Artículo publicado por VICE México.
En septiembre pasado, una expedición en busca de la vaquita marina, un cetáceo en peligro de extinción, endémico del Golfo de California, avistó varios ejemplares, para alivio de grupos ambientalistas, que mostraban preocupación por su posible desaparición.
La pesca ilegal ha ocasionado su casi total exterminio, pues caen atrapadas en redes de captura de camarón y otras especies, incluida la totoaba, cuya vejiga ha desatado un mercado negro internacional, por supuestas propiedades afrodisíacas.
Aunque varias dependencias del gobierno federal, asociaciones ecologistas y hasta personalidades de Hollywood, como Leonardo DiCaprio, se han comprometido en su defensa, la demanda china de totoaba presiona su pesca ilegal con redes que afectan al cetáceo.
Justamente es durante el mes de diciembre cuando se desata la fiebre de totoaba, por lo que el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador estará bajo la mira, para ver si mantiene los esfuerzos conservacionistas para proteger a estas dos especies.
El protagonista de Titanic, por cierto, auspició la producción de un documental que detalla los intentos de salvar a este cetáceo, titulado “Vaquita: Sea of Ghosts” (“Vaquita: mar de fantasmas”), que se estrenará en enero del próximo año, anunció la Semarnat.
El ser humano: virus del planeta
Si el planeta fuese una persona, podríamos decir que padece una infección que perjudica sus órganos vitales. Este virus es el ser humano y ha sido tan perjudicial para las especies que, desde la década de los setenta, las poblaciones de vertebrados –terrestres, marinos y anfibios– disminuyeron en promedio 60 por ciento en todo el mundo, por culpa de nuestro modo de vida.
El “malestar”, que afecta directamente a la biodiversidad mundial, se acentúa en América Latina, por la abundancia de ecosistemas y recursos en países megadiversos como México, Colombia y Brasil. En la zona denominada como Neotropical, que abarca desde el centro de México hasta la Patagonia, las poblaciones de aves, reptiles, peces y anfibios disminuyen un promedio de 4.8 por ciento anual, de acuerdo con datos del Fondo Mundial para la Naturaleza ( WWF, por sus siglas en inglés).
En el mapamundi de la biodiversidad, Latinoamérica es protagonista por la cantidad de ecosistemas que alberga. Desde la Selva Lacandona hasta la Amazonia, del Pacífico Norte hasta el Atlántico Sur, la abundancia de especies y recursos de esta región la vuelve privilegiada, pero también objeto de depredación por la actividad humana.
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En su informe Planeta Vivo 2018, presentado recientemente, la organización medioambiental alerta que esta zona del mundo es la que mayores pérdidas de biodiversidad registra desde hace 50 años, una disminución total de 89 por ciento en las poblaciones de vertebrados, comparado con el 56 por ciento de África Tropical.
“Somos pueblos que crecimos con la naturaleza, es parte de nuestra identidad (…) al ver erosionadas y en riesgo todas estas poblaciones siento que, aunque no nos demos cuenta, también perdemos algo de nuestra identidad”, comenta a VICE Jorge Rickards, director general de WWF México , quien señala que el impacto de la pérdida de biodiversidad en América Latina no sólo se observa en la degradación de los grandes ecosistemas, también afecta a la población rural más vulnerable, que depende directamente de los recursos naturales.
No se conocen datos precisos de especies amenazadas
Alejandro Olivera, representante del Centro para la Diversidad Biológica , comenta que además de ser ricos en biodiversidad, los países de América Latina comparten condiciones que ponen en riesgo al medio ambiente.
En esta región biogeográfica conocida como Neotropical, “en general hay leyes bastante laxas, poca aplicación de la ley, mucha impunidad, involucramiento de crimen organizado, tráfico de especies, degradación de hábitat. Eso ha permitido que se enquiste en estos países megadiversos el crimen y la impunidad; reditúa bastante a la hora de afectar a las especies en riesgo, eso es algo común que estamos compartiendo”, indica el maestro en ciencias.
En el caso de México, la abundancia de flora y fauna provoca que las afectaciones a la biodiversidad sean mayores y podrían agudizarse, si no se toman medidas para proteger especies emblemáticas, como el jaguar. El gran felino americano, cuya población se extiende desde Tamaulipas hasta la selva de Argentina, es apenas una de las muchas especies acechadas por la pérdida de biodiversidad.
Si bien se han destinado muchos recursos y esfuerzos, las autoridades mexicanas no han logrado proteger de forma adecuada a especies icónicas que se encuentran en peligro de extinción, como el caso del jaguar, el lobo mexicano, la mariposa monarca o el ajolote mexicano, especie que recientemente adquirió mucha fama, pero sigue en peligro.
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La lista la encabeza la vaquita marina, cuyos intentos por protegerla trajeron todo un conflicto social en el Alto Golfo de California. También aparece la tortuga laúd, que enfrenta amenazas como perros ferales que devoran a las crías en las costas, y los mismos humanos, que buscan sacar provecho de su piel y carne. Además de la guacamaya roja, muy cotizada en el mercado negro de traficantes de fauna.
