Artículo publicado originalmente por Motherboard Estados Unidos.
Una de las primeras veces que recuerdo estar decepcionado con este cruel, cruel mundo fue el día en que Pokémon Snap fue anunciado en algún momento de 1998. Tenía 10 años.
Para ese momento, ya era un megafan de Pokémon, le había suplicado a mi mamá que me comprara Pokémon Red en Toys R Us porque me gustaba el dragón (Charizard) de la portada. Jugaba el juego incesantemente, escondiendo mi Game Boy en la escuela y jugando por debajo de mi escritorio y en el descanso. Eventualmente atrapé todos los 150 Pokémon (en un segundo archivo guardado; mi amigo accidentalmente eliminó mi primer archivo y por solidaridad luego borró su juego. Otro momento educativo). Tenía un Charizard de Primera Edición del juego de cartas. Fui a torneos en mi tienda local de cartas, y a otro torneo regional en el Centro de Convenciones de Washington D.C.
También tenía un Nintendo 64, que parecía tecnología mágica en el momento (creo que cualquier chico que jugaba Mario 64 estaría de acuerdo). Así que, naturalmente, quería atrapar a los Pokémon en 3D en una consola de casa. Mi imaginación no es increíblemente buena, así que me imaginé que Pokémon para Nintendo 64 sería similar a la serie animada de Pokémon, que grababa todos los sábados por las mañanas y me enojaba si me la perdía. Fue así que Pokémon Snap —un juego en el que uno le toma fotos a los Pokémon, pero no puede atraparlos ni hacer mucho más— se sintió terriblemente decepcionante.
De alguna manera, han pasado 20 años desde que comencé a jugar Pokémon, y, hasta la semana pasada, seguía sin existir un RPG de Pokémon completo para una consola de casa. Muchos fanáticos acérrimos dicen que todavía no existe, porque Pokémon Let’s Go Pikachu no le permite a uno batallar con Pokémon y tiene algunos cambios de calidad de vida que hacen al juego menos trabajoso. Pero Pokémon Let’s Go Pikachu (y Eevee) es el juego que yo quería desesperadamente cuando tenía 10 años. Y jugarlo hoy en día se siente casi tan mágico como jugar Pokémon Red años atrás.
Salvo por un nostálgico reportaje que hice del Campeonato Mundial de Pokémon en 2015, no he jugado o pensado mucho en Pokémon en casi 15 años. Jugué Pokémon Gold y Pokémon Ruby, pero no he jugado ningún otro juego de Pokémon desde entonces. No podía nombrar ni un solo Pokémon que haya sido creado en los últimos 10 años, y solo tenía recuerdos pasajeros de muchos de los Pokémon de segunda y tercera generación. Hasta el Nintendo Switch, no había jugado seriamente en ninguna consola de videojuegos de casa o portátil desde la universidad.
Cuando vi el anuncio de Pokémon Let’s Go Pikachu, pensé, como muchas otras personas, que estaba ideado para ser un “Pokémon Lite” —un juego para principiantes que necesitaban ser iniciados en Pokémon por primera vez— un juego no lo suficientemente profundo para merecer mi tiempo. No pretendía comprarlo.
Pero curiosamente, sacó lo mejor de mí después de que vi algunas de las primeras reseñas que sugerían que el juego no era terrible. Así que salí de la cama un sábado, caminé a un GameStop (¡la nostalgia!) y compré Pokémon Let’s Go Pikachu. Apenas he podido dejar de jugarlo desde entonces, y ahora creo que el juego no está para nada dirigido a los niños: está dirigido a una antigua generación de fanáticos de Pokémon que recientemente han regresado a Nintendo porque el Switch es increíblemente bueno.
El juego es esencialmente un remake de nueva generación de Pokémon Yellow, que es una variante de Pokémon Red y Blue (tanto porque uno comienza con Pikachu como porque tienen a Jessie y a James del Equipo Rocket). Es el juego que siempre quise cuando tenía 10 años, con Pokémon andando libremente por el mundo, gráficas hermosas, la habilidad de sacar al Pokémon de una de sus Pokébolas y poder caminar con ellos. Para mí, la alegría de este juego proviene de la familiaridad de los extraños diseños de los gimnasios, de recordar al azar que Oddish se convierte en Gloom en el nivel 21, y de encontrar a un viejo que me cambió un Farfetch’d llamado “Dux” por un Spearow hace 20 años. Viene de andar por el SS Anne, derrotar al Starmie de Misty, y ver a un Abra teletransportarse. Viene de escribirle a mis amigos de la escuela primaria y secundaria con quienes no había hablado en meses para averiguar si compraron el juego (lo hicieron), y pidiéndoles que cambien mi a Kadabra por su Graveler, para que evolucionen.
Estas son cosas que —quizás— algunos de niños en 2018 encontrarán divertidas, pero no tienen los recuerdos construidos que lo hacen especial para mí (que golpean incluso más fuerte una vez que vi que la Pokémon Company subió un remake toma a toma del tema de apertura de la caricatura, con imágenes de Let’s Go).
Si Game Freak hubiera simplemente creado un nuevo juego de Pokémon y me hubiera lanzado a una región desconocida del universo Pokémon con Pokémon desconocidos, estoy seguro de que me habría atascado en el juego, y no estoy seguro de que me habría emocionado de verdad con Pokémon. Ahora que me importa el universo de nuevo, estoy más emocionado que nunca con las nuevas incorporaciones a la serie de los próximos años.
Una nota para las personas que, como yo, estaban preocupados de que Pokémon Let’s Go Pikachu fuera una versión simplificada de Pokémon para niños: lo es, en el sentido de que el juego es extremadamente fácil. Nunca he encontrado ningún juego de Pokémon que sea muy difícil, pero uno puede aproximarse a la dificultad de las versiones antiguas de Pokémon si manda a Pikachu o Eevee —que son muy poderosos— a las cajas (simplemente no los usen).
También es realmente fácil aumentar el nivel del Pokémon de uno si comienza a atrapar a cientos de Pokémon salvajes (uno de los nuevos cambios del juego es que uno ya no puede batallar con Pokémon salvajes sino en cambio atraparlos como en Pokémon Go). Esto puede evitarse al solo atrapar una versión de un Pokémon o en general al evadir atrapar cientos de ellos.
Jason Koebler https://ift.tt/eA8V8J
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