Artículo publicado por VICE Argentina
El cura Héctor Ricardo Giménez abusó sexualmente de ellos cuando eran niños. Cuatro sobrevivientes nos contaron su historia: mientras lidian con el pasado, Ricardo Giménez transita su vejez en una casa de retiro.
“Le preguntaría viéndolo a los ojos: ¿usted quiere cambiar esto genuinamente, Francisco, quiere terminar genuinamente con los abusos sexuales de curas y monjas?” A pesar de que la pregunta va dirigida hacia él, Ricardo Benedetti (52 años) no está frente al Papa. Habla sin coraje, más bien con mucha calma, tiene el cuerpo encorvado hacia delante y la mirada con la que se encuentra es con la mía. Escucho su historia mientras con las yemas de los dedos me sostengo de una maderita en relieve que adorna la mesa que nos separa.
Relacionados: Nos dimos de baja de la iglesia católica argentina
Durante la entrevista me da la impresión de que hablo con dos Ricardos, el hombre que se hace cargo de su vida y el niño avergonzado. Cuando tenía ocho años fue víctima de abuso sexual por parte del cura Héctor Ricardo Giménez. Todo comenzó el 6 de diciembre de 1974, en la parroquia de Santa Clara, del barrio de Flores. Ricardo se preparaba para confesarse por primera vez, dos días después tomaría la comunión. En el confesionario se encontró con su tocayo, quien le advirtió que lo que pasaba ahí adentro no se podía contar.
“Me preguntaba por las malas palabras que yo decía… no sé, boludo. Boludo, me dijo acercándome hacia él, es una enfermedad de acá y me manoseaba los genitales. Me quedé paralizado y me quedé callado, me quedé callado hasta el domingo que tomé la comunión y me quedé callado durante 42 años. ¿Qué podía hacer yo a los 8 años?, mi vieja era de la acción católica, me sentía como atrapado en un sistema, ¿cómo me defendía?”.
Y en el olvido encontró la solución. Hasta junio de 2018 la mente de Ricardo Benedetti bloqueó lo que pasó en aquel confesionario.
El cura Héctor Ricardo Giménez, de 83 años, ha sido procesado en dos causas relacionadas a abuso sexual. De hecho, se le dictó prisión preventiva por un caso en Magdalena pero terminó excarcelado. Además hay una tercera causa que está en archivada y otra en proceso. Actualmente pasa sus últimos años en una casa de retiro para ancianos en La Plata.
A mediados de este año Benedetti se encontró con una foto del día de su comunión. Aparecían él, su abuelo que fungió como padrino, un obispo y a un lado otro cura. Quince días después se encontró con una nota elaborada por la agencia Telam. A falta de estadísticas oficiales hicieron un relevamiento de noticias publicadas desde 2002 sobre abusos sexuales eclesiásticos. Contabilizaron 59 sacerdotes y tres monjas con denuncias por agresiones sexuales, sólo ocho recibieron una condena judicial y sólo tres curas fueron separados del sacerdocio.
“Cuando fui a la nota vi que estaba el cura Ricardo Giménez y ahí me brotaron los recuerdos”. En el texto vio que estaba mencionada la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, se contactó con ellos vía Facebook, por medio de la foto de la comunión reconocieron al cura Ricardo y decidió tomar acciones legales. Su denuncia es la única que está en curso. “Lo que me motivó fue el de sumar otra verdad a este tipo de denuncias que no llegan a ningún fin pero yo creo que así es la única forma en la que podemos eliminar estos delitos”.
La red
Julieta Añazco (46 años) también olvidó. Durante una treintena de años se resignó a vivir como una persona introvertida. Ahora no entiende cómo no se dio cuenta de las secuelas, que intentar suicidarse a los 20 años era señal de algo. Simplemente se acostumbró. Pero en 2013, el mismo año que Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, nació su nieto.
Relacionados: Mi historia con un cura pedófilo en un colegio de varones
“Y empecé a sentir mucho miedo a que algo malo le pasara y empezaron a venir los recuerdos a mi mente, de a poco”. Fue un rompecabezas armó a retazos. Varios campamentos de verano, 1979, un cura que la tocaba mientras la confesaba, que la bañaba y la enjabonaba, que dormía en la misma carpa que ella y los demás.
Gracias a su búsqueda en Internet y con compañeros de la época fue cristalizando los detalles. El tal cura Ricardo que recordaba era Héctor Ricardo Giménez. Los campamentos se realizaban en una estancia cerca a Magdalena, a unos kilómetros de La Plata, ciudad donde nació y todavía vive.
Junto a otros testimonios denunció pero fue más allá. Tras su investigación descubrió que en países como México, Estados Unidos, España e Italia las víctimas están organizadas: “entonces dije, esto tenemos que hacerlo en Argentina para no sentirnos solos, porque al comienzo te sentís solo, sentís que sólo te pasó a vos y después te vas dando cuenta que somos muchos”. Así nació la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, una página de Facebook que facilita a las víctimas vincularse con los mecanismos para denunciar y reconstruirse.
