Artículo publicado por VICE Colombia.
Según el informe de la fundación Feminicidios Colombia, en el año que acaba de pasar se presentaron 297 feminicidios en Colombia.
Doscientas noventa y siete mujeres a las que mataron en este país por el lugar que ocupan en el mundo, por el cuerpo que habitan, por el género que les asignaron al nacer y por las dominaciones que este sigue implicando en todas las partes de este planeta.
De los 297 casos que hubo en 2018, según el informe de la fundación, hubo 35 menores de edad, 133 madres y cinco mujeres que estaban en estado de embarazo. De la totalidad de feminicidas, 203 eran conocidos por las víctimas. Ochenta y tres eran exparejas. El departamento más violento fue Valle del Cauca, con 46 feminicidios, y el mes más violento fue julio, con 36 casos.
Para diciembre de 2018, tan solo 37 feminicidas habían sido condenados por sus crímenes.
Lastimosamente, los feminicidios en nuestro país están lejos de acabarse. Al término del primer mes de 2019, hubo 13 en Colombia. Esto quiere decir que aproximadamente cada dos días mataron a una mujer en nuestro país por el hecho de ser mujer. Y a pesar de que la cifra bajó un 38% respecto al mismo mes del año pasado, lo cierto es que siguen matándonos.
Así le pasó a Angie Lorena, una niña de 12 años, cuando apenas estaba comenzando el año nuevo. Luego de haber sido reportada como desaparecida, según la fundación, el cuerpo de Angie fue encontrado sin vida y con signos de violencia sexual en el municipio de Barranca de Upia, en el Meta. El principal sospechoso del crimen fue capturado.
Este no fue el caso de María Edith Mesa, la mujer que pasó a ser la cifra número dos de este conteo infame, el 1 de enero en Bello, Antioquia. La mujer, de 65 años, fue apuñalada por su propio hijo, quien sigue prófugo de la justicia. Al parecer, según vecinos de la zona, el hijo la apuñaló luego de que ella se negara a darle plata.
El conteo siguió el 3 de enero en Timbío, Cauca: Katherine Astaíza, una joven de 20 años, se encontraba con su novio cuando su exnovio, al parecer un exintegrante de la Policía Nacional, la asesinó y tiró su cuerpo al río Quilcacé. A pesar de que el presunto criminal fue capturado, la justicia no ha hecho avances con el caso. Esta lentitud en el proceso, algo con lo que tienen que lidiar las mujeres de este país o sus familias cuando ellas ya no están, hizo que los habitantes del pueblo y la familia de Katherine salieran a marchar a modo de protesta el pasado 30 de enero.
Ese mismo día, parte del país se conmocionó por el caso de Lady Johana Morales, una mujer de 25 años que trabajaba en ventas y que estaba terminando su carrera de administración de empresas. A Lady, a su cuerpo, a su ausencia, la encontraron cerca al río Cauca, con signos de una tortura aberrante que muchos medios detallaron y que no vale la pena mencionar. La gobernación ofreció 15 millones de pesos y la Alcaldía de Cali ofreció 40, por encontrar al responsable del crimen.
Dos días después, a Gloriceth Virgen unos sicarios le dispararon cuatro veces mientras salía de su casa ubicada en Cali y se montaba en un taxi. Según la Sijín, los sicarios no le robaron ninguna pertenencia. La mujer, de 30 años, era modelo de protocolo desde hace una década y tenía una hija de tres años.
El 6 de enero en San Isidro, Santa Marta, Maritza Quiroz pasó a ser la primera lideresa social asesinada en Colombia. A su esposo ya lo habían asesinado. Sus cuatro hijos quedaron huérfanos. Uno de ellos estaba con ella en la casa cuando varios sicarios entraron a su casa y la asesinaron. Maritza era la líder de las mujeres afrodescendientes víctimas de desplazamiento en la zona rural de Santa Marta, y desde hace 25 días hace falta.
Mientras tanto a Cindy Yerania García, de 21, se le iba la vida en una ambulancia camino a un hospital en Ibagué después de que Juvenal Bobadilla, su expareja, llegara borracho a su casa y la atacara con un arma blanca, hiriendo también al papá que salió a defenderla. A pesar de que la Policía del sector tiene identificado al atacante, este sigue prófugo de la justicia.
Luego, el 8 de enero, Sandra Patricia Piamba, fue asesinada en la Sierra, Cauca, por su hermano en circunstancias que aún se desconocen. La mujer, de 39 años, estaba terminando su carrera de Derecho en la Universidad Autónoma del Cauca y dejó huérfanos a cinco hijos, entre ellos un bebé de nueve meses de nacido. El hermano, el feminicida, fue capturado.
