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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Lydia, un asesinato que exhibe la corrupción policial

El feminicidio en México es un problema que nos debe importar a todos. Del primero de enero al 27 de noviembre se han reportado 1776 feminicidios, principalmente en el Estado de México con 184, Michoacán con 141, Guanajuato con 143, Veracruz con 136.

José Luis Franco y Lydia Osorio se conocieron cuando iban en la secundaría, allá por los años setenta. Aunque entonces a él le gustaba, nunca hizo nada por acercarse a ella, incluso se dejaron de ver durante un tiempo. Sin embargo, en 1983 se volvieron a ver ella cuando pasaba por la calle cargando un bote de pintura. Entonces José Luis se ofreció a llevarla, y empezó el cortejo. “A su papá no le gustaba yo para ella. Aun así, nos hicimos novios”, recuerda José Luis. Dos años después, en 1985, se casaron.

“Amaba todo de ella, su bondad, cantaba precioso. Siempre le decía a ver güera cántame el quelite y me cantaba. Aunque tenía un carácter muy fuerte, era hermosa y siempre la vi así. Yo tenía veintiún años, ella veinte, y muchas ilusiones por salir adelante juntos. Al principio vivíamos como nómadas; mi hija mayor nació aquí en la casa de mis suegros”, rememora José Luis.

Agustín, hermano de Lydia, recuerda emocionado esos días en los que José Luis y Lydia eran novios: “hubo un tiempo en el que mi hermanita se fue a Estados Unidos a trabajar, y aunque ella no estaba aquí, él venía todos los días a la casa, como un acto de lealtad a ella. Eso me gustó mucho de él, siempre fueron una pareja bonita”.

Lydia era la séptima hermana de doce en una familia que, como muchas, hacia todo por salir adelante. Oriundos de la Ciudad de México, vivían y siguen viviendo muchos de ellos en la delegación (alcaldía) Gustavo A. Madero.

Los años pasaron. Para José Luis y Lydia la vida era muy sencilla. En algunos momentos de su historia Lydia no trabajaba, sin embargo, ella decidió ir a trabajar. “Yo no le podía decir que no. Ella era independiente y siempre nos respetamos uno al otro”. Treinta y tres años de matrimonio no habían sido en vano, por lo que como siempre José Luis respetó la decisión de su “güera”, como la llamaba cariñosamente.

El 17 de abril de 2017 Lydia se preparó para ir a trabajar. José Luis la llevó. La mueblería donde ella laboraba estaba muy cerca de su casa, en Av. Centenario. “La fui a dejar temprano. Yo soy vendedor y tenía tiempo de hacer eso y pasar a verla. Siempre le dije: güera si llegaran a querer asaltarte dales todo, nunca te expongas. Siempre estaba sola en el lugar”.

Ese fatídico día todavía pasó a verla José Luis. Tiempo después le llamaron para decirle que se trasladara al lugar. Al llegar, la policía ya se encontraba ahí. El hombre encontró a Lydia sobre un charco de sangre. Desde un principio las autoridades capitalinas cometieron una serie de omisiones: “Los peritos que llegaron contaminaron la escena, no tomaron huellas. Una de las peritos se lavó las manos en el lavabo donde había sangre y sin más determinó que ese lugar ya no servía, que se había contaminado. La chamarra que traía puesta Lydia ni siquiera se la iban a llevar”.

El cuerpo de Lydia fue trasladado al Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO) para la necropsia de ley. Quienes levantaron la denuncia escribieron mal su nombre. En el Instituto le comentaron al afligido esposo que tenía que regresar a la delegación para que se hiciera la corrección, y ellos pudieran hacer la necropsia; le dijeron que tendría que esperar al siguiente turno para que practicaran la diligencia. José Luis me contó que tuvo que pagarles para que agilizaran las cosas.

“Todos los errores que ellos han cometido en la denuncia... en cada documento escribieron mal su nombre y yo he tenido que pagar cada vez que ellos se equivocan. El lugar donde se cometió el crimen fue entregado dos días después, como si quisieran dar carpetazo al caso. Me exigieron que les llevara documentación que yo no tenía porque ellos entregaron el inmueble a un anónimo”.

El peregrinar de este esposo en compañía de algunos hermanos de Lydia es el mismo que cada historia que hemos narrado. Para José Luis, treinta y tres años de matrimonio se apagaron por la decisión de alguien. Las autoridades no dan la importancia debida a todos los casos y los van dejando en el olvido, revictimizando a las familias para que se cansen y le den carpetazo.

En muchas ocasiones José Luis se ha sentido culpable porque la dejó siempre ser ella. “Muchas veces he querido morirme desde que ella no está, mi vida se volvió vacía. Me tiré a tomar todos los días porque ella me hace falta. Ahorita deje de beber porque si ella estuviera ya me habría regañado, por eso no me cansó y lo único que quiero es justicia y saber la verdad”.

Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.

@FridaGuerrera
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