lunes, 28 de mayo de 2018
Irlanda a un paso de legalizar el aborto
Artículo originalmente publicado por Broadly Estados Unidos. Leer en inglés.
En un día histórico para los derechos reproductivos, una abrumadora mayoría ha votado para derogar la Octava Enmienda en Irlanda, esta legislación prohíbe el aborto en todos los casos, excepto cuando la vida de una mujer está en peligro.
Después de intensas campañas de activistas proelección y antielección, la campaña YES ganó por una mayoría que se espera ronde el 68-69 por ciento, frente al 31-32 por ciento logrado por los votantes NO, cuando finalmente se cuenten todos los resultados de acuerdo con las encuestas de RTÉ y el Irish Times. En Dublín, hasta el 79 por ciento de los votantes apoyó el derecho al aborto. Sorprendentemente, todas las regiones de Irlanda votaron a favor del derecho al aborto: en ninguna área ganó el voto "No".
Y aunque el resultado final no se hizo público antes de las 9 PM del sábado 26, el primer ministro irlandés Leo Varadkar, que apoyó la campaña de Derogación, celebró el resultado en Twitter, y la campaña contra el aborto Salvar la Octava admitió la derrota.
Comentando el resultado en una llamada telefónica con Broadly, Hannah Little de la Campaña por los Derechos del Aborto lo describió como un paso adelante trascendental para las mujeres y niñas irlandesas. "Estoy absolutamente encantado", dijo Little. "Ver todos los 'Sí' en el país, no creo que haya una sola urna que haya votado no, es increíble".
Jubilosa, Little describió las etapas finales de la campaña proelección como un espectáculo notable, y a veces conmovedor. "Ver a miles de personas regresando a casa [varios irlandeses que viven en el extranjero volvieron a su país natal para participar en la votación] desde cada rincón del mundo —desde Tailandia hasta Australia— para volver a casa y expresar su opinión, fue increíblemente poderoso. Fue un momento realmente emotivo. Todos estamos ansiosos por avanzar hacia un futuro mejor para las mujeres irlandesas".
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Aunque Irlanda ha votado ahora para derogar la Octava Enmienda, esto no significa que el aborto sea legal en el país. Por el contrario, el gobierno irlandés ahora introducirá legislación en el Dáil (parlamento) de Irlanda para legalizar el aborto después del voto.
Cuando se apruebe la legislación, las mujeres irlandesas podrán acceder al aborto hasta la semana 12 de su embarazo. Después de eso, los abortos aún estarían disponibles si dos médicos certifican que la mujer embarazada enfrenta riesgo de muerte o daño grave, o si el feto tiene una condición médica que hace que sea probable que muera antes o poco después del nacimiento.
Los médicos en la nación mayoritariamente católica podrán objetar conscientemente la realización de las interrupciones, pero se les pedirá que envíen a las mujeres con colegas para que realicen el procedimiento.
Los activistas ahora centrarán su atención en cambiar la ley en Irlanda del Norte, donde el aborto sigue siendo ilegal en casi todas las circunstancias. "No debe olvidarse que las mujeres en Irlanda del Norte todavía somos perseguidas por una prohibición del aborto de la era victoriana", dice Grainne Teggart de Amnistía Internacional. "El gobierno del Reino Unido ya no puede hacerse de la vista gorda y negarnos la igualdad. No podemos quedarnos atrás en un rincón del Reino Unido y en la isla de Irlanda como ciudadanas de segunda clase ".
El resultado de hoy no hubiera sido posible sin el trabajo incansable de los activistas que han estado haciendo campaña para revocar la Octava Enmienda desde que se introdujo en 1983, y cuya campaña adquirió renovada urgencia tras la muerte de Savita Halappanavar, a quien se le negó un aborto que pudo haber salvado su vida en 2012. Esta es su victoria, y las generaciones de mujeres y niñas irlandesas por venir que finalmente disfrutarán de la elección reproductiva deben estarles agradecidas.
"Hoy fue para Savita", Little comenta. "Esperamos haberla hecho sentir orgullosa".
Sirin Kale https://ift.tt/eA8V8JEsta compañía está haciendo un juguete muy raro que te puedes coger
Artículo publicado originalmente por Motherboard Estados Unidos. Leer en inglés.
Nunca volveré a ver con los mismos ojos ese juego de la infancia Bop-It toy, ese lindo recuerdo se acabó y quedó arruinado gracias a este maldito juguete sexual llamado Flick 'N' Jerk, creado por Nutaku (fabricante de juguetes sexuales).