Al día siguiente, en Pácora, Caldas, a Marcela Loaiza López la apuñalaron y la lanzaron a la quebrada El Bollo, donde encontraron su cuerpo. Gracias a sus zapatos y a su celular, la Policía pudo dar con el paradero del presunto feminicida, al que capturaron. A Sandra Marcela le decían ‘la guitarrista’, porque se la pasaba con una guitarra y era muy dedicada a su música. Tenía 25 años y dejó a una hija de cuatro.
La décima mujer asesinada en el país este mes fue María Elisa Trujillo García, una mujer de 39 años que vivía en Flandes, Tolima. Luego de separarse de Luis Alberto Huertas éste, desesperado para que volvieran, la buscó el pasado 11 de enero en la casa de sus papás, donde estaba viviendo después de la separación, y le disparó hasta matarla. Minutos después, el feminicida se quitó la vida. Ambos tenían un hijo menor de edad.
Maritza Ramírez Chaverra sería, presuntamente, la segunda lideresa social asesinada este año. El cuerpo de la mujer, de 43 años, apareció en el monte, en la vía que conduce de Tumaco a Pasto. A pesar de que ayer la Fiscalía dictaminó que se trató de un accidente de tránsito, familiares de la lideresa aseguran que hace pocos días la habían amenazado y que no apareció muerta en la vía, sino en el monte.
Luego, el pasado 17 de enero, apareció en Norte de Santander el cuerpo de Xiomalba Charlotte Blancoviera, una ciudadana venezolana de 42 años. La mujer, que había sido reportada como desaparecida desde hace días, apareció muerta y con signos de tortura.
El último feminicidio que reporta la fundación Feminicidios Colombia, que hace un seguimiento riguroso de los feminicidios reportados en todos los medios colombianos, fue el de Dora María Cortez Quintero, una mujer de 56 años que vivía en Becerril, Cesar. Antonio Padilla Arteaga, su asesino, la amenazó en repetidas ocasiones, asegurando que a ella la iban a matar los demonios. Luego de asesinarla con un arma blanca, Padilla intentó suicidarse sin éxito. En este momento el feminicida se está recuperando de sus heridas en un hospital cercano. La pareja tenía 10 hijos.
La palabra, feminicidio, la usó en español por primera vez la antropóloga mexicana Marcela Legarde, siguiendo los pasos de las autoras Jill Radford y Diana Russell, que lo dieron forma antes en su libro Femicide: the politics of woman killing. Legarde sintió que la definición del término debía ir más allá, y abarcar también los procesos que llevaban a ese exterminio. Para ella no se trataba del simple acto de asesinar a una mujer, sino que también tenía que ver con todos los sistemas de control y miedo que tienden a anularnos, sin posibilidad de liberación alguna. “La opresión de las mujeres tiene una profunda marca feminicida”, dijo en su momento la antropóloga.
Esta opresión, sistemática, violenta, genera no solo en la anulación psicológica y espiritual de nosotras las mujeres, sino que muchas veces termina en nuestra eliminación física, como en los 297 casos de 2018, como en los 14 de este mes. Recordé, párrafo por párrafo, la muerte de cada una de estas mujeres, porque lo merecen, porque es necesario. Es necesario recordar que eran madres, que eran hijas, hermanas, abuelas. Es necesario recordar que tenían nuestra edad, que se llamaban como nosotras, que se veían como nosotras y que, al momento de ser asesinadas, estaban haciendo algo parecido a lo que nosotras hacemos durante nuestro día.
Es necesario entender que pudimos ser nosotras, y que, en vez de quedarnos agradeciendo que menos mal 'no nos tocó': tenemos que indignarnos hasta la rabia, y nos tienen que dar ganas de remover este sistema de mierda que nos está matando, porque no 'nos tiene que tocar', porque la violencia en nuestra contra es algo que no debería ser natural, sino algo enfermo y retorcido que tenemos que derribar.
Al cierre de esta nota, la fundación Feminicidios Colombia había informado sobre otro feminicidio en Santa Marta, el de Ludeimis Paola Losada Cantillo, de 24 años. La mujer, madre de dos hijos, fue asesinada en frente de su casa. Las investigaciones apuntan a que su asesinato está relacionado con su pareja.
A todas ellas, paz en sus tumbas. Por ellas, por nuestras muertas, las de este mes, las del año pasado, las de todos los años, ni un minuto de silencio, más bien toda una vida de lucha en contra de la violencia feminicida.
* Nathalia es nuestra columnista feminista. Sígala en Twitter.
Nathalia Guerrero Duque https://ift.tt/eA8V8J
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