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El 15 de marzo de 2019, un neonazi australiano de Christchurch, Nueva Zelanda, comenzó a retransmitir un vídeo en directo en un aparcamiento de una mezquita. Lo que se vio a continuación fueron las imágenes más horribles jamás grabadas.
El vídeo, que fue compartido en masa por nazis en internet, mostraba a un hombre de 28 años armado hasta los dientes asesinando a 51 personas. Apenas cinco meses después, un tejano de 21 años acribilló a balazos a 23 personas en un supermercado de El Paso.
Ambos son el ejemplo de muchas cosas terribles: lobos solitarios que matan por la raza, la expansión internacional de la ideología de la extrema derecha, la ludificación del terrorismo de ultraderecha y el uso de servicios de transmisión en directo como herramienta de propaganda.
También son el ejemplo de las relaciones entre los ecologistas y la ideología fascista: ambos asesinos publicaron manifiestos en internet como propaganda para alentar a otros a hacer lo mismo; ambos manifiestos citaban el medioambiente como una de las razones para llevar a cabo los tiroteos.
“Soy un etnonacionalista ecofascista”, escribió el homicida de Christchurch en su manifiesto. “Autonomía étnica para todas las personas con un enfoque en la preservación de la naturaleza y el orden natural”.
La ideología de extrema derecha es una amenaza obvia y cada vez mayor. El ecofascismo —por lo general, el deseo de un régimen totalitario que sacrifique a poblaciones, normalmente minorías, para proteger al medio ambiente— forma parte de esa amenaza. Aunque no es un movimiento particularmente popular, no se debería obviar, dijo Alex Amend, que hace poco escribió un artículo detallado sobre el estado moderno del ecofascismo para el grupo Political Research Associate.
“El ecofascismo ofrece una explicación a por qué alguien, como el hombre de Christchurch, debería matar a los inmigrantes por ser, en su opinión, una amenaza para el cuerpo político blanco y la patria blanca”, nos dijo Amend. “Así que ya se ha demostrado que es fatídico. Y seguirá siendo fatídico”.
En conversaciones encriptadas que han sido reveladas, unos neonazis y otros seguidores de la extrema derecha hablan a menudo del medio ambiente y del papel que juega en sus planes.
“Puesto que el cambio climático causa cada vez más ansiedad y estrés medioambiental”, decía Alexander Reid Ross, un académico que estudia los movimientos fascistas, “la ecología juega un papel más importante en la ideología fascista de todo el mundo”.
¿Qué es el ecofascismo?
Al igual que el término ultraderecha, el ecofascismo ha perdido parte de su significado en los últimos años y se ha utilizado tanto que se ha convertido en un término peyorativo.
“Un ecofascista podría centrarse en la política ecológica, en la llamada superpoblación y tal vez en aspectos de la ecología profunda y del rechazo de los derechos humanos, mientras que otros fascistas se centran más en las plataformas de la clase obrera blanca”, dijo Reid Ross.
Amend describía a los ecofascistas como fascistas que tienen “una concepción de la identidad blanca que es básicamente la misma, o que está directamente ligada a lo que ellos creen que es el panorama histórico que es importante para esa identidad”.
Algunos ecofascistas afirman que la superpoblación está destruyendo el planeta y culpan al sur global. Esta idea, que poco a poco se va abriendo paso entre los círculos de la extrema derecha más tradicionales, fue mencionada por el terrorista de Christchurch. Otros creen que el consumismo de occidente explica la destrucción del medioambiente y es culpa de las élites judías.
Bernhard Forchtner, miembro sénior del Centre for Analysis of the Radical Right y profesor adjunto de la Universidad de Leicester, nos explicó que los ecofascistas normalmente tienen miedo de una degradación o un desastre ecológico. “Ese miedo está ligado a una amenaza a la integridad racial de los fascistas”, decía. “Para enfrentar esta amenaza o peligro, lo que se necesita hacer en un espacio profesional es reorganizar la sociedad alrededor de los principios autoritarios”.
El ecofascismo no es nada nuevo. La conocida frase neonazi de “sangre y tierra”, que coreaban los asistentes a las protestas de Charlottesville, hace referencia a la conexión directa de un solo grupo étnico con la tierra que habita. No han faltado los líderes de extrema derecha que han utilizado el medioambiente o algún principio del ecofascismo para adoctrinar y reclutar, entre ellos David Lane, un miembro del grupo neonazi americano The Order que acuñó las conocidas como 14 palabras y William Pierce, el hombre que escribió Los diarios de Turner.