En un comunicado de prensa, Nutaku dice que fue creado para celebrar el Día Nacional de la Masturbación, que se celebra el 28 de mayo. El juguete es una rueda de estimulación sexual 4 en 1 en la misma forma de estrella ninja del Bop-It Extreme, cada lado con un juguete diferente: un masturbador para hombres (stroker), un consolador, un vibrador y un buttplug que "¡se adapta a todos los anos!".
Seré sincera, al ver esto se me cierra cada orificio del cuerpo. ¿Cómo te lo metes? ¿En cualquier lugar? ¿Cómo lo agarras para la parte del stroker? ¡¿Cómo se usa?! Tengo preguntas.
Necesitaba enseñárselo a alguien más, entonces se lo mostré al desarrollador de dildos más exigente Kyle Machulis a través de mensajes de Twitter. Su reacción, después del shock inicial, no fue lo que esperaba: "Me encanta", dijo. "Es fascinante y estoy muy sorprendido de que no existiera antes". En retrospectiva, no me sorprendería esta reacción, los proyectos recientes de Machulis incluyen un sistema para convertir cualquier juego en algo que puedes poner en tu culo.
"No puedo... ¡No entiendo...la ergonomía!" le contesté, buscando algo de solidaridad con mi reacción. "Déjaselo a los que lo quieran usar", dijo Machulis. "Siempre encuentran la manera, aunque no sea una buena idea".
Ya pedí una de las muestras de Flick 'N' Jerk para poder resolver este rompecabezas por mí misma, y un portavoz de Nutaku prometió mandarme uno "probablemente en diciembre". Está bien. Tendré toda la paciencia del mundo con tal de resolver todas mis dudas.
Samantha Cole https://ift.tt/eA8V8JAsí es la vida cuando tu madre te somete al incesto emocional
Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos. Leer en inglés.
Recuerdo el momento en que mi vida cambió.
Estaba tumbado en el suelo de un centro de rehabilitación, en medio de un charco de lágrimas. No estaba ahí por las drogas o el alcohol. Estaba allí por algo mucho más vergonzoso, al menos para mí: haber engañado a mi novia. Ingresé al centro como un adicto al sexo, pero salí como algo distinto.
“Hay un nombre para cuando tu madre depende emocionalmente de ti y te cuenta intimidades que debería contarle a su marido”, me dijo la terapeuta, que me recordaba mucho a la enfermera Ratched. La mujer me miraba desde arriba, como un púgil que observa victorioso al contrincante que acaba de noquear. “Se llama incesto emocional”.
Me dejó sin palabras. En mis más de veinte años como periodista, nunca antes había oído ese término. ¿Incesto?
Crecí en lo que pensaba que era un hogar perfectamente normal, con unos padres aburridos de clase media que nunca llegaron a divorciarse. Tal vez ellos no se amaban, pero siempre sentí que a mi hermano y a mí nos querían y apoyaban, y nunca habían abusado de nosotros, ni física ni sexualmente. ¿Incesto emocional?
Aquel horrible diagnóstico abrió la puerta a una vida que nunca imaginé posible para mí, un tipo al que le aterra el compromiso: un matrimonio, un recién nacido y muchas risas y alegría, en lugar de frustración y resentimiento. Respecto al hogar normal y aburrido en el que crecí, después de terminar la terapia me di cuenta de que no era nada de eso. Para mí era fácil pensar que me crié de forma ordinaria porque no había vivido otra cosa.
Es normal que tu madre acuda a ti para despotricar sobre su vida sexual con tu padre, ¿no?
Es normal hacerle masajes a tu madre en las manos para que te deje irte a dormir más tarde, ¿verdad?
Y también es normal que, mientras le das el masaje, te diga, “Se te da mucho mejor que a tu padre”, ¿no?
Pues no.
Esto es lo que los expertos denominan incesto emocional o encubierto: cuando uno de los progenitores convierte a su hijo en una especie de compañero íntimo. A menudo este tipo de relaciones se diluyen en un halo de ambivalencia o resentimiento y suelen terminar con una aventura, que sirve como válvula de escape para liberar la presión emocional contenida.
No creo que mi madre lo hiciera a propósito. Nadie es perfecto, ni siquiera tus padres. Por tanto, a todos nos han criado en la imperfección y todos tenemos nuestro bagaje. En mi caso se manifiesta en mi dificultad para asumir compromisos; otros quizá lo manifiesten haciendo amistades tóxicas o sintiendo constantemente la necesidad de adaptarse a otra persona. El problema es que no somos capaces de discernir claramente cuál es nuestro propio bagaje. Es como intentar tocarse el codo izquierdo con la mano izquierda.
