Artículo publicado originalmente por VICE Serbia
Los niños dicen mentiras – muchas. Pero no es hasta que uno crece que se da cuenta de que los padres de uno eran lo peor, los mentirosos más mentirosos que hay. En algún momento, probablemente a los 20, te darás cuenta de que tu papá y tu mamá solo eran tan jóvenes y estúpidos como tú lo eres ahora, y se inventaban mierdas locas porque era la única estrategia que tenían para mantenerte vivo.
En un intento por indagar en las verdaderas profundidades de la decepción parental, le pedí a las personas que desglosaran las mentiras más extrañas que alguna vez sus padres les dijeron. Escuché historias de papás embarazados, monstruos de mocos y cómo las extremidades de una persona pueden simplemente caerse de la nada.
La bruja roba-juguetes
"Cuando era pequeño, teníamos una vecina anciana que no tenía dientes. Siempre caminaba encorvada con una bufanda sobre su cabello. Por supuesto que al ser un niño, así era exactamente como me imaginaba que se veían las brujas y el coco, así que mis padres decidieron usar eso para mantenerme en raya. Tenía muchos juguetes que me encantaban, pero era increíblemente desordenado con ellos – todos terminaban esparcidos en el piso mi habitación. Mis padres solían asustarme diciéndome que si no los recogía, la Abuela Slavka – ese fue el nombre que le pusimos a nuestra vecina – vendría y me los robaría. Me dijeron que ella tenía un sótano lleno de juguetes de niños que no arreglaban su habitación. Tenía pesadillas con Slavka en su sótano frío torturando a mi conejo de peluche".
– Nikola, 25
Comida de plástico
"Recuerdo que mi padre me decía que no debía comer mantequilla porque era plástico derretido. Cuando lo presionaba para que profundizara, él decía que estaba 'a una molécula de distancia de convertirse en plástico', lo cual, me he dado cuenta, es una afirmación que no tiene nada de sentido".
- Mihajlo, 40
Personitas viviendo dentro del televisor
"Yo era una niña muy hiperactiva, y la única cosa que podía mantenerme quieta era el televisor. Pero eso era solo porque mis padres me dijeron que todas las personas que veía en la pantalla realmente vivían en su propio mundo dentro de nuestro televisor. Esto hizo que ver televisión fuera infinitamente más interesante, pero también me enojarme mucho cada vez que alguien apagaba el televisor porque me preocupaba que estuvieran matando a las personitas que vivían adentro".
– Jovana, 28
Extremidades cayéndose de la nada
"Esta mentira de hecho venía de mi abuela, que fue la persona que me cuidó cuando era niña. Yo odiaba la leche de pequeña – odiaba el olor y siempre me daba nauseas. Eventualmente, mi abuela se hartó tanto de mis quejidos que decidió decirme que mi cuerpo estaba unido con leche, y que si dejaba de tomarla, me desintegraría por completo – mis brazos, piernas y dientes simplemente se caerían. Esa mentira se convirtió en una gran pesadilla cada vez que soñaba con caminar sin piernas o dientes. Todavía odio la leche".
– Selena, 29
Papá embarazado
"Al crecer, yo era muy cercana a mi papá. Parecía que vivíamos en un mundo que era solo nuestro. Me llevaba bien con él porque no me regañaba tanto como lo hacía mi mamá y siempre se ponía de mi lado. Por alguna razón, mi papá empezó a bromear diciendo que fue él quien me dio a luz y no mi mamá, y yo empecé a tomármelo muy en serio. Recuerdo que él solía tener una barriga grande, así que fue fácil imaginarlo embarazado".
- Ivana, 30
Monstruo de los mocos
"Realmente me encantaba hurgarme la nariz cuando era pequeño. Simplemente me parecía interesante, especialmente cuando estaba aburrido, lo que pasaba constantemente. Mi mamá siempre me decía que no lo hiciera porque lo hacía frente a otras personas. A ella le parecía vergonzoso, pero a mí no me importaba que la gente se riera porque en serio disfrutaba hurgarme la nariz.
Supongo que mi mamá se hartó, así que un día me sentó para darme una conversación muy seria sobre los mocos. Me dijo que como yo, los mocos tenían una madre que vivía en otro continente, y que me había confiado sus mocos bebés a mí. Así que cuando esos mocos querían salir, era importante que los expulsara gentilmente en un pañuelo y que no los tocara, de lo contrario un monstruo de mocos gigantesco vendría y se comería a toda nuestra familia. La historia no tuvo el efecto deseado del todo – no me asustó, sino que empecé a hablarle a mis mocos".
– Petar, 26
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