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viernes, 4 de octubre de 2019

El bolígrafo que crearon estudiantes de ingeniería para copiarse en los exámenes

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Era el presidente del club de ingeniería en una importante universidad de Canadá. Solíamos hablar de nuestros errores en los exámenes y de lo que podríamos haber hecho mejor, pero solo unos cinco de nosotros estábamos dispuestos a copiar y nos preguntábamos cómo podíamos salirnos con la nuestra. En nuestro curso había gente que usaba notas y ese tipo de métodos absurdos, pero yo jamás intentaría copiar así: si vas a hacerlo, que sea de manera original.

Pensamos en hackear una calculadora para que pudiera enviar mensajes de texto, pero el bolígrafo nos parecía una opción más fácil de llevar a cabo. De hecho, fue mi idea. Hice un boceto y un amigo, que es ingeniero eléctrico, tomó un bolígrafo normal y lo vació. Cortó la cánula que contiene la tinta para dejar más espacio y le insertamos un vibrador conectado a una pequeña batería del tamaño de la uña del dedo meñique. Estaban conectados a través de una señal de radio: al tomar el vibrador, generaría una vibración al instante y podríamos comunicarnos en código Morse, algo que aprendimos cuando hacíamos radio con los Boy Scouts.

Construimos un prototipo parecido al de la película Iron Man. Al principio, parecía una mierda, incluso tenía un cable suelto, pero en menos de una semana ya teníamos una versión 2.0 mejorada y más natural.

Funcionó de verdad: nuestras notas mejoraron en todos los exámenes, nos corregimos los problemas que habíamos hecho mal entre nosotros... En realidad no necesitábamos hacer trampa porque ya teníamos una calificación alta, pero estuvimos dos años haciéndolo sin problema, hasta que nos cogieron.

Mi amigo dejó el bolígrafo en su pupitre para poder escribir algo y empezó a vibrar: alguien estaba intentando enviar una señal. El profesor lo oyó y, al principio, pensó que se trataba de un celular, pero entonces vio el bolígrafo y se lo llevó. No me lo esperaba, se me paró el corazón: supe que todo había terminado cuando le dio al botón del bolígrafo y el otro que teníamos en el aula empezó a vibrar.

El profesor no estaba seguro de cómo funcionaba el artilugio, así que lo mandó al decano de tecnología y lo desmontó. Nunca descubrieron que usábamos código Morse, solo sabían que los bolígrafos funcionaban juntos. Nos acusaron de copiar, pero no estaban seguros de cómo lo habíamos hecho.

A dos de nosotros nos pusieron una sanción académica, lo que suponía que no podríamos recibir becas ni ningún tipo de ayuda económica, y perdimos todo el prestigio a nivel académico, así que no recibiríamos nada de la universidad al año siguiente. También te meten en una lista de amonestaciones, que implica que si te vuelven a coger copiando, te suspenden o te expulsan. Asimismo, la advertencia aparece en mi expediente académico, aunque no creo que pueda llegar a afectar a mi futuro laboral. Si alguna empresa me pregunta al respecto, simplemente mentiré y diré que se trató de un malentendido. No a todo el mundo le gusta que se rompan las normas.

La aventura valió la pena, la verdad, pero no necesitábamos copiar en absoluto, así que en ese sentido no lo valió. Pero la educación se mide en una escala lineal: sentarse, regurgitar información que se explicó la semana anterior y escribirla. No creo que el modelo escolar sea muy justo tal y como está establecido: puedes copiar y que no te pillen o puede que no lo consigas, pero el riesgo es importante, y no mucha gente está dispuesta a asumirlo.

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