Tal como señala el psicoterapeuta en su libro Under Saturn's Shadow: “Estamos controlados por aquello que no conocemos”. Toda mi vida me dijeron que debía ir al dentista una vez cada seis meses y asegurarme de que mis dientes y encías seguían gozando de buena salud; y que tenía que ir al médico para que me dijeran que todo estaba bien; y que hiciera alguna actividad física todos los días para mantenerme en forma. Mientras tanto, tenía la obligación de ir al instituto e intentar sacar las mejores notas para garantizarme el acceso a una buena universidad en la que cultivar el intelecto.
Sin embargo, en mis cuarenta años de vida, nadie me dijo en ningún momento que era igual de importante que buscara un médico o un centro para mi salud emocional. Mientras no sufriera una depresión extrema, ansiedad o algo que me dejara visiblemente debilitado, no había razón para acudir al psicólogo. Hizo falta que ocurriera algo innegable —romperle el corazón a la mujer a la que supuestamente amaba— para darme cuenta de que necesitaba ayuda con mi salud emocional y psicológica. Y hasta ese momento, en la consulta del terapeuta, no tenía la menor idea de por qué me resultaba tan complicado manejar las relaciones. Ahora, viendo hacia atrás, es obvio que era porque seguía manteniendo una relación con mi madre.
Pero el hecho de saberlo no bastaba para cambiar las cosas. Había que trabajar el aspecto emocional, por lo que decidí embarcarme en un largo periodo de terapias que, aunque no me salvaron la vida, sí me la devolvieron. Sin ellas, tal vez seguiría acumulando relaciones fracasadas y rompiendo corazones hasta el día de mi muerte, pensando que solo tenía que encontrar a la persona adecuada para que todo saliera bien.
Escribo esto, no como un terapeuta apasionado, sino como un paciente agradecido que ha sido capaz de elaborar un tratamiento propio después de investigar mucho. Es preciso que le demos la misma importancia a nuestra salud emocional y psicológica que le damos a la intelectual. Por desgracia, la impronta que empaña —y a veces destruye— nuestras vidas no se origina mucho antes de nuestra educación formal, sino precisamente por ignorar estos aspectos.
Avancemos varios años después de mi terapia intensiva. Estoy mejor. La vida es mejor. Estoy preparado para traer una nueva vida al mundo. Mi mujer y yo estamos en el hospital. Nuestro hijo nació con un poco de fiebre y se lo llevaron a cuidados intensivos para tenerlo en observación dos días, según el protocolo. Una hora después de llegar mi hijo al mundo, un médico prepara una larga aguja para insertársela en el canal raquídeo —un procedimiento que ya de por sí resulta muy doloroso para un adulto— y le pregunto si es absolutamente necesario hacer pasar al bebé por eso. “No se preocupe”, responde el médico, percibiendo mi preocupación, “no lo recordará”.
Varias semanas después, estamos en la consulta del pediatra por una circuncisión mal practicada. El médico sostiene la zona entorno a la herida del pene de mi hijo con unos fórceps e intenta cauterizarla con una aguja eléctrica candente mientras el bebé llora de dolor. “No se preocupe”, me consuela el pediatra, “no lo recordará”.
Así es como llegamos al mundo: con muchos cuidados hacia nuestro bienestar físico, pero sin recibir el menor cuidado a nivel psicológico. Que los bebés no recuerden lo que pasó es precisamente la razón por la que debemos preocuparnos más de su psique. Si realmente estuvieran conscientes de lo que les pasa, este tipo de situaciones serían menos traumáticas. En el caso de mi hijo, como no lo era, lo que pasa es que lo sacaron a la fuerza del único mundo que conoce —uno basado en la unión— y aventaron a otro en el que domina la desconexión, las sensaciones abrumadoras y el dolor.
El mensaje: este mundo no es seguro. Por supuesto que mi hijo no recordará que le apuñalaron por la espalda al poco de nacer, pero su sistema nervioso sí.
Cuando me dieron el diagnóstico, no me apresuré a buscar tratamiento. Estuve un tiempo en fase de negación. Incluso me cité con Hasse Walum, reputado genetista especializado en la monogamia, con la esperanza de que él me diera un diagnóstico distinto y me dijera que simplemente era de naturaleza infiel, pero no fue así.
Si bien es cierto que nacemos con ciertas predisposiciones y resiliencias, Walum me explicó que nuestra naturaleza es mucho más flexible de lo que creemos: “No hemos encontrado nada que sea totalmente genético”, señala. “Ni siquiera las enfermedades terribles como el autismo, la esquizofrenia o la inteligencia misma. Hay un factor ambiental y, por lo tanto, posibilidades de cambiar las cosas”.
