Artículo publicado por VICE Estados Unidos.
A principios de 2019 circuló una foto del líder religioso más poderoso del planeta batallando con un iPad. El padre Frédéric Fornos, director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, de casi 200 años de antigüedad, sostenía el dispositivo para el papa Francisco, mientras contemplaba la escena con una sonrisa ladina, si no es que extasiada. Es una expresión facial que puedes reconocer como propia en los momentos en que has tenido que restablecer el WiFi de tu abuela. La imagen era un poco discordante: parecía ilustrar cómo la iglesia más antigua del mundo lucha, dolorosamente, con la modernidad. Aludía a las prácticas arcaicas de una institución cada vez más obsoleta y más preocupada que nunca por su propia insularidad e incapacidad (o falta de voluntad) para cambiar.
Días antes de que partiera a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud 2019, el papa, armado con un iPad, instó a la multitud en la Plaza de San Pedro a descargar y usar la aplicación interactiva del Vaticano, Click to Pray. Fue una iniciativa lanzada originalmente dentro del ámbito de la Red de Oración, la cual, según su sitio, "aborda los desafíos que enfrenta la humanidad y facilita la misión de la Iglesia".
“El Internet y las redes sociales son un recurso de nuestro tiempo”, dijo el papa en italiano, mostrando su propio perfil y pidiendo específicamente “a los jóvenes” en todo el mundo orar con él. (Está disponible en al menos seis idiomas).
Esto no fue un llamado/reconocimiento sutil por parte del pontífice, ni tampoco fue el intento de hacer que la fe sea atractiva para los millennials y la Generación Z. Aunque, en cierta forma, el software ha existido técnicamente durante años, este fue la exhortación más agresiva del papá para que los jóvenes saquen provecho de la voluntad de la Iglesia de volverse digital.
“En todo caso, se trata de una especie de relanzamiento en el que el Santo Padre está intentando atraer más atención hacia la plataforma”, me dijo el reverendo William Blazek, director regional de la Red Mundial de Oración para Canadá y los Estados Unidos. “En realidad, ahora, le está dando más prioridad”.
Es difícil evitar sospechar que la Iglesia estaba lista para “darle más prioridad” literalmente a cualquier cosa para desviar la atención de su purulenta pesadilla de abusos sexuales. En los últimos tiempos, la Iglesia católica ha estado envuelta de manera tan constante en escándalos de abuso sexual, que se ha dicho muy poco sobre su urgente necesidad de involucrar a la juventud, no solo para tratar de impedir que abandone la fe, sino también para alentar a los no creyentes a unirse. En febrero, un centenar de obispos de alto rango se reunieron en una cumbre mundial en el Vaticano para abordar la crisis por pederastia; además de esto, el papa Francisco debe enfrentar la creciente escasez de sacerdotes y la falta de religiosidad entre las generaciones más jóvenes, así como también la falta de confianza entre los católicos estadounidenses en particular.
Aunque ganar adeptos mientras aborda una crisis ha resultado más difícil para el papa Francisco de lo que podría haber sido para cualquier otro papa debido a su enfoque, tal como ha ocurrido con otros temas como los derechos de los homosexuales y el divorcio que ya han sido aceptados ampliamente en la sociedad, éste asunto debe ser atendido tanto por la facción conservadora como por la liberal dentro de una fe amargamente dividida.
“Hay una diferencia importante entre la derecha y la izquierda en la Iglesia”, subrayó por teléfono John Portmann, profesor de religión en la Universidad de Virginia. “Entonces, hay jóvenes sumándose a la Iglesia, pero estos chicos quieren que la Iglesia continúe siendo de una manera muy tradicional. Y, por otro lado, hay católicos [que son mucho más progresistas] como Lady Gaga”.
Además, existe el dilema de cómo conserva la Iglesia a aproximadamente sus 1,300 millones de seguidores en todo el mundo, los cuales tienen antecedentes culturales, políticos y socioeconómicos muy distintos. Massimo Faggioli, profesor de teología y estudios religiosos en la Universidad de Villanova, explicó que es mucho más fácil identificar el plan de mercadotecnia de la Iglesia para los Estados Unidos —al que calificó de “catolicismo evangélico”, por su semejanza con “un estilo de oración y una cultura teológica que es culturalmente más cerca al protestantismo evangélico estadounidense”— que encontrarle sentido a su plan de mercadotecnia para Europa o cualquier otro lugar.
