Artículo publicado por VICE México.
En la morgue de Tijuana hay 150 cuerpos para 150 frigoríficos y en la pizarra en la que se apuntan con letra pequeña las necropsias para mañana no entra un nombre más. Desde hace una semana, Melina Moreno, la encargada de la fosa común, espera con ansias la autorización para enterrar los cadáveres no identificados, que son la mayoría. En la sala de espera para entrar a reconocer los cadáveres, los familiares se cuentan con los dedos de una mano. A veces hay tantos muertos que los cuerpos se acomodan en el patio del recinto. Esos días los vecinos de la morgue que viven en un edificio de lujo se quejan por el olor a muerto.
Nunca se ha matado tanto en la historia de Tijuana: dos mil 94 asesinatos hasta el 31 de octubre de 2018. La ciudad tiene una de las tasas de homicidio más altas del mundo: 125.7 por cada 100 mil habitantes, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Pero muchos tijuanenses y visitantes —11.5 millones sólo en 2017—, apenas notan los síntomas de que es el año más violento de la ciudad. El olor a podredumbre es lo único que traspasa la frontera entre esa Tijuana violenta y la Tijuana de moda.
Derrik Chinn sabe que nunca se ha matado tanto, pero tampoco había tenido tantos clientes como ahora. Está en medio de un camión gallinero a 30 grados y con cumbia de fondo, con 18 estadounidenses que quieren ver los prototipos del muro prometido por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que sólo se pueden observar desde el lado mexicano. A veces lleva a los turistas por los viñedos del Valle de Guadalupe, a las playas de Ensenada, a restaurantes de lujo, cervecerías artesanales, mercados, a la lucha libre o al béisbol. Todos, cuenta, quieren vivir la “verdadera experiencia tijuanense”.
“Es irónico que los turistas no tienen miedo, aunque la violencia es peor que nunca. No están tomando conciencia de lo que está pasando”, dice este rubio de Ohio, quien sonríe con facilidad durante la conversación con VICE. Unos momentos antes de empezar el recorrido de Turista Libre contó al grupo los datos de homicidios en la ciudad. Hubo algún gesto de sorpresa, pero nadie se asustó.
Se han cometido más del doble de homicidios que en 2008 —843—, el año más sangriento de la guerra entre el Cártel de Sinaloa y el de los Arellano Félix, pero los turistas extranjeros se sientan todos los días entre los foodtrucks del centro Telefónica para degustar la comida de mar y tierra y la cerveza artesanal de una de las cocinas más vanguardistas de México; llenan los doce pisos del Hong Kong Gentlemen’s Club y en los barrios más pudientes sigue el boom inmobiliario de edificios que le prometen a la élite local y a los estadounidenses la misma arquitectura y estilo de vida de San Diego, California, a la mitad de precio.
La violencia crece al mismo tiempo que la vanguardia.
* Este reportaje forma parte de la serie Capital Criminal, un viaje por siete ciudades de los siete países más violentos de América Latina. Brasil, Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala y México concentran un 34 por ciento de los asesinatos que se cometen en todo el mundo. Esta serie no es otro ranking sobre tasas de homicidios, es una investigación del proyecto En Malos Pasos de Dromómanos, en colaboración con Instinto de Vida y VICE Noticias, para entender por qué y cómo se mata en nuestras calles.
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