Tres de los diez países de los que proceden más solicitantes de asilo en todo el mundo son latinoamericanos. En colaboración con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), publicamos una serie de testimonios de jóvenes que han tenido que dejar su país por inseguridad, amenazas y discriminación, buscando refugio en otros territorios para poder sobrevivir.
El nombre del autor fue omitido para proteger su identidad.
Dicen algunos que solo podemos tener un amor, pero en los últimos días he lidiado con este sentimiento disruptivo: amar a mi país natal al mismo tiempo que me enamoro de otra nación. Llegué a Costa Rica después de huir de la crisis social y política que vive Nicaragua desde abril de 2018. Aquí me han abierto las puertas y he descubierto un país hermoso al cual me voy adaptando poco a poco. Sin embargo, no puedo negar que extraño mi tierra, mi gente, mi trabajo y también un río de tantos allá que es mi lugar favorito en el mundo.
En Nicaragua tenía un negocio relacionado con la comercialización de café que me apasionaba y me hacía levantarme cada día para trabajar, hasta que decidí utilizar parte de las ganancias para llevar comida y medicina a otros jóvenes que participaban en las protestas sociales del año pasado. De emprendedor pasé a ser uno de los “terroristas” de las listas negras de los paramilitares. Una base de esos grupos armados se había instalado en mi comunidad y sembraban terror a diario con tiroteos e invasiones a nuestras casas.
Vivía en un contexto de armas contra banderas cuando recibí una amenaza de muerte que me consumió en el miedo y la angustia. No hallé otra salida más que dejar mi país. Por esa razón, hoy soy un joven solicitante de refugio. Al llegar a Costa Rica sentí seguridad, pero también una incertidumbre enorme de que sería de mí. Estoy seguro que esa sensación la compartimos muchos solicitantes porque estamos dejando atrás absolutamente todo lo que por años nos costó tanto construir.
A pesar de muchas inquietudes, entendí que buscar asilo es también una oportunidad para volver a empezar por más paradójico que suene en el caso de alguien que ni siquiera llega a los 30 años de edad. No fue fácil, los obstáculos siempre estuvieron a la vuelta de la esquina en todas las áreas: culturales, sociales, económicas y psicológicas (porque el miedo a rehacer un proyecto de vida siempre está latente).
Contra todo decidí comenzar con lo que conocía: el café. Si para un joven en la región es muy difícil emprender, imaginen cuanto más para los que estamos refugiados en país nuevo sin muchos contactos, ni los conocimientos del entorno y el mercado. Sin embargo, ha sido el llamado grano de oro de los costarricenses, el que me ha permitido salir adelante.
Mi emprendimiento ofrece café de calidad gourmet con un precio accesible para cualquier persona, ya que este producto se vende en su mayoría fuera del país y en el mercado interno tiene costos muy elevados. Quiero promover un mejor precio para los ticos, al mismo tiempo que me he aliado con pequeños productores locales para apoyarlos.
Si bien mi marca lleva por nombre el ave nacional de Nicaragua, nuestro logotipo presenta un Tucán, porque fue la primera ave que vi al llegar aquí. No me queda duda que en el corazón de mi negocio está la hermandad de dos pueblos hermanos. Además, más allá de ese simbolismo, espero que algún día las ganancias de este proyecto me permitan apoyar causas sociales en beneficio de los costarricenses más vulnerables y apoyar a otras personas refugiadas como yo. Por el momento, estoy concentrado en el desarrollo de una cápsula mejorada para filtrar café de calidad y que pueda ser utilizada en máquinas convencionales.
El mismo grano que tanta prosperidad económica le trajo a los costarricenses el siglo pasado, hoy le da a un joven nicaragüense la oportunidad de volver a empezar.
Conoce más de ACNUR y el procedimiento de asilo en diferentes países.
Anónimo https://ift.tt/eA8V8J
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