Durante años, los fascistas trataron de infiltrarse en los movimientos ecologistas, a veces con éxito. La razón es que el ecofascismo comparte, hasta cierto punto, aspectos de algunas controvertidas pero reconocidas escuelas del pensamiento ecologista. Varios grupos fascistas siguen la ecología profunda —la creencia de que todos los seres vivos son iguales y por lo tanto la existencia de la humanidad es inherentemente perjudicial—.
“Vemos a muchas personas de la extrema derecha que adoptan esas mismas ideas y discursos”, decía Blair Taylor, del Institute for Social Ecology. “Los ecologistas profundos muestran a la humanidad como una garrapata o un parasito de la naturaleza, igual que los fascistas ven a los judíos como parásitos de la economía o a la gente de color y los beneficiarios de la seguridad social como parásitos del cuerpo político”.
Aunque en principio la ecología profunda no es una ideología fascista, ambas tienen similitudes. Cuando el ecologista profundo Pentti Linkola, un finlandés conocido por sus reflexiones sobre los beneficios del genocidio en la Tierra y su firme postura frente a la inmigración, murió a principios de año, algunos grupos de ecofascistas guardaron luto y publicaron homenajes en redes sociales.
“Él criticaba la modernización, el humanismo y la globalización de una manera encantadora incluso en su forma más extrema y provocativa”, decía uno de los tributos.
Publicaciones en internet e incendios provocados
De un tiempo a esta parte, se han formado varios grupos de ecofascistas en internet. Los dos más prominentes son Green Brigade, que ya no existe, y Greenline Front, que prácticamente no tiene actividad..
La Green Brigade tenía relaciones con The Base, una célula terrorista neonazi ahora desmantelada. Fueron los responsables del incendio de una granja de visones —un objetivo típico para los ecoextremistas— en Suecia el pasado octubre.
Según un antiguo miembro, el grupo comenzó como un servidor de Discord (una plataforma de chat diseñada para jugadores) que circulaba por la “comunidad ecoextremista”. Nos explicó que, aunque no invitaban a los neonazis, tampoco los rechazaban.
“Cualquiera podía entrar siempre y cuando le gustasen los árboles y odiase a las corporaciones. No importa que llamasen a esas corporaciones capitalistas o judíos”, decía. “Teníamos de todo, desde socialistas a anarquistas, pasando por fascistas”.
La mayoría de los miembros, explicaba, eran paganos y de los Estados Unidos, aunque tenían algunos internacionales. Los describe como unos “guerreros de los teclados” que principalmente hacían propaganda juntos.
Algunos, sin embargo, fueron un paso más allá: el miembro de la Green Brigade que supuestamente quemó la granja de visones también participaba activamente en The Base y había publicado tutoriales sobre cómo hacer bombas caseras en el sitio web de memes iFunny.
Al final, los líderes de la Green Brigade se vincularon más con The Base e incluso enviaron un correo electrónico al grupo neonazi señalando cómo podían ayudarse mutuamente para reclutar a más gente.
A muchos miembros del grupo ecologista esto no les gustó demasiado.
“Comenzamos como un grupo general de ecoterrorismo, no específicamente ecofascista. La distinción es importante porque el ecoterrorismo acepta a cualquiera sin importar su ideología política siempre y cuando salve el medioambiente a través de la fuerza”, decía el exmiembro. “Éramos alrededor de 30 personas antes de juntarnos con The Base. The Base son principalmente nazis, lo que hizo que muchos nos fuéramos de la Green Brigade, yo incluido”.
El líder de la Green Brigade nunca negó su conexión con The Base, pero dijo que seguían siendo autónomos. Aparte de los incendios, contaba el exmiembro, el grupo solo planeaba intervenciones menores como “bombardeos de semillas” que consistía en lanzar “bolas de tierra fertilizadas con semillas de plantas difíciles de exterminar al césped”.
Green Brigade se disolvió poco después de que el FBI arrestara a varios miembros de The Base por conspiración.
El Greenline Front se fundó en Europa del Este a mediados de la década del 2010 y se extendió a varios países. Forchtner dijo que tenían reuniones a menudo, acudían a actos políticos con banderas y recogían datos durante estos eventos. En su sitio web, explicaban que participaban en limpiezas y otras actividades de activismos, como plantar árboles, pero no declaraban participar en ninguna acción mayor.
Hoy en día, el perfil de redes sociales más prominente de Greenline Front es una mezcla de imágenes de animales y de Hitler. Forchtner dijo que es indicativo de otros grupos que, como muchas comunidades marginales, no pueden mantenerse a sí mismos ni acumular miembros durante mucho tiempo.