Intentar encontrar un equilibrio entre estos intereses en competencia pone al papa en una posición incómoda, donde lo mejor que puede hacer aparentemente es lanzar un software supuestamente inocuo que parece más una medida desesperada que a un plan. (De hecho, los trolls ya han utilizado esta medida antes para, por ejemplo, orar por el huevo de Instagram y sus hámsters muertos).
La premisa de la aplicación gratuita Click to Pray del Vaticano es exactamente esa que lleva por nombre, hacer click para orar. Funciona de manera muy similar a otras plataformas de redes sociales, por lo tanto, como usuario, puedes publicar tus propias oraciones, responder a las oraciones de extraños (comentar o "hacer clic para orar", que significa esencialmente "favorecerlas"), o ver las actualizaciones de las oraciones que los demás han publicado en línea sin tener que participar activamente en ellas. (Cuando me conecté la otra noche, vi peticiones en inglés para acabar con el sufrimiento del mundo y la cruda suplica de un hombre para que su vecino lo encontrara atractivo).
Según el sitio web del Vaticano, “Click to Pray tiene tres secciones principales: 'reza con el papa', con las intenciones de oración mensuales del Papa por los desafíos que enfrenta la humanidad y la misión de la Iglesia; 'reza todos los días' con un ritmo de oración que involucra tres momentos al día, y 'reza con la red' que es un espacio donde los usuarios (el papa Francisco entre ellos) pueden compartir sus oraciones con los demás”.
Por supuesto, no es el primer intento del Vaticano de capitalizar la red mundial. Después de todo, el papa ya está en Internet, dejando huella en una cultura donde Donald Trump lanza vagas amenazas oficiales y la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, una socialista demócrata del Bronx de 29 años que usa las redes sociales sin artificialidad, le enseña a su partido a tuitear. El usuario de Twitter @Pontifex tiene poco más de 18 millones de seguidores y, sí, también está en Instagram. En 2017, el papa Francisco supuestamente tenía más seguidores en Twitter que incluso Trump. También lanza un video mensual, el “Video del Papa” (también bajo el auspicio de la Red de Oración), y todo se suma, argumenta el Reverendo Blazek, a un “paquete de comunicaciones”.
Juan della Torre, CEO y fundador de la firma digital argentina La Machi, diseñadora de Click to Pray, explicó a través de un correo electrónico que esto ha sido un desarrollo gradual a lo largo de varios años. (Además de otros proyectos relacionados con la fe, algunos de los otros clientes de la compañía parecen incluir un parque nacional; ilustraciones con "grandes barbas"; y Medical Hair, que cuenta con “especialistas en microtrasplantes capilares cabello por cabello, la solución definitiva a la calvicie científicamente probada”).
Todo lo cual es solo para decir que recurrir a las aplicaciones no es algo sorprendente en el contexto más amplio de la voluntad que ya ha demostrado la Iglesia por usar tecnología relativamente nueva para difundir el Evangelio.
“La Iglesia suele tardar en aceptar el cambio, pero este criterio no se aplica en el caso los medios de comunicación”, me dijo enfáticamente Faggioli por teléfono. “Históricamente, si nos remontamos al desarrollo de la imprenta, o de los periódicos y las revistas en el siglo XIX, o de la radio a principios del siglo XX o de las películas en los años 20 y 30, el Vaticano siempre ha estado ansioso por utilizar nuevas formas de comunicarse”.
Existe un “pragmatismo”, agregó Faggioli, en el Vaticano y su adopción de la tecnología, cuya razón principal es que permite la fácil difusión de la Palabra de Dios.
Sin embargo, sigue habiendo dudas sobre qué tanto está dispuesta la iglesia a imbuirse en el aspecto tecnológico, incluso si los ejecutivos de la cadena televisiva CBS están aprobando programas acerca de que Dios tiene una página de Facebook. La confesión, por ejemplo, no puede hacerse técnicamente a través de internet.
