Artículo publicado originalmente por Munchies Estados Unidos.
En 2016, Michelle Trinidad, de 20 años, fue deportada a El Salvador después de su segundo intento en dos años para reunirse con su madre y su hermano que viven en Maryland, Estados Unidos. Mientras estaba sentada en el centro para deportados, se sintió abrumada por la sensación de que su viaje había fracasado.
“Cuando te deportan, regresas destrozado”, dijo Trinidad, ahora de 22 años. "Piensas, ya me deportaron. ¿Ahora qué voy a hacer?”.
En su entrevista antes de abandonar el centro, un funcionario le contó a Trinidad sobre un programa de capacitación laboral para jóvenes salvadoreños que se especializa en el servicio de alimentos y la industria de restaurantes. A la joven de 22 años siempre le había gustado cocinar, muchas veces, miraba por encima del hombro de su tía y la seguía por la cocina mientras preparaba platillos tradicionales salvadoreños. Trinidad le dio su información al funcionario, pero no tenía muchas esperanzas de que se comunicaran con ella.
"Las oportunidades de trabajo son escasas en este país", dijo Trinidad, que ha tenido problemas para encontrar un trabajo decente. "Incluso si envías tu currículum una y otra vez, siempre dicen que te llamarán, pero la llamada nunca llega".
Sin embargo, Trinidad recibió una llamada en septiembre de 2017. La joven deportada fue seleccionada para ser parte de la primera generación de Gastromotiva, un programa financiado por el Programa Mundial de Alimentos y otras organizaciones internacionales que capacita a jóvenes salvadoreños en habilidades culinarias y de la vida para brindarles oportunidades de trabajo y alternativas a la migración. El chef brasileño David Hertz comenzó el programa en São Paulo en 2006, y desde entonces se ha expandido a México, Sudáfrica y ahora a El Salvador.
Gastromotiva es parte de un creciente movimiento de "gastronomía social" que busca utilizar la comida para combatir problemas sociales como el desempleo, la desigualdad y la inseguridad alimentaria. Los proyectos de gastronomía social están ganando terreno en Latinoamérica en particular, una región donde se producen suficientes alimentos para alimentar a todos sus habitantes, pero los residentes más pobres y marginados no pueden acceder a estos alimentos debido a la desigualdad social, económica y política.
La tienda de chocolates venezolana Kakao ha capacitado a más de 1.500 venezolanos hasta la fecha, principalmente mujeres con pocas oportunidades laborales. Gustu, un restaurante de lujo en La Paz, Bolivia, contrata a personas de vecindarios de bajos ingresos con la esperanza de que las ganancias del restaurante regresen a la comunidad. Durante los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, un restaurante para los atletas usó los restos de comida para alimentar a las personas sin hogar.
El programa Gastromotiva en El Salvador se enfoca en brindar oportunidades de empleo y desarrollo profesional a jóvenes de áreas de bajos recursos, que muchas veces experimentan altos niveles de violencia de pandillas. El Salvador es uno de los países más violentos del mundo. Los hombres jóvenes de barrios pobres tienen más probabilidades de ser víctimas de un homicidio. Las mujeres jóvenes en estas comunidades también enfrentan un alto riesgo de feminicidio y violencia sexual.
El estigma contra estas comunidades dificulta que los adolescentes y los adultos jóvenes encuentren trabajo. Como resultado, más jóvenes están emigrando en los últimos años, como fue el caso de Trinidad, que es de un barrio peligroso a las afueras de San Salvador. Desde 2014, al menos 56.000 salvadoreños menores de 18 años han cruzado la frontera de Estados Unidos por sí mismos.
En El Salvador, trabajar en un restaurante puede significar la diferencia entre quedarse en el país o emigrar a Estados Unidos.
"Hay mucha gente que se va a Estados Unidos porque aquí no tenemos oportunidades de trabajo, y queremos trabajar allí y ayudar a nuestra familia a tener una vida mejor", le dijo Trinidad a MUNCHIES.
Andrew Stanhope, el representante del Programa Mundial de Alimentos para El Salvador, dice que el programa espera mostrarle a los jóvenes que "hay oportunidades y razones para quedarse aquí en El Salvador".