“Es más por razones pragmáticas”, decía Forchtner. “La razón por la que no salen adelante no es ideológica”.
La primera semana de septiembre, tras mi entrevista con Forchtner, el Greenline Front publicó una foto de un grupo de ocho hombres con la cara difuminada sujetando una bandera de Greenline Front en frente de lo que parecía ser unas ruinas antiguas.
Una herramienta ideológica
Hay jóvenes fascistas que han creado por completo una marca personal predicando una versión suavizada del ecofascismo. Se centran en una vida simple, viviendo de la tierra y entrando en contacto con ella, algo parecido a la filosofía Völkisch anterior al nazismo en la que los jóvenes alemanes trataban de conectar con la patria. Muchos grupos de esta ideología han estado distribuyendo propaganda medioambiental de extrema derecha.
Otros grupos fascistas han visto en el medioambiente una herramienta que están dispuestos a explotar para reclutar a más gente.
“¡TRAIGAN AL FASCIMO DE VUELTA AL ECOFASCISMO! Francamente, el ecologismo de extrema derecha es un mercado que no se ha explotado”, escribía un fascista en el foro de extrema derecha Iron March en 2016.
Según Amend, las generaciones más jóvenes de derechas que no han sido adoctrinadas en el negacionismo del cambio climático que se observa en los medios conservadores más populares podrían ser especialmente vulnerables a esta línea de pensamiento.
“Saben que es real. Saben que hace más calor. Saben que es su futuro. Así que los jóvenes conservadores, el futuro de la derecha, podrían cambiar rápidamente”, dijo Amend. “Sus soluciones probablemente sean políticas más duras, militarizadas y antinmigrantes”.
Amend cree que el pensamiento ecologista y las diferentes versiones de la ideología ecofascista se ven en “los grupos de jóvenes fascistas” como Patriot Front o Identity Evropa [ahora American Identity Movement], aunque ellos no se definirían a sí mismos necesariamente como ecofascistas.
En su chat encriptado, el grupo neonazi The Base compartía libros de escritores influyentes del ecofascismo sobre cómo reclutar y utilizar esta ideología para su propaganda política. Un grupo similar, Atomwaffen, utiliza la cara de Ted Kaczynski, conocido como Unabomber, en sus mensajes.
En un foro de extrema derecha que Unicorn Riot filtró en Discord, un fascista describe cómo una persona puede pasar fácilmente de un punto de vista ecofascista a uno aceleracionista (hacer que la sociedad colapse para reconstruirla a su manera):
“Aquellos que están de acuerdo con una visión ecofascista del mundo, aunque no estén directamente involucrados en actos de violencia, piden cada vez más actos de violencia contra aquellos que creen que constituyen una amenaza para el medioambiente”, decían en el foro. “Esta aparente amenaza proviene mayormente de los judíos, a quienes, según creen los ecofascistas, solo les importa ganar dinero, aunque sea a costa del medioambiente”.
La naturaleza como justificación de la jerarquía
Es absurdo pensar que los fascistas no van a actuar mientras el cambio climático se intensifica. De hecho, es muy probable que veamos un crecimiento de esta ideología.
Taylor nos explicó que él cree que hay tres razones por las que los ecofascistas se volverán más populares: las juventudes de derechas han crecido en un mundo en el que el ecologismo se ha normalizado; la blancura del movimiento medioambiental; y la tendencia de la extrema derecha a buscar pensadores diferentes de los conversadores tradicionales, que tienden a negar el cambio climático.
“No creo que exista peligro de que los ecofascistas se hagan con el poder”, dijo Reid Ross. “Pero deberíamos preocuparnos… por los ataques de los lobos solitarios”.
En la portada del manifiesto del asesino de Christchurch, se puede ver una rueda dividida que surge de un sol negro, en la que cada segmento representa una parte diferente de su filosofía. El primero a la derecha es el ecologismo. Esta quizás sea la mejor forma de pensar en el ecofascismo dentro del resurgimiento de la extrema derecha: una parte de un todo que además sirve como una herramienta de marca.
Mientras el mundo arde, el nivel del mar aumenta y poblaciones enteras tiene que ser desplazadas, la gente busca desesperadamente respuestas que aquellos en el poder no pueden o quieren dar. Algunos encuentran esas respuestas en la relación entre la idea de la pureza de la raza y la idea de la limpieza de la tierra. Para Taylor, que ha sido ecologista toda su vida, es solo la última batalla en lo que parece una guerra cultural sin fin.
“La naturaleza es un arma importante en esta guerra para el corazón y la mente de la gente”.
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