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viernes, 30 de agosto de 2019

La celebración de XV años: la transición de la niñez a la mujer adulta en Latinoamérica

La quinceañera se sienta en una silla en medio de los invitados. Su padre se acerca, se arrodilla frente a ella y ante la mirada de todos, le cambia los zapatos por unos tacones. Se abre la pista y la festejada baila un vals con padrinos y chambelanes. Después se escucha la música a cargo de un DJ y los vasos se llenan de whisky y aguardiente. La fiesta comienza.

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En 2014, la fotógrafa Delphine Blast dejó París y se mudó a Colombia en busca de una aventura. Había escuchado historias de capos de la droga y las FARC, pero sabía que había más que contar del país. Una tarde, mientras caminaba por las calles de Bogotá, se encontró con una serie de tiendas que vendían vestidos de quinceañeras. Era la primera vez que veía algo así. “'¿Qué es esto?', pensé inmediatamente, 'Quiero conocer más'”, cuenta Delphine. Ese fue el inicio de Quinceañeras, serie fotográfica que documenta la celebración de los quince años en países como México, Colombia, Bolivia y Perú.

La quinceañera, fiesta de quince o XV años, es una tradición celebrada en el mundo latino-hispano para marcar la transición de la niñez a la mujer adulta. Se trata de un verdadero fenómeno social en varios países de Latinoamérica.

De acuerdo con Delphine, en el continente la familia es lo más importante. “En Europa es distinto, existe una relación, pero desde los diecisiete años nos salimos de casa de nuestros padres”, asegura. Además, en Europa, no hay nada parecido a las fiestas de quince años. “Creo que en ninguna parte del mundo pasa algo así”. La tradición, además de ser un fuerte símbolo social, es un evento clave en la vida de las jóvenes latinas.

Delphine visitó varias tiendas para que le ayudaran a contactar a las familias de las quinceañeras, pero no tuvo éxito, hasta que conoció a Doña Fabiola en el sur de Bogotá, dueña de una tienda pequeña y modesta.

“Me interesa esta tradición y quiero saber más“, le dijo Delphine, explicando su interés por esta celebración que nunca había visto. Su intención era encontrar familias y retratar a las festejadas. “Para agradecerles, puedo regalarles fotos a las familias y a usted para su negocio”, le ofreció.

Doña Fabiola, aceptó: “Todos los jueves vienen chicas con sus madres a probarse vestidos. Ven esos días”. El trato estaba cerrado.

Cada semana, Delphine visitaba la tienda y conocía quinceañeras que buscaban rentar un vestido para su fiesta. “También iban otras chicas a regresar los vestidos rentados”, recuerda. “Fui tantas semanas, que al final Doña Fabiola salía a comer y yo me quedaba atendiendo a la gente”. Le preguntaban precios y Delphine sabía cuánto costaba cada uno. Con el paso de las semanas, su amistad con Doña Fabiola creció y comenzó a contactar a las familias de las quinceañeras.

“Delphine, necesito tu ayuda”, le dijo una tarde Doña Fabiola, que además de rentar vestidos, ofrecía todo el paquete para la fiesta: comida, meseros, la decoración, fotos y videos. “Tengo un evento y no tengo fotógrafos. Ayúdame y te pago”, le propuso. “No me pagues, pero sigamos con el intercambio: tú me ayudas a encontrar a las chicas y yo con mucho gusto te ayudo”, respondió. “Fui a tomar fotos a la casa de la niña, aún cuando se estaba arreglando”, cuenta Delphine.

La celebración en todos los países cuenta con los mismos elementos. Comienza con una misa. La fiesta se lleva a cabo en un salón de eventos, un jardín o en la casa de la quinceañera. “Muchas familias, especialmente aquellas que viven en las condiciones sociales más modestas, no dudan en gastar sumas muy grandes, que pueden exceder el equivalente de 300.000 dólares y endeudarse durante años para ofrecer a su hija la fiesta de sus sueños”, cuenta Delphine.

En la fiesta a la que la invitó Doña Fabiola fotografió también a los chambelanes, los mariachis y la ceremonia del cambio de zapatos. Vio a la quinceañera bailar el vals y a los padres tomar mucho whisky y aguardiente, mientras sonaba la música del DJ y los músicos en vivo. Estuvo ahí hasta las dos de la mañana y cuando terminó el evento no pudo tomar un taxi. “Ven a dormir a mi casa”, le ofreció Doña Fabiola. Esa noche durmió entre vestidos de quinceañeras.

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“En México —a diferencia de otros países— hacen fiestas abiertas, a las que todo el mundo puede llegar, no hay una lista de invitados”, cuenta Delphine. Ese fue el caso de la fiesta de Rubí en 2016. Los padres de la quinceañera publicaron un video en Facebook invitando a la gente su comunidad, La Joya, en San Luis Potosí. El evento se viralizó rápidamente en la red social y más de un millón de personas confirmaron su asistencia.

Tras el fenómeno viral se creó el hashtag #LosXVdeRubi. La celebración recibió apoyo del gobierno municipal de La Joya, y distintos medios y marcas se sumaron a la tendencia. El día del evento se registraron 2500 asistentes, según Protección Civil, y un hombre de 66 años murió durante una carrera de caballos. Otro más, de 34 años, resultó herido durante la misma.