Treinta y cinco jóvenes salvadoreños, incluida Trinidad, fueron seleccionados para inscribirse a la primera generación de Gastromotiva en 2017. El grupo completó un curso de cuatro meses con talleres que se expandieron mucho más allá del aprendizaje de técnicas culinarias básicas y de recetas. El objetivo del programa es ayudar a los participantes a convertirse en mejores ciudadanos y jóvenes profesionales autosuficientes, por lo que organiza talleres sobre gestión de conflictos, prevención de la violencia de género, autoestima saludable y otras habilidades para la vida.
"Incorporamos estos temas para que formen parte de su capacitación general y para que sea un programa integral y no solo un curso de cocina que se centre en cosas como cortes de carne", dijo Elia Martínez, quien coordina el programa Gastromotiva a través del PMA. "Para nosotros, es importante considerar a la persona en su totalidad, a los seres humanos como son".
La mitad de los participantes de la primera generación de Gastromotiva consiguió trabajo en cuanto se graduó, y la tasa de empleo aumentó a casi el 90 por ciento durante el segundo curso.
Martínez agrega que muchos participantes lidian con una "pesada carga emocional", que puede afectar su salud mental y evitar que busquen oportunidades laborales. Entonces, el programa también tiene un elemento de apoyo psicológico.
Trinidad admite que tuvo dificultades para volver a la vida en El Salvador después de que la deportaron, particularmente la primera vez que regresó en 2014 porque tuvo que regresar sin su hermano, el miembro de su familia más cercano. Le concedieron asilo en Estados Unidos, mientras que su caso fue rechazado.
"Es muy difícil volver y no tener a tu única familia aquí contigo", dijo. Pero el programa le ha ayudado a lidiar con esta difícil situación. "Gastronomotiva nos enseña mucho, tanto de manera personal como en la cocina".
Al momento de graduarse de Gastromotiva, Trinidad ya estaba trabajando en una empresa de catering gourmet. También le ofrecieron un puesto de medio tiempo como asistente de chef durante la segunda generación del programa Gastromotiva.
Otros participantes de Gastromotiva han conseguido trabajo en lugares como la franquicia de café colombiana Juan Valdez, la cadena de restaurantes mexicanos El Pinche y el restaurante local Go Green. Aún así, la organización está trabajando para aumentar la tasa de empleo de los graduados, dado que algunos no pueden aceptar puestos en los que tienen que regresar a casa por la noche porque es demasiado peligroso. La mitad de los participantes de la primera generación de Gastromotiva consiguió trabajo en cuanto se graduó, y la tasa de empleo aumentó a casi el 90 por ciento durante la segunda generación.
"Ahora estoy trabajando en lo que me gusta. Gano bien, ¿para qué me voy? Mi familia dice que me vaya, pero les digo que estoy bien aquí".
El programa está haciendo una pequeña diferencia en un país donde el 23 por ciento de las personas menores de 30 años no trabaja ni estudia, y espera ampliar el tamaño de sus clases en el futuro.
Si bien es un enfoque reducido, está haciendo un gran cambio cultural a través del "concepto de usar el arte culinario para cambiar sus vidas", dice Stanhope de WFP.
Trinidad ahora viaja tres días a la semana a la ciudad para ayudar al jefe de cocina de Gastromotiva a cortar vegetales, hacer salsas y preparar platillos tradicionales.
Por primera vez, sueña con un futuro en El Salvador. La joven de 22 años aspira a estudiar administración de restaurantes cuando ahorre suficiente dinero para cubrir la matrícula universitaria.
"Regresas al país con la visión de irte de nuevo", dijo sobre su experiencia como deportada.
"Pero ahora, ¿para qué me voy? No tengo que hacerlo”, agrega. “Ahora estoy trabajando en lo que me gusta. Gano bien, entonces ¿para qué me voy a ir? Mi familia dice que me vaya, pero les digo que estoy bien aquí”.
Su caso no tiene que ser una excepción, dice Trinidad. "Si el país tuviera más puertas abiertas para los jóvenes, porque son los jóvenes a los que les cierran las puertas, la gente no tendría que irse".
Anna-Cat Brigida https://ift.tt/2P3YY95
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