Sin embargo, el encuentro de Julieta con la justicia no ha sido exitoso. Después de su denuncia el fiscal Marcelo Romero archivó la causa en 2015 alegando inexistencia del delito. Logró reabrirla y en mayo de 2018 el fiscal Marcelo Martini, quien nunca citó a declarar al cura, la volvió a archivar por considerar que prescribió.
“Ha sido muy duro el camino de la denuncia, en el medio me enfermé, tengo fibromalgia. No me sentí acompañada ni por el poder judicial y ni por el poder eclesiástico, muy por el contrario, he sido bastante maltratada”. Junto con sus abogadas buscará desarchivarla pero no es entusiasta.
Como también contó Ricardo Benedetti denunciar es un acto muy difícil para las víctimas. Él recuerda que cuando salió de dar su declaración en la fiscalía literalmente sentía como si lo hubieran molido a golpes. Cuando empezó el proceso, lo primero que le advirtieron las autoridades fue la prescripción de estos delitos en el tiempo, sin embargo, en ese asunto hay un avance legal.
Antes de 2015 la prescripción comenzaba computarse cuando la víctima cumplía la mayoría de edad pero ahora el plazo corre a partir de la denuncia, independientemente de cuándo ocurrió el hecho. Además, desde octubre de este año el abuso sexual contra menores dejó de ser una instancia privada, por lo que ante una denuncia se deberá iniciar una investigación de oficio sin necesidad de ratificación. Ante la sospecha de que un niño o adolescente pudo haber sido víctima de abuso sexual, existe la línea gratuita 0800 222 17171.
Al César lo que es del César
Desde que regresó de uno de los campamentos, Valeria Regner (47 años) les contó a sus papás lo que pasaba. Bueno, en parte, sólo hasta que fue adulta pudo articular que el cura Ricardo no solamente la bañaba sino que también la tocaba. Pero ciertamente el haber hablado hizo que sus padres la alejaran del sacerdote. “Recién ahora estoy en terapia para sanarme porque ahora estoy tomando conciencia real de lo que me afectó en mi vida, en todos mis vínculos, en mis procesos autodestructivos”.
Ella denunció en 2013 junto con Julieta y su voz se quiebra cuando recuerda que su papá fue el único adulto de esa época que las acompañó y que su testimonio ayudó a aportar datos que ellas no recordaban.
Valeria lo dice sin rodeos, el que la causa esté archivada es una porquería. Lo atribuye a que hay un encubrimiento sistemático por parte de las iglesias y los poderes para proteger a los que ella denomina como “depredadores”.
“El fiscal Romero que fue el primero que tuvo la causa es un mamarracho, un irrespetuoso, jamás nos atendió, jamás nos dio ni siquiera lugar a que nos atendiera uno de sus secretarios, automáticamente cajoneó la causa, de hecho, en los últimos años hemos descubierto que era íntimo amigo del obispo de La Plata”. Por eso no es extraño ver a Valeria en actos civiles que reclaman la separación iglesia – estado y se sitúa activista de esta causa.
¿Dónde están los que no hablan?
“A mí ese tipo me tocaba y yo me acuerdo, no era yo si no éramos 12 nenas las que dormíamos en la carpa con él, ¿dónde están esas 11 nenas que no hablan?, ¿dónde están esas mujeres que nos cuidaban a nosotros, mujeres de 20 y pico de años?, ¿cómo no decían nada cuando el cura nos iba a bañar?”.
Relacionados: Fetos gigantes y curas con pancartas: así fue Marcha a favor de la vida
La que increpa es Mariana (46 años). Aunque está vinculada con Julieta y la Red, decidió no denunciar penalmente al cura Ricardo, básicamente porque no quiere escraches, porque considera que vive en un país donde la justicia no existe.
Cuando era niña también les contó a sus padres parte de lo que pasaba en el campamento. Usaba frases del tipo, “mamá, el padre tenía un calzoncillo como los que usa papá” y con eso evidenció que dormía con ellas. Lo que nunca les contó, hasta siendo adulta, fue que la manoseaba.
“Cuando me entero de todo esto (las denuncias) le cuento a mi mamá por teléfono y yo creo que mi papá no se infartó de pedo, ¿por qué no lo conté, por qué no conté esa parte y me la guardé 35 años?”
Para ella, la justicia pasaría por otro lado. No pide cárcel, no fantasea con matarlo, simplemente le gustaría poder entrar al cuarto de Héctor Ricardo Giménez, ella con sus 46 años, él con sus 86, mirarlo a la cara y gritarle: “haceme lo que me hacías cuando tenía ocho, cuando tenía 10, vení, intentá hacerlo”.
Mariana es madre de tres niñas, cuando le pregunté qué consejo le podría dar a alguna mamá que se enfrente al testimonio de su hijo sobre que fue víctima de algún tipo de abuso sexual, la recomendación fue sencilla: “Primero que nada, creerle. El chico no miente, el abusador sí”.
Laura Santos http://bit.ly/2UqvpMH
No hay comentarios:
Publicar un comentario