Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
La Academia anunció, el martes, sus nominados a los premios Oscar 2019 y Roma arrasó al igual que The Favourite, con diez nominaciones cada una. El reconocimiento a estas dos gemas cinematográficas, inteligentes y frescas, es una especie de validación, especialmente durante una temporada de premios en la que Green Book y Bohemian Rapsody, dos largometrajes nostálgicos y revisionistas que parecen empeñados en suavizar la parte más turbia del final del siglo XX, se han llevado todos los galardones de la industria hasta ahora.
La historia de Alfonso Cuarón sobre la querida trabajadora doméstica de una familia a principios de los años 70 en Ciudad de México es preciosa, por la forma en la que su narrativa realista se desarrolla en una impresionante cinematografía en blanco y negro. La historia de Cleo, interpretada con hermosa solemnidad por la actriz debutante Yalitza Aparicio, es propia del momento, el lugar y el contexto histórico en el que tiene lugar Roma, pero refleja las experiencias de las trabajadoras domésticas de hoy en día. También puede verse representada cualquier persona que se haya visto obligada a aceptar la jerarquía de un mundo injusto o que haya tenido que sufrir una pérdida mientras el mundo sigue girando sin importarle su dolor.
Tras ver Roma, mi primer impulso fue tuitear que se merecía el Oscar a mejor película. Considero que cumple todos los requisitos: una historia conmovedora, sí; un guion inteligente en varios idiomas, sí; interpretaciones espectaculares de todo el reparto, con mención especial a la elegante calma de Aparicio, sí; una cinematografía preciosa que evoca la naturaleza soñadora de los recuerdos de la infancia, sí.
Roma ha abierto camino a la diversidad en el mundo del cine en muchos sentidos. Está empatada con Crouching Tiger Hidden Dragon como la película extranjera en obtener el mayor número de nominaciones. Aparicio es la primera mujer indígena en conseguir una nominación a mejor actriz principal. Roma también es solo la décima película en lengua extranjera en ser nominada a mejor película. Si ganara, sería el primer largometraje en lengua extranjera en conseguirlo en los 91 años de historia de los premios de la Academia.
Lo más probable es que los Oscar premien a Roma de otra forma. Cuarón ha dominado la categoría de mejor director hasta ahora, en esta temporada, al haber ganado en los Golden Globes y en los Critics Choice Awards. No me extrañaría que se llevara a casa su segunda estatuilla en esta categoría por Roma. Tampoco me sorprendería que el largometraje ganara el Oscar a mejor película en lengua extranjera, pero teniendo en cuenta que esta es la primera vez que una película en lengua extranjera tiene la oportunidad real de llevarse el premio más codiciado, relegarla a la categoría de película extranjera es como darle un premio de consolación.
Es difícil no pensar que lo único que impide que Roma gane es que no fue filmada en inglés. En una década en la que la industria de Hollywood se ha visto envuelta en múltiples escándalos, se la ha criticado por dar la espalda a los casos de acoso sexual y se ha arremetido contra ella por ser “muy blanca”, otorgarle a Roma la estatuilla a mejor película sería un acto radical. La Academia debería premiar este ejemplo de obra maestra del cine creada por un director mexicano, quien eligió contar la historia de una mujer sin derechos desde la perspectiva del colonialismo y el capitalismo.
Para ser sinceros, necesitamos que más películas como Roma ganen y necesitamos que más gente y más estudios apoyen este tipo de proyectos. Lo que la Academia considera que cautiva al público no tiene por qué ser representativo de lo que le conmueve en realidad. Roma es un ejemplo excepcional de un tipo de cine significativo por cómo invita a los espectadores a entrar en un mundo diferente y único, y luego los expulsa con la esperanza de haberles infundido una nueva visión de lo que diferencia a la gente y de cómo, en realidad, todos somos bastante parecidos.
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