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viernes, 25 de septiembre de 2020

Mabette Colón Pérez: la incansable lucha de para poder respirar

Es momento de despertar. Este viernes de la Semana Global de Acción por el Clima, VICE Media Group presentará únicamente historias relacionadas con la actual crisis climática. En este enlace podrás conocer a jóvenes líderes de múltiples lugares del planeta y entender con ellxs cómo tomar acciones.

Basta. Cuando tenía tan solo 15 años, Mabette Colón Pérez se cansó de no poder respirar con normalidad. Ella vive a tan solo 1,93 kilómetros de la planta energética que la compañía Applied Energy Services (AES) instaló en Guayama, Puerto Rico, para producir electricidad a partir del carbón.

Las cenizas resultantes del proceso de combustión se apilan en las instalaciones, creando una montaña de 430.000 toneladas que llegó a ser más alta que el mismo edificio. Ese particulado también se acumula en las vías respiratorias de los habitantes de Guayama y otras comunidades cercanas.

Colón ya no quiere perder más mascotas. Sus dos perritas han muerto de males respiratorios. Su madre padece de asma. Sus vecinos están enfermos de cáncer. Ella misma sufre de los huesos debido al cadmio, un metal pesado presente en las cenizas del carbón.

También se cansó de la injusticia. Por eso desde hace cinco años se unió a la organización Comunidad Guayamesa Unida por tu Salud. Ella diseña las pancartas para las protestas que organizan contra AES en Puerto Rico y en Estados Unidos. Además, presta su voz a la causa.

En 2018, Colón viajó a Washington D.C. para comparecer en una audiencia pública ante la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), entidad del gobierno federal de Estados Unidos a cargo de proteger la salud humana y el medio ambiente. Esa era la primera vez que la joven salía del país, también era la primera de varias audiencias.

En ese entonces, la EPA propuso cambios a un reglamento, el cual establecía que las plantas eléctricas debían manejar los residuos de una forma segura.

“Les dije que yo ya estaba cansada de perder clases por tener que decirles lo que ya sabían: ‘si ustedes van a hacer algo, lo tienen que hacer ya. No vengan con que eso [la ceniza] no hace nada o que nos mudemos. Eso es imposible, yo estaba aquí primero’. Todo ese coraje lo descargué en esa vista pública de la EPA”, dice Colón.

“De hecho, una de las audiencias se hizo para aprobar un nuevo reglamento sobre aguas subterráneas cuando recientemente había salido un estudio de la propia AES diciendo que habían contaminado. Esa nueva regulación proponía que no se tenía que verificar los pozos y podían depositar las cenizas donde ellos quisieran sin tener ningún tipo de problema”.

Esto motivó a los activistas a trabajar en otro frente. Su objetivo era que las normas puertorriqueñas fueran más estrictas que lo establecido por la EPA y, con ello, evitar una enmienda en el reglamento. Vale recordar que Puerto Rico es un Estado Libre Asociado de Estados Unidos. Los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses desde 1917, por lo que les cobija la misma normativa, aunque se les permite contar con su propia Constitución para manejar asuntos internos.

“Logramos eso, por lo menos. Ahora la empresa tiene que sacar las cenizas en barcazas y no las pueden depositar en ningún lugar en Puerto Rico”, comenta la joven de ahora 20 años.

Colón suele conjugar sus verbos en plural. Está consciente de que la lucha es colectiva e inició mucho antes de ella. El proyecto de la planta se empezó a gestar a finales de los años 80, construyéndose en la siguiente década y entrando en operación en 2002.

—En ese entonces, ¿la gente reclamaba? —pregunto.

"Sí que sí. Inicialmente esta planta se iba a poner en Mayagüez y allá no la quisieron para nada. Entonces vinieron a Guayama. Desde que comenzó la construcción, mucha gente venía a manifestarse; pero ellos fueron comprando a la comunidad, diciéndole que iban a dar trabajo. Somos una comunidad pobre y mencionar trabajo, aquí en Puerto Rico, es oro”, dice.

Los primeros habitantes de Guayama fueron afrodescendientes que trabajaron en las siembras de caña. Con el paso del tiempo, más personas fueron sumándose hasta constituir un poblado que vivía de la agricultura y la pesca. Siempre fueron comunidades pobres habitando un territorio rico en ecosistemas.

“Yo misma lo pude vivir”, afirma la joven. “En los primeros años de operación, el ecosistema no se veía tan afectado y el ambiente era muy bonito. Ver los mangles bien frondosos, la cantidad de peces que había en el mar. Poco a poco, se fue deteriorando.

”Nosotros solíamos ir a una playa cerca de la casa y empezamos a encontrar peces muertos en la orilla. La arena se empezó a tornar negra y esa cosa negra la endurecía. Hace poco, hablando con unos pescadores, nos dijeron que cuando meten las manos en el arrecife lo que tocan es un fango bien negro y baboso”.

—¿Termina siendo la lucha ambiental una lucha social?

“Esta área ha sido marginada por el simple hecho de ser pobre. Una planta así no la ponen en San Juan, que es la capital. Buscan ponerlas en áreas donde haya comunidades pobres a las que puedan ofrecer trabajo, porque saben que no van a tener tanto problema.