“He trabajado con cincuenta o sesenta quinceañeras alrededor de Latinoamérica”, cuenta Delphine. Para algunas familias, la celebración es importante, a veces más que el dinero y la salud. “Creo que ahora esto se está perdiendo, el mundo está cambiando, como muchas tradiciones o lenguas que con el tiempo desaparecen”, reflexiona Delphine.

Los quince años representan un orgullo para los padres. Según los fotógrafos, “entre más grande sea la fiesta, entre más compartan, más orgullo”.

Para las familias esta celebración es un sacrificio y un verdadero ritual. “Cada familia me recibió con un corazón gigante”.

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Foto por Delphine Blast.

Alexandra, Perú

Los quince años de Alexandra fueron celebrados en casa de sus padres con cerca de cien invitados. Su mamá es comerciante y su papá es chofer de minibuses. La fiesta fue posible gracias al apoyo de toda su familia: su vestido lo pagó un tío, el pastel una tía y así cada quien aportó algo de acuerdo a sus posibilidades.

Durante la fiesta, Alexandra salió un momento junto a sus amigos a caminar por el centro del pueblo, recorriendo lugares que fueron importantes para ella durante su infancia.

Cuando sea mayor, Alexandra quiere ser doctora.

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Foto por Delphine Blast.

María, México

María deseaba una fiesta con temática de ranchera. A ella, amante de los caballos, no le gustaban los vestidos de quinceañeras tradicionales, así que eligió este para destacarse.

Su familia ahorró durante más de un año para poder financiar la fiesta, que costó cerca de ochenta mil pesos mexicanos (alrededor de cuatro mil dólares) y contó con cuatrocientos invitados.

Cuando sea más grande, María quiere dedicarse a los espectáculos ecuestres.

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Foto por Delphine Blast.

Stefanía, México

Los quince años de Stefanía fueron hermosos. Asistieron cuatrocientos invitados y el presupuesto fue de 210.000 pesos mexicanos (más de diez mil dólares).

Unos días después de su cumpleaños, Stefanía descubrió que estaba embarazada. A los quince años fue madre del pequeño Neythan, que al momento de esta fotografía tenía cinco meses. El padre del bebé, Fernando, es todavía su pareja. Con dieciséis años, se hace cargo de su hijo mientras continúa con sus estudios. Stefanía, por su parte, toma cursos por correspondencia y cría a su hijo con el apoyo de su madre y su familia.

Aunque al principio la llegada del bebé preocupó a los jóvenes padres, rápidamente se regocijaron con la llegada de este “regalo de Dios”.

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Zaida, Perú

Los padres de Berenice prepararon la fiesta de quince años de su hija durante más de un año. Su mamá es vendedora de zapatos en un mercado y su papá es profesor de deportes. El momento más importante para Zaida durante su fiesta, fue cuando sus padres dieron el discurso y le dijeron que se estaba convirtiendo en una mujer.

La fiesta se llevó a cabo en un terreno ubicado frente a su casa y contó con cien invitados.

Cuando sea mayor, Berenice quiere convertirse en contadora.

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Foto por Delphine Blast.

Ariani, Bolivia

Para poder celebrar los quince años de Ariani, su mamá —quien es soltera— se fue a España durante ocho meses para hacer varios trabajos y poder reunir el dinero necesario de la fiesta.

En Bolivia, la quinceañera invita a sus quince mejores amigas y les asigna un chambelán a cada una, luego apagan quince velas.

La fiesta costó más de cinco mil dólares y hubo ciento cincuenta invitados. La madre de Ariani dijo estar muy orgullosa de esta nueva etapa en la vida de su hija.

Ariani quiere ser contadora.

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Foto por Delphine Blast.

Michelle, Bolivia

La mamá de Michelle no tuvo fiesta de quince años porque su abuela murió y la familia estaba de luto. Fue una gran pena para ella y siempre supo que si un día tenía una hija, iba a hacer todo lo posible para celebrar su fiesta de quinceañera y compartirla con la familia.

Los padres de Michelle se sacrificaron para poder conseguir el dinero necesario para poder organizar los quince años de su hija. Su mamá es secretaria y su papá electricista. La fiesta costó 3500 dólares y contó con más de doscientos invitados.

Para Michelle, los quince años marcan la vida de cada mujer: “Una deja de ser niña e inicia otra vida”.

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Foto por Delphine Blast.

Juliza, Colombia

Los padres de Juliza ahorraron durante más de dos años para poder reunir los más de dos mil dólares que costó la fiesta de quinceañera de su hija, que contó con ciento cuarenta invitados.

Su padre trabaja como auxiliar de mantenimiento y su madre se queda en la casa a cuidar a las hermanas y hermanos de Juliza.

Cuando sea mayor, Juliza quiere ser azafata.

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Foto por Delphine Blast.

Mayra, Colombia

Los padres de Mayra querían que la celebración de quince años de su “princesa” fueran inolvidables. Después de tres meses de preparación, organizaron una fiesta con más de cien invitados en un barrio vecino.

Mayra eligió una fiesta con la temática “Candy” para la decoración, porque lo candy es “delicado” como ella.

Cuando sea mayor, Mayra quiere ser ingeniera de petróleo.

Alejandro Mendoza https://ift.tt/2MIJDZv

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