Este artículo publicado por VICE México es una colaboración con La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Hay cosas que nunca se olvidan, los sonidos de la música de mi tierra, el café con leche por las mañanas, la comida de la abuela y muchas más… Pero sin duda, lo que más extraño es compartir con mi familia, estar en esas enormes reuniones familiares donde siempre hay algo nuevo que contar, alguien nuevo que conocer, alguien que te roba la calma pero que igual te encanta que te abrace.
Cuando llegue a Panamá, era muy niña, mis padres me trajeron a este país para estar más seguros e iniciar una nueva vida, ahora lo entiendo, sin embargo, fue muy difícil dejar todo atrás e iniciar de cero en un nuevo, pero al mismo tiempo llegar a Panamá fue toda una aventura.
Recuerdo como si fuera ayer el asombro que tenía al ver las nubes en el avión y pensar que flotaba sobre algodones de azúcar, cuando llegue a Panamá fue sorprendente ver una ciudad hermosa llena de edificios enormes que parecían castillos frente a un imponente mar, acompañado de una rica brisa de verano.
Al inicio, me tocó estudiar mucho, para estar al día con la historia y la geografía del país; eso me hizo mucho más fácil el inicio académico en el nuevo colegio y aunque sufrí mucho bullying por ser extranjera, también conocí muy buenos amigos que aún conservo; amigos que compartían conmigo los mismos intereses y pasiones.
Siempre me han interesado las artes, me divertía mucho tomando clases de teatro en vacaciones y de música todo el resto del año. Componer, cantar y tocar guitarra me encanta, son hobbies que me mantienen feliz, con energía y cerca a mis amigos.
Con el pasar del tiempo empecé a conocer la cultura de Panamá, la comida, las tradiciones; lo bueno de vivir en el país vecino es que muchas de las tradiciones son parecidas y fue así cuando comencé a sentir este como mi hogar.
Me encanta el chicheme, el saus, bailar cumbia y cantar tamborito; Una de mis nuevas tradiciones favoritas es pasar el 10 de noviembre en La Chorrera, ver cómo las calles se pintan de colores con hermosas carrozas, reinas, caballos y gente alegre que baila y canta al ritmo de los tambores y el acordeón.
Mis padres con mucho esfuerzo lograron formarme como una profesional que ama a su familia, a su país, a Panamá y que valora las cosas más pequeñas y simples de la vida; también también me apoyaron en todas las metas que me imponía.
Ahora con mi carrera profesional, formo parte de un equipo que se dedica a ayudar a personas en alguna situación vulnerable, me encanta mi trabajo; me motiva en la vida para apoyar a los demás a que sean resilientes y que aprovechen las nuevas oportunidades que la vida les presenta.
Valeria Araujo https://ift.tt/eA8V8J
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