Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
Una advertencia: los préstamos estudiantiles no duran tanto como crees. Resulta que comprar 12 cervezas, tomar un Uber, pedir un gramo, pagar la entrada del club, perder un billete de cinco en un cubículo del baño, tomar otro Uber, luego comprar un paquete de Domino's Pizza con una Coca-Cola de 1.5 litros, todo para ti, no sale barato, especialmente si lo haces tres noches por semana.
Nada es más triste que un estudiante de primer año que debe servir tragos porque derrochó su préstamo estudiantil y ya no puede alcanzar el sustento básico. Esa era mi realidad, así que di el único paso lógico para un adolescente de clase media que rápidamente malgastó su dinero: recurrí al crimen.
Convertirse en un narcotraficante exitoso cuando eres estudiante es bastante fácil. Básicamente, pasas media hora aprendiendo a usar la dark net, el cartero te entrega un paquete y listo. Comencé vendiendo solo a personas que conocía, pero no pasó mucho tiempo antes de comenzar a recibir llamadas de extraños. La mayoría de los estudiantes prefieren comprar sus drogas a otro estudiante que subirse a un Honda recién tuneado con un tipo rudo que se hace llamar "Turbo".
Un estudio reciente sugiere que alrededor del 56 por ciento de los estudiantes universitarios consumen drogas, lo que parece una estimación modesta. Durante mi estancia en la universidad, las pastillas, la ketamina y las benzodiazepinas tenían una mayor demanda que los condones y las cuentas de Netflix. Siempre probaba los productos primero y daba consejos sobre las dosis correctas, pero hubo muchas ocasiones en que me negué a venderle a personas que pensé que estaban comprando con demasiada frecuencia o habían tomado suficiente en ese momento.
El dinero estuvo bien. Un Halloween logré juntar 850 dólares; un verano hice casi 5,000 dólares. Escuché que podías depositar cualquier cantidad por debajo de mil dólares sin tener que contestar preguntas, así que depositaba 990 dólares cada dos semanas. En retrospectiva, fue algo muy estúpido: diferentes bancos tienen diferentes pautas, y es probable que las cantidades que estaba depositando no levantaran ninguna sospecha, pero alguien que echara un vistazo a mi cuenta —un estudiante desempleado que ganaba cientos de dólares semanalmente— habría deducido mi situación sin problema.
Salí de la universidad con buenas calificaciones, pero hay pocos consejos laborales para los graduados que están acostumbrados a estar forrados con dinero todo el tiempo. Muchos estudiantes narcotraficantes piensan que dejarán de hacerlo eventualmente, pero, una vez que acabas la universidad, tu casero no pondrá en pausa tu renta mientras encuentras un trabajo decente, y esa empresa de reclutamiento que te ofrece un salario base luce tan poco atractiva como siempre, así que lo único lógico es seguir vendiendo.
"Creo que el problema es que, cuando reemplazas la venta de drogas con un trabajo normal, te sientes engañado", dice un amigo que también era traficante. "Has juntado dinero con un esfuerzo mínimo, y ahora la vida gratificante que habías estado planeando te deja sin un centavo y deprimido, entonces sientes que tienes que continuar, de lo contrario es un paso atrás".
Entonces, en lugar de sentar cabeza como mis amigos graduados, hice lo que hicieron mis otros compañeros traficantes: comencé a buscar más clientes.
En poco tiempo me di cuenta de que números no tan familiares llamaban a mi teléfono, y que las personas a quienes vendía eran impredecibles y claramente tenían una relación problemática con las drogas. El trabajo comenzaba a volverme paranoico y comenzaba a darme cuenta de que vender drogas podía ser tan terrible como las campañas antidroga nos cuentan.
"En la universidad conocía a todos los que me buscaban, pero cuando seguí adelante, todo se descontroló", cuenta otro amigo traficante. "Comenzaron a compartir mi número a algunas personas y terminé recibiendo llamadas de una causa perdida. Cuando fui a encontrarme con él tenía tanto polvo en la cara que parecía una geisha, y sus dientes estaban azules por masticar Valium todo el día. Por alguna razón, pensó que yo lo había estafado, así que comenzó a llamarme y me dijo que me iba a matar. Eso sucedió durante meses antes de que pudiera librarme de él".
Pasé casi dos años fuera de la universidad antes de que decidiera retirarme: las drogas seguían pagando las facturas hasta ese momento, pero la paranoia, la falta de satisfacción y el miedo a quedarme rezagado comenzaron a afectar mi salud mental. Para ese punto tenía tan poca experiencia laboral que mi CV parecía la factura de impuestos de Amazon, entonces acabé de vuelta en el punto de partida.
El mercado estudiantil es una mina de oro para los narcotraficantes, pero tiene una vida útil. Debes salirte antes de convertirte en el tipo que le susurra "coca, pastillas, hierba" a los jóvenes de 18 años afuera de las juntas estudiantiles.
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