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lunes, 21 de septiembre de 2020

Una violación me arrebató mis orgasmos. Así es como los recuperé

Artículo publicado originalmente por VICE Australia.

Advertencia: este artículo describe cuestiones relacionadas con una agresión sexual.

Emprendí mi búsqueda por el orgasmo hace 14 meses. Todo comenzó cuando llegué a los 23 años y me di cuenta de que nunca había experimentado un orgasmo. De hecho, casi nunca había sentido excitación genital durante el sexo o la masturbación, todo gracias a que fui agredida sexualmente cuando tenía 18 años.

Lo más cerca que había estado del orgasmo fue durante la agresión, y desde entonces, el sexo había dejado de funcionar para mí. Estaba desesperada por experimentar ese orgasmo que te encrespa, que hace que tu cuerpo convulsione y provoca que grites como vemos en las películas. O, aunque sea, un orgasmo cualquiera.

Entonces, hace 14 meses, comencé mi búsqueda escribiendo un artículo para VICE, ahí discutí cómo una violación había corrompido mi goce sexual. Al principio, esperaba que con solo identificar el nexo entre la agresión y la falta de placer se resolviera el problema. Pero no fue así, esto solo hizo las cosas más difíciles. Me obsesioné tanto con el orgasmo que lo aleje aún más de mí. Me masturbaba con un propósito en mente. Tenía sexo con un propósito en mente. Incluso compartí toda mi travesía en línea, con un propósito fijo en mente. Me perdí tanto en la búsqueda que olvidé por qué había empezado en primer lugar.

Mi objetivo nunca fue el orgasmo en sí. Toda mi búsqueda consistía en recuperar el poder que me habían arrebatado cuando me violaron. Necesitaba recuperar ese poder.

Si bien el agresor penetró mi cuerpo físico, la zona de impacto fue mi cerebro. No fue mi vagina la que sufrió el verdadero daño; fue mi confianza, mi libido, mi seguridad y mi autoestima. Desde la violación, me odié a mí misma. Nunca me sentí sexy o deseable. Mi comprensión de lo que era aceptable en el dormitorio quedó completamente destrozada. Me convertí en una analfabeta sexual y no me estaba dando el respeto que merezco.

Al darme cuenta de eso, decidí que necesitaba apartarme de la noción de que el orgasmo era la parte más importante de mi búsqueda para ser sexualmente libre. Y al volverme sexualmente libre y redefinir mi misión, podría relajarme lo suficiente como para llegar al clímax.

En pocas palabras: no tuve un orgasmo hasta que dejé de intentar tenerlo.

`Para alcanzar un verdadero orgasmo, inicié con el tipo de trabajo interno que es considerado todo un cliché. Dejé el alcohol durante unos meses. Me revelé al mundo como pansexual, me mudé de un estado a otro, eliminé Tinder y no me acosté con nadie durante seis meses.

Usé este tiempo para reconfigurar mi cerebro y dejar de bloquear mis emociones con estupideces superficiales como tener sexo estando ebria. Comencé a aceptarme tal como soy, lo que me permitió perdonarme por todo aquello de lo que me sentía culpable. Siempre me había culpado de haber sido violada. Pero al detener las distracciones superficiales, pude analizar mis sentimientos y comprender mejor quién soy y lo que merezco.

Obviamente, todo esto me llevó algún tiempo. No existe un programa sencillo y paso a paso para aprender a amarte a ti mismo, especialmente después de algo tan traumático como una violación. Tuve que darme tiempo y espacio para curarme. Dejé de presionarme y simplemente emprendí mi travesía un día a la vez, sin una fecha límite ni un objetivo final.

Luego, hace unas semanas, compré lencería. Llegué a casa y puse a todo volumen una lista de reproducción de música sensual. Por primera vez en mi vida, me miré al espejo y no solo vi el caparazón dañado de un humano; vi a alguien sexy. Bailé y acaricié mi cuerpo. Sentí deseo por mí misma. Nunca antes había sentido deseo hacía mí en esa forma.

Cada vez que en mi mente surgía un pensamiento negativo de autodesprecio, le decía que se fuera a la mierda. Mantuve el control.

Me fui a la cama y me masturbé. No vi porno. Es más, ni siquiera fantaseé con alguien. Masturbarme no fue una tarea mundana, como siempre había sido. No había una meta final por la que me estuviera esforzando. Realmente quería tener sexo conmigo misma.

Probé diferentes posiciones y técnicas, todo mientras los sedosos sonidos de Khalid actuaban como la banda sonora de mi placer personal. Me asusté un poco cuando eyaculé, pero decidí que era algo primitivo y, hasta cierto punto, sexy. Continué excitándome a mí misma y así me abrí camino hasta el orgasmo.

Solía preguntarle a la gente cómo sabían si habían tenido un orgasmo. La respuesta siempre fue "simplemente lo sabes". Ahora, puedo confirmar que es verdad. Al final, pude echar la cabeza hacia atrás en un momento de total abandono al placer.

Recobré mi poder. Y resulta que durante todo ese tiempo, el poder era yo misma.

En mi primer artículo, pedí a los lectores que me acompañaran en mi travesía; esa travesía era la búsqueda del orgasmo. Fue una aventura larga y tortuosa, y definitivamente no fue fácil. Pero cada paso fue fundamental en mi desarrollo personal y me ha llevado a donde estoy ahora.

Eso es lo que pasa con las travesías. Hay múltiples caminos, obstáculos y desviaciones. Gran parte del viaje es impredecible, pero es justo eso lo que lo hace tan grandioso.

Mi búsqueda nunca debió comenzar con un objetivo definido, porque la curación no es lineal. Como el orgasmo, una travesía requiere de buena preparación: un giro a la izquierda para redescubrir mi confianza, un desvío para enfrentar mi trauma no aceptado y una expedición para encontrar mi valor. Pero, al final, llegué a mi destino.

Para mí, alcanzar el orgasmo ha sido un poco como llegar a casa después de unas vacaciones para, inmediatamente después, empezar a fantasear con las siguientes vacaciones. Ya he dominado el arte de la masturbación y finalmente sé lo que funciona para mí. Ahora, me gustaría transferir eso a un entorno con una pareja.

Me alegra haber sido yo misma quien me provocó el tan anhelado orgasmo y de esa forma haber logrado recuperar el control. Ahora ya estoy lista para un poco de buen sexo.

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