Olivera señala a VICE que, a pesar de que estas especies fueron catalogadas en peligro de extinción o amenazadas desde casi 20 años, todavía no se han recuperado y el gobierno mexicano en muchos casos no aplica políticas públicas correctas para su conservación.
Mientras la caza furtiva, el tráfico ilegal, la pérdida de hábitat y el cambio climático acechan a la biodiversidad, la lista oficial de especies en peligro de extinción, conocida como la Norma Oficial Mexicana 059, no se ha actualizado desde 2010, a pesar de que la lista debió abrirse a consulta de científicos en 2015. Actualmente se desconoce cuál es el verdadero estatus de las especies y cómo han reaccionado a nuevas amenazas ambientales.
“No podemos proteger a las especies si no sabemos el número de especies que están en riesgo en México, debido al retraso de esta norma donde se enlistan las especies y que la misma Semarnat no promueve su actualización. Hay un fuerte atraso ahí y es una falla grave en la política ambiental”, dice Olivera, especialista en preservación de recursos naturales.
Amenaza global de extinción
Científicos de todo el mundo señalan que estamos viviendo la sexta extinción global y esto puede verse en la disminución de especies. De acuerdo con el informe Planeta Vivo 2018, el 75 por ciento de los anfibios, aves, mamíferos, reptiles y plantas extintas desde el año 1500 sufrieron daños causados por la agricultura, la sobreexplotación de recursos naturales o ambas.
El estudio realizado por WWF explica que la pérdida de la biodiversidad está ligada directamente con la actividad humana, ya que el consumo desbordado que se implantó en nuestro estilo de vida no repara en la sobreexplotación de recursos, ni cesa la actividad agrícola para satisfacer las nuevas exigencias de productos. Tan solo desde los setenta del siglo pasado los humanos hemos reducido 22 por ciento del hábitat que los mamíferos necesitan para vivir.
En el caso de la agricultura no regulada, genera degradación en el suelo que perjudica tres cuartas partes de los ecosistemas terrestres y afecta a 3 mil millones de personas, generando costos económicos incalculables. Polinizadoras como las abejas, murciélagos o colibríes, por ejemplo, son fundamentales para la seguridad alimentaria de las poblaciones mundiales, pero son acechadas por la pérdida de su hábitat.
Especialistas consultados por VICE refieren que estas son las consecuencias de mantener un estilo de vida frenético como el que llevamos, con compras desmedidas y una tendencia a desechar todo rápidamente, ya que todo el consumo está relacionado con recursos obtenidos del medio ambiente y servicios de la naturaleza, los cuales se calculan en más de 125 billones de dólares por año en todo el mundo.
“Tenemos que reconocer que esta trama de la vida es la que nos soporta a nosotros también, nos provee una serie de servicios a nivel global tan importantes como el mantenimiento del clima, pero no nos sirve de mucho mantener la temperatura global si a la vez perdemos la biodiversidad del planeta”, indica Rickards, experto en conservación.
Todos podemos hacer algo
El pasado 20 de noviembre, una ballena fue encontrada sin vida flotando en las costas de Indonesia. Le encontraron casi seis kilogramos de basura en el estómago como vasos, bolsas, botellas, sandalias y más de mil objetos de plástico.
Este caso ejemplifica a la perfección el efecto nocivo de nuestro consumo sobre los océanos, un ecosistema que por sí solo ya es un foco rojo para la conservación de la biodiversidad, con miles de pescadores intentando sacar más producto del que hay en los mares y provocando caídas en las poblaciones marinas.
Sin embargo, las amenazas a la biodiversidad no se perciben en las grandes urbes latinoamericanas, donde el ritmo de vida deja poco tiempo a la reflexión sobre los servicios de la naturaleza que son indispensables para sostener la vida del hombre moderno, como la alimentación, salud y seguridad, mismos que están calculados en más de 120 billones de dólares al año y se pierden con la reducción de especies.
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“Cada que se pierde alguna especie o el hábitat estamos perdiendo servicios ambientales como captura de carbono (…) causamos desequilibrios ecológicos que finalmente se pueden revertir hacia nosotros porque somos parte de la tierra, de la naturaleza, de los ecosistemas”, advierte Olivera sobre la estrecha relación que guardamos con el medio ambiente y señala que estamos acabando con especies que todavía no descubrimos.
Rickards, por su parte, llama a modificar los sistemas de mercado, financieros y políticos para reducir la huella ecológica pues el actual modelo de consumo no es sostenible. “Tenemos que exigir a través de un consumo responsable, eligiendo productos que tienen menor huella, levantando la voz para que nuestros gobiernos sean ambiciosos, reconozcan la pérdida de biodiversidad y establezcan temas de mercado que puedan reducir el impacto”, puntualiza el representante de WWF México.
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