Esta nota es presentada por Iberdrola México.
El desempleo juvenil en Latinoamérica y en el Caribe alcanzó su punto más alto en treinta años, incluso antes de las consecuencias económicas del coronavirus. Un plan de recuperación concentrado en el desarrollo de las industrias verdes representa una oportunidad clara y factible para evitar desastres mayores, con la posibilidad de crear hasta 15 millones de empleos en la región durante la próxima década. La transición a una economía verde podría crear más del doble de la cantidad de empleos que se perderían en sectores no sostenibles durante este proceso.
La energía solar tiene el mejor potencial, pues es un sector que hasta ahora provee un tercio de los trabajos producidos en las energías renovables en todo el mundo. En México, donde la generación de electricidad renovable promete la mayor cantidad de puestos laborales del sector verde, la solar representaría el porcentaje más alto de energía en el futuro.
Entonces, llega la COVID-19, tragedia humana, bomba expansiva económica cuyo alcance ninguno de nosotros conoce. Actualmente, Latinoamérica es la región más golpeada del mundo. El impacto no tiene precedentes: las economías prevén experimentar la recesión más grande en la historia de la región y se predice que el desempleo se duplique, dejando un pico histórico de casi 41 millones de desempleados. Todos los problemas que había antes, ahora son mucho más graves.
Si sientes que buscar trabajo en estos momentos parece un intento por regresar a la normalidad mientras el mundo se derrumba, en Latinoamérica hay una razón en particular para preocuparse: hace poco, la Organización Internacional del Trabajo destacó el crecimiento del desempleo entre los jóvenes de la región, en donde 1 de cada 5 jóvenes en busca de trabajo no lo encuentra. La población juvenil tiene tres veces más probabilidades de no conseguir empleo que grupos de más edad, y también tiene más probabilidades de trabajar bajo contratos a corto plazo o tener empleos informales, sin contrato. Lo más preocupante es que el número de jóvenes a los que les han negado tanto oportunidades laborales como educativas va en aumento, lo cual amenaza con una posibilidad real de que buena parte de las generaciones más jóvenes no tenga oportunidades de obtener un ingreso estable ni una educación superior.
A diferencia de los jóvenes en Europa y Estados Unidos, muchos millennials latinoamericanos han sido testigos de mejoras importantes a lo largo de sus vidas en aspectos como la erradicación de la pobreza, la seguridad social y la educación. Ha habido cambios reales; a pesar de lo que tu tía pueda pensar, no te habría ido mejor si hubieras llegado a la adultez en medio de la dictadura de la Guerra Fría ni durante las crisis económicas de los 90. Sin embargo, estos beneficios no siempre han alcanzado a los jóvenes ni necesariamente son duraderos, sobre todo en economías que aún dependen desproporcionadamente de los combustibles fósiles y la extracción minera.
De todos los sectores de las energías renovables, hoy en día aquel que atrae una mayor inversión es el solar, con ventajas tanto para los consumidores como para los trabajadores. Durante la última década, el precio para generar electricidad solar se ha reducido un 75%; ahora cuesta sólo 70 dólares generar un megavatio con energía solar, en comparación, se requieren 130 dólares para usar petróleo. Los paneles solares son excepcionalmente versátiles: tienen bajo costo y son aptos tanto para áreas urbanas densas como para zonas remotas poco pobladas, una solución para la pobreza en varios contextos. En Brasil, por ejemplo, la energía solar ya forma parte de los programas de vivienda social.
Siguiendo esta idea, existen proyectos como Smart Solar; una solución de Iberdrola México para sus clientes industriales. Con esta se instala un sistema de energía solar fotovoltaica en una superficie que normalmente no es aprovechada, como el techo o terreno dentro de sus instalaciones, y la energía que este sistema genere es parte del suministro que recibe. La ventaja de este producto es que no se requiere inversión inicial por parte del cliente y esto les trae beneficios como la reducción de emisiones de CO2 además de un ahorro en la factura de energía eléctrica.
Al igual que con otras catástrofes, el daño ambiental afectará más a los grupos de bajos recursos, también en lo que refiere al tema laboral. Eso incluye a los jóvenes, pues más de la mitad de ellos trabajan en el sector informal. Los mismos daños al medio ambiente ponen en riesgo la subsistencia de las personas; por poner un ejemplo, se calcula que durante la próxima década podrían perderse 2.5 millones de empleos en Latinoamérica, para añadir un toque de estrés. Estas personas serán vendedores ambulantes, albañiles y agricultores, todos ellos forman parte de distintas fuerzas laborales con gran potencial para capacitarse en las industrias verdes. Para ellos, y para las personas que actualmente trabajan en sectores como el petrolero, trasladarse a áreas como la producción de energía solar puede no ser un proceso tan complicado y tampoco algo malo en sí.
Imagina este escenario: tienes un trabajo decente, el transporte público es bueno, hay nuevas tecnologías, menos desastres naturales, cero emisiones y sabes que tu salud no se verá afectada por exponerte a toxinas, polución o a una pandemia demencial. Quién sabe, hasta puedes ser vegetariano. Ésta es precisamente la imagen que podría tener una transición justa hacia las energías renovables, en especial para los más desfavorecidos con el actual sistema.
Esta nota es presentada por Iberdrola México, cuya acción genera más de 30,000 empleos directos e indirectos y actualmente opera seis parques eólicos y dos solares en el país, además de 16 centrales de ciclo combinado y cogeneración, las cuales en su mayoría cuentan con reconocimiento de energía limpia y excelencia ambiental otorgados por PROFEPA.
Ali Sargent https://ift.tt/2GVwYRc
No hay comentarios:
Publicar un comentario