La pregunta sigue ahí: ¿cómo podemos cambiar las cosas? No creo que la respuesta la encontremos en la terapia tal como la conocemos actualmente. Por un lado, hay médicos que prescriben fármacos no solo a adultos, sino también a niños. Por otro, hay infinidad de terapeutas que cobran cientos de pesos por una hora de conversación empática a la semana y sin definir un final de la terapia. Asimismo, los críticos muchas veces afirman que no se ha demostrado de manera científica la eficacia de técnicas como el psicoanálisis y la terapia EMDR (en la que se usan los movimientos oculares, los sonidos y las sensaciones como vías de acceso al cerebro). Pero el hecho de que no estemos dispensando un trato adecuado a la mente no significa que no debamos tratarla.
En el caso de mi psique, lo que ocurrió para que fuera efectivo fue una combinación de cosas: talleres para sanar traumas entre tres y cinco días a la semana mezclados con terapia grupal semanal, terapia silenciosa (en la que se trabaja con los sentimientos, más que con el pensamiento) y herramientas mentales que podía usar en casa cuando sufría episodios en los que volvía a las viejas conductas y creencias.
Pero yo soy afortunado. Tenía el dinero para gastar en estas cosas. Un taller de un fin de semana costaba 2.500 dólares; la terapia grupal valía 250 dólares al mes y las terapias, de media, 175 dólares por sesión. En EU, el seguro no cubre nada de esto. Y ahí está el problema institucional: la sanación emocional es cosa de ricos.
Científicos de todo el mundo gastan millones de presupuestos en encontrar una cura para el cáncer y una forma para alargar la vida, pero ¿quién se dedica a investigar con la misma intensidad y pasión una forma de curar nuestra vida interior? Y es que, ¿qué sentido tiene poder vivir durante un siglo más si cada vez acumulamos más y más bagaje, hasta que llega un punto en que nuestra propia historia supone una carga tan pesada que casi no podemos movernos?
Neil Strauss es escritor del New York Times. Su libro "The Truth: An Uncomfortable Book About Relationships" ya está a la venta.
Neil Strauss https://ift.tt/eA8V8Jdomingo, 27 de mayo de 2018
Casi todos los mamíferos del mundo son vacas porque somos adictos a la carne
Artículo publicado originalmente por Motherboard Estados Unidos. Leer en inglés.
Gracias a los humanos y a nuestra adicción a la carne, la mayoría de los mamíferos en la Tierra son ganado y eso está arruinando el planeta.
En un nuevo estudio publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences querían catalogar la masa de todos los seres vivos en la Tierra y descubrieron que los humanos han arruinado la mayor parte a pesar de constituir sólo una pequeña porción de la biosfera. Los seres humanos constituyen solo el 0.01 por ciento de la biomasa en la Tierra, pero han logrado acabar con el 83 por ciento de todos los mamíferos salvajes y reducir la biomasa a la mitad durante el tiempo que llevamos en este planeta, según el estudio. Cuando observamos específicamente a los mamíferos, los humanos constituyen el 36 por ciento de todos los mamíferos del planeta y los animales salvajes como leones y osos sólo el 4 por ciento.
"Hoy en día, la biomasa de los seres humanos y la biomasa del ganado superan con creces a la de los mamíferos silvestres", afirma el estudio. "Esto también incluye a las aves silvestres y domesticadas, la biomasa de las domesticadas es aproximadamente tres veces mayor que la de las aves silvestres. De hecho, los humanos y el ganado superan a todos los vertebrados combinados, con excepción de los peces".
La mayoría de los animales de mamíferos son vacas y cerdos, aunque las vacas superan ligeramente a los cerdos, lo que significa que mediante la expansión masiva de nuestra producción mundial de carne industrial, los seres humanos han convertido a la Tierra en el planeta de las vacas.
Las vacas son hermosas y todo (en serio, si alguna vez tienes la oportunidad de hacerle cariñitos en la oreja a una vaca, hazlo), pero el problema es que la agricultura animal produce más emisiones de gases de efecto invernadero que todo el transporte terrestre junto. También contribuye a la deforestación (perdimos bosques en todo el mundo equivalentes al tamaño de Portugal en la década de 1990) y pone en riesgo a los animales en peligro de extinción. También está el hecho de que no tratamos tan bien a esas vacas.
"Espero que la gente se tome este [trabajo] como parte de su visión del mundo acerca de su manera de consumir", le dijo a The Guardian Ron Milo, investigador del Instituto de Ciencia Weizmann en Israel y coautor del estudio. "No me he vuelto vegetariano, pero tomo en cuenta el impacto ambiental en mis decisiones, así que me ayuda a pensar, ¿prefiero la carne de res o de ave o prefiero usar tofu?"
Kaleigh Rogers https://ift.tt/eA8V8J