en el que reafirmaron su deber de fortalecer y valorar los conocimientos tradicionales, defender la ascendencia y la cultura y honrar la memoria para evitar ataques a su propia existencia. Sobre todo, dice Artemisa, las mujeres indígenas son “personas luchadoras que ponen su cuerpo ante cualquier situación”.
Después de este evento en el que floreció como mujer activista indígena fue invitada a representar a la juventud indígena en la Cumbre del Clima 2019. En esa ocasión Artemisa fue la voz de la Alianza Global de Comunidades Territoriales, que reúne a cuatro organizaciones indígenas del continente americano y Asia. Entre todas, protegen 600 millones de hectáreas de bosque. "Fue una experiencia maravillosa. Me di cuenta de que no podemos parar, de que es una lucha de todos, no solo mía”, dice. “Es luchando por la tierra que todos seguimos vivos”.
Artemisa llevó a Nueva York el malestar de su gente frente a las políticas ambientales del actual gobierno brasileño, responsables de que la selva amazónica ardiera en llamas y aterrorizara al mundo meses antes de la cumbre. "No respetan nuestros territorios. El gobierno de Bolsonaro está cometiendo una masacre. No solo nos está matando a los indígenas, sino a todos los que estamos aquí, a la sociedad. Necesito que nos den visibilidad, pues juntos tendremos más fuerza", dijo en la cumbre.
El año pasado, durante los primeros ocho meses, el número de incendios en Brasil había crecido en un 83%. Para agosto de 2019 la cantidad de incendios en la Amazonia había superado el promedio histórico de los 21 años anteriores. El 33% de los incendios de julio y agosto se habían producido en tierras indígenas. Mientras se hacía evidente el abandono estatal a los pueblos indígenas, Jair Bolsonaro lanzaba declaraciones ofensivas que apuntaban contra sus derechos; en más de una ocasión, por ejemplo, dijo que había demasiadas tierras demarcadas en el país.
En 2020, poco ha cambiado. Brasil está acusado de descuidar el control de la pandemia entre los 750.000 indígenas y los 5.800 pueblos repartidos por todo el territorio. Los incendios ya han destruido el equivalente a ocho ciudades de São Paulo en las áreas del Pantanal brasileño. Por eso, para Artemisa las declaraciones que dio en la cumbre de la ONU hace un año siguen vigentes.
“Es muy triste, porque es un sistema, una política genocida. Destruye tanto a los pueblos indígenas como a la naturaleza. Entonces no hay razón para dejar de luchar. Hay muchas personas, nuestros antepasados, que lucharon para que yo tuviera vida hoy. Ahora tengo que hacer esto para las generaciones futuras. Cuidar de la madre naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos ", dice en nuestra conversación.
En 2019 Artemisa también viajó a Costa Rica, donde se reunió con otros jóvenes de América Latina para buscar soluciones a la desprotección de los pueblos indígenas en su país. "Es triste que tengamos que viajar al exterior para que nos escuchen. Es necesario tomarse de las manos, una unión, porque es con la fuerza que derribamos al otro, ¿no?".
La fuerza, que es sobre todo una suma de resistencias, es el ejercicio diario de Artemisa. Ella, que ha sufrido discriminación por caminar por las calles con el cuerpo pintado como es tradición en su pueblo, vive luchando contra la mirada de quienes intentan despojarla de su identidad.
Por eso regresar a casa después de ocho meses es volver a encontrarse. Encontrarse con alguien que todavía se está descubriendo indígena, mujer y lesbiana.
—¿Cómo te sentiste el año pasado cuando compartiste tu orientación sexual con tu comunidad?
—Estaba muy asustada. Me preguntaba si iba a tener apoyo, si me iban a considerar una vergüenza. Es un proceso de autoconocimiento, pero recibí el apoyo de mi gente. Uno de los líderes me llamó y pronunció una frase que guardo hasta hoy: “la felicidad es algo que no podemos ocultar. Donde no puedas ser tú, mi hogar es tuyo”.
En ese momento sus tres identidades —mujer, indígena, lesbiana— se cruzaron para revelar pertenencia. "Yo nací así. En el pueblo, en la ciudad, soy una sola persona. No tengo que dejar de ser quien soy para complacer a otros". De este viaje a su tierra Artemisa saldrá más fuerte para poner en práctica un plan de acción para su futuro y el de otros jóvenes indígenas.
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Alice de Souza https://ift.tt/3cxrc47
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