”Nos maltratan. No porque seamos clase trabajadora quiere decir que pueden hacer lo que quieran con nosotros, como ponernos una planta que nos está matando.

”Mucha gente también se ha ido por recomendación médica. ¿Cómo es posible que tú tengas que dejar tu comunidad, porque esta compañía llegó, te enfermó y tú te tienes que ir a gastar lo poco que ganas en otro lugar? Es bien fuerte. Yo creo que eso es lo que lo hace, más que una lucha ambiental, una lucha social”.

Según Colón, la situación ha dividido a la comunidad, ya que algunas personas trabajan en la planta o tienen familiares que lo hacen y esto provoca que se pongan en contra de los activistas.

“Hay gente que ha trabajado ahí y nos ha dicho lo pésimo que es. No les dan protección y han estado súper expuestos. Son padres de familia y ahora tienen mucho miedo, porque saben que esto no se va a reflejar de hoy para mañana. Las consecuencias de esa exposición se verán a través de los años”, comenta.

—¿Por qué se escuchan más los reclamos ahora que antes? ¿La lucha adquirió nuevos bríos?

“Por los estudios que se han hecho. Poco a poco, el área científica se ha ido uniendo. En el 2016, la Escuela de Salud Pública hizo un estudio en la comunidad y lo volvió a repetir en el 2018. Fue alarmante lo mucho que aumentaron las enfermedades, especialmente el cáncer. Eso preocupó mucho al pueblo.

”Cuando salió el estudio de las aguas subterráneas, los de AES tuvieron que admitir que sus pozos estaban contaminados con metales pesados. Esos metales pesados son básicamente la huella de las cenizas del carbón, no pueden decir que es por otra cosa. Como todo esto ha salido en la prensa, el pueblo se ha ido uniendo y siendo más consciente en cuanto a la lucha”.

Actualmente, la empresa AES está obligada a manejar las cenizas, sacándolas de la comunidad. Por tanto, la montaña ha reducido su tamaño. La misma AES ha dicho que eliminarla por completo puede tomarle dos años.

“Pero tenemos otra montaña inmensa de carbón y pues las emanaciones de las chimeneas son horribles”, dice Colón. “Cuando están quemando carbón, te tienes que ir de tu casa porque no soportas el olor. Ahora estamos en cuarentena y no podemos salir, así que te tienes que aguantar a como sea. Igual, cuando van a limpiar las turbinas para liberar la presión de vapor, el ruido que hace es como si un jet estuviera encima de tu casa.

”Ha sido bien difícil vivir aquí y ver cómo se ha dañado todo. La comunidad de Pozuelo, una de las más cercanas a AES, era todo mangle y este se ha secado por completo. La pesca ha disminuido de una manera drástica. Han sido muchos los cambios ambientales y en la salud. Es bien triste”, concluye.

—Entonces, ¿cuáles son los siguientes frentes de lucha?

“Parar la producción de energía a base de la quema de carbón, que es un combustible fósil. Hay que apostar por nuevas alternativas que sí son eficientes. Es cuestión de llevar una transición pareja, que todo el pueblo pueda beneficiarse.

”Ahora mismo, la propuesta es cambiar a gas natural o metano, que tampoco es tan bueno. No vamos a tener las cenizas, pero vamos a seguir teniendo las emanaciones y el riesgo de explosión es altísimo. Además, tendríamos que seguir trayendo producto de afuera, lo que implica la entrada y salida de barcos y eso ha sido lo que ha perjudicado a la pesca.

”Entonces, los próximos pasos serían lograr el cierre de la planta y la limpieza de las áreas. Ellos depositaron cenizas en 14 municipios. Nada más en Guayama hay un millón de toneladas enterradas.

”Es bien triste que todos estos empleados tengan que perder su trabajo. No es lo que queremos y pues le exigimos a la empresa que tenga un plan, o sea, que den otra alternativa a esos empleados”.

En lo personal, el activismo permeó las decisiones de estudio de Colón. Está cursando la carrera de Justicia Criminal en el recinto de Guayama de la Universidad Interamericana de Puerto Rico (UIPR) para luego continuar con Derecho Ambiental en una universidad en Estados Unidos. “Espero ir allá y, cuando termine, regresar a mi islita”, dice.

¿Qué le dirías a otros jóvenes que tienen luchas similares a la suya?

“No se quiten. Esto es bien difícil. Siempre va a ser bien difícil, pero los resultados valen mucho la pena. Esa satisfacción que tú tienes de saber que estás ayudando a otro. Yo hago esto para aquel que no puede salir a luchar, para el que tiene miedo. Yo represento su voz, yo lo represento a él.

”Es importante que nosotros, los jóvenes, seamos los que estemos en esta lucha constante, que no la dejemos morir porque es nuestro planeta, nuestra casa, y nosotros tenemos que cuidar de ella, sin importar lo que pase. Viento, mareas, tormentas, huracanes… ahí tenemos que estar, siempre dando la cara”.

En VICE celebramos a las defensoras del planeta. Lee las historias de otras GUARDIANAS dando clic aquí.

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Michelle Soto Méndez https://ift.tt/3cxrc47

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