“El catolicismo es una fe enfocada en la misa, donde el cuerpo, el alma y los sentidos son tan importantes como la mente”, escribió Andrew Sullivan en un artículo de portada de la revista New York Magazine sobre sacerdotes homosexuales. “La misa es, en cierto modo, un performance”. Los sacramentos, como la Eucaristía (en el catolicismo, un sacerdote convierte literalmente una galleta y una copa de vino en el cuerpo y la sangre de Cristo), implican un aspecto físico que es difícil de imaginar en el ámbito digital.
“Durante años, hemos tenido 'misa para reclusos': los católicos que no pueden asistir a una iglesia para ir a misa pueden simplemente mirarla en televisión”, dijo Portmann, cuando le pregunté sobre la relación entre la tecnología y la iglesia. “Los católicos que faltan a misa sin una buena excusa cometen un pecado mortal; a muchos católicos que no pueden asistir a misa les preocupa esto. La misa televisada 'cuenta' como ir a misa. Lo que el papa está haciendo al darle su bendición a Click to Praypodría tomarse como una manera de socavar la importancia de la presencia real”.
Es poco probable que la Iglesia tenga un éxito inmediato y radical con esta solución superficial. Es algo así como un disparo en la oscuridad —posiblemente parte de un patrón de toma de decisiones rápidas, no muy bien pensadas, que ha recibido criticas recientemente—. (“Por lo que se ve hasta ahora, el concilio no está bien preparado”, escribió un reportero católico, al discutir la cumbre del Vaticano por los abusos sexuales).
“La revisé y no estoy muy impresionado”, me escribió en un correo electrónico el hermano Javier Hansen, uno de los tres delegados de los Estados Unidos en el Sínodo de los Obispos de los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional, quien además me dijo que no había escuchado de nadie que la usara y también hizo referencia a otras aplicaciones de oración dirigidas a católicos, como Laudate. (El hermano Hansen dijo que es relativamente conservador y aún practica la misa en la forma latina anterior al Concilio Vaticano II, con lo que describió como ”un contingente de jóvenes”). Según della Torre, “hasta ese momento, Click to Pray tenía Más de 415,000 descargas en todo el mundo”.
“Creo firmemente que los dos temas están relacionados: el abuso sexual y el lanzamiento de esta nueva aplicación de oración”, continuó. “Creo que el Vaticano está tratando de reenfocar nuestra atención debido a que la credibilidad del papa Francisco se está desplomando”.
El Vaticano, en otras palabras, tendrá que dedicar bastante tiempo a enfrentar adecuadamente sus errores pasados mientras mantiene a su diversa congregación unida aunque sea remotamente.
Christian Smith, profesor de sociología en la Universidad de Notre Dame y autor de Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American Teenager [Buscando almas: Las vidas religiosas y espirituales de los adolescentes estadounidenses], fue cuidadoso al señalar que, incluso antes del escándalo por abuso sexual, hombres y mujeres jóvenes norteamericanos se habían estado alejando de la religión durante décadas. Esos excatólicos fueron motivados por fuerzas que describió como “múltiples y de largo plazo”, entre ellas que piensan que la Iglesia “no les ofrece nada único que necesiten de manera particular, y que sus enseñanzas son simplemente obsoletas e irrelevantes”; que, para ellos, “la Iglesia está perdida en el espacio con respecto a la ética sexual”; y que la “cosmovisión metafísica central de la Iglesia se basa en realidades sobrenaturales y sacramentales, que simplemente no se ajustan a las suposiciones culturales profundamente arraigadas del materialismo, el capitalismo de consumo masivo, el cientificismo, el secularismo y el posmodernismo”.
En resumen, iniciativas como esta probablemente son muy poco eficaces y demasiado tardías.
“Si los líderes de la Iglesia creen que mejorar su interfaz con tecnología digital va a ayudar a detener la fuga de jóvenes, se engañan tristemente”, me escribió Smith. “Es un truco, un intento desesperado. Llamar a esto un pase 'Ave María' sería muy optimista”.
“Lo que demuestra”, agregó, “es cuán alejados de la realidad están muchos líderes de la Iglesia”.
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